sábado, 24 de octubre de 2009

+ 24-10-09 + Eterna oscuridad, en nuestro alrededor, en nuestras esperanzas

Oscuridad, noche, tinieblas, negrura, tenebrosidad... Todos los sinónimos de oscuridad están relacionados con lo malo. Desde el principio de los tiempos, el hombre ha tenido respeto y hasta miedo a todo lo relacionado con la oscuridad. ¿Por qué este sentimiento de animadversión? Muy fácil. En la oscuridad, el ser humano se ve despojado de su seguridad. No sabe que peligros y depredadores acechan a dos metros de él, no sabe de que sitio va a venir el peligro. Su sentido más importante, la vista, es inútil aquí. A falta de la vista, tenemos que hacer uso de nuestro segundo sentido más importante, el oído. Pero el ser humano no ha desarrollado lo suficiente este sentido como lo puede tener cualquier animal. Si en ese escenario de oscuridad, los peligros no son producto de la mente, al contrario, son reales, entonces nuestra especie juega con una importante desventaja...

La noche del jueves 22 transcurrió de la siguiente forma. Manuel se vino a mi habitación como habíamos acordado. Bloqueó la puerta y se sentó en el sillón, empuñando su escopeta. Estuvimos hablando durante un buen rato, sobre Javier, sobre el futuro y sobre mis cosas con Belén. Como apunte de lo último, me dijo que creía mi versión, que salta a la vista que soy un tio demasiado legal. Se agradece ese voto de confianza, lo necesitaba.

Pasaron las horas y los temas de los que tratar se agotaban. Poco a poco, me fui durmiendo. No se cuanto tiempo estuve dormido, quizás minutos, quizás horas, pero un estruendo que provenía del pasillo me arrancó de mis sueños. Me desperté sobresaltado y por lo visto, Manuel también. Estaba en el sillón, con cara de desconcertado y alumbrando con la linterna. Intenté incorporarme, pero Manuel me dijo que estuviera quieto y en silencio. En esos segundos que estuvimos en silencio, pudimos oír como alguien giraba la manivela de la puerta. Alguien intentaba entrar. Manuel se levantó rápidamente y encañonando a la puerta, gritó "¡¿Quién anda ahí?!". Yo empuñe el rifle y me puse en pie. Manuel avanzó a la puerta y con cuidado, aparto los parapetos de la puerta. Le pedí que no saliera, se lo pedí... pero él ni si quiera me escucho. Con una mano sosteniendo la linterna y con la otra la escopeta, abrió la puerta y encañono rápidamente. No había nadie. Me dijo que estuviera expectante a la puerta, que iba a mirar por fuera a ver si podía cazar a Javier. Me dijo que cuando volviera, el llamaría a la puerta, que si alguien entraba sin llamar, no era él. Salió y cerró la puerta a su paso. Ahí me quede yo, lleno de impotencia por no poder hacer nada. En mi estado, completamente magullado, poco podía hacer, más que ser una presa fácil.

Transcurrió el tiempo, pasaron largos minutos y Manuel no volvía. Mire varias veces el reloj y el nerviosismo me comía más cada minuto que pasaba. Pasados 20 minutos, no pude contenerme y empuñando el arma, me dispuse a salir. Cuando ya estaba a unos metros de la puerta, se oyó un disparo. A toda prisa, cojeando, salí de la habitación. La oscuridad me envolvía. Comencé a andar con mi rifle en alto. Todo se desvaneció a mi alrededor cuando noté un fuerte golpe en mi cabeza. Solo recuerdo como mi cuerpo se desplomaba en el suelo, nada más.

No se cuanto tiempo estuve inconsciente, pero cuando abrí los ojos, tenía una luz enfocándome directamente a los ojos. Me deslumbraba y eso no me ayudaba a mi desconcierto. Intente ubicarme, pero era imposible. No entendí nada hasta que oí una voz conocida, la de Javier. Su frase fue "¿Todo bien, hijo de perra?". Como si me hubieran activado con un resorte, intente moverme para incorporarme, pero tenía las manos atadas. Las piernas las tenía libres, así que intente ponerme de pie, pero "el loco" me aconsejo no hacerlo. Me quito la linterna de los ojos y pude verlo encañonandome con la escopeta de Manuel. Hijo de puta... Le pregunté que qué le había hecho y su respuesta fue "Tu puta esta por ahí abajo, con la cabeza abierta". ¿Esta ahí abajo? ¿Que donde estábamos? Cuando vi que puerta había tras sus espaldas, lo comprendí. Estábamos en la novena planta. Debió ver mi cara de espanto, ya que en seguida me dijo:

