lunes, 30 de noviembre de 2009

+ 28-11-09 + Un mar en calma

No podía imaginar la tranquilidad que ofrece este lugar. Tranquilidad y seguridad. No se como no pensamos intentar llegar a este lugar en un principio, cuando tuvimos que abandonar la urbanización. Nos habríamos ahorrado pasar por el hospital y haber sufrido tanto. Acudir a ese maldito hospital fue un error y de los gordos. No habría sido así de no ser por "el loco". Ese individuo fue el que lo jodió todo. Se empeño en tirarnos y lo consiguió. Si ese individuo no hubiese estado ahí, ahora mismo José, Manuel y Raúl estarían vivos. Ahora me arrepiento de algunas cosas. Por ejemplo, me arrepiento de haber sido tan sumamente duro con José. No cambio mi opinión sobre la evasión de socorro que le hizo a Esther, pero si me arrepiento y mucho de haberle propinado una paliza y haberle hecho de lado. Ahora en frió, me paro a pensar y comprendo que era una persona que en momentos extremos, no podía pensar y el miedo se apoderaba de él. Él no quería actuar cobardemente, pero no podía dominar la situación y terminaba actuando así. Eso es más bien como una enfermedad y ahora lo comprendo. Al final dio la vida por mi y me siento algo culpable. Quizás se envalentono en un intento de enmendar los errores del pasado, intento borrar sus actos de esa forma. Sufrió tanta presión y estrés que necesitaba demostrar que él no era así. No se, pero me acuerdo de él y, en más de un momento, en mi mente, le pido perdón allá donde este.

No se porque, pero no hay noche que no sueñe con mis compañeros ya fallecidos. Hace un par de días soñé que me encontraba por una larga avenida, llena de coches destrozados y escombros. En la lejanía podía ver unas siluetas. Conforme me iba acercando, iba distinguiendo a Manuel, José, Raúl y Alicia. Me llamaban, agitaban los brazos en señal de que me acercara. Hasta me parecía que me sonreían. Yo intentaba ir lo más rápido posible, hasta que por sus espaldas aparecía una terrible horda. Pero estos no eran merodeadores, sino corredores y se acercaban a una gran velocidad. Mis compañeros seguían ajenos a esto, mirándome y llamándome. Yo intentaba gritarles, pero de mi boca no salía ningún sonido. Intentaba correr, pero mis movimientos eran lentos, como realizados en cámara lenta. La horda llegó hasta su posición y se les echaron encima. Oía sus gritos, sus lamentos, el desgarrar de la carne... parte de la horda pasaba de largo y corría en mi dirección. Se me acercaban, pero yo ni siquiera les apuntaba. Me quedaba quieto mientras esperaba que llegaran y acabaran conmigo. Aceptaba mi final. Pero cuando la horda llegó a mi posición, pasaba corriendo a mi alrededor, sin prestar atención a mi persona, como si no me vieran. Yo miraba desconcertado mientras los veía pasar corriendo. De repente, de las fincas caían grandes bultos. Estos bultos eran personas. Caían gritando y aterrizaban con un sonoro estruendo. No paraban de caer y caer personas, mientras los corredores seguían pasando a mi alrededor. Ya no recuerdo más del sueño. ¿Que interpretación tendrá esto? No lo sé...

- Erik -


10:04 - No comprendo porque estamos en las fechas que estamos y hoy ha amanecido un día caluroso. No lo entiendo. ¿Acaso el clima se ha vuelto loco con el mundo? No me extrañaría. Me he levantado hace un buen rato. He estado hablando con Belén en la "cama". Hemos llegado a la conclusión de que hoy subiremos la "cama" al piso de arriba, ya que aquí dormimos en comuna y tenemos intimidad nula, así que no nos podemos poner cariñosos (jaja). Cuando he salido al exterior, he encontrado a Juan, Luis y Vicente. Los tres estaban sentados en el muelle, haciendo uso de sus cañas de pescar. Me he acercado y he visto que han pescado dos peces, los cuales tenían en una bolsa. Mientras he estado con ellos, han pescado otro más. Algo es algo. Además, aún nos quedan unas pocas provisiones, pero cuando estas se acaben, no podemos arriesgarnos a depender de la pesca. Luego he visto a Fede y Ricardo, lo militares, que venían de ver como estaba la verja de la entrada. Me han dicho que se encuentra más llena aún, que no paran de llegar nuevos merodeadores y que la horda llega ya hasta la mitad del aparcamiento. Pero también me han dicho que la verja es segura y no hay de que preocuparse, no van a poder entrar. No podrán entrar pero nosotros no vamos a poder salir. Bueno, las preocupaciones que lleguen a su debido momento. Les he preguntado si tenían una cuchilla de afeitar y por suerte, tenían. Me han dejado una, usada, pero me ha servido para afeitarme. Ha sido una tortura afeitarse sin espuma y sin agua caliente. Llevo la cara que parece que me he peleado con un gato. Belén, al verme, se ha empezado a reír y ha decirme que estoy más guapo con aspecto de vagabundo jaja.

