martes, 29 de junio de 2010

+ 29-06-10 + Temores confirmados

No me he equivocado. Y no soy ni adivino, ni un profeta, ni un enviado de Dios. Todo lo que me temía y os comente en mi última entrada, se ha cumplido. Después del ataque del día 23 han habido varios acercamientos más de merodeadores. El día 24 fueron dos los que se adentraron en la zona. Aparecieron por la mañana rondando por la entrada del edificio. El día 25 fueron cinco y aparecieron en diferentes intervalos. Dos por la mañana, los cuales nos alertaron mientras desayunábamos, ya que comenzaron a golpear la puerta principal, otros dos al mediodía, mientras trabajábamos en el campo y el último bien entrada la noche. Este se coló por una ventana del vestíbulo y sorprendió a una chica de la comunidad. A Dios gracias, no hemos tenido que lamentar ninguna muerte. Entre el día 26 y 27 contamos al menos quince merodeadores que se acercaron. Viendo el peligro que suponía esto, Miguel suspendió las actividades al aire libre y pidió que toda la comunidad rezase e implorase a Dios que los ataques cesen. Toda la comunidad ha pasado estos días rezando prácticamente sin descanso mientras Miguel y varios miembros más no han parado, capturando a todos estos merodeadores y encerrandolos en la granja de podridos. Como es obvio, nosotros no hemos rezado. Todo lo contrario han hecho Juanca y Esther, los cuales, todo sea dicho, se han alejado de nosotros hasta tal punto que ni siquiera nos miran ni dirigen la palabra. Ayer, día 28, ha sido el peor de todos. Los días anteriores no han sido nada comparados con ayer...

El día amaneció tranquilo. En el exterior no había ni rastro de merodeadores. Todo parecía seguro. Aun así, Miguel pidió que nadie saliese al exterior hasta que él y su séquito se cerciorase de que salir era seguro. Antes de que realizasen dicha tarea, Miguel nos dio una pequeña charla a toda la comunidad en el salón comedor. Resumiendo, lo que dijo fue:

"Hermanos y hermanas, mis peores temores se han confirmado. Cuando sucedió el primer ataque, pensé que Dios había enviado a esos tres reanimados para llevarse a un hermano. Pensé que Dios lo arrebató de esta comunidad por alguna deuda pendiente, por alguna causa que desconozco, el altísimo decidió que no era digno de permanecer en esta comunidad. Pero no. No era así. Después de ese fatídico día, Dios ha seguido enviándonos a huestes de su ejercito divino. Él quiere castigarnos..." Al escuchar estas palabras, la comunidad se ha asombrado y ha comenzado a murmurar. Miguel ha continuado "...quiere hacernos pagar algún error que hemos cometido. No esta de acuerdo de como están funcionando las cosas en la comunidad. No esta de acuerdo con algo. Y ese algo lo desconozco. ¿Por qué lo desconozco? Porque hace más de una semana que no me hace ninguna revelación. Ha dejado de comunicarse conmigo. No me hace entrar en ese trance en el cual él se pone en contacto conmigo. He rezado todo este tiempo, he pasado noches en vela implorándole que me haga una revelación, que me diga cual es el motivo de su enojo. Pero nada. Dios nos ha dado la espalda porque hemos hecho algo mal y, por lo cual, seguiré rogándole que me haga saber para poder enmendarlo. Mientras el altísimo siga castigándonos, os pido, os suplico que no abandonéis la fe. Quizás, todo esto sea una prueba más de las muchas que nos hace superar. Una definitiva para terminar de separar las malas hierbas de las flores puras. Hasta entonces, no temáis, mantener la fe y pedir en vuestras oraciones que el castigo cese y que todo vuelva a ser como antes...".

