martes, 29 de junio de 2010

+ 29-06-10 + Temores confirmados

No me he equivocado. Y no soy ni adivino, ni un profeta, ni un enviado de Dios. Todo lo que me temía y os comente en mi última entrada, se ha cumplido. Después del ataque del día 23 han habido varios acercamientos más de merodeadores. El día 24 fueron dos los que se adentraron en la zona. Aparecieron por la mañana rondando por la entrada del edificio. El día 25 fueron cinco y aparecieron en diferentes intervalos. Dos por la mañana, los cuales nos alertaron mientras desayunábamos, ya que comenzaron a golpear la puerta principal, otros dos al mediodía, mientras trabajábamos en el campo y el último bien entrada la noche. Este se coló por una ventana del vestíbulo y sorprendió a una chica de la comunidad. A Dios gracias, no hemos tenido que lamentar ninguna muerte. Entre el día 26 y 27 contamos al menos quince merodeadores que se acercaron. Viendo el peligro que suponía esto, Miguel suspendió las actividades al aire libre y pidió que toda la comunidad rezase e implorase a Dios que los ataques cesen. Toda la comunidad ha pasado estos días rezando prácticamente sin descanso mientras Miguel y varios miembros más no han parado, capturando a todos estos merodeadores y encerrandolos en la granja de podridos. Como es obvio, nosotros no hemos rezado. Todo lo contrario han hecho Juanca y Esther, los cuales, todo sea dicho, se han alejado de nosotros hasta tal punto que ni siquiera nos miran ni dirigen la palabra. Ayer, día 28, ha sido el peor de todos. Los días anteriores no han sido nada comparados con ayer...

El día amaneció tranquilo. En el exterior no había ni rastro de merodeadores. Todo parecía seguro. Aun así, Miguel pidió que nadie saliese al exterior hasta que él y su séquito se cerciorase de que salir era seguro. Antes de que realizasen dicha tarea, Miguel nos dio una pequeña charla a toda la comunidad en el salón comedor. Resumiendo, lo que dijo fue:

"Hermanos y hermanas, mis peores temores se han confirmado. Cuando sucedió el primer ataque, pensé que Dios había enviado a esos tres reanimados para llevarse a un hermano. Pensé que Dios lo arrebató de esta comunidad por alguna deuda pendiente, por alguna causa que desconozco, el altísimo decidió que no era digno de permanecer en esta comunidad. Pero no. No era así. Después de ese fatídico día, Dios ha seguido enviándonos a huestes de su ejercito divino. Él quiere castigarnos..." Al escuchar estas palabras, la comunidad se ha asombrado y ha comenzado a murmurar. Miguel ha continuado "...quiere hacernos pagar algún error que hemos cometido. No esta de acuerdo de como están funcionando las cosas en la comunidad. No esta de acuerdo con algo. Y ese algo lo desconozco. ¿Por qué lo desconozco? Porque hace más de una semana que no me hace ninguna revelación. Ha dejado de comunicarse conmigo. No me hace entrar en ese trance en el cual él se pone en contacto conmigo. He rezado todo este tiempo, he pasado noches en vela implorándole que me haga una revelación, que me diga cual es el motivo de su enojo. Pero nada. Dios nos ha dado la espalda porque hemos hecho algo mal y, por lo cual, seguiré rogándole que me haga saber para poder enmendarlo. Mientras el altísimo siga castigándonos, os pido, os suplico que no abandonéis la fe. Quizás, todo esto sea una prueba más de las muchas que nos hace superar. Una definitiva para terminar de separar las malas hierbas de las flores puras. Hasta entonces, no temáis, mantener la fe y pedir en vuestras oraciones que el castigo cese y que todo vuelva a ser como antes...".

Cuando ha acabado el discurso, se ha dirigido a la puerta principal seguido de cuatro hombres más ataviados con túnicas. Toda la comunidad ha comenzado a cuchichear. Estaban totalmente horrorizados por la revelación de Miguel. Hasta pude ver a varias mujeres y algún que otro hombre llorar desesperados. Nosotros, alejados y ajenos al barullo, solo nos miramos y comprendimos que estas personas habían estado mucho tiempo alejadas del mundo real, ya que por lo que hoy se estaban alarmando, para nosotros, antes de llegar aquí, era el pan nuestro de cada día. Salimos del salón comedor cuando todos se pusieron de rodillas y comenzaron con uno de sus rezos en comuna. Al salir de la sala, distinguí a Esther entre el populacho, rezando como una más.

Miguel y sus cuatro acompañantes han tardado al menos unos 20 minutos en volver. Casi toda la comunidad estaba en el amplio recibidor en ese momento, los cuales, nada más acabar de rezar, se han concentrado aquí. Miguel, al cruzar la puerta, ha pronunciado en alto con una sonrisa en la boca: "No hay rastro de reanimados. Dios ha perdonado lo que solo él sabe que hicimos mal. Salir en paz. Ya no hay nada que temer". Al escuchar estas palabras, toda la comunidad comenzó a exclamar alabanzas y a abrazarse entre ellos. Nosotros asimilamos estas palabras con más recelo y desconfianza que otra cosa. Miguel cruzó la multitud, la cual comenzaba a salir al exterior, y comenzó a alejarse por el pasillo en dirección a su habitación. Yo me dirigí a mis compañeros, que aguardaban junto a mi. Les dije "Voy a hablar con Miguel. Esta muy equivocado. Que no haya visto merodeadores ahora no quiere decir que no siga existiendo un peligro latente. Debo hablar con él. Quedaros por aquí y, si salís, hacerlo con mil ojos. No os fiéis de la calma que hay ahí fuera". Eduardo asintió al oír mis palabras y, después de darle un beso a Belén, comencé a andar a paso ligero por el pasillo, dirección a la habitación de Miguel. Al llegar a esta, llamé insistente a la puerta hasta que Miguel abrió y me invito a pasar. Una vez dentro y contestando a su pregunta "¿En que puedo ayudarte, Erik?", le dije: "Miguel, te estas equivocando. Que no hayáis visto merodeadores fuera, no quiere decir que no estén merodeando cerca o mucho peor, que se estén acercando hacía aquí. Deberías dar orden de que todos vuelvan al edificio y esperemos al menos un día...". No me dejo acabar. Dijo "Te agradecería que no pronuncies la palabra "ordenar". Aquí nadie ordena. Ni yo, ni tú... nadie. Solo Dios. No somos nadie para tomarnos la libertad de dar ordenes. Sobre lo que me pides, no, no hay ningún peligro. Dios lleva varios días mandándonos a sus huestes, los cuales nos han hostigado desde las primeras luces del alba hasta las últimos rayos de sol. Que esta mañana los reanimados brillen por su ausencia quiere decir que Dios ha cesado de castigarnos. No se que hemos hecho para enojarlo de esa forma, y no dudare en preguntárselo en cuanto se decida a darme una revelación, pero sea lo que sea, es una deuda que ha sido saldada y nos tenemos que tomar todo esto como un aviso. Un aviso para que midamos nuestros actos y aprendamos de que si no seguimos en la senda correcta, Dios nos dará el mismo trato que a cualquier infiel. Doy por zanjado este tema, Erik. Por cierto, quería hablarte de una cosa...". Tras estas palabras, ha abierto un cajón de su escritorio, ha sacado algo y lo ha dejado en la mesa para que yo lo viera. Era una caja del famoso inyectable que cogí de su habitación. Una caja de "Replagal 1 mg/ml". Al ver que dejaba eso sobre la mesa y me preguntaba "¿Sabes lo que es?", el corazón me ha dado un vuelco. He contestado un "No". Miguel ha continuado "No suelo hablar de esto, pero contigo haré una excepción. Toda la comunidad sabe que estoy enfermo. Enfermo crónico. Desde hace muchos años, padezco una grave enfermedad, tan grave como rara. Mira...". En ese momento, Miguel se arremango la túnica y me enseño su brazo. Este estaba lleno de puntos y manchas rojas que recorrían todo el antebrazo hasta donde tenía la túnica arremangada. Continuó "...este solo es uno de los síntomas de mi enfermedad y el más leve. Padezco de fuertes dolores generales, mareos, problemas cardíacos y renales... Llevo años con esto y los médicos me dijeron que esta rara enfermedad la padecería hasta el día de mi muerte. Solo pudieron recetarme este medicamento junto a unas cuantas pastillas más. Todo esto solo consigue aliviarme un poco el dolor y alguno de los otros síntomas, pero nada más. ¿Pero sabes qué? Los médicos olvidaron recetarme el mejor medicamento y la única cura existente para cualquier mal. La fe. Desde que encontré a Dios y a mi mismo, mis síntomas han ido disminuyendo. Los dolores son más leves y, en ocasiones, inexistentes. A pesar de todo esto, sigo tomando el medicamento. Lo sigo haciendo por costumbre, son muchos años administrandome el medicamento, pero muy pronto voy a dejar de tomarlo. En cuanto me sienta preparado, lo haré. Dios me ayuda en todo momento...". En cuanto tuve oportunidad, le pregunté "¿Por qué me cuentas todo esto?". Su respuesta fue "La pregunta es, ¿por qué no debo contártelo? No tengo nada que ocultar. Soy transparente y limpio, como el agua que corre por los ríos. Y tú y los tuyos, aunque no creyentes, mis hermanos, así que me siento obligación de contarte todo esto". Cuando acabo de decirme eso y algo confuso, le dije que me marchaba a realizar mis tareas diarias. Miguel, sonriendo, me dijo que fuera tranquilo, que no había nada más que temer ahí fuera. Ande hacía la puerta, abrí esta y cuando estaba a puto de salir, me dijo "¡Ah! ¡Por cierto! Si encuentras por el edificio una cajetilla de este medicamento, no olvides traérmela. Es que la he perdido". Sorprendido por estas palabras, me giré y lo miré. Seguía con su sonrisa, aun más acentuada. Se había enterado de que yo le había sustraído una caja del inyectable hace unos días y esa era su forma de hacérmelo saber. Nervioso, conteste un "Por supuesto" y salí de la habitación. ¿Como ha podido averiguar que le falta una caja de medicamento? Puede tenerlas contadas, pero, ¿como ha averiguado que soy yo el culpable? ¿Acaso me vio? Imposible. Estaba al otro lado de la puerta en ese momento. Quizás... quizás... Esther ha sido quién se lo ha chivado. Esta opción me cuesta mucho de creer, pero viendo en el estado que estaba después de discutir conmigo y sabiendo que a ella le dije que había cogido ese medicamento de la habitación de Miguel, sin olvidar su reacción, por mucho que me cueste de creer, debo considerarlo como la opción con más peso, al menos, por el momento. Si confirmo que ha sido ella quién ha ido corriendo a Miguel para delatarme, me sentiré muy decepcionado y muy difícilmente serán con ella las cosas como lo han sido hasta ahora. Es más, yo mismo la dejaré atrás cuando llegue el momento de marcharnos de aquí. Espero que me este equivocando. Por el momento voy a seguir sin contar mis sospechas a los demás miembros del grupo.

Bien. El plato fuerte viene ahora. No había llegado al final del pasillo cuando un grito procedente del exterior me sobresalto. Alarmado, me aupé en el ventanal de la pared y miré que ocurría. Desde esta perspectiva podía ver todo el campo y los alrededores. Y no era lo único que podía ver. Ya en el primer campo y cubriendo toda mi perspectiva del horizonte, había una inmensa horda de merodeadores, una colosal muchedumbre de incontables andantes desmembrados marchando hacía un objetivo: los miembros de la comunidad que permanecía allí, atónitos y asustados. Algunos corrían hacía el edificio aunque la gran mayoría estaba allí petrificada. No perdí más tiempo y corrí por el pasillo hacía la puerta de salida. Cuando llegué a esta, la abrí prácticamente de un golpeé y de un salto me planté en el exterior. Desde aquí, la visión fue más aterradora aun. Muchos miembros de la comunidad se habían postrado de rodillas y habían comenzado a realizar su inútil acto de rezar. Lo que me hizo reaccionar fue cuando vi que cuatro merodeadores se abalanzaron sobre un hombre que estaba de rodillas y, entre gritos y chorretones de sangre, comenzaron a devorarlo. Esto me hizo correr hacía la gente e instigarlos a entrar al edificio. Eduardo y Belén salieron a mi encuentro. Ambos estaban exhaustos. Sin tiempo que perder, les pedí que fueran a por las armas mientras yo convencía a la gente de que entrara al edificio y mantenía a raya a los merodeadores. En ese momento no pensé que eso último era prácticamente imposible, porque eran tantos como hacía tiempo que no veía. Un centenar al menos. Mientras levantaba a estirones a dos mujeres y les gritaba que se escondieran, vi como varios merodeadores se abalanzaban sobre dos hombres y otros tres andantes fijaban sus ojos en mi. Cogí una azada del suelo y se la incruste en el pecho al que tenía más cerca. Este, con la azada clavada en el pecho, vacilo unos pasos pero siguió en pie. Retrocedí corriendo y seguí levantando a los ignorantes que allí permanecían. Algunos, al escucharme, reaccionaban y huían hacía el edificio, otros volvían a clavar sus rodillas en el suelo y me ignoraban. Hasta uno me empujó y me dijo "¡Déjame, infiel!" momentos antes de ser devorado por cinco merodeadores. Mientras estos lo desmembraban, él gritaba "¡Dios! ¡Dios! ¡Apiádate de mi! ¡Apiádate!". Siento pena por él... Su fanatismo lo ha llevado a la tumba. Eduardo y Belén no tardaron en volver a aparecer, ¡pero sin las armas!. Cuando les dije que donde estaban las armas, una voz a mi espalda me respondió: "No lo he permitido yo. No vais a utilizar las armas. Ir al edificio. ¡Que todos se refugien en el edificio! Yo soy el único en la tierra que puede frenarlos". Era Miguel. Ver a ese regordete entrado en años decir eso fue casi gracioso. No perdimos tiempo y corrimos hacia el edificio. No fuimos los únicos, todos los miembros de la comunidad que habían escapado de los merodeadores y antes rezaban, ahora obedecían a Miguel. Cuando nosotros tres llegamos a la puerta fuimos quienes dirigimos ordenadamente a la marea de personas al interior. A lo lejos, entre la horda, pude ver a Miguel. Este, invisible a los ojos de los merodeadores, como siempre, los cogía y a empujones lo movía en dirección a la granja de podridos. En ese instante pensé que si él solo tenía que cogerlos uno a uno y meterlos allí, iba a tardar todo el día. Y así fue. Pasaron varias horas y mientras toda la horda se agolpaba en la puerta, Miguel los cogía de dos en dos y se los iba llevando. Mientras, toda la comunidad y nosotros permanecíamos en el recibidor del edificio, viendo a los merodeadores agolpando sus podridos cuerpos contra el gordo cristal de las puertas. Por suerte, el cristal de las puertas, las cuales habíamos cerrado con llave y parapetado con sillas y muebles, parecía aguantar. No podía quedarme de brazos cruzados, y si no nos estaba permitido acabar con los merodeadores, alguna forma habría de ayudar. Le pregunté a un hombre de túnica que había a mi lado que donde estaban los palos de lazo que utilizaban para inmovilizar a los merodeadores. Este me dijo que lo siguiera, que me llevaba a la habitación donde se guardaban. Belén intento detenerme, ya que en seguida se imagino que se me estaba pasando por la cabeza. Le dije que estuviera tranquila, que sabía lo que me hacía y que no me iba a pasar nada. Me dejo ir, pero se quedo bastante preocupada y enfadada por mi decisión. Eduardo insistió en acompañarme. Era de esperar.