- Erik -


11:16 - Me encontraba sentado en el noray jugando con Thor, cuando María se me ha acercado. Desde que he llegado, no ha hablado mucho con ninguno. Se ha sentado cerca mía, en el muelle, con los pies colgando por encima del agua. Cuando se ha puesto ahí, he entendido de que iba el tema. Le he preguntado que como estaba llevando esto y me ha dicho que como todos. Yo se que ella y Esther lo esta llevando peor que los demás. Después de estar un rato en silencio, no ha aguantado más y me ha dicho mirándome a los ojos "Dime que le pasó a Manuel. Quiero saber toda la verdad, así que no omitas nada por duro que sea". Yo me he quedado un poco parado. No tenía ganas de hablar de ello, pero tenía que hacerlo, es lo menos que podía hacer. Le he empezado a contar todo con pleno lujo de detalles. Le he dicho que me lo encontré cuando yo los buscaba a todos. Que el loco lo había agredido y él había quedado inconsciente, por eso no estaba en el momento que ellos se marcharon. He seguido contándole hasta el trágico fin de Manuel. Cuando le he explicado que lo acorralaron y yo disparé para salvarlo, pero que creo que fue mi disparo lo que le mató, he estallado a llorar. María se ha quedado con una tremenda cara de sorpresa, mientras he seguido contándole, lamentándome y pidiéndole perdón. Ella se ha levantado y he pensado que me iba a maldecir. Era lo lógico. Pero no, no lo ha hecho. Me ha abrazado y me ha intentado consolar. Me ha dicho lo siguiente, mientras ha clavado su mirada en mis ojos:

"Según lo que me has contado, Manuel ya no tenía escapatoria. Lo habían atrapado y habían comenzado a devorarlo. Tú disparastes para ayudarlo, para acabar con esos merodeadores. Ojala ese disparo le alcanzase a él, ya que así habría tenido una muerte rápida y menos dolorosa. ¿Tú puedes imaginar lo que debe de ser morir a dentelladas, devorado vivo? Solo te digo que si algún día, esas cosas me dan caza, dame un tiro y no me dejes morir así. Yo haré lo mismo contigo o con cualquier persona. Es duro pero es así. Estoy echando mucho de menos a Manuel y lo voy a seguir echando, pero ¿que puedo hacer? Nada de lo que haga me lo va a traer de vuelta, así que es tontería volverme loca y buscar culpables. Que yo sepa, no hay nadie que tenga la culpa de que el mundo se haya vuelto loco y esa escoria ande por las calles alimentándose de los vivos. Solo tenemos que centrarnos en mirar hacía delante, ayudarnos los unos a los otros y sobrevivir. Además, se que allá donde este Manuel, él quiere que continuemos hacia delante para que su sacrificio no haya sido en vano. No hay más, Erik, así que no le des más vueltas. Has hecho lo correcto en todo momento y si alguna vez has cometido un error, es algo normal, todos los cometemos. Por cierto, Esther no comprenderá esto, es su hermano y no lo aceptara. Así que no deberías contarle ciertos detalles, ya me entiendes..."

Tiene razón, de nada sirve torturarse por lo ocurrido. Pero es inevitable... lo que daría yo por tener la entereza de María. La admiro.