Cuando ha acabado el discurso, se ha dirigido a la puerta principal seguido de cuatro hombres más ataviados con túnicas. Toda la comunidad ha comenzado a cuchichear. Estaban totalmente horrorizados por la revelación de Miguel. Hasta pude ver a varias mujeres y algún que otro hombre llorar desesperados. Nosotros, alejados y ajenos al barullo, solo nos miramos y comprendimos que estas personas habían estado mucho tiempo alejadas del mundo real, ya que por lo que hoy se estaban alarmando, para nosotros, antes de llegar aquí, era el pan nuestro de cada día. Salimos del salón comedor cuando todos se pusieron de rodillas y comenzaron con uno de sus rezos en comuna. Al salir de la sala, distinguí a Esther entre el populacho, rezando como una más.

Miguel y sus cuatro acompañantes han tardado al menos unos 20 minutos en volver. Casi toda la comunidad estaba en el amplio recibidor en ese momento, los cuales, nada más acabar de rezar, se han concentrado aquí. Miguel, al cruzar la puerta, ha pronunciado en alto con una sonrisa en la boca: "No hay rastro de reanimados. Dios ha perdonado lo que solo él sabe que hicimos mal. Salir en paz. Ya no hay nada que temer". Al escuchar estas palabras, toda la comunidad comenzó a exclamar alabanzas y a abrazarse entre ellos. Nosotros asimilamos estas palabras con más recelo y desconfianza que otra cosa. Miguel cruzó la multitud, la cual comenzaba a salir al exterior, y comenzó a alejarse por el pasillo en dirección a su habitación. Yo me dirigí a mis compañeros, que aguardaban junto a mi. Les dije "Voy a hablar con Miguel. Esta muy equivocado. Que no haya visto merodeadores ahora no quiere decir que no siga existiendo un peligro latente. Debo hablar con él. Quedaros por aquí y, si salís, hacerlo con mil ojos. No os fiéis de la calma que hay ahí fuera". Eduardo asintió al oír mis palabras y, después de darle un beso a Belén, comencé a andar a paso ligero por el pasillo, dirección a la habitación de Miguel. Al llegar a esta, llamé insistente a la puerta hasta que Miguel abrió y me invito a pasar. Una vez dentro y contestando a su pregunta "¿En que puedo ayudarte, Erik?", le dije: "Miguel, te estas equivocando. Que no hayáis visto merodeadores fuera, no quiere decir que no estén merodeando cerca o mucho peor, que se estén acercando hacía aquí. Deberías dar orden de que todos vuelvan al edificio y esperemos al menos un día...". No me dejo acabar. Dijo "Te agradecería que no pronuncies la palabra "ordenar". Aquí nadie ordena. Ni yo, ni tú... nadie. Solo Dios. No somos nadie para tomarnos la libertad de dar ordenes. Sobre lo que me pides, no, no hay ningún peligro. Dios lleva varios días mandándonos a sus huestes, los cuales nos han hostigado desde las primeras luces del alba hasta las últimos rayos de sol. Que esta mañana los reanimados brillen por su ausencia quiere decir que Dios ha cesado de castigarnos. No se que hemos hecho para enojarlo de esa forma, y no dudare en preguntárselo en cuanto se decida a darme una revelación, pero sea lo que sea, es una deuda que ha sido saldada y nos tenemos que tomar todo esto como un aviso. Un aviso para que midamos nuestros actos y aprendamos de que si no seguimos en la senda correcta, Dios nos dará el mismo trato que a cualquier infiel. Doy por zanjado este tema, Erik. Por cierto, quería hablarte de una cosa...". Tras estas palabras, ha abierto un cajón de su escritorio, ha sacado algo y lo ha dejado en la mesa para que yo lo viera. Era una caja del famoso inyectable que cogí de su