Cuando llegamos a la habitación, nos hicimos con dos palos de estos y Eduardo y yo salimos al exterior por una ventana que daba al patio trasero. Cuando llegamos a donde se concentraba la horda, estos no se percataron de nuestra presencia. Estaban demasiado obcecados con entrar al interior del edificio. Algunos de la última fila si que repararon en nosotros, pero en seguida los lazamos por el cuello y comenzamos a arrastrarlos camino a la jaula. Miguel, al vernos, nos dijo que nos marcháramos al edificio. No le hicimos caso y continuamos ayudandole. Se le notaba exhausto. Solo pudimos ayudarle durante poco más de media hora, ya que cada vez eran más los que reparaban en nuestra presencia y la cosa comenzó a ponerse fea. A pesar de que llevamos a bastantes a la jaula, aun seguían quedando un gran número. Miguel terminó la tarea al anochecer. Por esa hora, ya había encarcelado a todos los merodeadores y no quedaba ninguno. Ahora, la granja contenía una verdadera horda que había duplicado su número en cuestión de horas. Miguel, antes de marcharse a su habitación, pronunció unas palabras a toda la comunidad, la cual permanecía a la espera de que su líder hablase. Este dijo con voz entrecortada por el cansancio "Me he equivocado. Dios sigue enojado con nosotros. Y cada día parece estarlo más. O averiguo el motivo de porque nos castiga o su ejército terminara acabando con nosotros. Lo de estos días solo ha sido un aviso. Pedir en vuestras oraciones que todo esto acabe". Acto seguido, se alejo lentamente por el pasillo mientras toda la comunidad murmuraba horrorizada.

Tal como predije, los ataques anteriores fueron un aviso de lo que hoy ha ocurrido. Y no descarto que en próximos días se vuelvan a repetir nuevos y peores ataques. Así que las cosas se están poniendo bastante feas. Los días tranquilos han terminado, ya que por cualquier razón, los merodeadores comienzan a saber que aquí se esconde una gran cantidad de "comida" fácil. He hablado con Eduardo y hemos llegado a la conclusión que permanecer aquí comienza a ser arriesgado, ya que el lugar ha dejado de ser seguro. Pero por el contrario, no nos podemos marchar, ya que Iván sigue sin volver. Así que solo hay una solución. En contra de lo que le dije a Iván, voy a salir a buscarlo en los próximos días. Se que sigue vivo y no nos podemos marchar sin antes localizarlo y hacerle saber nuestra intención de retomar el camino a Reus. Estos días voy a comenzar a trazar en el mapa las rutas que voy a tomar y donde lo voy a buscar. En el caso que no lo encuentre, volveré y comenzaremos los preparativos para marcharnos de aquí. Y pienso ir a buscar a Iván solo. No voy a arrastrar a nadie conmigo.


- Erik -

miércoles, 23 de junio de 2010

+ 23-06-10 + Un mal augurio

La mañana de hoy, como todas, ha amanecido tranquila, al menos, aparentemente. Todos los miembros de la comunidad arriba y abajo, ignorándonos, Miguel con su habitual amabilidad, la cual me empieza a mosquear, la ya común jornada de trabajo en el campo e Iván brillando por su ausencia. 12 días van desde su partida. Bueno, como os voy diciendo, esta mañana pintaba como otra cualquiera. Aburrida y tediosa en un mar en calma. Pero hoy ha sido día de acontecimientos. El primero ha sido una discusión, de la cual he sido uno de los dos protagonistas. Eran las 11 de la mañana y me encontraba recolectando patatas en el campo junto a Esther y Juanca. En este campo habríamos unos diez realizando la misma tarea, ya que el campo es bastante grande. Eduardo y Hans se encontraban trabajando en la obra de ampliación del edificio. Si se han ido allí ha sido porque Miguel se lo ha pedido a ambos, alegando que hay pocas personas ocupando esta tarea y les sería de gran ayuda si ambos trabajasen allí durante nuestra estancia. Belén, Elena y María se encontraban en el taller de costura, remendando ropas y túnicas. Si no me equivoco, Miguel y varios miembros de la comunidad estaban recolectando cítricos en los campos de los alrededores.

Mientras Juanca y yo sacábamos las patatas de la tierra y se las pasábamos a Esther, la cual las amontonaba en el capazo, estábamos charlando sobre lo lentos que pasaban los días aquí. Cuando he dicho "Tenemos que aprovechar esta tranquilidad. Dentro de poco, cuando tengamos que retomar el viaje hacía Reus, se nos habrá acabado el chollo". Esther, totalmente indignada, me ha replicado "Erik, creo que ya os lo he dejado claro. Yo no me voy a marchar. Mi sitio esta aquí, junto al hermano Miguel. Quítate esa idea de la cabeza". Como es costumbre, no me he podido morder la lengua y he intentado hacerla entrar en razón, una vez másm contestándole "Mira, se que han ocurrido muchas cosas desagradables y que hemos sufrido mucho. Pero eso, como ya te he dicho muchas veces, no es motivo para que busques consuelo en la religión. Nunca has sido religiosa y por los acontecimientos que hemos vivido te estas volcando tanto hacía esa fe que promulga Miguel. Tú sitio esta junto a nosotros. Tú eres una de los nuestros. A pesar de que vistas esa túnica, no eres una de ellos. Estas equivocada y debes replantearte las cosas". Ella me ha lanzado una mirada que parecía cargada de odio y me ha gritado "¡Basta de juzgarme! ¡Basta! ¿Quién te crees para hacerlo? Soy libre de escoger mi fe y de decidir si quiero continuar junto a vosotros o no. No voy a ir. No ahora que he encontrado la paz espiritual". Nunca hasta ese momento he visto gritar a Esther de esa manera. Parecía que iba a dar un salto sobre mi y empezar a pegarme. Sin levantar la voz, he comenzado a decirle "No conoces a Miguel más allá de la imagen que nos ha dado. No sabemos nada de él. ¿Quién te dice que no es un perturbado más como los que nos hemos encontrado en nuestro camino? No podemos confiar tan fácilmente. Eso es algo que tenemos que haber aprendido a estas alturas. Sinceramente, no me creo eso de que habla con Dios. Antes de que comenzara todo esto, él sería un charlatán más, como el Carlos Jesús ese que salía en la tele y todos se reían de él. Pero ahora, con el fin de la humanidad encima de nosotros, se le da credibilidad a cualquier individuo disfrazado de elegido. Te voy a demostrar de que no conoces de nada a Miguel. ¿Recuerdas la medicación que te enseñe hace unos días? La encontré en su habitación, junto a unos diagnósticos médicos que no pude leer. ¿Como sabemos que esa medicina no es para algún tipo de trastorno mental? ¿O alguna droga que le hace creer que habla con Dios? Esther, por lo que más quieras, a toda esta gente le han vendido la burra, no caigas en el mismo error y razona por ti misma". Esther ha permanecido en silencio y después, ha dicho "¿Has robado a Miguel?". No he sabido que contestarle. De mi boca ha salido un "Robar... robar, no...". Rápidamente, se ha levantado del suelo del campo en el cual se encontraba sentada y cogiendo el capazo de patatas con la mano, me ha dicho "O sea, el hermano Miguel nos abre las puertas de su casa, nos acepta e integra en su comunidad, comparte sus alimentos con nosotros, nos da techo... y tú... y tú... se lo pagas ¿robandole? Es un acto repugnante. Él no tiene culpa de que seas un puto desconfiado. Te estas volviendo un enfermo como tu amigo Iván. Siento pena por Belén por estar con un tipo como tú. Te voy a juzgar como tú me has estado juzgando. ¿Sabes que es lo que pienso de ti? Que eres un hijo de puta". Después de estas palabras, me ha lanzado el capazo, el cual ha caído al suelo esparciendo las patatas del interior por todas partes y se ha marchado camino al edificio. Cuando he mirado a Juanca, este me ha devuelto la mirada y acto seguido se ha agachado, comenzando a recoger las patatas una a una y devolviéndolas al capazo. Yo, sin decir nada, he comenzado a hacer lo mismo. Juanca, sin dejar de recoger las patatas, ha comenzado a decir:

"Yo no soy quién para opinar sobre esto. Cada uno de los que estamos aquí, tenemos nuestros motivos y razones para creer en las palabras de Miguel. Unos por simple fe, otros por la necesidad de creer en algo en estos momentos, otros porque este es un lugar seguro y una forma de permanecer vivo. Yo tengo mis motivos. He pasado una vida difícil. Muy difícil diría yo. Mi padre murió cuando yo tenía 2 años. Mi madre cuando yo tenía 6. La causa fueron las drogas. Mi padre estaba enfermo de sida y paso sus últimos días en la cárcel. Mi madre se paso con su dosis diaria de caballo. Con 6 años me tuvo que acoger mi abuelo en su casa. Y digo mi abuelo, porque mi abuela hacía años que estaba enterrada. Con él solo pase 3 años, los cuales transcurrieron con sus continuas borracheras y los azotes que me daba con su cinturón. El motivo era que ya no tenía a su mujer para maltratar y con alguien lo tenía que pagar. A los 3 años de estar con él, murió. Entonces, sin familia que se quisiera hacer cargo de mi, acabé en un orfanato. En esté, pase unos años y, la verdad, mis compañeros no fueron un buen ejemplo para mi. Cuando me encontraron una familia de adopción dispuesta a darme todo lo que me tenían que haber dado tiempo atrás, yo ya estaba echado a perder. Solo les dí que problemas y noches en vela. Con 15 años caí en las drogas. Empecé con los porros, los cuales me los fumaba a pares en un parque con la crème de la crème de mi barrio. A los 17 le comencé a pegar a las pastillas. A los 20, a la cocaína. A los 22, no tenía suficiente con esto y me metí en el caballo. Caí en el mismo error que mis padres. Al principio, conseguía mi dosis con el dinero que me daban mis padrastros. Más tarde, no era suficiente y comencé a robarles dinero. Cuando se percataron y escondían el dinero por las noches, comencé a vender cualquier cosa de valor que había en casa. La gota que colmó el vaso fue cuando le levanté la mano a mi padrastro. Aquí fue cuando me echaron de casa y me vi obligado a vivir en la calle. He hecho cosas de las que no me siento orgulloso. Me he prostituido para sacar mi dosis, he dado tirones de bolso a ancianas, he atracado comercios a punta de navaja... ¿Te acuerdas el día que nos encontramos por primera vez con el hermano Miguel? ¿Recuerdas que acudimos las chicas y yo en vuestro rescate empuñando las armas? En ese momento, yo temblaba como un flan porque con ese arma en la mano me estaba viniendo a la mente todo mi pasado. Recordé aquellas ocasiones en las que atracaba a personas inocentes para obtener mi dosis. Yo me rehabilite a los 25 años, gracias a una clínica de rehabilitación. Salí de la calle, obtuve un trabajo, me alquile una casa... remonte mi vida. Pero volvía recaer un día antes de que comenzara todo esto. El motivo fue porque me quede sin trabajo y me sentí deprimido. Pensé que por un chute no iba a pasar nada. Me chuté y cuando desperté del viaje, me encontré con todo esto. Las calles eran un caos, personas ensangrentadas atacan y mataban a otras personas. En ese momento solo podía pensar que ese chute me había sentado muy mal para que viera todo eso. Pronto comprendí que no, que era real. Salí de mi casa cuando me quedé sin comida y corrí lo más rápido que pude. Le robé la moto a un hombre que lo acababan de alcanzar un grupo de reanimados. Durante un tiempo estuve vagando sin rumbo y huyendo de esas cosas. Entonces fue cuando aquellos caníbales me apresaron y al poco aparecisteis vosotros, liberándome. Te estarás preguntando el porque te he soltado todo este rollo, que no viene al caso de tu pregunta. Pues es fácil y tiene mucho que ver. A los días de que esto empezó, comencé a pensar que todo esto era culpa de haber recaído en las drogas, por haber desaprovechado mi segunda oportunidad. Es decir, un castigo por no aprender de mis errores. Cuando conocí al hermano Miguel y me contó la historia de su vida llena de excesos, la revelación que le hizo Dios y el comienzo de todo esto, me sentí identificado. Entonces caí en la cuenta de que todo esto no era solo un castigo, sino la última oportunidad que nos daba Dios para la salvación. Cuando vi a Miguel andar entre los reanimados, ya no tuve más dudas. Yo, al igual que Esther, creemos en ese hombre. Creemos que nos trae la salvación, que es el mensajero de Dios, un mesías. Jamás en mi vida, antes de que comenzara esto ni después, he sentido tanta paz. Este sitio es perfecto. Un verdadero Edén. Aquí es donde me he encontrado a mi mismo. Y a todos los demás les ocurre lo mismo. A Esther también, por lo cual, comprendo que se haya puesto así. Vamos a seguir a Miguel hasta donde haga falta. Vamos a seguir su palabra sea cual sea. Así que es mejor que no pierdas el tiempo intentando convencernos de que cambiemos de opinión. No insistas. Tú y los demás no-creyentes os podéis marchar cuando os de la gana. Pero dejarnos en paz a los demás".

En otra ocasión no le habría contestado. Pero no me he podido contener: "Lamento mucho que hayas sufrido una vida tan difícil. Y me alegro de que por fin hayas encontrado tu paz aquí. Pero he de decirte una cosa al respecto. Tu haz lo que te plazca. Como si ahora mismo quieres abrir la verja de los podridos y meterte dentro para imitar a tu mesías. Pero a lo que respecta a mi y al antiguo grupo, abstente de dar tu opinión. Tu eres un recién llegado en el grupo mientras que la mayoría de nosotros llevamos juntos desde que todo esto empezó, sufriendo y padeciendo. Nos unen lazos muy fuertes para que un simple charlatán venga y nos desuna. Y tampoco voy a permitir que vengas tú a decirme lo que debo hacer o ha hablar con mis compañeros. Un consejo, guárdate tus jodidas opiniones para cuando te las pida. Lo que tengo claro es que no voy a dejar a Esther aquí cuando llegue el momento de marcharnos. Tu haz lo que te plazca, por mi, te puedes quedar aquí a adorar a tu líder".
Ahora en frío pienso que me he excedido un poco en mis palabras. Un poco bastante. Pero no puedo permitir que uno de los últimos en el grupo me censure lo que tengo que hablar con mis compañeros, los cuales los considero una familia. Y en realidad, es la única familia que me queda. Juanca, cuando ha oído mis palabras, las cuales mientras escuchaba ni siquiera me miraba, a seguido actuando normal, sin dirigirme la palabra y como si no hubiera escuchado nada. Cuando ha llenado el capazo, se ha dirigido al almacén, ha vaciado este y se ha dirigido a unos diez metros de donde yo estaba. Allí habían tres miembros de la comunidad realizando la misma tarea que nosotros. Juanca se ha unido a ellos y ha seguido recolectando patatas mientras reía y hablaba con ellos. Yo me he quedado solo. Tampoco me ha importado. He cogido un nuevo capazo y he seguido recolectando patatas.