- Erik -


13:20 - Cuando he ido a dejar cargando las baterías del portátil en la grúa, he visto a Belén, Eduardo, Esther, María y Elena asomados en el muelle, mirando al agua. He enchufado el pc a la corriente y me he acercado a curiosear. Cuando he llegado, he descubierto lo que miraban. El mar parecía una balsa de agua, y en esta se encontraban Vicente, Juan y Luis. Estaban riéndose y chapoteando en el agua, mientras nos decían que nos metiésemos nosotros también. No se porque, pero nos ha dado la risa al verlos chapotear cual patos. También se han acercado lo militares. Al llegar Ana, Ricardo y Fede, también se han empezado a reír. Solo ha sido suficiente que Vicente haya dicho "¡Venga, meteros! ¡Esta un poco fría al principio, pero luego te acostumbras!" para que los militares se hayan quitado el uniforme y, en ropa interior, se hayan tirado de cabeza al agua. En ese momento, todos hemos empezado a gritar y a reírnos. Seguidamente, han empezado a gritar "¡Que se tiren, que se tiren!" en referencia a nosotros. Eduardo y María se han quedado en ropa interior y se han lanzado también al agua. Elena ha hecho lo mismo, solo con la pequeña diferencia que ella se ha tirado al agua completamente desnuda. Creo que a esta chica le gusta calentar al personal... Belén le ha echado una mirada poco amable. Los tíos al contrario, súper contentos. Esther ha conseguido escabullirse y ha desaparecido, así que Belén y yo hemos sido los únicos allí presentes que estábamos fuera del agua. Todos han empezado a gritar nuestros nombres y Belén me ha dicho de tirarnos. Les he dicho que no sabía nadar muy bien pero han insistido entre abucheos. No ha habido más remedio, así que nos hemos desvestido y Belén me ha cogido de la mano para saltar. Entre vítores, hemos caído en el agua y emergido a la superficie. La verdad que el agua estaba un poco fresca pero en seguida me he acostumbrado. Muy dificultosamente he conseguido moverme en el agua y acercarme por las escaleras. Quería tener estas cerca, ya que así me siento más seguro y evito ponerme nervioso. Ahí estaba Eduardo y a unos metros, Fede y Ricardo que "cortejaban" a Elena. Me he quedado en el agua, relajado, con los ojos cerrados y flotando. Todos estaban haciendo el cabra a mi alrededor, cuando unas manos han tirado de mi y me han sumergido. He sentido como alguien se tiraba encima mio y me sumergía sin darme tiempo a coger aire. Ahí ha sido cuando me he puesto nervioso y no podía salir a flote. Poco a poco me hundía mientras intentaba subir. Cuando ya no me quedaban aire en los pulmones, alguien me ha cogido de los brazos y a tirado de mi, sacándome a flote. Era Eduardo. Una vez fuera, he podido ver a Belén dándole gritos a Vicente y Luis. Por lo visto, han sido tan graciosos que no han tenido mejor idea que darme un escabuzón. Estos se han dado cuenta de lo que habían hecho y estaban pálidos y callados. Me he salido del agua y Belén me ha seguido. Una putada que hayan jodido ese momento, ya que por unos momentos había desconectado del mundo. Una vez fuera, Belén y yo nos hemos tumbado al sol para secarnos.

- Erik -


18:40 - Ya ha anochecido. Odio que anochezca tan pronto. No se, no me gusta. Hace un rato, Belén y yo hemos subido todos los bártulos y la "cama" al piso superior. Este es similar al de abajo, lleno de pc's y demás trastos de oficina. Una vez terminado esto, me ido a dar una vuelta por la zona. He andado por las calles de contenedores y luego por el muelle, hacia el éste, llegando hasta el final. Aquí he encontrado algo que me ha llamado la atención. Bajo de las últimas grúas, hay aparcados dos autobuses. Parece ser que estos eran utilizados para transportar a los trabajadores por toda la terminal. Los he explorado por dentro y he podido ver que uno conserva las llaves puestas. Este trasto nos puede servir para algo. Como todo autobús, dentro es muy espacioso, así que cabríamos todos sin problemas. También he comprobado como va de combustible. Tiene el deposito casi lleno. Creo que esto nos va a ser muy útil...

