domingo, 4 de octubre de 2009

+ 05-10-09 + A la deriva

Como cambian las cosas. En ocasiones, a pesar de estar bien dentro de las malas circunstancias, nos quejamos. Un error del ser humano es que nunca piensa que las cosas siempre pueden ir a peor. Entonces, cuando van a peor, decimos: "¡Ayy! ¡Si pudiera volver atrás!". Pero no se puede volver atrás. Nunca se puede volver atrás. Que tontos somos... Nunca nos damos cuenta de lo que tenemos hasta que lo perdemos. Ahora es cuando digo: ¡Si pudiésemos volver atrás!

Os preguntaréis a santo de que os cuento esto. Fácil. ¿Recordáis en la última entrada, que os dije que José había intentado comunicar con nosotros y parecía muy alterado? Lo estaba y con razón. Os puedo relatar lo que ocurrió exactamente y así lo voy a hacer. Tengo bastante tiempo para contaros todo, no os preocupéis.

La señal del walkie no era buena, ya que nos encontrábamos fuera del alcance que tienen estos aparatos, pero conforme nos acercábamos más a la zona, la señal era más clara. José repetía: "¡Están dentro! ¡Tienen a Esther, la tienen ellos, la tienen retenida...!". ¿Tienen a Esther? ¿La tienen retenida? ¿Quienes tienen a Esther? ¿Los merodeadores? No tenía sentido, pero por más que le preguntábamos, o repetía lo mismo o no contestaba. No tenía sentido hasta que llegamos y pudimos ver lo que estaba ocurriendo.
Cuando llegamos, accedimos al garaje por la puerta norte, la cual nos venía de camino. Entramos con suma precaución, ya que estábamos alarmados por los mensajes de José. Accedimos a nuestro patio por las escaleras que hay en el garaje. Cada paso que dábamos, lo dábamos muy cautelosamente, parándonos cada pocos pasos para no llevarnos sorpresas inesperadas. Belén marchaba a mi lado. Podía ver como le temblaban las manos de los nervios. A pesar de eso, mantenía el cañón de su arma alzado. Yo le decía "Tranquila, todo va a salir bien, confía en mi". Siempre me toca prometer cosas que no estan en mi mano para tranquilizar a las personas que me rodean. Su mirada era un verdadero dilema y yo le sonreía para tranquilizarla. De nada servía.

Seguimos ascendiendo piso por piso hasta que llegamos a nuestro rellano. Eduardo iba primero e hizo un gesto con la mano en señal de "stop". Eduardo avanzó hacia la puerta y yo le seguí. La puerta estaba abierta, es más, estaba destrozada y en el suelo. De dentro de la casa nos llegaban una serie de ruidos y gritos. Asomamos prudentemente la cabeza y vimos el panorama. Habían tres hombres de espaldas, de cara al sofá, y en este, uno más, encima de Esther. ¡La estaba violando!. Estos reían a carcajadas mientras observaban a su compañero violar a Esther. Eduardo me miro horrorizado. ¿Quienes eran? ¿que hacían en nuestra casa? Y lo más desconcertante, ¡¿Por qué hacían eso?! ¡¿Que no hay suficiente con intentar sobrevivir en este apocalipsis?! Mientras observaba aterrado, Eduardo me susurró en el oído: "Fíjate donde están las armas. Podemos acabar con ellos". Mientras, Eduardo hizo un gesto a Raúl y a Manuel para que se acercasen, y yo me fije en lo que me dijo Eduardo. Tenían las armas apoyadas en la pared, a metro y medio de ellos. Habían dos ametralladoras y una escopeta. Esther no paraba de gritar y llorar... no podía seguir observando eso, ¡había que hacer algo!. En el momento que Raúl y Manuel miraron la dantesca escena, Eduardo dijo "Estan demasiado entretenidos para percatarse de nuestra presencia. Vamos a entrar lentamente, encañonandolos y dispararemos. Raúl, dispara al de la izquierda, Erik, tú al del centro y Manuel, derecha. Apuntar bien, no falléis. A mi dejarme al que esta violando a Esther. Que lo paguen caro". Seguimos sus ordenes y entramos lentamente, cual comando, encañonando cada uno a su presa. Eduardo esgrimía la katana. Siguieron sin percatarse de nuestra presencia hasta que notaron el frío cañón en su nuca. Cuando yo grité "¡YA!", disparamos todos casi al unisono, sin piedad. Nunca había disparado contra alguien "vivo". Recuerdo ver la sangre salpicar, tintando las paredes de rojo, al violador y a Esther. Ese hijo de puta levanto la cabeza, mirándonos con unos ojos que eran un verdadero dilema. Esther seguía llorando empapada en sangre. Ahí fue cuando entró en acción Eduardo.