habitación. Una caja de "Replagal 1 mg/ml". Al ver que dejaba eso sobre la mesa y me preguntaba "¿Sabes lo que es?", el corazón me ha dado un vuelco. He contestado un "No". Miguel ha continuado "No suelo hablar de esto, pero contigo haré una excepción. Toda la comunidad sabe que estoy enfermo. Enfermo crónico. Desde hace muchos años, padezco una grave enfermedad, tan grave como rara. Mira...". En ese momento, Miguel se arremango la túnica y me enseño su brazo. Este estaba lleno de puntos y manchas rojas que recorrían todo el antebrazo hasta donde tenía la túnica arremangada. Continuó "...este solo es uno de los síntomas de mi enfermedad y el más leve. Padezco de fuertes dolores generales, mareos, problemas cardíacos y renales... Llevo años con esto y los médicos me dijeron que esta rara enfermedad la padecería hasta el día de mi muerte. Solo pudieron recetarme este medicamento junto a unas cuantas pastillas más. Todo esto solo consigue aliviarme un poco el dolor y alguno de los otros síntomas, pero nada más. ¿Pero sabes qué? Los médicos olvidaron recetarme el mejor medicamento y la única cura existente para cualquier mal. La fe. Desde que encontré a Dios y a mi mismo, mis síntomas han ido disminuyendo. Los dolores son más leves y, en ocasiones, inexistentes. A pesar de todo esto, sigo tomando el medicamento. Lo sigo haciendo por costumbre, son muchos años administrandome el medicamento, pero muy pronto voy a dejar de tomarlo. En cuanto me sienta preparado, lo haré. Dios me ayuda en todo momento...". En cuanto tuve oportunidad, le pregunté "¿Por qué me cuentas todo esto?". Su respuesta fue "La pregunta es, ¿por qué no debo contártelo? No tengo nada que ocultar. Soy transparente y limpio, como el agua que corre por los ríos. Y tú y los tuyos, aunque no creyentes, mis hermanos, así que me siento obligación de contarte todo esto". Cuando acabo de decirme eso y algo confuso, le dije que me marchaba a realizar mis tareas diarias. Miguel, sonriendo, me dijo que fuera tranquilo, que no había nada más que temer ahí fuera. Ande hacía la puerta, abrí esta y cuando estaba a puto de salir, me dijo "¡Ah! ¡Por cierto! Si encuentras por el edificio una cajetilla de este medicamento, no olvides traérmela. Es que la he perdido". Sorprendido por estas palabras, me giré y lo miré. Seguía con su sonrisa, aun más acentuada. Se había enterado de que yo le había sustraído una caja del inyectable hace unos días y esa era su forma de hacérmelo saber. Nervioso, conteste un "Por supuesto" y salí de la habitación. ¿Como ha podido averiguar que le falta una caja de medicamento? Puede tenerlas contadas, pero, ¿como ha averiguado que soy yo el culpable? ¿Acaso me vio? Imposible. Estaba al otro lado de la puerta en ese momento. Quizás... quizás... Esther ha sido quién se lo ha chivado. Esta opción me cuesta mucho de creer, pero viendo en el estado que estaba después de discutir conmigo y sabiendo que a ella le dije que había cogido ese medicamento de la habitación de Miguel, sin olvidar su reacción, por mucho que me cueste de creer, debo considerarlo como la opción con más peso, al menos, por el momento. Si confirmo que ha sido ella quién ha ido corriendo a Miguel para delatarme, me sentiré muy decepcionado y muy difícilmente serán con ella las cosas como lo han sido hasta ahora. Es más, yo mismo la dejaré atrás cuando llegue el momento de marcharnos de aquí. Espero que me este equivocando. Por el momento voy a seguir sin contar mis sospechas a los demás miembros del grupo.