Cuando he terminado mi jornada, he pasado por las obras a ver como les iba a Eduardo y Hans. Estos estaban subidos a un andamio junto a otro personaje de túnica. Los tres estaban terminando de enlucir el muro. Ambos se han puesto contentos al verme y han empezado a gastarme bromas y a reírse. Hasta el hombre de la túnica se reía por cada chascarrillo que soltaba la pareja. Al verlos así, no he podido evitar contagiarme de esa felicidad que compartían en ese momento. Hacía tiempo que no los veía así. Y eso es bueno. He preferido no contar mi enfrentamiento con Esther. Después de hacerles esta visita y de que me hayan pringado de yeso con sus bromas, he jugado con Thor a tirarle una pelota y cuando he terminado me he dirigido al taller de costura, donde estaba Belén, Elena y María, junto a más mujeres y hombres, todos ellos remendando ropas. Cuando he entrado, Belén y María estaban algo alteradas, hablando entre ellas. Cuando les he preguntado, no han tardado en contestarme. Esther había ido a hablar con Belén después de discutir conmigo. Según me han dicho, ha entrado hecho un basilisco y me ha puesto de vuelta y media. Ha dicho que soy un manipulador, que me creo líder y que no merezco que Belén sea mi pareja. A Belén le ha dicho que no sea tonta y que me mande a hacer puñetas, que solo voy a conseguir conducirla a una muerte segura. Parece ser que Belén no ha tolerado que dijese todo eso de mi y le ha terminado gritando, diciendo que ella me debe estar agradecida por permanecer viva hasta ahora, que sin mi, el grupo no habría sobrevivido tanto. Su respuesta ha sido que no me tiene nada que agradecer y que por mi culpa, su hermano Manuel murió en el hospital de Valencia, porque según dice, esta segura de que lo abandone y lo dejé tirado.

...

Sabía que en sus adentros, me culpa por la muerte de su hermano. Y eso me hace sentirme muy fatal...

Cambio de tema. Lo necesito, porque revivir viejos fantasmas solo va a conseguir que me hunda aun más. Como iba diciendo. Después de eso, cuando Belén ha terminado en el taller de costura, hemos salido al exterior del edificio y nos hemos sentado en las escaleras. Allí hemos estado disfrutando del sol veraniego mientras charlábamos. Me habría fumado un cigarro, pero hace tiempo que nos quedamos sin tabaco para intoxicarnos. Hablaba con Belén sobre la reacción de Esther, cuando algo me ha llamado la atención. En los campos habían miembros de la comunidad trabajando. Arando, recolectando, sembrando... En el campo más cercano al edificio, el cual hay plantadas lechugas, estaba la chica muda que rescatamos del campamento de los caníbales, ¿recordáis? Esta estaba de rodillas, cortando lechugas. Tras de ella habían tres personas que se le estaban acercando. En principio, no me ha parecido que esto tuviese nada de raro, sin embargo, estas tres personas caminaban con un estilo inconfundible. Eran merodeadores. La chica no se había percatado de esto y los tenía prácticamente encima. He dado un salto, poniéndome en pie, y he salido corriendo. Belén, que no se había percatado de lo que yo acababa de ver, me ha comenzado a chillar que a donde me dirigía. No he contestado. Solo corría y le gritaba a la chica que corriera. Esta, cuando se ha percatado de lo que tenía detrás, se ha quedado paralizada y en vez de correr, se ha puesto de rodillas y... ¡se ha puesto a rezar frente a ellos!
Me ha dado tiempo a llegar hasta donde estaba ella y he podido soltar un placaje al merodeador que ya se estaba abalanzando sobre ella. Este, en avanzado estado de podredumbre, ha caído desplomado. Al ver esto, varios miembros de la comunidad han acudido corriendo, algunos armados con azadas. Los dos merodeadores que quedaban en pie han centrado su atención en mi. El primero, una adolescente que le faltaba maxilar inferior, se ha lanzado sobre mi y de una patada la he conseguido repeler. El otro, un hombre anciano y que le faltaba un brazo, ha sido inmovilizado por tres miembros de la comunidad. Estos lo han derribado y en el suelo, sujetado. Cuando he cogido una azada y me dispuesto a golpear a los otros dos que se estaban levantado, un hombre de túnica con ribetes rojos me ha detenido y ha mandado a dos chicos a coger los lazos. La chica que no habla, Eugenia se llama si no recuerdo mal, seguía de rodillas, con los ojos cerrados y en posición de rezo. Entre todos, han inmovilizado a los otros dos merodeadores y cuando ya estaban llegando los chicos con los lazos, uno de los hombres que sujetaba al anciano merodeador, ha pegado un grito. Este le había mordido, en un descuido, le había mordido un brazo. Todas las personas allí presentes nos hemos horrorizado al ver esto. El hombre se ha cogido el brazo inmediatamente mientras de este brotaba sangre a chorros. Mientras, el merodeador mascaba el trozo de carne que le había arrancado al tiempo que los tres chicos de los lazos han capturado a los merodeadores y se los han llevado de camino a la granja de podridos. El hombre que había sufrido el ataque no paraba de lamentarse y gritar mientras se apretaba la herida. Allí hemos permanecido todos hasta que ha aparecido Miguel y sus acompañantes. Estos venían portando sacos repletos de frutas, y que, al ver lo que allí había ocurrido, los han soltado y han comenzado a preguntar que ha ocurrido. Cuando todos le han contado lo que ha pasado, lo primero que ha preguntado ha sido que habíamos hecho con los merodeadores. Al enterarse de que los habían llevado a la granja, se ha preocupado por el herido mientras le decía "Tranquilízate, hermano, tranquilízate... Dios te ha llamado a sus filas". Pero este había olvidado su fe y estaba desesperado. Era consciente de cual era su destino. Por orden de Miguel lo han llevado a su dormitorio y allí lo han encerrado, hasta que se ha convertido. Es la segunda transformación más rápida que he visto desde que todo esto empezó. Lo han encerrado a la 1:00 PM y a las 4:30 PM ya estaba golpeando la puerta de su dormitorio convertido en un reanimado. No han tardado en llevarlo a la granja junto a los demás podridos.

Hoy no se habla de otra cosa. En el ataque de esos tres merodeadores. A pesar de lo creyentes que son aquí, hay una gran mayoría que están asustados. La gente dice que desde que el edificio fue convertido en "La iglesia del fin de los tiempos", jamás se han acercado tanto unos merodeadores a la zona. Miguel ha dicho que si esto ha ocurrido es porque Dios los ha enviado por uno de dos motivos: o bien porque el hombre al que han mordido era una persona carente de fe y, por lo tanto, un impío, o porque Dios no esta de acuerdo de como están funcionando las cosas en la comunidad.

¿Queréis saber mi opinión? Que Miguel esta obcecado en su religión y no quiere o no le interesa ver la realidad: los merodeadores, si atacan en grupo, nunca lo hacen aleatoriamente o por casualidad. Estos tres solo han sido la punta del iceberg. Estoy seguro que detrás de ellos hay una gran cantidad de merodeadores acercándose hacía nuestra posición que han averiguado que aquí hay carne fresca. Esto lo digo por experiencia propia. Y sino, tiempo al tiempo. Espero equivocarme. Solo digo que tenemos que estar preparados para la que se nos viene encima.


- Erik -

viernes, 18 de junio de 2010

+ 18-06-10 + Desterrado

Han pasado 7 días desde la marcha de Iván y todavía no ha vuelto. Quizás es demasiado pronto para que vuelva. No tengo ni idea de a donde se habrá dirigido, hacía donde piensa él que se esconde el Skull Korps. La verdad, no me comentó nada de que rumbo pretendía tomar. Posiblemente, su primera parada ha sido la gasolinera donde descubrió la hebilla. Allí puede encontrar alguna pista de que rumbo han tomado esos hijos de mala madre. Al menos, ese sitio sería al primero que me dirigiría yo en su lugar. La marcha de Iván se ha tomado con más recelo que esperanza. Yo confío plenamente en Iván, pero se que algunos de mis compañeros no. Por ejemplo, hace unos días hablé con Esther y me dio su opinión sobre Iván. Según ella, a pesar de que Iván ha hecho muchas cosas buenas por el grupo, piensa que su repentina marcha en busca del Skull Korps no tiene un trasfondo transparente. Según su teoría, la cual no comparto en ninguno de sus aspectos, es posible que Iván nos venda al Skull Korps y les revele nuestra actual posición. Para ella, si Iván ha pertenecido a ese grupo, algún tipo de lazo o sentimiento lo sigue uniendo a ellos. Según ella dice, palabras textuales, "un lobo no se convierte en cordero sin la ayuda de Dios". Mi opinión sobre su teoría es que no tiene validez y lo que le ocurre es que esta muy influenciada por Miguel, el cual, a pesar que no lo ha dado a entender en sus varios enfrentamientos con Iván, no guarda muchas simpatías por este. Y a las pruebas me remito con lo que os voy a contar a continuación.

Esta mañana, cuando Belén y yo nos hemos levantado, nos hemos dirigido al salón comedor para desayunar, como todas las mañanas. En la mesa más alejada, situada en una esquina de la sala y en la cual siempre nos sentamos todo el grupo, hemos encontrado a Hans y Eduardo, ambos charlando tranquilamente. Allí nos hemos sentado y al poco han venido María, Esther y Elena. Aprovecho para decir que esta última no esta, al menos aparentemente, apenada por la marcha de Iván. No ha dado ni una sola muestra de tristeza o preocupación. Bueno, mientras desayunábamos tranquilamente, un miembro de la comunidad, el cual iba ataviado con túnica y cubre cabezas, se ha acercado a la mesa, y de forma tímida y sin mirarnos a los ojos, se me ha dirigido a mi. Me ha dicho que Miguel quería que fuera a verlo en cuanto terminase de desayunar. No he entendido que podía querer de mi. He mirado en la mesa "presidencial", pero allí no he visto a Miguel. Su asiento estaba vació. En ese momento he pensado: ¿Donde narices estaba? Desde que estamos aquí, nunca ha faltado a una comida de la comunidad. Cuando le iba a preguntar al hombre del disfraz (así los llama Belén. No puedo evitar una carcajada siempre que los llama así) donde podía encontrar a Miguel, este ya se había alejado de la mesa. Como ya os comente hace poco, los demás miembros de la comunidad nos rehuyen como si fuésemos apestados. Mis compañeros se han extrañado de que Miguel quisiera verme y Eduardo se ha ofrecido acompañarme a dicha cita, pero le he dicho que no hace falta. Eduardo no se fía nada de Miguel. Aunque desde que estamos aquí, esta tranquilo, Eduardo no baja la guardia por si Miguel y su comunidad nos da alguna ingrata sorpresa. Bueno, eso le ocurre a Eduardo y a la mayoría de nosotros, obviando a los dos conversos, Esther y Juanca. Este último pasa más tiempo con su nueva hermandad que con nosotros.