- Erik -



sábado, 21 de noviembre de 2009

+ 23-11-09 + 3 días y 4 noches: Lo inesperado

Prosigo:

El día 7 me desperté más tarde de lo habitual. Días atrás me estuve levantando con las primeras luces del alba, pero no se porque, en esa ocasión dormí hasta el mediodía. Caí en un profundo sueño como hacía tiempo que no lo experimentaba. Supongo que fue debido a que llevaba días y días arrastrando cansancio y durmiendo poco. Al ver la hora y pensar que contaba con menos horas de sol, me puse rápidamente en marcha. Salí de la caseta con las precauciones pertinentes (no hacía falta, esta zona estaba completamente limpia) y observe a mi alrededor. Vi que mi posición era inmensa, totalmente repleta de coches de todos los tipos. A pocos metros de mi estaba el muelle y a la derecha de éste, a al menos 30 metros y extendiéndose hacia el este, ¡se encontraba la terminal a la que me dirigía! Desde mi posición podía ver erguirse las enormes grúas por encima de unos inmensos buques de mercancías. Aún tenía unas cuantas horas de sol, si me daba prisa y no habían contratiempos, podría conseguir entrar y buscar a los demás. Esto me ilusionaba y aterraba al mismo tiempo. Me ilusionaba porque supuestamente me iba a reencontrar con Belén, me aterraba la posibilidad de llegar y no encontrarlos allí. Era tontería seguir haciendo tribulaciones, debía ponerme en marcha y comprobarlo, así que emprendí la marcha y me dirigí hacia la verja de salida.

Cuando llegué a esta, vi a unos cuantos merodeadores agolpados sobre la verja. Ya me he acostumbrado a eso, así que ni me inmute. Siempre terminan localizandome, así que ya no me sorprendo. Con los 5 o 6 tras la valla, cogí y corrí la verja de entrada, abriéndola. Los merodeadores entraron y dirigieron hacía mi, así que yo reculé y me escondí tras los coches de la campa. Tras las ventanillas los observe y calcule su rumbo. Cuando estaban desorientados buscándome y lo suficiente separados los unos de los otros, salí corriendo hacia la salida. Pasé entre ellos sin problemas. Con esto conseguí ahorrar munición y energía. Una vez fuera, vi a algunos indeseables acudiendo a mi posición, pero todavía estaban lo suficiente alejados. A varios metros de la puerta ¡estaba Thor! Se encontraba sentado, como si me esperara. Al verme, se levantó y empezó a correr a mi alrededor, moviendo la cola. Se alegraba de verme y yo también me alegraba de ver a mi compañero. Ya lo daba por perdido. Intente no demorarme más, así que a paso ligero transité por la carretera. Esquivé a todos los merodeadores que me salieron al paso y conseguí llegar al aparcamiento de la terminal. Este aparcamiento era inmenso y aun quedaban bastantes coches estacionados. Mi sorpresa fue cuando visualice la entrada de la terminal y vi una inmensa horda agolpándose sobre esta. Corrí y me escondí tras un coche y desde ahí observe mejor la situación. La horda era bastante numerosa, lo que convertía a esta entrada totalmente inaccesible. Tras la verja de entrada había un camión, el cual parecía puesto a propósito para asegurar la verja y así contener la puerta de las embestidas de los merodeadores. Oculto tras los coches, rodeé la posición y busqué una entrada alternativa. Ande todo el perímetro trasero de la terminal, buscando otra entrada o algún punto de acceso en la valla. Nada. Intente saltar esta, pero era imposible, era demasiado alta. Así pase el resto del día hasta que empezó a caer la noche. Visto esto, busque una zona segura para refugiarme y lo hice en el interior de unos coches abandonados, los cuales estaban situados en una especie de desguace. No me gustó la idea de refugiarme aquí, pero no había una alternativa mejor.