Bien. El plato fuerte viene ahora. No había llegado al final del pasillo cuando un grito procedente del exterior me sobresalto. Alarmado, me aupé en el ventanal de la pared y miré que ocurría. Desde esta perspectiva podía ver todo el campo y los alrededores. Y no era lo único que podía ver. Ya en el primer campo y cubriendo toda mi perspectiva del horizonte, había una inmensa horda de merodeadores, una colosal muchedumbre de incontables andantes desmembrados marchando hacía un objetivo: los miembros de la comunidad que permanecía allí, atónitos y asustados. Algunos corrían hacía el edificio aunque la gran mayoría estaba allí petrificada. No perdí más tiempo y corrí por el pasillo hacía la puerta de salida. Cuando llegué a esta, la abrí prácticamente de un golpeé y de un salto me planté en el exterior. Desde aquí, la visión fue más aterradora aun. Muchos miembros de la comunidad se habían postrado de rodillas y habían comenzado a realizar su inútil acto de rezar. Lo que me hizo reaccionar fue cuando vi que cuatro merodeadores se abalanzaron sobre un hombre que estaba de rodillas y, entre gritos y chorretones de sangre, comenzaron a devorarlo. Esto me hizo correr hacía la gente e instigarlos a entrar al edificio. Eduardo y Belén salieron a mi encuentro. Ambos estaban exhaustos. Sin tiempo que perder, les pedí que fueran a por las armas mientras yo convencía a la gente de que entrara al edificio y mantenía a raya a los merodeadores. En ese momento no pensé que eso último era prácticamente imposible, porque eran tantos como hacía tiempo que no veía. Un centenar al menos. Mientras levantaba a estirones a dos mujeres y les gritaba que se escondieran, vi como varios merodeadores se abalanzaban sobre dos hombres y otros tres andantes fijaban sus ojos en mi. Cogí una azada del suelo y se la incruste en el pecho al que tenía más cerca. Este, con la azada clavada en el pecho, vacilo unos pasos pero siguió en pie. Retrocedí corriendo y seguí levantando a los ignorantes que allí permanecían. Algunos, al escucharme, reaccionaban y huían hacía el edificio, otros volvían a clavar sus rodillas en el suelo y me ignoraban. Hasta uno me empujó y me dijo "¡Déjame, infiel!" momentos antes de ser devorado por cinco merodeadores. Mientras estos lo desmembraban, él gritaba "¡Dios! ¡Dios! ¡Apiádate de mi! ¡Apiádate!". Siento pena por él... Su fanatismo lo ha llevado a la tumba. Eduardo y Belén no tardaron en volver a aparecer, ¡pero sin las armas!. Cuando les dije que donde estaban las armas, una voz a mi espalda me respondió: "No lo he permitido yo. No vais a utilizar las armas. Ir al edificio. ¡Que todos se refugien en el edificio! Yo soy el único en la tierra que puede frenarlos". Era Miguel. Ver a ese regordete entrado en años decir eso fue casi gracioso. No perdimos tiempo y corrimos hacia el edificio. No fuimos los únicos, todos los miembros de la comunidad que habían escapado de los merodeadores y antes rezaban, ahora obedecían a Miguel. Cuando nosotros tres llegamos a la puerta fuimos quienes dirigimos ordenadamente a la marea de personas al interior. A lo lejos, entre la horda, pude ver a Miguel. Este, invisible a los ojos de los merodeadores, como siempre, los cogía y a empujones lo movía en dirección a la granja de podridos. En ese instante pensé que si él solo tenía que cogerlos uno a uno y meterlos allí, iba a tardar todo el día. Y así fue. Pasaron varias horas y mientras toda la horda se agolpaba en la puerta, Miguel los cogía de dos en dos y se los iba llevando. Mientras, toda la comunidad y nosotros permanecíamos en el recibidor del edificio, viendo a los merodeadores agolpando sus podridos cuerpos contra el gordo cristal de las puertas. Por suerte, el cristal de las puertas, las cuales habíamos cerrado con llave y parapetado con sillas y muebles, parecía aguantar. No podía quedarme de brazos cruzados, y si no nos estaba permitido acabar con los merodeadores, alguna forma habría de ayudar. Le pregunté a un hombre de túnica que había a mi lado que donde estaban los palos de lazo que utilizaban para inmovilizar a los merodeadores. Este me dijo que lo siguiera, que me llevaba a la habitación donde se guardaban. Belén intento detenerme, ya que en seguida se imagino que se me estaba pasando por la cabeza. Le dije que estuviera tranquila, que sabía lo que me hacía y que no me iba a pasar nada. Me dejo ir, pero se quedo bastante preocupada y enfadada por mi decisión. Eduardo insistió en acompañarme. Era de esperar.