Después de recibir la noticia de que Miguel quería verme, apenas he seguido desayunando y no he tardado en levantarme de la silla y dirigirme a buscar a Miguel. Lo he buscado en la iglesia y viendo que aquí no estaba, he decidido ir a su dormitorio a ver si allí se encontraba. No he encontrado a nadie de camino a este. Por lo visto, toda la comunidad se encontraba en el salón comedor. Nada más llegar a la puerta de su habitación, he dado unos golpes en esta en señal de llamada. No ha tardado en dejarse oír la voz de Miguel con un "Adelante". Nada más abrir la puerta, lo que me ha llamado la atención ha sido la tenue y anaranjada luz de varias velas que iluminaban la habitación. A pesar que era de día, las persianas de la habitación estaban bajadas. Casi al fondo de la habitación, sentado tras un escritorio de madera, cerca de la cama, estaba Miguel. Su rostro era el mismo que el día que se enteró de que alguien había acabado con el cadáver reanimado de Fede. La siempre sonrisa de su cara no se encontraba por ningún lado. Después de saludarlo, he andado hacía donde estaba él. Mientras he avanzado, me he fijado en todos los detalles de su habitación. Nunca había entrado aquí y he de decir que hasta he sentido escalofríos de ver la gran cantidad de símbolos religiosos que adornaban la sala. Ojo, no he sentido escalofríos porque sean objetos religiosos, sino porque esa sala me ha recordado a un cementerio en toda regla. Nada más llegar a donde se encontraba Miguel, este ha cerrado una Biblia, la cual y por lo visto, estaba leyendo mientras me esperaba. Después me ha invitado a tomar asiento en una silla frente a su escritorio. Acto seguido, ha clavado sus ojos en mi y me ha preguntado que tal me encontraba. Después de oír mi respuesta, ha comenzado a hablar, diciendo "No me voy a andar con rodeos. Si te he hecho llamar es porque debo deciros algo a ti y a tu grupo. Si te he elegido a ti para hablar esto es porque se que eres el portavoz de tus compañeros y una persona comprensible y con la cual se puede mantener una conversación afablemente. Una pena que no sea así con todos tus compañeros, los cuales parece que el maligno les ha cubierto los ojos y los oídos con un manto. Lo que quiero haceros saber es lo siguiente...". En ese momento, alguien ha llamado a la puerta, interrumpiendo sus palabras. Miguel ha guardado silencio y mientras mantenía sus ojos clavados en los míos, se ha levantado y se ha dirigido hacía la puerta. Después de abrir esta, he oído a un hombre que decía "Hermano Miguel, siento interrumpirle, pero debo hablar con usted sobre una asunto. Es importante". Yo he seguido sin girarme, a pesar de que Miguel le ha dicho "Claro" y después, dirigiéndose a mi, me ha dicho "Erik, disculpame un minuto. En seguida estoy contigo". Nada más decir esto, ha entrecerrado la puerta y tras ella he escuchado al desconocido hombre hablar con Miguel. He intentado captar algo de lo que le estaba contando, pero me ha sido imposible. Solo he podido cazar palabras sueltas. Mientras seguía intentando enterarme de que era eso tan importante de lo que le tenía que contar, me ha venido a la mente algo que me dijo Iván antes de marcharse: "...las llaves de la Harley las he encontrado en un cajón de la habitación de Miguel, junto a más llaves y demás cosas interesantes que te recomiendo que les eches un vistazo". En ese momento, mis ojos se han puesto a buscar por toda la habitación cual podía ser el famoso cajón el cual Iván me había recomendado que le echara un vistazo. Los cajones de la mesa de noche, los del armario, los del escritorio... a esos últimos se debía de referir Iván. Si había algo interesante, tenía que estar en ese cajón. Al menos eso he pensado en ese momento. Pero era arriesgarse mucho el levantarme de la silla y ponerme a escudriñar estando Miguel al otro lado de la puerta, el cual podía entrar en cualquier momento... pero pensándolo bien, ¿cuando iba a volver a tener una oportunidad tan buena como esa? No lo he dudado más y después de asegurarme que ese hombre y Miguel seguían hablando, me he levantado de la silla y he ido directo a los cajones del escritorio. Sin perder de vista la puerta, he abierto el primero lo más silenciosamente que he podido. Este estaba prácticamente vacío. En él solo había un pequeño rosario de madera. Lo he cerrado cuidadosamente y he abierto el segundo. Este estaba lleno de llaves. Llaves de todo tipo: pequeñas, grandes, llaveros hasta arriba de llaves, llaves de vehículos... buscar aquí una llave especifica sería como buscar una aguja en un pajar. En ese momento, las voces tras la puerta han cesado y mi corazón ha sufrido un vuelco. Por momentos esperaba que la puerta se abriera de golpe y me pillara con las manos en la masa, pero no ha sido así. La voz de ese hombre ha vuelto a sonar. Ahora, de forma más rápida que cuidadosa, he abierto el tercer y último cajón, esperando encontrar lo que Iván quería que viera. Pero no ha sido así. Este estaba vacío. Iván había dicho que lo que tenía que ver estaba junto a muchas llaves, pero en el segundo cajón no había nada. Lo único que se me ha ocurrido en ese momento ha sido mirar en los dos cajones de la mesa de noche. Para ello he tenido que andar hacía la cama, bastante cerca de puerta. Me estaba arriesgando demasiado y me he puesto bastante nervioso. Al abrir el primer cajón, lo primero que he visto ha sido varias llaves sobre un fardo de papeles y varias cajetillas de medicamentos. He abierto el segundo cajón y he descubierto que este estaba hasta arriba de cajetillas de medicamentos. Lo primero que me ha venido a la mente ha sido "¿Para que tantas cajas de medicina?". Las cajas eran casi todas de la misma marca, salvo un par de cajas diferentes que también se repetían. He cogido una de las cajas y me la he guardado en el bolsillo, con la intención de averiguar más tarde de que clase de medicación se trataba. He cerrado este cajón y cuando iba a hacer lo mismo con el primero, me ha llamado la atención el fardo de papeles que allí había. Los he cogido y he comenzado a ojearlos. Habían al menos 20 folios y todos procedían del mismo sitio. Todos estaban encabezados con las palabras "Hospital de las Mercedes" y un sello de dicho hospital. Estaban a nombre de Miguel Díaz Escudero y tenían diferentes fechas. La fecha más reciente era del 10 de Febrero de 2008. He comenzado a leer y rápidamente he comprendido que se trataban de diagnósticos y tratamientos médicos. Lo único que he podido leer ha sido "...presentando en la piel unas fuertes angioqueratomas. El paciente también ha tenido que ser tratado de fuertes dolores abdominales y lumbares, los cuales son producidos a causa de...". Hasta ahí he podido leer, ya que en ese mismo instante, he oído a Miguel decir "No te preocupes, hermano Marcos. Lo solucionare lo antes posible. Ahora debo volver a atender cierto asunto. Te veo después de misa...". Mis ojos se han clavado en la puerta mientras esta se comenzaba a abrir. He lanzado los papeles al cajón y lo he cerrado lo más rápido que he podido. Pero me ha sido imposible volver a mi asiento a tiempo y he permanecido allí de pie. Miguel, al verme, me ha dicho "¿Que haces ahí, Erik?". En ese momento, lo he mirado y su cara de sorpresa me ha puesto más nervioso aún. Después he dirigido la mirada a la mesa de noche y he visto la escusa que me podía hacer salir airoso. He cogido de la mesa una figura de un Cristo de metal y le he dicho "Estaba mirando las imágenes religiosas que tiene en la habitación. No soy muy religioso, pero me parecen muy interesantes y laboriosas". Laboriosas... pfff, no se ni porque me ha salido esa palabra. En ese momento, el rostro de Miguel ha cambiado de expresión y me ha dedicado una sonrisa. Entonces es cuando he podido respirar tranquilo. Después, me ha invitado a tomar asiento otra vez. A continuación, ha comenzado a hablar y la sonrisa se ha desvanecido de su rostro.

"Como iba diciendo antes de que el hermano Marcos nos interrumpiera, tengo que tratar un asunto contigo y con los tuyos. Uno de tus compañeros, el que ha marchado, no puede volver a esta comunidad. Por su bien y por el nuestro, no puede volver" No he podido evitar preguntar cual era el motivo. Miguel, sin reparos, ha contestado tajantemente. "Me he enterado recientemente que quién se saltó la norma de no matar reanimados fue él. Él fue quién entró en la verja donde están todos los reanimados y acabo con el que antaño fue vuestro compañero, el cual Dios se llevo tan repentinamente hace unos días. Se que si él hizo eso, el desobedecer una norma, fue un mensaje de Dios. El altísimo lo permitió para hacerme ver que esa persona no es trigo limpio, que es un impío qué, con el maligno de su lado, ha sobrevivido todo este tiempo evadiendo el castigo divino. Un impío que se muestra reacio a todo lo que tenga que ver con esta congregación religiosa y que nos ha faltado el respeto en numerosas ocasiones, la última, desobedeciendo una ley divina. A conseguido evadir el castigo divino, pero nadie escapa de la ira de Dios y sé que su destino no tardara en llegar. Quizás, no vuelva de su misión con vida. Esa extraña misión de ir a encontrar a ese otro grupo de impíos. Pero por si acaso el maligno sigue de su parte, ayudándolo a sobrevivir, él no entrara aquí...". En ese momento, me han sorprendido dos cosas: ¿Como sabe que fue Iván quién acabo con el cadáver reanimado de Fede? (no lo sabemos a ciencia cierta, pero ninguno de los del grupo que habemos aquí en estos momentos fuimos quién realizó dicha tarea. Esto es algo que hemos hablado solo entre nosotros) y ¿como sabe que Iván se ha marchado en busca del Skull Korps?. Eso mismo le he preguntado a Miguel. Este se ha quedado pensativo por unos segundos y ha respondido "Dejemoslo en que Dios ha querido que me entere". ¿Quién narices ha podido decirle toda esa información a Miguel? ¿Alguien de la comunidad nos habrá escuchado hablarlo y se ha chivado? No tengo ni idea, pero me mosquea bastante. Aquí hay gato encerrado. Después de esas palabras, ha zanjado el tema diciéndome "Espero que esto sirva de ejemplo para todos los de tu grupo. Solo existen dos normas, las cuales hay que respetar a rajatabla. No os pido más, ni siquiera que creáis en Dios. Ese es vuestro problema y por el cual os arrepentiréis llegada vuestra hora. Solo que cumpláis las dos normas que imperan en la comunidad si queréis seguir bajo el techo de esta iglesia. Si no lo hacéis, os tendréis que marchar. Y ahora, si me disculpas, voy a preparar la misa de hoy..."

Después de esto y despidiéndome de Miguel cuanto apenas, he salido de su habitación y me he dirigido al salón comedor. De camino allí, he ido pensando en la pequeña charla que me ha soltado Miguel y en su decisión de no dejar volver a Iván a la comunidad. Se que a este se la trae floja y lo que quiere es irse de aquí cuanto antes. Pero con esto, pone al grupo en un aprieto. Si no deja volver a Iván, esto acelerará la marcha de todos nosotros. No pensábamos quedarnos mucho más tiempo después del retorno de Iván, pero si el suficiente como para planear enfrentarnos al Skull Korps o, al menos, esquivarlos. Esta es la idea que están barajando mis compañeros y que yo no comparto y que Iván tampoco compartirá cuando conozca. Así que en cuanto regrese, nos marcharemos de aquí. No voy a permitir dejar tirado a Iván. Aquí hemos llegado todos juntos y nos marcharemos todos juntos. Quizás, con un poco de tiempo, consigo que Miguel cambie de opinión y lo permita quedarse el tiempo que necesitemos, aunque lo dudo mucho. Mientras andaba por los pasillos, he tenido tiempo para curiosear la cajetilla de medicina que he cogido del cajón. La cajetilla es de tamaño medio y tiene unas letras grandes y azules, en las cuales pone "REPLAGAL 1mg/ml". Nunca he visto esta clase de medicamento en ningún otro sitio. Es más, antes de abrirlo, pensaba que eran pastillas, pero cuando he abierto la caja he podido descubrir que no era así. Era un pequeño botellin y el cual he deducido que se trataba de un inyectable. He husmeado la caja por dentro, pero no estaba el prospecto, algo que me ha resultado extraño. ¿Que medicamento no lleva prospecto? Quizás esta caja ya había sido abierta y han sacado el folleto. Ni idea. Cuando he llegado al salón comedor, he visto que estaba casi vacío. En una mesa alejada y solos, charlando, estaban Esther y Juanca. Cuando los he visto, me he dirigido hacía ellos. Nada más llegar, ambos me han mirado. Esther me ha dedicado una sonrisa a la cual le he respondido. Ella me ha dicho "¿Que quería el hermano Miguel?". Mi respuesta ha sido "Nada, quería comentarme cierta cosilla, un asunto sin importancia. Te quiero consultar una cosa, ¿conoces este medicamento?". Le he lanzado la caja del medicamento sobre la mesa y Esther la ha cogido con cara de extrañada. Esta ha mirado la caja y la ha abierto sacando el botellin del interior. Después de darle vueltas, me ha preguntado "¿Y el prospecto?". Después de decirle que no lo llevaba, me ha contestado "Para serte sincera, no tengo ni la más remota idea. No lo he visto en mi vida. Sin leer el prospecto solo te puedo decir que es un inyectable. ¿Para qué se administra? Pues ni idea. ¿De donde lo has sacado? ¿Te lo ha dado Miguel?". Nada más oír el nombre Miguel, Juanca ha girado la cabeza y se me ha quedado mirando. He dudado en que contestar y es obvio que la verdad no la iba a decir. No quiero que se me tache de ladrón. He contestado "Em... No, no me la ha dado Miguel. Lo he encontrado en el cajón de mi dormitorio y he pensado que puede ser útil para nuestro botiquín, ya sabes, Belén sufre de dolores de cabeza y he pensado que podía ser Paracetamol o Ibuprofeno...". Esther se ha reído y me ha dicho "Pues no, no creo que sea Paracetamol inyectable. Aunque quizás su antiguo dueño prefería chutarse cuando le dolía la cabeza antes que tomarse una pastilla". Me he reído yo también, más que nada por disimular. Después de esto, he cogido la caja del medicamento y me he dirigido al dormitorio, donde se encontraba Belén, leyendo un libro.
Debí haberme guardado los papeles que habían en ese cajón. Quizás ahí pone algo sobre este medicamento y el porque Miguel toma esto (de esto último no tengo pruebas, pero no creo que Miguel guarde tal cantidad de medicamentos de este tipo por capricho). Esos papeles hablaban de alguna dolencia que Miguel padece. Sospechaba algo, ya que en varias ocasiones lo he visto tomar pastillas después de las comidas. Siento curiosidad sobre que le ocurre. En próximos días creo que intentare hacerme con esos papeles que descansan en ese cajón, aunque viendo lo estricto que es para ciertas cosas, no quiero ni pensar que ocurriría si me pillase en su habitación hurtándole archivos personales. Es arriesgado, pero quiero conocer todo sobre el hombre que ha levantado esta comunidad y nos da techo. Necesito saber si es trigo limpio, si estamos seguros permaneciendo aquí.

Sobre la decisión de Miguel, ya se la he dado a conocer a Eduardo y Belén. A los demás todavía no. Ambos no se han sorprendido por esta decisión, la cual dicen que era de esperar. Comparten mi idea de abandonar la comunidad en cuanto vuelva Iván. Mañana le comentare a todos los demás la decisión de Miguel.

Cambiando ligeramente de tema, todo esta transcurriendo con mucha normalidad salvo la ausencia de Iván. Estamos trabajando en el campo, recolectando patatas, boniatos y demás hortalizas. También recolectamos algunos tipos de frutas: manzanas, naranjas, mandarinas... Belén y las chicas también trabajan junto a varios miembros de la comunidad confeccionando ropajes y túnicas. También estamos colaborando en las limpiezas de las zonas comunes. El tiempo libre lo solemos matar leyendo, dando paseos en los que nos acompaña Thor y repasando los mapas, en los cuales hemos trazado varias posibles rutas que podemos seguir cuando partamos camino a Reus. En respecto a las misas de Miguel, no asistimos a ninguna. En horas de misa, Eduardo, Hans y yo nos dirigimos al salón comedor, que a esas horas esta completamente vacío, y nos tiramos un buen rato charlando y riendo, recordando cosas del pasado y bebiendo lingotazos de whisky, el cual guarda Eduardo en su habitación como si se tratase de un tesoro.

Sobre Iván, nunca pensé que echaría a faltar sus chascarrillos ofensivos y su mala leche. Comienzo a pensar que lo estoy echando más en falta que cualquier otro, incluso que Elena, la cual ya os he comentado que ni lo nombra. Espero que este bien y vuelva pronto. Se que sabe valerse por si solo, pero con solo pensar lo trastornado que esta y las mil imprudencias que es capaz de hacer, temo por que no vuelva. Por mucho que diga Esther, Iván es completamente de fiar, un tío reformado y legal. Es más, lo necesitamos entre nosotros. Aunque es un imprudente, un temerario y un engreído, ha demostrado que sabe actuar bien en momentos decisivos y sacar las castañas del fuego al grupo. Y no hablemos de su manejo con las armas en combate. Esta claro que si no vuelve, tendremos que apañarnoslas solos, como lo hemos hecho hasta antes de conocerlo. Pero el querer que vuelva sano y salvo no se limita solo por el interés del grupo, sino también porque lo aprecio como aprecio a Eduardo o a María o a cualquier otro miembro del grupo. Es un compañero más. Y si no vuelve, romperé mi palabra de no ir a buscarlo y saldré en su busca. No voy a permitir dejar atrás a ningún otro compañero más.

Palabra.


- Erik -

viernes, 11 de junio de 2010

+ 11-06-10 + Viejos fantasmas

El pasado siempre vuelve, o al menos, eso dicen. Más bien, decían.

No hemos vuelto a ser los mismos desde la perdida de Fede. Quizás es demasiado pronto, ya que solo ha pasado un día y tenemos la experiencia de Alicia y demás compañeros que han perdido la vida desde que todo esto empezó. Tal vez sea por esto que nos cueste tanto superar una nueva perdida. Ya son muchas a nuestras espaldas y cada una duele más que la anterior. Cada vez que un compañero cae, somos más conscientes de que el siguiente puede ser servidor o lo que es peor, un ser todavía más allegado, en mi caso, Belén. ¿Que haría yo si perdiera a Belén? O, ¿que pasaría si el próximo en caer fuera yo? Me iría al otro mundo con el pesar de abandonar a su suerte a mi niña. No podría estar para defenderla. Se que quedaría Eduardo, el cual cuida muy bien del grupo y es una persona muy sensata, pero no sería lo mismo. Él no tiene porque cargar con más cargas, ya tiene suficiente con lo suyo.