Pasé la noche sin problemas, dando pequeñas cabezadas pero pase prácticamente toda la noche en vela. Con las primera luces del alba y sin ningún merodeador por esta zona, volví a buscar una entrada. Pasó el tiempo y no encontré nada. Desanimado me senté sobre una piedra y me quede observando las calles de contenedores que se erguían tras la alambrada. Al menos, la zona en la que me encontraba estaba tranquila, no como en la entrada del aparcamiento. Estuve meditando posibles formas de acceder al lugar, hasta que Thor me hizo salir de ese mar de pensamientos. El chucho se encontraba tras la alambrada, con el hocico pegado al suelo husmeando el suelo. Me quede a cuadros. ¿Por donde había accedido? Me levanté y me puse a caminar junto a la valla, observándola detenidamente. Caminé varios metros, hasta que descubrí algo que antes había pasado por alto. En esta parte de la alambrada, la parte inferior no estaba anclada al suelo, sino suelta. La estiré con las manos y esta cedió bastante. Pase la mochila y los demás bártulos al otro lado y me tumbé en el suelo para pasar yo. No fue fácil, ya que el hueco no era tan ancho como parecía, pero conseguí pasar al otro lado. Una vez ahí, me levanté y limpié la ropa de tierra. El corazón se me aceleraba por momentos, en cuestión de minutos iba a averiguar si Belén estaba aquí. Pensar en la posibilidad de que no estuviera aquí me ponía nervioso. Con Thor a mi espalda, corrí por las calles de contenedores en dirección al muelle. Mientras corría, podía ver la proa de un barco que había amarrado en el muelle. Estaba bastante cerca del muelle, cuando tuve que frenar en seco, ya que un disparo resonó, seguido de un "¡¡Alto!!". Me quedé inmóvil por unos segundos, mientras respiraba dificultosamente y la voz volvió a resonar a mi izquierda, diciendo "¿Quién eres, por donde has entrado y que haces aquí?". Giré la cabeza y pude ver a quién me estaba hablando y a sus acompañantes. Habían cuatro personas en esa posición y dos de ellas me apuntaban con fusiles de asalto. Eran tres hombres y una mujer. Los dos hombres que me apuntaban y la mujer iban vestidos con uniforme militar, el otro individuo, que iba cargado con dos cubos, llevaba el uniforme reflectante que ya había visto en otras ocasiones. Repitieron la pregunta, pero esta vez ordenándome que tirara las armas. Mis únicas palabras fueron "He venido a buscar a una persona". Los dos que me apuntaban se rieron y la tía se acercó precavidamente y me despojo de mis armas. Me ordenaron que caminase delante de ellos con las manos en la cabeza. Así lo hice. A varios metros a mi derecha, siguiéndonos y vigilante, andaba Thor. Este estaba nervioso, sabía que algo iba mal y era como si estuviera esperando a que me hicieran algo para intervenir. Me hicieron andar hasta el muelle y una vez aquí, seguimos hacia la izquierda. En la lejanía divisaba a más siluetas. Mientras andaba y mis captores iban hablando entre ellos, yo no paraba de esforzar la vista para intentar distinguir quienes eran los que habían allí delante. Parecía que aquellas personas hacían lo mismo. Una de aquellas siluetas se separó del grupo y comenzó a andar lentamente. Acto seguido, comenzó a correr hacia mi. Yo, deslumbrado por el sol, seguía sin saber de quien se trataba. Conforme iba avanzando, descubrí de quién se trataba. No pude contener la emoción y comencé a correr en su dirección. No me lo podía creer. A mi espalda, mis captores me gritaban que me detuviera. Varios disparos resonaron, pero me fue indiferente. Cuando llegué a la posición de Belén, ella se lanzó a mis brazos, llorando. No nos engañemos, yo también estaba llorando como un niño. Belén me abrazaba con todas sus fuerzas y me besaba, mientras repetía "¡Lo sabía, lo sabía!". Yo tampoco me lo podía creer. Mis captores llegaron a nuestra posición y le preguntaron si me conocía. Pregunta absurda donde las haya. Mientras Belén me acariciaba la cara y me decía entre risas que mi aspecto era asqueroso, llegó Eduardo. Este llevaba medio brazo vendado y cuando se aseguró de que era yo, su rostro se iluminó en una mezcla de alegría y sorpresa, y me dio un abrazo mientras me dijo "Que cojones tienes, Erik... Ya había perdido toda esperanza". Le pregunté que le había ocurrido en el brazo y me dijo que una mala caída, nada preocupante. Belén volvió a abrazarse a mi. No se podía creer que yo estuviese ahí. Ni siquiera yo me lo creía.

