miércoles, 7 de octubre de 2009

+ 07-10-09 + Con la muerte por compañera

Cuando ves por primera vez un cadáver, sientes una sensación extraña. Todo lo de dentro del cuerpo se te revuelve, sientes náuseas, ganas de llorar, rabia... Te preguntas las cosas que pudo hacer esa persona en vida, si tenía familia, amigos, a que se dedicaba... te preguntas tantas cosas sobre el pobre desdichado. Lo imaginas en la cual podía ser su rutina habitual, lo imaginas con sus seres queridos celebrando algo, contento, o en el trabajo, riendo con los compañeros. ¿Sería una buena persona o un maldito cabrón? ¿Se merecía eso? Piensas en que si esa persona se había levantado feliz ese día, sin saber lo que le acontecía o si habría cambiado cosas de su vida si hubiera sabido que su final estaba cerca. Eso sientes la primera vez que ves un cadáver, pero cuando ves muchos, ya ni si quiera piensas en el desdichado, ni te inmutas. Se convierte en algo habitual, lo ves como algo normal y solo piensas en no ser tu el próximo cadáver. Parece que uno nunca se puede acostumbrar a ver a la muerte de tan cerca, pero si, uno se acostumbra. El ser humano se acostumbra a todo, se aclimata a cualquier rutina o situación. Tanto tiempo sobreviviendo y luchando por la supervivencia, ha hecho que apenas pueda recordar una vida normal. Cosas normales como beber una cerveza con los amigos o ir a trabajar, parecen ya impensables, son como si pertenecieran a otra vida, a otro mundo. No creo que el mundo vuelva a recuperarse de este duro golpe y solo nos queda conformarnos con seguir vivos y huyendo.

En fin...


La misión de ayer, dentro de lo que cabe, bien. La teoría siempre es fácil, la practica no lo es tanto. Una vez nos adentramos los 3 en las cloacas, comenzamos a buscar la tapa de salida más cercana a la casa de la chica. Tardamos más de una hora en encontrarla. Con la ayuda de una linterna y empuñando las armas en todo momento, recorrimos túneles y más túneles, abriendo tapas y comprobando si íbamos por el buen camino. Llegamos a zonas que el agua infecta nos llegaba por las rodillas... Casi nos asfixiamos por el olor nauseabundo, ¡que asco!. En un par de ocasiones pudimos ver cadáveres flotando. Cuando estábamos próximos de encontrar la tapa correcta, nos atacaron dos perros. Nos salieron por uno de los pasadizos y parecía como si estuvieran rabiosos. Uno era un Rottweiler, o al menos, lo parecía, y el otro era como una especie de cruce entre Pastor Alemán y Pastor Belga. No sabéis como impresiona ver a semejantes bestias correr hacía ti, soltando espuma por la boca. De varios tiros los pudimos abatir. Una vez muertos, los observamos más detenidamente. Tenían el cuerpo lleno de mordiscos, parte de la piel desgarrada y les faltaba algo de pelo. ¿Puede ser que los perros también se contagian con lo mismo que nosotros? No lo se, pero me horroriza pensarlo.