Anoche tuve una serie de pesadillas, para variar. Desde el inicio de este apocalipsis, he tenido muchas, las cuales ya os he contado, más otras que no os he mencionado. Si tuviera que mencionar todas las que he tenido hasta ahora, tendríais una entrada diaria relatándoos estas. Anoche, para ser exactos, tuve dos. Como siempre, estas me dan mucho que pensar. No se si son simples sueños o son algo más. Os cuento. El primer sueño tenía como escenario Reus. En el sueño, vivíamos allí y la vida era como nos la habíamos imaginado. Tranquila, segura y apacible. Aquel refugio era inmenso, una gran ciudad, llena de gentes que realizaban sus tareas diarias como si nada hubiese ocurrido. Niños que iban al colegio, mujeres que hacían la compra y hombres que iban a trabajar. Hasta habían coches que circulaban de aquí para allá. En el sueño, yo trabajaba como agente de la ley. Recuerdo que iba por la calle y estaba multando coches mal aparcados, como yo hacía en el pasado. Iba transitando por una avenida, tranquilamente. De repente, el tráfico cesaba y todo los coches que transitaban la calzada desaparecían. Solo quedaban los viandantes que iban de un lado al otro sin mirarme, como si yo no existiera. En ese momento, algo llamaba mi atención. En mitad de la calzada, había un hombre plantado, de espaldas hacía mi. Vestía una túnica como los de la comunidad. Yo comencé a andar hacía él. Cuando estuve a su altura, le toque el hombro en señal de llamada, pero este no se giró. Ande unos pasos y me plante delante de él. Cuando estuve delante suya, lo reconocí. Era Miguel. Este no me miraba, mantenía la cabeza en alto, mirando hacía el cielo. Levanté la cabeza y miré hacía el cielo también. El sol me deslumbraba y me quemaba la vista, pero seguí mirando en busca de lo que él tanto observaba. En ese momento, el aspecto del sol cambio. Su fulgurante color dorado cambio y se convirtió en un simple redondel anaranjado. La luz que inundaba las calles también mutó, siendo de un color rojizo y un fuerte viento abrasador comenzó a recorrer las calles. Este aire quemaba la piel y arrastraba todo tipo de enseres. Bolsas de plástico, mochilas, periódicos y ramas de árbol eran arrastrados por el viento. Volví mi mirada a Miguel y le pregunté que ocurría. Él agacho su mirada y la clavó en mi. Comenzó a hablarme una lengua desconocida y que yo, en el sueño, identificaba como latín. Cada vez hablaba más deprisa y en tono más elevado. Acto seguido, dejo de hablar en latín y comenzó a hablar al revés. Al menos, eso pensé en el sueño. Ya no hablaba, sino gritaba. Por cada palabra que pronunciaba, un trozo de asfalto salía despedido del suelo. Su ojos no se apartaban de mi en ningún momento y su rostro tenía una expresión violenta, agresiva, de odio hacía mi. Sus últimas palabras ya eran en castellano. Recuerdo que decían: "¡Yo soy el azote de los impuros! ¡Yo soy el enviado de Dios! ¡Yo soy el agua cristalina que limpiara la inmundicia de este mundo! ¡Yo soy el comandante del ejercito divino! ¡Arrepentíos, el día del juicio ha llegado! ¡Es la hora de que Dios ponga en la balanza vuestras almas y las envié al fuego eterno!". Al terminar esas palabras, el suelo de la calle se comenzó a desquebrajar y gigantescas grietas de varios metros se abrieron por todos los lados. Miguel y yo nos quedamos aislados en una isla de asfalto. Me asomé por una de las grietas y en el fondo de esta vi un río de lava. De la grieta salían unos fuertes vapores que abrasaban. Por la pared de la grieta podía ver algo. Toda la pared de esta estaba repleta de cosas que ascendían trepando. Eran merodeadores. Toda la pared repleta y estaban subiendo de forma muy rápida. Yo me volví rápidamente y miré a Miguel. Esté me miraba y sonreía con las misma sonrisa que siempre nos dedicaba. Le grité "¡Frenalos! ¡Detenlos! ¡Hay niños en esta comunidad! ¡Hay gente inocente!". Pero él me miraba sonriente e impasible. Cuando volví la mirada, vi como de la grieta ya emergían los merodeadores y cuando plantaban los pies en tierra firme, comenzaban a correr en todas las direcciones. En todos los lados de la calle veía a personas que miraban atónitas. Pero estos no se movían, no intentaban huir, era como si estuvieran congelados. Los merodeadores comenzaron a llegar a sus posiciones y se abalanzaron encima de ellos, despedazandolos a dentelladas. Yo miraba horrorizado la escena mientras de la grieta seguían emergiendo más y más merodeadores. Cuando me giré, tenía a Miguel justo detrás de mi. En ese momento, me dijo "Redime tus pecados, Erik" (esta frase no es la primera vez que me la dedican en un sueño) y me propinó un empujón que me hizo caer de espaldas por la grieta. Mientras descendía en picado por la grieta, los merodeadores que estaban trepando extendían sus brazos hacía mi y me agarraban, frenando la caída. El sueño acabo cuando estaba a punto de aterrizar sobre la lava. Belén me despertó, ya que estaba vociferando entre sueños.

Me desperté agitado, pero no tardé en dormirme, entonces es cuando he tenido el segundo sueño. Este ha sido más extraño que el anterior. Me encontraba con Iván y Eduardo. Los tres estábamos empuñando nuestras armas, delante de una puerta. Hablábamos de entrar de forma rápida y disparar a los merodeadores que allí se encontrasen. Tome carrerilla y derribé la puerta de una patada. Esta se vino abajo y apunte hacía el interior. Era un baño. El baño de mi casa. Estaba vacío. Volví la mirada, pero mis compañeros ya no estaban. Estaba solo. Cuando devolví la mirada al baño, vi a Alicia ante el espejo. Estaba llorando. Le hablé, pero no me contestó. Era como si yo no estuviera allí. Esta se comenzó a quitar la ropa y cerró el grifo de la bañera, que estaba abierto. Después, se metió en el agua y cogió una cuchilla de afeitar que había en la repisa de la bañera y la dirigió a su muñeca. Intente evitar que hiciera lo que pretendía, pero fue imposible. Intente correr hacía ella, pero mis movimientos eran en cámara lenta. Se cortó las venas y el agua se tiño de rojo. Cuando llegué a la bañera, me tiré sobre ella para intentar sacarla, pero el suelo de la bañera se hundió bajo mis pies y me sumergí en el agua. Esta estaba oscura e intente nadar hacía la superficie. Cuando al fin pude emerger, aparecí en una sala llena inundada de agua. Como pude, abrí la puerta y la sala se vació de agua. Ante mi se extendía un largo pasillo iluminado por tubos de luz. Comencé a transitar el pasillo. Parecía que estaba en el hospital de Valencia. La luz parpadeaba a mi paso. De repente, me percaté que estaba andando sobre charcos de sangre seca. Al final del pasillo, sentados y apoyados sobre la pared, juntos, habían dos cadáveres. Cuando estuve lo suficientemente cerca, los reconocí. Eran José y Manuel. Sus cuerpos estaban mutilados y sus ojos estaban clavados en mi. En el sueño me dio un vuelco el corazón cuando vi que José parpadeaba. Manuel dijo "No te culpes, Erik". Yo me quedé callado y observando. José continuó "Las cosas pasan porque tienen que pasar". Les pregunté a que se referían, pero solo me miraban. Manuel rompió el silencio diciendo "Ya vienen. Corre". A mi pregunta "¿Quienes vienen?" solo respondió José, diciendo "Corre". Ambos se pusieron a repetir al unisono, una y otra vez, la palabra "Corre", subiendo el tono de voz cada vez. Cuando me giré, vi una terrible horda de merodeadores acercándose por el pasillo. Busqué una salida rápidamente mientras José y Manuél repetían la misma palabra. A la izquierda vi una puerta, la cual abrí rápidamente y entre, cerrándola tras de mi. Ahora estaba en un lugar oscuro. Muy oscuro. Solo escuchaba una débil voz que parecía rezar entre sollozos. Busqué en mis bolsillos mi mechero y cuando lo encontré, lo encendí. La tenue luz iluminó la estancia y por lo que vi, deduje que estaba en el interior de un contenedor. En una esquina, agarrando con fuerza un rifle, estaba Juan. Ese estibador que conocí en el puerto de Valencia y decidió quedarse en el puerto cuando los "Skull Korps" nos hicieron huir de allí. Estaba asustado y no paraba de llorar y lamentarse. Unos fuertes golpes en el contenedor me alertaron. De golpe y porrazo, la puerta de este se abrió y la luz del exterior me cegó. En ese momento, escuche risas y burlas. Cuando pude fijar la vista, vi a Vladimir y sus secuaces apuntando a Juan. Este empuño su arma tembloroso pero una lluvia de plomo impacto contra su pecho y este se desplomó con sus ojos clavados en mi. Yo me tiré al suelo y me acurruqué en una esquina, tapándome con mis manos el rostro. Así permanecí durante unos segundos, hasta que cuando retiré mis manos de la cara, descubrí que ya no estaba en el interior del contenedor. Me encontraba acurrucado en medio de la autovía. Por todos los lados habían coches abandonados. A varios metros de mi, había una tremenda hoguera de varios metros de altura. Ante esa hoguera, había alguien observándola, de espaldas a mi. Parecía una mujer e iba vestida de militar. Me puse en pie y camine hacía ella. Cuando estuve tras ella, esta se giró y me sonrió. Era Ana. Le pregunté que hacía allí, pero esta se giró nuevamente y, sonriendo, se llevó el dedo indice a los labios en señal de silencio. Yo mire la hoguera y enseguida supe que estaba pasando allí. En medio de la hoguera, entre maderos y trastos ardiendo, estaba el cadáver de Ricardo. Era la pira funeraria en la que quemamos el cadáver de este militar. La observé unos segundos y a mi izquierda apareció alguien, el cual también observaba. Cuando lo miré, vi de quién se trataba. Era Fede. Este me miró y comenzó a hablarme. Más o menos, dijo "No te preocupes por nosotros, estamos bien. Ahora debes de preocuparte por el grupo. Ellos te necesitan. Nosotros solo somos ceniza. Recuerda que nada es lo que parece. Las apariencias engañan. Solo tienes que aprender a diferenciar la realidad de la ilusión, la verdad de la mentira, el justo del farsante, a Dios del diablo. Estáis en peligro. Muchos morirán si decidís continuar con la misión, todos moriréis si os negáis a continuar. En tu mano esta". Me quedé observándolo y le dije que no entendía lo que quería decir. Este solo me sonrió. Lo siguiente que ocurrió, transcurrió al mismo tiempo. Ana comenzó a gritar mientras su cuerpo se encendió y envolvió en llamas. Las llamas la envolvían y devoraban sus ropas, su carne. La pira funeraria estalló y todos los maderos ardientes salieron volando. Devolví la mirada a Fede, pero la expresión de su rostro había cambiado. Ya no sonreía, tenía expresión de dolor. De su vientre comenzó a brotar litros y litros de sangre. De su boca ocurrió lo mismo. Entonces chilló "¡¡Corre, soldado, CORRE!!". Ahí me he despertado gritando. Para variar, he sobresaltado a Belén. Eran las 4 de la madrugada. Ya no he podido dormirme. Se que este sueño y el anterior quieren decir algo. Pero no los consigo descifrar. No entiendo a que misión se refería Fede. Tampoco se que se supone que tengo que aprender a diferenciar. No entiendo nada de ambos sueños. Pero quizás les estoy dando demasiada importancia y solo son eso, simples sueños.