Poniéndole la katana en el cuello, le ordenó que se pusiera en pie. Este obedeció subiéndose los pantalones. Eduardo le preguntó que quienes eran y que hacían allí, que porque hacían eso. Su respuesta fue "No podréis salir vivos sin mi ayuda, así que no me mates. Los demás están por la urbanización, accediendo a otras casas. Si me matas, os darán caza, si me dejas con vida, os podéis unir a nosotros. Tenemos comida, agua, refugio seguro...". En ese momento, entraron Belén y María, dirigiéndose rápidamente hacia donde estaba Esther. Esta seguía en el sofá, llorando. Vi como ese perturbado hijo de puta dirigió la mirada hacia las chicas, observando, sobretodo, a Belén. En ese momento dije: "Solo quiere que lo dejemos con vida. Nos matarán en cuanto tengan oportunidad. Mira lo que le han hecho a Esther... ¡Mátalo!". Eduardo siguió sin moverse un milimetro, como si no me hubiese escuchado. En ese momento le preguntó "Saqueadores, ¿verdad?". Solo obtuvo por respuesta un sonoro "Que te jodan".

"Muy bien... Raúl, bajale los pantalones y la ropa interior" ordenó Eduardo. Raúl obedeció y en la cara del otro se pudo ver una expresión de horror, como si supiese que le iba a ocurrir. Sin decir nada, Eduardo hizo un movimiento con la katana y le cortó sus partes al perro mal nacido. Este grito cual cerdo en el matadero y se cayó en redondo al suelo. Volvió a ponerle la katana en el cuello y le volvió a preguntar: "Saqueadores, ¿verdad?". El otro, entre gritos de dolor, volvió a responder un "¡Que te jodan, hijo de puta!". Fue ahí cuando se oyeron dos sonoros disparos. El malnacido del suelo ya no se movía y pronto se encharco el suelo de sangre. Detrás nuestro se encontraba Esther, completamente desnuda y empuñando la pistola. Seguidamente escupió al cadáver y se derrumbo llorando. Belén y María la cogieron y la taparon con una sabana. ¿Donde cojones estaba José? Esther nos dijo que antes de que entraran, se había metido en la habitación. Entre a buscarlo y lo encontré escondido en un armario. No me pude contener, comencé a propinarle patadas y culatazos con el rifle, mientras le gritaba "¡Cobarde! ¡poco hombre! ¡te voy a matar yo mismo!". Me encontraba fuera de sí, y si os soy sincero, no me arrepiento, volvería a actuar igual, sin contemplaciones. Lo que hizo no tiene perdón alguno. No lucho por defender a su compañera, ¡se escondió como un cobarde!. No merece seguir con nosotros en esta sala.
Cuando acabe de golpearlo, dirigí el cañón de mi arma a su cabeza para disparar, pero Manuel me derribó de un empujón. Fue entonces cuando los demás me arrebataron el arma de las manos diciendo que me tranquilizara, que me arrepentiría, pero yo no podía escucharlos. Os lo juro, ¡no podía! ¡solo quería matarlo, que pagase por su cobardía!. Ni entre todos pudieron detenerme, seguí golpeándolo con los puños hasta que me canse. Solo paré cuando vi que su cara parecía un mapa.

Una vez me tranquilicé, José intento explicarse, pero no convenció a nadie. Alegó que tenía miedo, que solo pudo esconderse cuando derribaron la puerta, que Esther no tuvo tiempo y que eran cuatro y lo habrían matado, y más basura cobarde que expulsó por la boca. Raúl nos llamó. Estaba en la ventana, observando algo. Cuando nos acercamos, vimos que abajo habían más personas. Estaban dentro de la urbanización con coches, furgonetas, jeeps, motos... No recuerdo cuantos vehículos habían, pero si recuerdo como arrasaban todo a su paso. Según vimos, habían accedido por la puerta suroeste, la cual habían echado abajo. También pudimos ver como entraban y salían más individuos de los patios de en frente, todos armados y siempre con bolsas o mochilas. Eran saqueadores, no cabía duda. Debimos suponer que bajo este caos, algunos individuos aprovecharían la situación para violar, matar y saquear. Ahora todo cuadra. Los dos que dejaron el jeep ahí abajo eran de esta clase de gente, es más, serían compañeros suyos. Vinieron en misión de reconocimiento y el que consiguió huir, informó. Y nosotros, ignorantes por completo, llamamos su atención, delatando nuestra posición.

Vimos como algunos lanzaban mobiliario desde los balcones, o simplemente, abrían fuego contra cualquier tipo de mobiliario. Unos, desde un noveno piso, colgaron del cuello a unos merodeadores en el balcón. Estos quedaron suspendidos ante una caída de 9 pisos. Parecía que era una familia entera, ya que habían hasta lo que en antaño fueron niños. A pesar de estar colgados, seguían moviéndose violentamente, intentando liberarse. Que visión más tétrica...