Cuando llegamos a la habitación, nos hicimos con dos palos de estos y Eduardo y yo salimos al exterior por una ventana que daba al patio trasero. Cuando llegamos a donde se concentraba la horda, estos no se percataron de nuestra presencia. Estaban demasiado obcecados con entrar al interior del edificio. Algunos de la última fila si que repararon en nosotros, pero en seguida los lazamos por el cuello y comenzamos a arrastrarlos camino a la jaula. Miguel, al vernos, nos dijo que nos marcháramos al edificio. No le hicimos caso y continuamos ayudandole. Se le notaba exhausto. Solo pudimos ayudarle durante poco más de media hora, ya que cada vez eran más los que reparaban en nuestra presencia y la cosa comenzó a ponerse fea. A pesar de que llevamos a bastantes a la jaula, aun seguían quedando un gran número. Miguel terminó la tarea al anochecer. Por esa hora, ya había encarcelado a todos los merodeadores y no quedaba ninguno. Ahora, la granja contenía una verdadera horda que había duplicado su número en cuestión de horas. Miguel, antes de marcharse a su habitación, pronunció unas palabras a toda la comunidad, la cual permanecía a la espera de que su líder hablase. Este dijo con voz entrecortada por el cansancio "Me he equivocado. Dios sigue enojado con nosotros. Y cada día parece estarlo más. O averiguo el motivo de porque nos castiga o su ejército terminara acabando con nosotros. Lo de estos días solo ha sido un aviso. Pedir en vuestras oraciones que todo esto acabe". Acto seguido, se alejo lentamente por el pasillo mientras toda la comunidad murmuraba horrorizada.

Tal como predije, los ataques anteriores fueron un aviso de lo que hoy ha ocurrido. Y no descarto que en próximos días se vuelvan a repetir nuevos y peores ataques. Así que las cosas se están poniendo bastante feas. Los días tranquilos han terminado, ya que por cualquier razón, los merodeadores comienzan a saber que aquí se esconde una gran cantidad de "comida" fácil. He hablado con Eduardo y hemos llegado a la conclusión que permanecer aquí comienza a ser arriesgado, ya que el lugar ha dejado de ser seguro. Pero por el contrario, no nos podemos marchar, ya que Iván sigue sin volver. Así que solo hay una solución. En contra de lo que le dije a Iván, voy a salir a buscarlo en los próximos días. Se que sigue vivo y no nos podemos marchar sin antes localizarlo y hacerle saber nuestra intención de retomar el camino a Reus. Estos días voy a comenzar a trazar en el mapa las rutas que voy a tomar y donde lo voy a buscar. En el caso que no lo encuentre, volveré y comenzaremos los preparativos para marcharnos de aquí. Y pienso ir a buscar a Iván solo. No voy a arrastrar a nadie conmigo.


- Erik -

4 comentarios:

DAG-SYSTEM dijo...

hermano que capitulo tan bueno, como dicen en mi tierra, la sacaste del estadio eres bueno tio..sigue asi, ya extrañaba las aventuras de erik

Miembro de la resistencia dijo...

Gracias DAG! :) Pues si te ha gustado la trama de este capitulo, todo lo que se avecina te gustara aun más. Ya me comentaras que te parece. Un saludo!

J-Zombie dijo...

El capitulo esta chulo,ojala,sea lo que sea lo que haga Miguel para caminar entre los muertos le falle y le peguen un buen mordisco, asi le quitaran la tonteria.

DAG-SYSTEM dijo...

ley algo acerca de la enfermedad de miguel..al parecer esa enfermedad daña el sistema endocrino...no se generan hormonas...eres invisible al olfato de cualquier criatura.