Viendo que no podía dormir, a las 5 de la madrugada me he bajado al salón comedor. Allí he permanecido hasta que ha salido el sol y poco a poco ha ido bajando gente. De mi grupo, el primero en aparecer ha sido Eduardo. Este me ha dado una palmada en la espalda y me ha dicho que hacía ahí tan temprano. Yo no le he dicho nada, solo le he comentado que no he podido pegar ojo. Me ha dicho que a él le ha ocurrido lo mismo. Al rato ha aparecido Miguel y este se ha dirigido a nosotros, diciéndonos "Hoy, la misa será a las 12:00 y como dije, ira dedicada a vuestro amigo fallecido. Espero que asistáis para honrar la memoria de vuestro compañero". Ni Eduardo ni yo le hemos contestado. Ambos estamos muy resentidos por su actuación, la de no querer dejarnos dar sepultura al cadáver reanimado de Fede.
Las horas han transcurrido muy sumamente lentas. Cuando ha llegado la hora de la misa, todo el grupo nos hemos dirigido a la iglesia. Todos menos Iván, claro esta. Hemos tomado asiento en uno de los últimos bancos del santuario. En este asiento solo estábamos los miembros del grupo, todos menos Juanca, que estaba sentado cinco bancos más adelante, integrado con más miembros de la comunidad. Esther, por el contrario, se ha sentado con nosotros. Aunque sigue pensando igual y vistiendo su túnica sectaria. La misa a comenzado igual de aburrida y monótona que las anteriores. Desde su atrio, Miguel ha comenzado a hablar de Dios, de su plan apocaliptico para terminar con la impureza de la humanidad, del infierno y ha leído versículos del libro "El apocalipsis de San Juan". Esto le ha llevado al menos una hora de reloj y ha sido el sumum del aburrimiento. Cuando ha comenzado a hablar de Fede y de que "Dios lo ha llamado" y demás sandeces divinas, le he dicho en voz baja a Belén que me salía al exterior a tomar el aire. Me estaba crispando demasiado. En plena misa me he levantado y he andando hacía la puerta. He podido ver como Miguel, mientras hablaba, me ha seguido con la mirada. Me ha dado igual. He salido al exterior. Una vez aquí, he ido a la entrada del otro edificio y me he sentado en las escaleras. Lo que no me esperaba era lo siguiente. Cuando llevaba unos minutos aquí sentado, la puerta del edificio se ha abierto y cuando me he girado, he visto a Iván. Este cargaba con su arma, varios cinchos de munición y un par de mochilas. Al verme, se ha quedado sorprendido y no ha pronunciado ni una palabra. Me ha salido del alma preguntarle "¿A donde vas? ¿Nos abandonas?". Su respuesta ha sido contundente "Eso nunca". Después de aguardar silencio durante unos segundos, ha continuado "Creo que debo darte una explicación de lo que voy a hacer". Ha dejado las mochilas en el suelo y se ha sentado en las escaleras junto a mi. Ha comenzado diciendo "La verdad, pensaba irme sin decir nada. No me gusta dar explicaciones de mis actos y mucho menos preocupar a los demás. Sabes que no soporto a Miguel y a su atajo de beatos. Me tienen hasta la punta de la polla. Pero no me marcho por ello. Tengo una buena escusa para marcharme. Te explico. ¿Recuerdas el tiempo que pasamos en casa de los abuelos? ¿te acuerdas de la incursión que realizamos junto a María en busca de gasolina? Vale. No se si te acordaras, pero cuando entraste a la gasolinera, mientras nosotros llenábamos los depósitos de los coches y las garrafas de gasofa, tuviste un enfrentamiento con un merodeador. ¿Lo recuerdas? Pues mira lo que llevaba este podrido...". Después de esto, ha abierto una de sus mochilas y ha comenzado a buscar algo. Al final ha cogido algo y lo ha sacado, plantandomelo delante de los morros. Era un cinturón con una hebilla, todo lleno de sangre seca. Ya decía yo que cuando Iván vio al merodeador y se quedo a solas con él, a este le desapareció la hebilla que antes llevaba colgando de sus pantalones. La hebilla era una calavera con las iniciales "S - K" en la frente. Bajo de esta, el lema "Hermanos Proletarios". Al ver esto, un escalofrió me ha recorrido el cuerpo e Iván a continuado: "...en efecto, esta hebilla es del Skull Korps. La reconocí al instante porque yo mismo la he llevado en el pasado, como ya sabéis. No he querido deciros nada desde entonces para no alarmaros, pero ahora te lo digo a ti. Esas ratas de cloaca están vivas. Vivas y coleando. Es más, me atrevería a decir que Vladimir también..." Cuando le he dicho que es imposible, yo mismo lo vi caer al suelo muerto tras una de las explosiones, Iván a dicho "...tú lo viste caer por la explosión, pero no has comprobado si murió a causa de esta. Si el grupo esta en movimiento es porque el esta vivo. Y esta en movimiento, ya que esa gasolinera esta a varios kilómetros de donde tuvimos el enfrentamiento con ellos y os liberamos. Por lo que pude ver allí, la gasolinera la utilizaron como hospital de campaña y ese gordo podrido fue uno de los heridos que no sobrevivió. Para que no tengas dudas, también te diré que conocía a ese gordo. Así que esos están muy vivos y quiero averiguarlo. Desde entonces, difícilmente pego ojo por las noches. El solo pensar que Vlad esta vivo y sediento de venganza, me quita el sueño. Y me lo quitará hasta que no le demos caza y lo matemos. El motivo de mi marcha es para encontrarlos. Quiero saber donde se refugian, donde están escondidos. Cuando los encuentre, podremos asaltarlos y acabar con ellos. Yo solo no podré, así que quiero saber si cuento contigo al menos...". No he dudado en contestar un "Si, cuenta conmigo". Después de esto, se ha levantado y ha dicho "No te preocupes por mi. Es más, se que te vas a ofrecer a acompañarme y mi respuesta es no, quiero ir solo. Trabajo mejor así, sin la voz de mi conciencia que eres tú. La tarea será fácil. Los voy a encontrar y cuando lo haga, estudiare sus pasos y entonces volveré, os informaré y acabaremos con ellos. No se cuanto tiempo me llevará esto. Solo te digo que si pasa más de 15 días, darme por muerto y fúmate un pitillo en mi honor. No quiero que me busquéis. Seguir con el plan de Reus y andar con mil ojos. Tanto por el Skull Korps, que están ahí fuera, como los perchados de esta comunidad, de los cuales sigo sin fiarme. Pero no te preocupes, volveré". Me ha guiñado un ojo mientras se ponía el pañuelo en la cabeza y después me ha dado un fuerte abrazo. Después ha montado en una de las dos Harleys que hay en el aparcamiento y mientras ha sacado de su bolsillo una llave, ha arrancado la moto con esta, me ha lanzado una segunda llave mientras ha dicho "Esa es la llave de la otra Harley. Consideralo un regalo. Las he encontrado en un cajón de la habitación de Miguel junto a más llaves y demás cosas interesantes que te recomiendo que les eches un vistazo. Hasta más ver, Erik" y de un acelerón ha desaparecido carretera abajo envuelto en el inconfundible rugido del motor de la moto. Estoy muy intrigado con las cosas que me ha recomendado que vea en la habitación de Miguel. Tampoco no serán muy importantes cuando no me ha contado de que se trataba. Aunque no sé, quizás, cuando Miguel este dando misa, me meta en su habitación a curiosear.

Después de la marcha de Iván y sin saber cuanto quedaba de misa (por supuesto, ni por asomo se me ha ocurrido entrar para comprobarlo) me he ido caminando por los terrenos del recinto, envuelto en mis pensamientos. Me envuelve una mezcla de miedo y nerviosismo desde que me he enterado que los psicópatas del "Skull Korps" siguen vivos y vagando por ahí, posiblemente en nuestra busca. Más miedo me da el tener que volvernos a enfrentar a ellos. Pero es algo que no podemos esquivar. O golpeamos nosotros primero y los pillamos por sorpresa, nuevamente, o no viviremos tranquilos pensando que pueden estar tras nuestros pasos y terminen sorprendiéndonos ellos a nosotros. También estoy preocupado por Iván. Se que sabe valerse por si mismo, pero no me hace ninguna gracia que se haya ido solo a ver si los encuentra. Conociéndolo, se que a la mínima oportunidad que se le presente, los asaltara el solo, por muchos hombres armados que sean. Su odio hacia Vladimir es visceral y lo puede cegar. Eso puede hacer que de un mal paso y acabe mal. Solo espero que no sea un inconsciente y no haga ninguna tontería. Si los tenemos que atacar, tendremos que trazar primero un buen plan. Si no vuelve en la fecha que él mismo ha señalado, tendremos que darlo por muerto e irnos de aquí lo antes posible.

Como os decía, iba caminando, pensando en todo esto que os he hablado, hasta que he llegado a la "granja de podridos". Para variar, estos, al verme, se han excitado y han comenzado a golpear la valla. Todavía, aunque estoy más que acostumbrado a verlos, se me siguen erizando los pelos al mirarlos y oír sus gemidos. A pesar de ello, he seguido andando junto a la valla. Mi subconsciente me estaba guiando, ya que conforme iba caminando, mis ojos iban buscando algo. Buscaba a Fede o lo que queda de su persona. Necesitaba verlo. Algo absurdo, ya que así solo iba a conseguir torturarme más y regocijarme en mi dolor. Pero aun así, he seguido buscándolo. De repente, algo ha llamado mi atención a varios metros de mi. En la valla, alejado de la horda que se agolpaba en el otro lado de la verja, había un papel blanco ondeando. Esto me ha llamado la atención y he andado lo más deprisa que he podido hasta alcanzarlo. Cuando lo he cogido con mis manos he descubierto que se trataba de una nota. Escrito con bolígrafo, ponía: "Por fin descansa en paz". No he entendido que quería decir esto hasta que he levantado la cabeza y he visto en el interior de la valla, tendido en el suelo, el cadáver de Fede. En su frente tenía un orificio de arma blanca. Enseguida he comprendido, o al menos eso creo, que ha sido Iván. Él es el único capaz de pasarse por el forro las normas de Miguel. No he podido evitar venirme abajo cuando he visto su cuerpo allí tendido.

He esperado a que terminase la misa para contarle mi hallazgo a los demás y pedirle Miguel la llave de la valla. Cuando le he pedido la llave a Miguel y le he contado lo que ha ocurrido, su siempre presente sonrisa se ha desvanecido y en seguida me ha preguntado quién ha sido quién se ha saltado la norma. Yo he intentado disfrazar la verdad diciendo que quizás esos seres, en ocasiones, se matan entre ellos, pero no ha colado. Su respuesta ha sido "Eso jamás. No esta en los planes de Dios. Espero no enterarme de quién ha sido o se tendrá que marchar de aquí". A regaña dientes y muy cabreado, le ha dado las llaves a uno de sus lacayos y este nos ha acompañado y ayudado a sacar el cuerpo de Fede. Después de esto, todo el grupo, incluido Juanca y Hans, hemos llevado el cadáver de Fede al interior de la arboleda más próxima. Una vez allí y con palas que hemos cogido del cobertizo, hemos comenzado Eduardo, Juanca y yo a cavar la tumba de Fede. Aquí han comenzado a preguntarme "¿Que ha ocurrido? ¿Donde esta Iván?". He reunido valor y he contado todo. Cuando he nombrado al "Skull Korps" y he dicho que Iván tiene pruebas de que siguen vivos y muy cerca, las caras de todos, menos la de Hans y Juanca, se han desencajado de horror. Eduardo, que estaba cavando a mi lado, a soltado la pala y se ha quedado petrificado sin quitarme la mirada. María ha dicho que esto era imposible, que no podía ser que Vladimir siga vivo y Esther ha opinado lo mismo. Belén no se ha pronunciado. Yo solo he dicho que tendremos que esperar a que regrese Iván y nos cuente si los ha visto. Mientras pronunciaba esas palabras, en mi mente he terminado la frase con "...si vuelve".

Hemos tardado una hora en tener la tumba lista. Cuando hemos acabado con esta, hemos metido en la fosa el cadáver de Fede y hemos comenzado a tapar el hoyo. Al acabar con esto, Juanca a fabricado una cruz con dos maderos y la ha clavado en la tumba. Él y Esther han comenzado a rezar arrodillados al pie de esta. Yo he sido el último en marcharme de allí. Cuando Belén me ha dicho que me esperaba en el edificio y me he quedado solo, he estallado a llorar y me arrodillado sobre la tumba.

Este ha sido nuestro último adiós a un compañero. Espero que sea el último amigo que tenemos que despedir.

Solo pido eso...


- Erik -


jueves, 10 de junio de 2010

+ 10-06-10 + Un sufrimiento innecesario

Era de esperar que el estado de salud de Fede empeorara. Es algo de lo que Esther ya nos había mentalizado. La aparente mejoría de Fede era pasajera y su problema no se resolvería sin realizar la intervención quirúrgica. Como ella nos dijo "...solo ira a peor y es cuando tendremos que intervenirle" y, como si de una profecía se tratase, así ha ocurrido. La madrugada del día 9 me encontraba en la habitación junto a Belén. Ella dormía a pierna suelta, pero yo, por más que lo intenté, me fue imposible. No paré de darle vueltas y vueltas a lo que había visto ese día, o sea, a Miguel andando entre muertos y estos sin atacarle. En mi mente estaba pensando en explicaciones lógicas cuando el silencio nocturno fue quebrado por un grito desgarrador. Belén se despertó al instante y yo me incorporé en la cama instintivamente. Al primer grito le siguieron varios más. Eran gritos de dolor y en ese momento supe de quien eran. Por si acaso, cogí la pistola de Belén y en ropa interior corrí pasillo abajo, hasta llegar a la habitación de Fede. Mientras pasaba por las demás habitaciones, todas se iban abriendo y de ellas asomaban las cabezas de algunos miembros de la comunidad. De una de las puertas salió Eduardo y comenzó a correr junto a mi. También nos siguió Hans. Cuando llegamos a la habitación de Fede y abrimos la puerta, nos encontramos con un panorama dantesco. Fede se encontraba en el suelo, vomitando y retorciéndose de dolor mientras Esther lo intentaba calmar. Esta, al vernos y con una clara cara de asustada, nos dijo "Ha ocurrido lo que os dije. Se le ha perforado el apéndice. O lo intervenimos ahora mismo o morirá aquí mismo. ¡Llamar a todos! ¡Que dos los lleven a la sala de autopsias mientras yo preparo todo! ¡Vamos!". Sin tiempo que perder, Eduardo y yo cogimos a Fede, yo por los hombros y Eduardo por las piernas, y comenzamos a correr camino a la sala de autopsias. No fue tarea nada fácil, ya que Fede no paraba de moverse bruscamente y gritar. A nuestro paso iban saliendo gente de las habitaciones a curiosear y otros muchos cerraban estas, escondiéndose. Por el pasillo nos topamos con Miguel, que nos miraba con cara de preocupación. No nos dijo nada y nosotros pasamos por su lado como una exhalación. Llegamos a la sala de autopsias y allí estaba Esther y Belén, ambas con batas blancas. A Eduardo y a mi nos dieron un par que nos pusimos inmediatamente después de dejar a Fede en la camilla. Mientras Esther lo intentaba tranquilizar y preparaba el material, apareció Iván acompañado de Elena. La segunda se puso también una bata blanca mientras temblaba como un flan. Iván sacó de su mochila una de las botellas de whisky y mientras le decía a Fede en tono amistoso "Venga, tipo duro, estamos contigo. Esto va a ser un paseo, ya veras. Bebamos, yo te acompaño en la borrachera..." y le volcaba la botella en la boca. El primer trago lo escupió y entre gritos de dolor, dijo "¡¡Ponerme anestesia!! ¡¡¿Que hacéis?!!". Todos nos miramos y vi que a Belén se le escapaban unas lágrimas. Ante esas palabras, Iván se nos quedo mirando con una tremenda cara de impotencia. Nunca había visto esa clase de mueca en su rostro. Conocía al Iván tarado, psicópata, violento, pasota... pero no al Iván compasivo. No duró mucho esa mueca en su rostro y volvió a darle de beber otro trago. Esther se dirigió a nosotros con voz quebrada, diciendo "Es imposible... no podemos hacer esto, joder. Como le voy a cortar a lo vivo. ¿Sabéis lo que va a sufrir?". Sus manos eran un show. No paraban de temblar violentamente. De mi boca salió lo siguiente: "A nadie nos gusta esto y mucho menos ver a Fede padeciendo, pero hay que hacerlo si queremos que tenga una mínima posibilidad de sobrevivir. Si no lo hacemos, morirá. Y lo hará sufriendo terribles dolores, así que puestos a que sufra, que lo haga luchando con la esperanza de salvarse. Podrá soportarlo. Debe soportarlo. Es fuerte". Esther me miró unos segundos y dijo "Tienes razón. Hay que intentarlo. Vamos".

Cuando volvimos los ojos a la camilla, vimos que la botella de whisky que sostenía Iván y a la cual le estaba pegando un trago, estaba por el final. Le había suministrado ya una gran cantidad de alcohol y los quejidos de Fede eran menos intensos. Este ya decía cosas incoherentes y miraba la sala y a todos los presentes con la mirada perdida. Iván comentó "Esta lo suficiente borracho. Es el momento de que hagáis lo que tengáis que hacer...". Esther ordenó a Elena que le cortara la camiseta con las tijeras. Cuando esta hizo esto, Esther le limpió la zona de la ingle con una gasa empapada con yodo y otra sustancia e hizo una raya con un rotulador en la zona de la incisión. Iván le introdujo parte de una toalla en la boca a Fede con la intención de que la mordiera con fuerza cuando comenzara la operación. Acto seguido, él y Eduardo lo agarraron fuerte, inmovilizándolo y Esther cogió el bisturí y se preparó para cortar. Se quedó inmóvil con el bisturí a escasos centímetros de la piel. Así permaneció unos largos segundos en los cuales todos la observamos. Al final, se alejo de Fede diciendo entre sollozos "No puedo... no puedo..." y llorando. Eduardo cogió a Esther por la bata y le gritó "¡Hazlo! ¡Por lo que más quieras, hazlo! ¡Todos estamos padeciendo lo mismo que tú! ¡Terminemos con esto de una puta vez!". Esther se le quedó mirando con los ojos empapados en lágrimas y dijo un "Ok". Eduardo volvió a su puesto y agarró a Fede por las piernas mientras Esther cogió el bisturí de nuevo y volvió a centrarse en la zona de la incisión. Por unos instantes pensé que se volviera a echar atrás de nuevo, pero no fue así. Hizo un preciso corte en la piel de Fede y este, al notar que el bisturí se hundía en su piel, soltó la toalla de su boca y profirió un grito desgarrador que sonó en toda la sala, mientras se revolvió de tal forma que se soltó de Eduardo e Iván. Estos volvieron a inmovilizarlo rápido y el segundo situó la toalla de nuevo en su boca. Tengo grabado la forma en que apretaba los dientes contra esta mientras que de sus ojos brotaban lágrimas de dolor. El corte fue limpió y preciso. Elena comenzó a limpiar la sangre que brotaba de la herida y entonces fue cuando Belén y yo tuvimos que intervenir. Como nos ordenó Esther, pusimos cuatro pinzas en los dos extremos del corte, consiguiendo con esto que la herida quedase lo suficiente abierta para que Esther trabajase con más facilidad. Mientras Elena, siguiendo ordenes, limpiaba la sangre, Esther continuó la intervención. Hizo uso de un par de utensilios mientras Fede se retorcía de dolor y profería gritos ahogados. Este perdió el conocimiento en dos ocasiones y cuando lo recuperó, fue brutal. Parecía que los ojos se les iban a salir de las cuencas. Ver esto me horrorizaba. Cuando desvié la mirada para olvidarme de lo que estaba ocurriendo, vi por los ventanucos de la puerta de la sala a Hans, María y un par de caras que no reconocía, todos observando.