Poco a poco se acercaron todos y descubrí que habían caras nuevas. Hubieron dos cosas muy duras para mi. Una de ellas fue cuando se acercó Esther y me vio. Se que se alegro por mi, pero en ese momento ella pensaba en su hermano. Ella se me quedó mirando y yo le devolví la mirada, entonces me dispuse a contarle lo de su hermano, pero no me dio oportunidad, me dijo "Me alegro de que estes de vuelta, sano y salvo" y se marchó. Mientras dijo eso, pude ver como sus ojos se inundaban de lágrimas. En ese momento, todos los allí presentes se percataron de lo ocurrido, incluida María, que se quedó petrificada. Acto seguido, los demás se fijaron en Thor y les conté la historia. El chucho desconfía de cualquier persona que no sea yo, así que no se dejo tocar por nadie. Belén, sin despegarse de mi, y los demás, me llevaron al edificio de oficinas. Este sitio esta lleno de pc's, papeles y demás cosas de trabajo. En medio de todo esto, habían montado en el suelo unas camas improvisadas. Me senté en un sillón y ahí fue cuando vino el segundo impacto para mi. Mire a todos, vi a mis antiguos compañeros y a muchas caras nuevas que luego me presentarían, pero no vi a Raúl. Cuando pregunté por él, todos se callaron y miraron entre si, hasta que Eduardo dijo "Raúl no consiguió llegar hasta aquí... Le dieron caza de camino aquí, en el atasco de los coches. Se le abalanzaron varios merodeadores encima y no pudimos hacer nada por él...". Se me cayó el mundo a los pies cuando oí eso. No me lo esperaba. Con esta baja, del grupo principal ya solo quedábamos María y yo. Guardamos silencio hasta que Belén comenzó a presentarme a los desconocidos. Empezó por los de atuendo militar. Ana es la chica. Estatura media, pelo castaño y rizado. Luego estaba Ricardo, estatura media, pelo rubio y corto, y Fede, alto, pelo moreno y corto. Luego me presentaron a tres más, los cuales eran trabajadores del puerto. El primero era Vicente, amarrador. Este es bajito, gordete y lleva el pelo largo y negro. Luego a Juan y Luis, estibadores del puerto. El primero es de estatura media, con gafas, pelo rizado y moreno, y el otro alto, pelo castaño y algo largo.

Según me han contado, encontraron a los militares cuando venían de camino aquí. Los encontraron cerca de la Avenida del puerto y ellos también iban buscando un lugar seguro, ya que su anterior refugio había dejado de serlo. Todos cruzaron el atasco de los coches de la misma forma que yo, saltando de coche en coche. Ahí fue donde atraparon a Raúl. Después llegaron a esta terminal, la cual accedieron por la puerta principal, que estaba despejada. La horda llegó días después, siguiendo el rastro del grupo. Aquí dentro encontraron a Juan, Luis y Vicente, que llevaban bastante tiempo aquí refugiados. Hasta día de hoy se han estado alimentando de provisiones de los buques que hay aquí amarrados, pero los alimentos están empezando a escasear.

La misma noche de mi llegada, cenamos algo y les conté mi historia. Omití ciertas partes, sobretodo la relacionada con Manuel. No era el momento de hablar de eso. Les conté lo de la pareja de psicópatas y que casi me matan. Todos se quedaron boquiabiertos. También les conté como me las arregle para llegar hasta aquí entre tanto merodeador y que casi muero arriba de un contenedor. Después, cuando terminé, les enseñe el folleto que habla de la ciudad segura de Reus. Todos leyeron el folleto con atención. Los militares dijeron haber oído algo de que estaban asegurando una zona y llevando a civiles. Esto lo oyeron días antes de que el ejercito se disgregara. Eduardo estuvo muy pensativo tras leer el folleto. Dijo que sería muy interesante intentar llegar hasta allí. Juan y Luis se opusieron rotundamente. Dijeron que era una locura hacer tantos kilómetros teniendo un lugar tan seguro como la terminal portuaria. Pero lo cierto es que aquí ya no hay prácticamente víveres para mantener a tanta gente.

Después de la velada y cuando ya nos disponíamos a ir a dormir, me empecé a encontrar mal, como ya venía siendo habitual noches anteriores. Notaba como la herida de la pierna me quemaba. Esther se preocupo por esto y me pidió que le enseñase la herida. Se puso las manos en la cabeza cuando la vio. Dijo que la infección era tremenda. La herida tenía un color parduzco y me dijo que me la tenía que abrir y limpiar cuando antes. Le dije que mejor esperar al día siguiente, cuando tuviésemos luz diurna, pero dijo que ya había pasado mucho tiempo y no podía esperar más. Trajeron agua, gasas, desinfectaron una navaja y bajo la luz de las velas, me intervino la herida. Fue tremendamente doloroso, un dolor casi insoportable. La herida supuro una gran cantidad de pus. Era asqueroso. Soporte como pude el dolor, mientras ella me desinfecto la herida. Cuando acabó, me dio unos puntos de sutura. Tuvimos suerte de que había guardado en su mochila algo de material estéril, así como antibióticos que me dio para que me tomase. Los días siguientes los pase en cama, haciendo reposo. Belén no se apartó de mi vera en ningún momento. La fiebre me atacó en varias ocasiones, pero con menos intensidad.