"Tranquilo, no voy a abrir la puerta y dejarlos salir. Con apuñalarte me basta. No soy tan idiota como para poner en peligro MI refugio. Si estamos aquí es porque sé que es el último sitio donde miraran tus amiguitos. Perderán el tiempo buscándonos por habitaciones y demás. Cuando te degüelle como el cerdo que eres, acabare con ellos, uno a uno. ¿Y sabes a quién dejare con vida? A tu putita. Sera mi zorra personal y me la follare todos los días si quiere seguir comiendo y viviendo en este refugio. Ahora que pienso... lo mismo me hago un harén con tanta puta de vuestro grupo. Si, es buena idea. Así no me canso tan rápido de tu chica..." Comencé a insultarle y a intentar librarme de mis ataduras, pero era imposible. Él continuó: "Os advertí que para estar aquí, teníais que respetar mis normas. Llegasteis los últimos y no habéis respetado mis normas. No solo eso, tú me has atacado y ahora tus amigos me intentan matar. ¿No sabéis respetar las jerarquías? Yo te voy a enseñar a respetarlas..."

Terminada esa frase, me puso un cuchillo en el cuello. Cerré los ojos y asumí mi final. Si algo hay que aprender, es a asumir nuestro destino, sea bueno o malo. En ese instante, una voz quebró el silencio. Javier dirigió la luz a las escaleras y yo giré la vista. Para mi sorpresa, estaba José. Portaba una de las ametralladoras y apuntaba a Javier. El arma le temblaba en las manos. El rostro de "El loco" expresaba desconcierto y rabia. José le ordenó separarse de mi unos metros y este obedeció, mientras dijo "José, este te ha jodido tanto como a mi. Tú mismo me has contado todo lo que te hizo. No seas idiota, baja el arma y déjame acabar con este elemento. Sabes que si no lo hago, él y los demás nos llevaran a la perdición. Tú estabas en mis planes, tú ibas a ser uno de los elegidos para permanecer en este sitio. Te aprecio, eres el único que ha estado a mi lado cuando esta escoria me ha dado la espalda... Hasta mi compañero Rubén me ha girado la cara. Tú eres un verdadero colega, así que baja el arma y acabemos con ellos."

José me dirigió la mirada y temí lo peor. Pero nuevamente, me sorprendió. Devolvió la mirada a Javier y le ordenó que reculara más. Este se puso con los brazos en alto, de espaldas contra la puerta y dijo "Eres como ellos... ¡traidor!".
El arma de José temblaba en sus manos cada vez más. A la espalda de Javier, la puerta era embestida una y otra vez. Los merodeadores estaban agitados, estaban oyéndonos constantemente y eso los excitaba más. Me incorpore y le di las gracias a José. Él me miro, pero no contesto. Sin dejar de apuntar a "el loco", sacó un cuchillo y corto mis ataduras como pudo. Una vez libre, le di una palmada en la espalda y le dije que no lo perdiera de vista, que iba a bajar a llamar a los demás. Baje unos escalones y José le ordenó que tirara la escopeta. Él contestó "¡Una mierda!" y encañono rápidamente su arma. En ese instante, todo me transcurrió a cámara lenta. Una lengua de fuego salió de la escopeta de Javier e impacto a José en el torso. Este fue repelido para atrás y apretó el gatillo de su ametralladora. Una larga ráfaga salió expulsada de su arma y pude ver como varios proyectiles impactaron en Javier. Las paredes se tintaron con su sangre. Lo peor fue lo siguiente... Tuvimos tan mala suerte que algunos de los proyectiles no solo impactaron en la puerta, si no que dieron en la cadena y cuerda que ataban la puerta. Cuando vi que la puerta se habría, mi alma se congeló. No podía creer lo que veían mis ojos. Cuando intente reaccionar, no sabía que hacer. José, bañado en sangre, empuño su arma mientras gritaba y lloraba. Abrió fuego contra la horda que salía desatada. Cada disparo, iluminaba la sala. Podía ver por décimas de segundo con claridad a la horda. Veía impactar las balas y como los de la primera fila caían, pero eran demasiados. Intente coger a José e intentar llevármelo, pero ya era imposible. La horda se le abalanzó encima y lo cubrió. Yo, a escasos metros de él, solo podía oír sus gritos de dolor, sus lamentos... Todavía resuenan sus gritos en mi cabeza, como si los estuviera oyendo ahora mismo, y no puedo contener las lágrimas...