Esther encontró la apéndice y la saco al exterior. Nunca había visto esa parte del organismo, así que desconozco si la apariencia de esta era normal que fuese tan repugnante o, por el contrario, era a causa de la infección. Con unas tijeras, Esther cortó esta y comenzó a limpiar la zona. Cuando terminó, le facilité la aguja y el hilo para que la cosiera. Le llevo unos minutos hacer esto que supongo que para Fede resultaron ser horas. Luego introdujo la parte del intestino al interior y, cuando hizo esto, ocurrió algo que no esperábamos. Fede volvió a escupir la toalla y comenzó a vomitar en todas las direcciones. Iván fue el que se llevó la peor parte, pero a pesar de ello, no lo soltó ni un solo momento. Esther y Elena se pusieron a limpiar la zona de la herida, pero era imposible. Fede no para de gritar e intentar escaparse de Iván y Eduardo. Esther comenzó a gritar "¡Sujetarlo fuerte!" y en ese mismo instante, de la herida comenzó a brotar un potente chorro de sangre que las empapo a las dos. El chorro perdió fuerza pero no paró de salir más y más sangre. Fede profería gritos sobrehumanos. Esther, empapada en sangre y con cara de horror, comenzó a presionar la herida y nos ordenó que sacásemos las bolsas de sangre para realizar la transfusión, ya que estaba perdiendo muchísima sangre. Así lo hicimos mientras ella intentaba cortar la hemorragia. De nada sirvió. Ahí fue cuando Fede cesó de gritar. En un primer momento pensamos que se había desmayado, pero cuando Iván le busco el pulso nos dio la mala noticia. Estaba muerto. Se nos había muerto en plena intervención, quizás por algo que habíamos hecho mal. Esther se desplomó en el suelo y estalló a llorar. Su aspecto era lamentable. La sangre le cubría toda la cara y toda su bata chorreaba. Elena también comenzó a llorar y Belén se abrazó a mi. Yo miré a Eduardo y a Iván, que me miraban con expresión de tristeza. No negaré que yo también comencé a llorar. Hicimos lo que pudimos y de nada había servido. Había sufrido terriblemente para nada. ¿Que habíamos hecho mal? La confusión duró poco. Fede comenzó a mover un brazo y eso hizo que Esther gritara "¡No esta muerto! ¡Esta vivo!". Solo pude gritar "¡¡Apartaros!! ¡¡Correr!!". Iván y Eduardo se percataron de que iba el tema y de un salto se apartaron. El primero arrastró a Elena con él, pero Esther se quedo allí plantada. Fede se puso de pie de un rápido movimiento, expulsando espuma y sangre por la boca, y se lanzó sobre Esther, cayendo sobre ella. Esta no se esperaba esta reacción, pero aun así, le dio tiempo para evitar que el cuerpo reanimado de Fede le mordiera. Este estaba encima y ella lo cogía del cuello evitando así que le clavara los dientes.

Iván y yo nos abalanzamos sobre Fede y, agarrándolo por detrás, lo conseguimos lanzar al fondo de la sala. Este aterrizó sobre un armarito donde se guardaba parte del material quirúrgico y lo hizo añicos con el impacto. No tardó en ponerse en pie de nuevo y volver a por nosotros. Busqué desesperadamente la pistola que llevaba conmigo una hora antes pero ya no la llevaba encima, la había dejado en la habitación de Fede. Este pegó un salto en nuestra dirección y todos nos apartamos. Este cayó de morros y se golpeó contra unas sillas. Iván cogió la bandeja donde estaba el material quirúrgico y lo golpeó en la espalda. Como era de esperar, de nada sirvió. Eduardo repitió lo mismo con una de las sillas, pero pareció que con esto solo conseguimos enrabiarlo más. De repente, fijo su objetivo en mi y comenzó a correr. Iván intento frenarlo cogiéndolo de un brazo pero fue inútil, este se zafó. Cuando lo tenía casi encima mía y con los gritos de Belén de fondo, cogí la camilla y se la lancé encima. Esto consiguió frenarlo durante unos segundos, tiempo suficiente con el que pude armarme con un bisturí. Cuando se me hecho encima, se lo clavé en la cabeza, pero de nada sirvió. Lo tenía encima con la boca abierta, la cual la dirigía a mi cara, cuando algo me lo quitó de encima. Un lazo de acero lo aprisiono del cuello e hizo que saliera disparado hacía detrás. Dos lazos más lo apresaron y lo inmovilizaron. Era Miguel y dos personas más con sus lazos para inmovilizar perros. Mientras los otros dos mantenían a Fede inmovilizado, Miguel se arrodillo frente a él y mientras susurraba unas palabras en latín, le hizo el símbolo de una cruz en la frente con el dedo pulgar. Este no intentó atacar a Miguel, sin embargo, sus ojos sin vida estaban clavados en mi. Después de esto, dijo "Llevarlo junto a los otros". Iván lo intento evitar diciendo "De eso nada. Estoy seguro que Fede no quería este final. Hay que rematarlo y enterrarlo". Miguel replicó "Ya sabéis que aquí no se puede matar ni a vivos ni a reanimados. Es una de las dos únicas normas. Si no te gusta, te puedes marchar. Aquí no te obligamos a que te quedes". Iván frunció el ceño y Miguel nos dijo "Siento mucho lo ocurrido. Si ha muerto, es porque Dios tenía esos planes para él. Ahora el altísimo sabrá que hacer con él...". No terminó de hablar cuando Iván le propino un puñetazo que lo hizo salir despedido y aterrizar sobre la camilla volcada. Iván estaba furioso. Miguel se volvió a levantar y se situó frente a él, nuevamente. Lo miró e Iván repitió lo mismo. Le propino otro golpe. Los dos miembros de la comunidad salieron rápidamente de la sala con Fede inmovilizado. Miguel se levantó nuevamente y se plantó frente a Iván. Este lo miró con los ojos desorbitados, pero no lo volvió a golpear. Entonces, el otro le dijo "¿Has acabado, hermano?". No contestó. Iván se marchó de la sala sin decir una palabra más.

Desde entonces, nos sentimos destrozados. Hemos perdido a un buen compañero. Otro más que hemos dejado atrás. Lo peor de todo que ha muerto de la forma más absurda. No lo ha hecho luchando, sino de una enfermedad que hace poco más de un año, habría salvado su vida con una simple operación a manos de profesionales. Nunca nos acostumbraremos a este nuevo mundo y al nuevo orden de lo incomprensible. Nosotros lo hemos intentado hacer lo mejor posible y solo hemos conseguido cagarla. No me puedo perdonar que no hayamos buscado otra solución en vez de operarlo tan primitivamente. Hemos sido unos imprudentes y unos ignorantes. Solo hemos conseguido que sufra y ha muerto por nuestra culpa. Nosotros lo hemos matado. Lo mismo opina Iván. Ayer, tras lo ocurrido, lo visité. Estaba en su habitación, destrozado. Nada más verme, estalló a llorar. Ver a ese armario empotrado de dos metros, llorando, me hundió más aun. Entre sollozos, no paró de lamentarse. Decía que pudimos salvarle la vida, pero la habíamos cagado. Que no mereció sufrir como lo hizo. Se lamentó de no haber buscado otra solución en vez de proponer el tema del sustituto de la anestesia. Dice que debieron haber buscado anestesia en otro hospital en vez de haber recurrido al alcohol. Como pude, lo tranquilice, pero cuando me marché, me derrumbé. En la esquina de un pasillo me deje caer y estallé a llorar. Allí permanecí, hasta que me encontré a Esther, la cual se me abrazó, llorando también y diciendo "Lo siento, lo siento... es culpa mía... solo mía...". No tuve fuerzas para decirle que no. Se que no es culpa suya, pero no pude decírselo. Estamos todos hundidos. Belén ídem. Todos. Hasta Hans, que apenas conocía a Fede. He intentado hablar con Miguel para que nos deje darle un "mejor final" a Fede y poder enterrarlo, pero se niega por completo. Lo único que dice que hará es dedicarle la misa de mañana.

Por mi, que se meta por el culo su jodida misa. Solo quiero acabar con la agonía de Fede y darle una sepultura digna. No merece ser una de esas cosas contra las que luchamos día a día. No lo merece. Ni él, ni nadie.


- Erik -


miércoles, 9 de junio de 2010

+ 09-06-10 + Andando entre muertos

Hoy nos hemos levantado bastante temprano. A las 7:00 ya estábamos todo el grupo en pie. En el exterior e interior del recinto, el calor era sofocante. El aire soplaba de poniente y abrasaba. A pesar de la hora que era, Miguel y la mayoría de miembros de su comunidad ya estaba en pie, haciendo tareas en el interior y exterior del recinto. Lo primero que he hecho nada más levantarme, ha sido ir a ver el estado de salud de Fede, el cual ha pasado la noche acompañado de Esther. Esta ha estado cuidándolo toda la noche, sin separarse de su lado ni un solo momento. Cuando he entrado a la habitación, allí estaba también Eduardo. Fede se encontraba tumbado en la cama y me ha saludado al verme. Me ha dicho que gracias a los calmantes y demás medicación que le esta suministrando Esther, le duele mucho menos y se encuentra un poco mejor. De todas formas, dice que no le duele si no hace grandes movimientos. Ponerse en pie le es casi imposible. He estado en la habitación durante un rato hablando con ellos, hasta que se han hecho las 8:00. Entonces ha sido cuando Eduardo ha dicho que era la hora en la que tenía que salir junto a Iván camino al hospital más cercano para hacerse con material útil, como ya habíamos acordado. Antes de salir de la habitación, Eduardo me ha dicho que saliera afuera con él un momento, que me tenía que decir una cosa. He salido con él sin tener ni la más remota idea de que me quería decir. Sus palabras han sido "Fede no sabe nada de la operación. Alguien debería decirselo y yo no tengo la suficiente valentía... ¿Crees que tu podrías?". He dudado por unos segundos. ¿Por qué se lo tengo que decir yo? ¿Por qué siempre me tocan las peores tareas?. A pesar de que no me hacía mucha gracia, he accedido y le he dicho que si. En ese momento ha aparecido Iván por el pasillo, cargado con unas mochilas y dos subfusiles, y ha gritado "¡Edu! ¡Esther ya me ha dado la lista de lo que tenemos que traer¡ ¡Es hora de salir ahí afuera a acribillar podridos! ¡¿O ya te has rajado?!". Eduardo me ha mirado y ha hecho un gesto con las cejas queriendo decir "¡Ay Dios! ¡Dame paciencia!". Yo me he reído y me ha dicho que se marchaban, entonces me he despedido de Eduardo. Le he dado un abrazo y le he dicho que tengan cuidado y sean prudentes. Iván se ha despedido dándome una palmada en la espalda que casi me la parte, mientras decía "¿Prudencia? ¡Eso es nombre de abuela!" y se reía a carcajadas. Cuando se han alejado por el pasillo, he vuelto a entrar a la habitación de Fede. Nada más verme, Esther se ha levantado y me ha dicho que me quedara con él unos minutos, que iba a por agua. Era lo último que me faltaba, comerme el marrón yo solo y entero. Cuando se ha ido de la habitación, me sentado en el sillón y he pensado en como empezar a decírselo. No se como lo ha averiguado, pero me ha dicho "Erik, notó que me quieres decir algo. Dispara". Yo me he quedado sorprendido por sus palabras y los nervios han hecho que se lo dijera de golpe y porrazo. "Te tenemos que operar. Si no lo hacemos, morirás. Y es posible que en la operación también lo hagas. Pero es un riesgo que tienes que correr...". Fede se ha quedado callado pensando durante unos segundos. Luego me ha dicho "Lo imaginaba. No soy tonto. Que pase lo que tenga que pasar. No temo a la muerte". No esperaba que se lo tomara con tanta filosofía.

He permanecido en la sala hasta que ha vuelto Esther. Durante esos largos minutos, ninguno de los dos hemos cruzado una palabra. Yo no sabía que decir y él no estaría con muchos ánimos. Cuando Esther ha estado de vuelta, me he levantado y me he dirigido hacía la puerta para marcharme. Estaba abriendo esta, cuando Esther me ha detenido con una pregunta. "¿Cual es tu grupo sanguíneo?". "Cero negativo" he contestado y ella ha terminado diciendo "Perfecto. Tu sangre sirve para todos los receptores. Iván y Eduardo me van a traer material para transfusiones, así que cuando estén de vuelta, necesito que dones sangre. Lo haremos esta tarde, ya te avisare". La verdad, no me importa donar sangre. Es por una buena causa. Pero con la alimentación tan pobre que llevamos, esto me va a sentar como un tiro.