Después de este encontronazo, Belén trepó las siguientes escaleras, abrió la tapa y... ¡bingo!, delante teníamos la finca de la chica. Cerró rápidamente, ya que por la tapa entreabierta, se podían divisar las piernas de algunos merodeadores cercanos. Visto lo visto, subí yo para estudiar la situación. Abriendo la tapa tímidamente, observe un angulo de 360º. Dos cercanos al patio y otros dos al lado de la tapa. Los otros estaban más alejados y no suponían un peligro. Ya no podía ver más lejos, los vehículos allí abandonados me tapaban la visión. Visto esto y después de comentárselo a Eduardo, llegamos a la conclusión de que lo mejor era avisar a la chica, que bajase al patio y esperase a que le diéramos la orden de salir. Nosotros despejaríamos la entrada a la alcantarilla. Solo se podía posicionar uno en la escalera para despejar la entrada, así que me ofrecí voluntario. Así lo hicimos, una vez que estuvo en el patio, abrí la tapa y abrí fuego con el rifle. Elimine a los más próximos, los cuales se me intentaron abalanzar al verme aparecer. Seguidamente, elimine a los otros dos, fallando un tiro. Entonces, Eduardo le dio la orden de que saliera corriendo y así lo hizo. La vi aparecer por el patio, cargada con mochilas y empecé a retroceder peldaños para dejarle paso. Se metió por el agujero y comenzó a descender ella también. Nos faltaban pocos peldaños para llegar al suelo, cuando me percaté que se había dejado la tapa abierta. ¿Como se le pudo pasar eso por alto? ¡Es de cajón!. Le grité "¡La tapa! ¡Has dejado la tapa abierta! ¡Entrarán!". Intentó subir para cerrarla, pero ya no había tiempo, así que la cogí de la pierna y le dije que bajase rápido. Así lo hizo, a dios gracias, ya que los merodeadores no tardaron en hacer aparición. Se asomaron dos por la entrada y uno se dejó caer por el agujero. Cayó al lado nuestro y para mi asombro, ¡se comenzó a levantar como si nada!. No había tiempo que perder, así que emprendimos la huida. Detrás nuestra, los merodeadores comenzaban a bajar, dejándose caer. No se cuantos entraban, pero no paraban de aterrizar en el suelo. Doblamos la primera esquina e intentamos orientarnos. No sabíamos cual era el camino de vuelta, así que seguimos a nuestro sentido de la orientación. Perderse no era una opción, ya que nos podían dar caza.

Comenzamos a andar por los pasadizos y cuando nos dimos cuenta, ya estábamos perdidos. Subíamos escaleras, abríamos tapas y nada. Los pasadizos eran todos iguales y no nos ubicábamos. No se porque, pero las mujeres tienen un sentido de la orientación bastante bueno. Ya nos lo demostró María la anterior vez que pisamos unas cloacas, así que fue Belén la que se puso en cabeza, ya que según dijo, más o menos tenía una idea de por que sitios habíamos pasado. La comenzamos a seguir, oyendo los gemidos de los merodeadores que, con el eco del lugar, eran más siniestros todavía. Era como si estuviesen por todos los lados. Íbamos andando detrás de Belén, cuando algo nos alarmó. Se oían pasos detrás nuestra, como si se acercara alguien corriendo. No nos lo pensamos, comenzamos a correr como posesos. Mientras corría, yo giraba la cabeza para ver quién nos seguía y lo que vi no me molo un pelo. Eran tres merodeadores, pero de los que corrían, o sea, de los nuevecitos en el gremio. Tengo que buscar un nombre para esta clase de merodeadores, para citarlos mejor... ¿corredores? Si los otros son merodeadores porque siempre están merodeando, para los que corren y son rápidos, corredores es el más acertado. La cuestión es que teníamos a tres de esos detrás. Mientras huíamos, Belén iba guiándonos. Giraba a la derecha, a la izquierda, continuaba recto, mientras nosotros, en la retaguardia, buscábamos el momento de girarnos y llenarlos de plomo. Yo no podía correr más, mi corazón se iba a salir del pecho. Mis años de fumador me estaban pasando factura en ese justo momento. Mientras corríamos, Eduardo aminoro la marcha y se situó a mi lado. Sin parar de girar la cabeza, me dijo "Cuando te diga YA, nos paramos en seco y les atizamos. Dale con la culata del rifle y dispara al tercero más alejado, ¿Ok?". Le intente contestar pero no me salieron las palabras, me faltaba el aire, solo le pude asentir con la cabeza. Seguidamente, avisó a Belén de lo que pensábamos hacer y pidió a la otra chica que enfocase la linterna hacia detrás. Gire la cabeza y comprobé que los teníamos a dos metros. ¡Nos iba a cazar como liebres si no los eliminábamos! En ese momento, se nos apareció la virgen, la cruz y todo el santoral, ya que el tercero más alejado, tropezó cayendo al suelo de bocas. En ese momento, Eduardo dijo "¡YA!". Frenamos en seco y dirigí la culata contra la cara del que tenía más próximo. Creo que saltaron hasta dientes, pero lo que si que sé es que cayó para no levantarse más. Eduardo, de un movimiento circular, le segó el tronco a su perseguidor. Sin más dilación, apunte al tercero, que se estaba levantando del suelo y disparé. Seguimos la marcha después de que tomase unas buenas bocanadas de aire.