Sin pensármelo, corrí escaleras abajo. Los merodeadores iban tras de mi, así que corrí y corrí, rodeado de oscuridad, mientras en mi mente iba contando los pisos para encontrar el tercero. Iba saltando escalones a ciegas. A veces bajaba dos, en otras ocasiones tres de un tirón, cuatro y me estampaba contra la pared. Todo esto acompañado de un punzante dolor en mis magulladuras y heridas. No se como, pero cuando me faltaba solo un piso para mi destino, tropecé y rodé escaleras abajo, golpeándome la cabeza con un escalón. Nuevamente, me quede sin conocimiento.

Desperté nuevamente rodeado de oscuridad. Fui a moverme, pero algo me heló la sangre. A mi alrededor, ¡se oían los lamentos de los merodeadores!. Espero que nunca paséis por esto, de veras. Oírlos a tu alrededor pero sin poder verlos es una sensación angustiosa. Estar tan cerca de ellos, produce náuseas. Su olor es nauseabundo, ese olor a podrido se te mete hasta en la garganta, dejándote un regusto dulzón en la boca. Recuerdo a las moscas revolotear en la oscuridad, con el zumbar de su aleteo. Mi rostro estaba cubierto de esos insectos. Me quedé quieto en el suelo, sin mover un músculo. Podía oírlos muy cerca de mi. A pesar de esto, no me habían atacado. ¿Por qué? ¿Me habían tomado por un cadáver? ¿No podían localizarme en la oscuridad? Lo único que sabía era que no me podía quedar ahí eternamente, así que me empecé a mover. Me arrastre por el suelo lentamente, guiándome por mi mala orientación. Mientras me arrastraba por el suelo, toque varios pies y piernas... que escalofriante. Por encima mía, oía sus lamentos y distinguía sus pasos. Encontré las escaleras y comencé a descenderlas arrastrándome. A mi derecha podía oír como uno de ellos andaba rozando contra la pared. Descendí las escaleras, temblando como un flan. Noté como me agarraban el pie y, automáticamente, respondí con una patada. Como respuesta obtuve un lúgubre gemido. Se estaban percatando de mi presencia, así que intente ser más rápido. Al fin llegué a la puerta que se suponía que era de la tercera planta. Me incorpore lentamente, la abrí y me deslice hacía el interior, cerrando la puerta mi paso. Ya dentro, me incorpore. Seguía sumido en la penumbra, así que ande a tientas. En voz baja, iba llamando a los demás. Alguien me respondió al final del pasillo. Busque mi mechero y alumbré. Ande unos metros y vi a Manuel. Tenía la cara empapada en sangre a causa de la herida de su cabeza. Se acerco rápidamente a mi y me entrego mi rifle. Él portaba consigo una barra de hierro. Le pregunté por los demás, pero me dijo que no tenía ni idea, que había permanecido inconsciente mucho tiempo a causa del golpe que le había propinado Javier y que cuando se ha recuperado no había nadie. Nada más decirme eso, corrí hacía la habitación de Belén. Manuel me seguía. La habitación estaba totalmente revuelta, como si hubiesen cogido lo más importante a toda prisa. La luz de mi mechero era muy tenue, pero aún así, pude ver algo que me llamó la atención. Había un folio encima de la cama. Era una nota. Ponía:

"Erik, lo siento, si lees esto, dirígete a las instalaciones portuarias. Nos vamos a dirigir allí, es el lugar más seguro que se nos ocurre para refugiarnos. Te escribo esto porque se que estas vivo y se que me encontraras. Me niego a pensar que estas muerto... me niego... te espero. Perdóname por desconfiar de ti, no sabes cuanto me arrepiento...

Te quiero, mi vida...

Belén.".

Una nota escrita a toda prisa del puño y letra de Belén. Aún la conservo y cada vez que la leo, se me estremece el alma.

No había tiempo que perder, así que corrimos en dirección al aparcamiento del hospital. Buscamos las escaleras secundarias y comenzamos a descender. Para no perdernos en la oscuridad, le dije a Manuel que se agarrara a mi camiseta. Bajamos dos pisos y nos paramos. Se oían ruidos a nuestro alrededor... pasos. Le dije que debíamos continuar rápido y así lo hicimos, hasta que Manuel se soltó de mi camiseta. Comencé a llamarlo, pero solo oía ruidos a mi espalda. Encendí el mechero y vi a Manuel rodeado por cuatro merodeadores. Él luchaba como un jabato, propinándole golpes con la barra de hierro, pero de nada servía, eran cuatro. Se le abalanzaron y lo tiraron al suelo. Manuel comenzó a gritar y encañone mi arma. Solo pude efectuar un disparo y por culpa del retroceso, el mechero salto volando de mis manos, cayendo por el suelo. Ya no se oían los gritos de Manuel, solo a esas cosas desgarrar y masticar. ¿He matado a mi propio compañero con mi disparo? Dios... no me puedo perdonar eso...