El día a transcurrido tranquilo. Las chicas han pasado toda la mañana trabajando en la sala de autopsias, aclimatando a esta. Yo les he ayudado. He estado limpiando la sala mientras ellas terminaban de preparar y clasificar el material (Gasas, bisturís y demás utensilios). Nos hemos horrorizado cuando he abierto una cámara frigorífica para cadáveres y nos hemos encontrado con una bolsa de cadáveres con un cuerpo reanimado dentro. Pero no era la única cámara con esto, unas tres más contenían cadáveres reanimados. En otras circunstancias, habría acabado con ellos, pero he preferido avisar a Miguel. Este ha mandado extraer de allí a los reanimados y llevárselos a su particular granja de podridos. No me ha hecho mucha gracia, pero se habrían ofendido si los hubiera eliminado y esto habría traído serías consecuencias, ya que Miguel nos tiene prohibido acabar con merodeadores en cualquier zona de los terrenos de la iglesia. Pensándolo bien, me es indiferente lo que hagan con ellos siempre y cuando no escapen de la cárcel donde los retienen.
Después de esto, ha habido una buena y una mala noticia. Eduardo e Iván han regresado sanos y salvos con todo tipo de material quirúrgico útil. Varias mochilas llenas y el coche repleto. Por traer han traído hasta sabanas de hospital limpias y gran variedad de medicamentos. Nos han contado que la incursión no ha sido difícil, pero tampoco pan comido. Se han tenido que abrir camino por el hospital a golpe de katana y plomo. Por lo visto, el hospital estaba bastante habitado por merodeadores, pero el problema grave ha sido cuando han tenido que volver a los coches. Según han contado, una horda de merodeadores se agolpaban en la puerta del hospital, atraídos por los disparos. Han podido barrer a todos pero han agotado toda la munición que se han llevado. Ya nos queda muy poca en las reservas. La mala noticia no ha sido esa. Esta ha surgido cuando Esther, mientras clasificaba todo el material nuevo, ha preguntado donde estaba la anestesia y Eduardo ha contestado que no han encontrado. La cara de horror de Esther se ha hecho notar y ha preguntado como íbamos a llevar la operación a cabo sin anestesia. Iván ha dicho "Con esto" mientras de su mochila ha sacado varias botellas de whisky. Todos lo hemos mirado con cara de desconcierto y él, que se ha percatado de esto, nos ha dicho "Vamos a ver... No había ni rastro de la anestesia por ningún lado y esto es lo mejor que se nos ha ocurrido. No es tan descabellado. Hace 200 años no existía la anestesia y las operaciones se hacían a lo vivo con este método. Así que funcionara...". Todos nos hemos mirado y Eduardo nos ha hecho un gesto queriendo decir que ha sido idea de Iván. Esther ha comenzado a gritar y a decir "¡Como voy a llevar a cabo una operación sin anestesia! ¡¿Creéis que emborrachandolo no va a sufrir y ser consciente?¡ ¡Vosotros habéis visto muchas películas!". Acto seguido, ha dado un portazo y se ha marchado de la sala. La verdad es que la sola idea de operar a Fede sin anestesia, emborrachandolo y sosteniéndolo entre todos para que no se retuerza de dolor mientras grita, me horroriza. Pero Iván tiene razón, si no hay anestesia no nos queda otra. Que dilema.

Sobre la una del mediodía, todo el grupo hemos acudido al salón comedor para comer nuestro rancho diario. Nos hemos situado al final de una mesa junto a varios miembros de la comunidad. Estos, de forma disimulada, se han levantado y alejado de nosotros. Es como si nos tuvieran miedo... ¿por qué? Son muy amables y hospitalarios con nosotros, pero tienen cosas que no comprendo. Sin embargo, a Esther y Juanca no les ocurre nada de esto, todo lo contrario. Todos los miembros de la comunidad les saludan como a uno más y hablan y bromean con ellos. Por lo visto, Esther no es la única que esta creyendo en todas esas paparruchas de Miguel. Juanca también. Él no lo ha reconocido, pero se lo noto. Acude a las misas de la comunidad y siempre anda detrás de Miguel, preguntándole cosas y hablando con él. La comida ha transcurrido con normalidad. Nos han servido un revuelto de huevos acompañados de unas patatas. Y como no, una gran y exquisita ensalada. No habíamos terminado de acabar el plato, cuando toda la comunidad se ha levantado y ha comenzado a correr hacía la mesa de Miguel. Todos se han agolpado a su alrededor y nosotros nos hemos quedado confusos. No sabíamos que ocurría. Esther también ha sido una de las personas que ha acudido a la mesa de Miguel. La marea de gente comenzó a moverse hacía la salida del comedor con Miguel en el centro. Cuando pasaron por nuestra mesa, pude ver que varias personas sostenían por los brazos a Miguel, el cual estaba desmayado. Todos nos hemos levantado y he visto a Esther entre el tumulto. He intentado hablar con ella para preguntarle que pasaba, pero me ha sido imposible. Estaba demasiado concentrada en acompañar a Miguel e internada en la marea de gente. María se ha puesto a mi lado y nos ha dicho en tono exceptico "No os preocupéis. Le pasa siempre, no es la primera vez que lo veo. Ahora se lo llevan a un cuarto y lo encierran allí, porque cuando le pasa esto, es cuando habla con su Dios...". Los demás y yo los hemos seguido hasta la habitación, la cual nos enseño Miguel cuando llegamos y en donde dice él que Dios le habla. Cuando han llegado a esta, lo han internado allí dentro, tumbado en el suelo. Parecía que estaba muerto. Después, han cerrado la puerta y se han arrodillado todos en el pasillo, ante la puerta de la habitación y han comenzado a rezar. Todos nosotros nos hemos quedado sorprendidos ante tanto fanatismo, sobretodo Iván, que ha exclamado "Que ganas de arrasarlos con el subfusil". Esther se nos ha quedado mirando y he visto sus intenciones de arrodillarse allí junto a los demás, pero no se porque, quizás por vergüenza o miedo a que diríamos, no lo ha hecho. Cuando nos estábamos alejando de allí, Esther me ha dicho "Acompáñame. Tengo que extraerte sangre, ¿recuerdas?".

Hemos ido hasta la sala de autopsias y me ha hecho sentar en una silla metálica, apoyando el brazo sobre una camilla. Ella ha preparado todo el material y cuando lo ha tenido listo, me ha clavado la aguja en el brazo y el tubo ha empezado a llenarse de sangre, corriendo hasta caer en la bolsa de transfusión. Mientras yo abría y cerraba la mano como Esther me había dicho que hiciera, ella se ha ido al fondo de la sala y se ha sentado en una silla. La he observado durante unos instantes y he sentido pena de ver como había cambiado. Verla vestida con esa túnica y su actitud recién adoptada, como si fuese una copia de los demás sectarios, me ha hecho decirle lo siguiente: "Esther... No te das cuenta, pero has escogido un camino equivocado. La serie de acontecimientos que hemos vivido desde que todo esto empezó ha hecho que te aferres a religión, a la espera de obtener respuestas. Nadie sabe que esta pasando, el porque hemos llegado a esto, ni lo sabemos nosotros, ni lo saben los miembros de esta comunidad y mucho menos lo sabe Miguel. Este se ha montado una religión aprovechando...". No me ha dejado terminar. En seguida me ha dicho "Ya te lo dije cuando llegasteis. Yo soy la primera exceptica. Siempre lo he sido. He creído en la ciencia, nunca en lo místico o religioso. Cuando llegamos, vi al hermano Miguel como a un charlatán y a los demás como una panda de pirados que lo seguían. Pensaba igual que tú. Pero cuando os fuisteis, mi opinión cambio. He visto lo que puede hacer ese hombre. He visto de lo que es capaz y eso ha hecho darme cuenta de que ese hombre es un elegido. Lo que hace él no lo puede hacer un hombre normal. Tienes que verlo con tus propios ojos, entonces compartirás mi forma de pensar". No he podido contenerme y le he preguntado de que es capaz ese hombre, que había visto para hacerla cambiar de opinión tan rápidamente. Ella solo me ha dicho "No debo explicarlo con palabras. Tienes que verlo. Cuando salga de su trance, ves y dile que te lo muestre. Él lo hará sin ponerte peros". Me he quedado dándole vueltas a que podía ser de lo que es capaz de hacer hasta que ha terminado la extracción de sangre. Nada más terminar y apretando un algodón contra mi brazo, he andado rápido por los pasillos en busca de Miguel. He ido a la famosa habitación pero no había nadie, ni dentro ni fuera. Le he preguntado donde se encontraba Miguel a un miembro de la comunidad y este me ha contestado "Esta en el exterior, meditando. Ha gastado mucha energía en la última revelación divina". He ido rápidamente al exterior del edificio y lo he visto en medio de un campo, cerca de la 'granja' de podridos, sentado sobre una roca. He andado a paso ligero hacía donde se encontraba. El ardiente sol me ha hecho empapar de sudor la camiseta y por poco me asfixio de calor. Cuando he llegado junto a él, este se me ha quedado mirando, sonriendo, y me ha saludado. Me ha sorprendido verlo sin ni siquiera una gota de sudor en su frente. Le he dicho "Miguel, he hablado con Esther sobre su rápida conversión...". Este ha dicho "Es una chica lista y afortunada. Ha encontrado la senda de Dios muy rápido. Dios me ha hablado de ella hoy...". Le he interrumpido como él lo ha hecho, diciéndole "Sí, sí, claro. Pero no vengo a hablar de eso. Lo que me ha traído aquí es que ella me ha dicho que sabes hacer algo que me puede hacer cambiar de opinión. Quiero verlo. Quiero ver cuan de sorprendente es eso". Miguel me ha mirado y luego, mirando hacía el cielo, ha exclamado "Dios mio... Tan dificil les es a todos seguirte solo por fe y sin necesidad de ver tus poderes..." Luego me ha mirado a mi y ha continuado "...te lo demostrare. A ti y a todos tus compañeros. Vais a ver que yo no miento y digo la verdad. Todo sea por haceros ver la verdadera senda de Dios". Ha llamado a un miembro de la comunidad que se encontraba trabajando en el campo a varios metros de nosotros y le ha dicho que fuese a buscar a mis demás compañeros. Este ha soltado su azada y ha corrido dirección al edificio, cumpliendo ordenes.

A los 10 minutos, han aparecido mis compañeros acompañados por varios miembros de la comunidad. Todos, menos Iván, que exhibía una mueca de indiferencia y asco, estaban desconcertados. No sabían que ocurría y porque se les había hecho traer aquí. Entonces Miguel ha dicho "Ya estamos todos. Si os he hecho llamar, es por lo siguiente. Al igual que Erik, la mayoría de vosotros me ha tomado por un loco que ha reunido una panda de tarados y ha construido una iglesia..." Aquí Iván ha exclamado un sonoro "Correcto". Miguel ha hecho oídos sordos y ha continuado "...pero no es así. Tranquilos, no os culpo, ya que el ser humano es ignorante por naturaleza. Se que no vais a cambiar de opinión por simple fe y por ello os he hecho llamar. Os voy a demostrar que cada una de mis palabras son ciertas. De que Dios me ha escogido a mi para ser el que guié a los puros de espíritu, a aquellos que entraran al reino de los cielos después del juicio de las almas. Bien... Permanecer atentos y no temáis". Después de esto, se ha arrodillado y ha comenzado a rezar. Lo ha hecho durante un minuto mientras todos lo observábamos. Después, se ha levantado y dirigiéndose a uno de sus fieles, le ha ordenado "Hermano Alfredo, abre las puertas de la verja". Al oír esto, me he estremecido. Iban a abrir las puertas de la granja de los podridos. Estos se agolpaban en la verja con sus blanquecinos ojos sin vida clavados en nosotros. Instintivamente, he empuñado mi arma y he mandado a mis compañeros retroceder y estar atentos. Esther se me ha acercado y ha dicho "Tranquilos, no va a pasar nada". El tal Alfredo ha quitado el candado de la verja y ha abierto las puertas, mientras retrocedía. Miguel a entrado rápidamente antes de que se acercaran los merodeadores y Alfredo ha cerrado las puertas. Cuando he visto dicha escena, he exclamado un "¡¿Estas loco?! ¡¿Te van a atacar?!". Iván, de fondo, a apuntillado "No caerá esa breva...". Miguel ha permanecido allí quieto mientras todos los merodeadores se dirigían a él. Cuando los tenía encima, he quitado la mirada temiendo lo peor. Pero me equivocaba. Los merodeadores lo han rodeado y se han quedado quietos, observándolo. No se cuantos merodeadores tenía a su alrededor, pero diría que casi todos los que había allí encerrados. Después de esto, Miguel a comenzado a andar y a apartarlos con sus manos. Estos, inmóviles y con la mirada perdida, se han ido apartando por cada empujón de Miguel. No han hecho ni la más mínima intención de atacarle y se han ido alejando uno a uno de él, volviendo a la verja y centrando toda su atención en nosotros. Iván, que permanecía a mi lado, ha exclamado "¡¿Nos tomas por estúpidos?! ¡A esos merodeadores les ocurre algo! ¡Les habéis hecho algo para que tu puedas hacer este numerito de circo!". Miguel ha dicho "No. Esto es una prueba de que soy el elegido. Dios me da este don. Nada más". Iván ha dicho "¡Y una mierda!" y ha comenzado a andar a paso ligero hacía la puerta. Una vez en esta, ha quitado del medio de un empujón a Alfredo, ha abierto la puerta y ha entrado. No se porque ninguno de nosotros hemos reaccionado, pero teníamos que haberlo impedido. Al entrar Iván, todos los merodeadores han comenzado a andar hacía él. Miguel, desde un punto más alejado, le ha dicho "Hermano, sal de aquí o te matarán". Iván ha hecho oídos sordos y se ha quedado quieto mientras mascullaba un palillo que llevaba en la boca. El primer merodeador lo tenía casi encima, gimiendo y con los brazos en alto, pero el a seguido sin inmutarse. Por lo visto, estaba muy confiado de que a él tampoco le iban a atacar. Ha sido Miguel quién, de un rápido esprint, se ha situado junto a Iván y le ha quitado el merodeador de encima, que ya estaba abriendo la boca y abalanzándose. Después, ha empezado a empujar y a derribar a todos los que se le estaban acercando a Iván. Este ha salido de su trance y se ha dado cuenta de lo que realmente estaba ocurriendo, del peligro que corría si no salía de ahí. Le ha encajetado un puñetazo a un merodeador que se le interponía entre él y la puerta y, seguidamente, ha salido al exterior no sin antes cerrar las puertas. Nos ha mirado a todos con ojos de desconcierto y se ha dirigido a Miguel, que permanecía en el interior, diciéndole "¡No me has demostrado nada! ¡Tu sabrás cual es tu truco, viejo loco!". Al acabar sus palabras, se ha marchado de la zona no sin antes dirigirnos una mirada a todos nosotros. Personalmente, me he quedado sin palabras. Yo y todos mis compañeros. Miguel ha salido de la jaula y nos ha dicho "Ahora esta en vuestras manos. Creer o no creer, seguir la palabra de Dios que os llevara a la salvación o seguir transitando la senda del pecado. Vosotros mismos, hermanos". Al acabar sus palabras, se ha marchado también y nos ha dejado allí, pasmados.

La verdad es que, desde que he visto a Miguel hacer eso, no he parado de pensar como puede ser que los merodeadores no le hayan atacado. Esta claro que no me creo su explicación de que es un elegido de Dios. Tiene que haber una explicación lógica, alguna explicación científica, pero ¿cual? Aunque la lógica hace mucho tiempo que desapareció del mundo. Mis compañeros están tan confusos como yo. Ni siquiera Eduardo encuentra una explicación a esto. Iván sigue manteniendo su teoría de que esos merodeadores están atontados a causa de algo que les han hecho, pero ¿como se les puede atontar para que no ataquen? Me encantaría conocer el truco. Eso nos haría inmunes a esas cosas y podríamos transitar todas la zonas y ciudades sin miedo. Pero tenga o no tenga truco, Miguel no me va a dar otra explicación que la oficial. Tengo la cabeza hecha un lío. Debo de encontrar una explicación a esto... Pero, ¿como?


- Erik -