Aguardamos a la espera de que se marcharan, sin dejar de vigilar la puerta por si aparecían más. Según parecía, estaban replegándose. Pero como buenos hijos de puta, no podían marcharse sin más, tenían que joderlo todo. Con una de las furgonetas, embistieron la puerta este, donde se amontonaba toda la horda. Con esta puerta destrozada, es cuando toda la horda entró a la urbanización. Por si esto fuera poco, los bastardos habían roto todos los cristales de los patios. Este lugar había dejado de ser seguro, era cuestión de tiempo que se nos presentara la horda en la puerta de nuestra casa, la cual estaba echada abajo. Cuando nos disponíamos a huir camino al garaje para alejarnos de aquí, pude ver como dos subían a un jeep, portando ¡dos garrafas de combustible! ¡y en el jeep habían más! ¡habían descubierto nuestro combustible y robado!. Abrí rápidamente la ventana y cogí el rifle de mira telescópica, apuntando al jeep. Todo el grupo comenzó a decirme que qué hacía, que teníamos que irnos. De mi boca solo salió un "¡Una mierda se van con nuestro combustible!" y ajuste la retícula en la cabeza de uno de los que había en el vehículo. Tenía que ser rápido, todos comenzaban a dirigir los coches hacia la salida suroeste, la cual estaba libre de merodeadores. Apreté el gatillo y lo siguiente que vi fue estallar la cabeza de ese individuo. Viendo lo ocurrido, el conductor piso a fondo, pero mi siguiente disparo fue dirigido a las garrafas de combustible. Ya os podéis imaginar lo que ocurrió a continuación. Habían suficientes garrafas para que eso estallase como una bomba devastadora. Una montaña de fuego se alzó, destrozando a varios coches de alrededor y destrozando todo lo cercano a ese perímetro. La onda expansiva se encargo del resto. Todo voló por los aires, casi toda la horda que se acercaba fue tumbada, todos los cristales estallaron, incluidos los de nuestra casa y yo fui empujado hacía atrás, cayendo al suelo. Después de esto, todo era un campo de llamas, pero a pesar de esto, muchos de los engendros de la horda se levantaban, algunos lo hacían hasta con el cuerpo ardiendo. Una vez hecho esto y después de ver la mirada atónita que me dirigían mis compañeros, cogimos todo lo necesario (las mochilas con la comida, el ordenador, la munición y armas, incluyendo la de los saqueadores que entraron en nuestra casa y varias cosas más) e iniciamos el descenso al garaje.

El descenso fue bastante fácil, no habían merodeadores por el camino, así que llegamos al garaje sin problemas. Una vez en los vehículos, montamos y salimos al exterior. Lo primero que hicimos fue buscar un lugar seguro en las proximidades, para estudiar nuestra situación y tranquilizarnos. Así hemos llegado a este taller de coches, ubicado a unas manzanas al sur de nuestra urbanización. Estaba abierto de par en par y era el lugar más seguro para refugiarnos momentáneamente, ya que además, en este sitio podemos meter los vehículos. Hemos cerrado la puerta del taller, pero sabemos que es cuestión de tiempo que los merodeadores se percaten de nuestra presencia y se agolpen en la puerta. Debemos tomar decisiones lo antes posible, pero no se nos ocurre ningún lugar seguro en las proximidades. Los nervios están a flor de piel... ¡Estamos desesperados! ¡Hacía donde nos dirigimos! Si alguien me esta leyendo, si alguien esta sobreviviendo en algún lugar próximo a nosotros, que por favor, ¡nos ayude!

- Erik -

4 comentarios:

J-Zombie dijo...

Me preguntaba cuando aparecerian saqueadores,ya que en todo apocalipsis deve haberlosya sea un AZ o otro tipo de apocalipsis.
En mi historia ya han aparecido en alguna ocasion,lo mismo que cannivales y perros salvajes.
La entrada muy buena,y por fin han salido de la casa,las cosas se complican para el grupo.
P.D:que Jose muera ya,lo lleva pidiendo a gritos desde el principio.

Fer dijo...

Soberbio!!Me ha dado mucha pena que esos cabrones de los saqueadores les hayan jodido la rutina que estaban logrando. Esto me entristece; pero es la realidad.
Sigue con ello, muy buena!!

Un saludo!!

irakolvenik dijo...

Estas cosas siempre me recuerdan que en un apocalipsis zombie hay muchos otros peligros aparte de los "hambrientos caníbales podridos". A veces los demás superivivientes son incluso peores. Pobre Esther, me ha dado ganas de coger yo misma la katana de Eduardo...
En cuanto a José... siempre es bueno tener un personaje a quién odiar, pero no le juzguemos tan pronto, tal vez le aparezca una oportunidad de redimirse.

Miembro de la resistencia dijo...

No olvidemos otro peligro importante, la mente del propio superviviente. Esta puede ser un buen aliado o el peor enemigo...

Saludos y gracias por los mensajes! En breves, tendréis una nueva entrada por aquí.