Corrí escaleras abajo, tanteando los obstáculos con la mano. En más de una ocasión, mi mano tropezaba con "obstáculos" móviles. Sin ver, solo podía empujarlos y seguir huyendo. No se ni como, pero conseguí llegar al aparcamiento. Aquí tenía más visibilidad, ya que las luces de emergencia del aparcamiento alumbraban. Podía vislumbrar a varios merodeadores. Me dirigí a donde se suponía que estaban nuestros coches y sí, ahí estaban, ¡con las ruedas pinchadas! ¡como todos los coches del aparcamiento!. Eso debía ser cosa de Javier. Los merodeadores me empezaban a rodear y me abrí paso a disparos. De detrás de un pilar, apareció otro, abalanzándose. Con la culata del rifle lo rechace. Cuando cayó al suelo y una de las luces lo alumbró mejor, lo reconocí. Era Rubén. Estaba reanimado. Por lo visto, le habían dado caza en el aparcamiento. Tenía el torso destrozado y completamente ensangrentado... Pude ver como colgaban algunos de sus órganos... Que hubieran matado a Rubén en el aparcamiento indica que los demás han huido por el aparcamiento. Sin tiempo que perder, subí la rampa hacia la salida y salí por esta. La verja estaba entreabierta.

Una vez en la calle, vi el panorama. La calle estaba totalmente minada de merodeadores, así que empecé a correr, en busca de un lugar seguro. Lo hice durante horas, hasta que encontré un comercio abierto y allí me refugie. Esa noche la he pasado totalmente en vela, esperando a que en cualquier momento me atrapasen, pero no fue así, no se percataron de mi presencia. Ahí he permanecido hasta que han salido las primeras luces del día y he podido emprender la marcha. Es prácticamente imposible andar por las calles. Las calles están totalmente bloqueadas e infestadas de merodeadores. Pero he de ir a donde me ha dicho Belén. Me quedan pocas balas, ya que la mayoría de munición se debe de haber quedado en el hospital. Para ser exactos, solo me quedan 5 balas. Tengo claro que cuando me quede una, la guardare para una emergencia. Me niego a morir devorado.

Ahora mismo estoy dentro de un comercio de ropa. Creo que voy a pasar la noche aquí. Parece un sitio seguro, ya que esta calle es la única que encontrado que sea menos concurrida por esas cosas. Pasaré la noche donde estoy ahora, bajo el mostrador. Me quedan largas horas de estar aquí encajonado. Mañana, cuando salga el sol, seguiré la marcha.

Espero que los demás estén bien y espero que Belén también lo este. Solo ansío rodearla con mis brazos y decirle que todo va a ir bien, que viviremos juntos, lejos de aquí y tendremos muchos niños...

Joder, como la hecho de menos...

...


- Erik -


5 comentarios:

J-Zombie dijo...

Muy buena entrada,al final Jose hizo algo bueno.
A Javier que le jodan,ya tocaba morir.
Ahora quienes quedan?
Belen,Raul,Esther,Elena,Eduardo....me dejo alguno,y si pillaron a Ruben puede que hayan pillado a alguno mas,lo dicho,muy buena entrada.

Todo Actualidad dijo...

Suelo leer tu blog, pero no te había comentado todavía
esta última entrada es de las que mas me han gustado ^^
sigue así, ya estoy esperando leer la proxima!

Miembro de la resistencia dijo...

Hola!

@juanmanuel: Pues si, quedan esos. Pero te has olvidado de María. Ya quedan poquitos :( jeje

@Jose Angel: Bienvenido! Gracias por tu comentario. La verdad es que esta entrada a sido muy emotiva en todos los aspectos y llena de acción. Me alegro de que te haya gustado y no dejes de leer las aventuras y desventuras de Erik :)

irakolvenik dijo...

Al final, José se ha redimido. No es que haber salvado a Erik esta vez disculpe todo lo que hizo antes, pero al menos mostró valor en el último momento y Erik le debe la vida.

Me pregunto cómo detectan los merodeadores a los humanos y por qué a veces consiguen pasar desapercibidos...

Miembro de la resistencia dijo...

De algún modo, ha enmendado los errores que cometió en el pasado. Pero lo ha pagado caro, con su vida.

Sobre los merodeadores, habrá que esperar a ver si los personajes averiguan algo sobre la naturaleza de estos.

Un saludo!