A partir de eso, 15 minutos nos llevo encontrar la salida. A pesar de la buena orientación de Belén, nos perdimos un par de veces más. Salimos a la calle y vimos nuestros coches. Estaban vacíos. Eso era señal de que se encontraban arriba. Cuando nos dirigíamos de camino al portal, la chica, muy nerviosa y como pudo, nos dio las gracias por haberla rescatado. Seguidamente me miró y dijo "¡Tú eres Erik seguro! No te esperaba así. Yo soy Elena" . Quizás sea manía mía, pero me da que Belén no la miró muy bien en ese momento.

Subimos las escaleras hasta el séptimo piso, altura donde esta ubicada la casa de los padres de Raúl. No se por qué, pero de camino me iba temiendo lo peor. Quizás es porque me estoy acostumbrando a que las cosas siempre vayan a mal. Nos encontramos la puerta de la casa destrozada, al igual que todas las del rellano. Saltamos los escombros y entramos. Caminando por el pasillo podíamos ver ropa, cajones, lamparas, zapatos... todo por el suelo. Llegamos al salón y esa escena habría sido mejor no verla. Todos estaban en la sala y ninguno dirigía la mirada al fondo del salón. En la cara de Manuel, el cual me miró a los ojos con cara de circunstancia, pude imaginarme lo que allí estaba ocurriendo. Miré al fondo de la sala y me vi a Raúl, de rodillas y sosteniendo a un cadáver. Raúl lloraba desesperadamente y el cadáver que sostenía era de una mujer mayor. Su madre. Tenía un tiro en la cabeza. A pocos metros, tumbado bocabajo, el cadáver de un hombre, su padre, con otro tiro de escopeta en la cabeza. Manuel se nos acercó en ese momento y dijo "Hemos entrado y encontrado este panorama. ¿No os es familiar este modus operandi?". Y tanto que nos es familiar... Esos hijos de perra han pasado por aquí también.

Después de que Raúl llorara, maldijera, se lamentara y todo lo normal en estas situaciones, conducimos los cadáveres a la cama. Una vez allí, Raúl posiciono las manos de tal forma como si los cadáveres se estuvieran cogiendo de la mano y los tapamos con una sabana. "Es el entierro más digno que les puedo dar. Seguirán juntos de esta forma". Raúl rompió a llorar en el momento que terminó esas palabras. Aproveche para cargar las baterías del pc portátil, ya que aquí si que había algo de electricidad. Mientras, los demás, buscaron cosas útiles. Pude ver como Raúl cogía y guardaba una foto de sus padres...

Esta maldita vida no para de apalearnos... ¿A caso nos merecemos esto?


Ahora nos encontramos en los coches, en una zona algo alejada y que parece que no hay infectados cerca. Quizás hagamos noche aquí, según veamos la actividad de la zona. Si hacemos noche, nos turnaremos para hacer guardia. De todas formas no creo que pueda dormir. La idea de hacer noche en la calle me pone los pelos de punta...

Os sigo informando.


- Erik -


2 comentarios:

J-Zombie dijo...

Muy buena entrada,la parte de las alcantarillas,es claustrofobia pura y dura,t si encima te persigue una multitud de cabrones mal olientes pues la cosa se pone interesante.
Ahora toca viajar y ir mas lejos,pisar otros lugares con nuevas amenazas.
saludos...

Fer dijo...

Sin duda, lo de los perros es lo mejor, al puro estilo Resident Evil, como me gusta...
Sigue con ello, me parece perfecta la variedad tan grande de escenarios, da mucho juego y mucho argumento!!!