En una de las ocasiones que Esther se encontraba limpiándome la herida y cambiándome las gasas, me vi obligado a hablarle de su hermano. Belén se salió de la habitación y le conté todo lo ocurrido, pero no tuve suficiente valor para contarle que posiblemente fui yo el causante de su muerte... Cuando le conté que gracias a su hermano yo había podido salir de allí y que lo atraparon en las escaleras, ella rompió a llorar desconsoladamente. Me rompió el alma verla así y me revivió antiguos fantasmas. No pude hacer nada más que abrazarla y dejarla llorar.

Los días han pasado y me encuentro bastante mejor de la pierna y hace días que no tengo fiebre. Todavía sigo tomando antibióticos. Si hubiera seguido sin que Esther me hubiera intervenido la herida, quizás la infección se habría extendido y envenenado la sangre. Aquí dentro, los días pasan tranquilos. Me llevo bastante bien tanto con mis antiguos compañeros como con los nuevos. Con tantas malas experiencias con los supervivientes que he encontrado, había dejado de creer en la bondad de las personas. Ahora ya he recordado que aun queda gente sana y que sabe el significado de la lealtad. Y que decir de encontrarme de nuevo junto a Belén... Es algo que he ansiado desde el momento que me separé del grupo. La he echado tanto de menos... que ni siquiera ahora me creo que la tenga a mi lado. Ella apenas se puede creer que haya sobrevivido y llegado hasta aquí. Bajo ningún concepto quiero volver a separarme de ella. Pero ya han comenzado a haber los problemas típicos de los cuales ya me voy acostumbrado. Una horda se va multiplicando en la entrada de la terminal. En los días que llevo aquí, estos se han doblado en número. Es prácticamente imposible que echen la verja de entrada o la alambrada, pero con esa escoria ahí no podemos salir ni aunque queramos. Y ahí esta el problema, necesitamos salir ya que... ¡no tenemos casi víveres! En este mundo hostil, ya no existe un lugar donde podamos mantenernos refugiados por tiempo ilimitado. Me produce escalofríos la idea de volver a tener que salir ahí fuera...

- Erik -


jueves, 19 de noviembre de 2009

+ 19-11-09 + 3 días y 4 noches: Con el cañon en la sien

Prosigo:

Como decía, las horas pasaron. La noche llegó y yo estaba ahí, sin poder hacer nada. Arriba de un contenedor por encima de una horda de centenares de merodeadores y a medio trayecto de mi destino. Salir de ésta era prácticamente imposible y yo yacía ahí tirado, desmoronado. No se cuanto permanecí ahí tirado, quizás más de una hora. La angustia era tal, que no sabía que hacer. Pensaba que era el fin y era tontería permanecer ahí arriba más tiempo, esperando una muerte lenta y agonizante. Valía la pena acabar con todo lo antes posible. Me levanté, con el rostro empapado en lágrimas y me puse en una esquina del contenedor. Desde ahí veía a la horda, la cual gemía ansiosa por atraparme. Golpeaban el contenedor y estiraban los brazos en mi dirección. Cogí la pistola y la observé. Seguidamente, quite el seguro, situé el cañón en mi sien y cerré los ojos. Mientras pasaban los segundos, pensaba en si mi cadáver se reanimaría. Este pensamiento me atormentaba. No quería ser uno de esa inmunda escoria. Por otro lado, pensaba que quizás, al efectuar el disparo en la cabeza, no me reanimaría. Era algo que no iba a saber jamás. Poco a poco, fui haciendo presión con el dedo en el gatillo. Ahora pensaba en si sentiría dolor por décimas de segundo. Ya notaba que si tensaba un milímetro más el dedo, el arma iba a escupir la bala. Bajo de mi, los merodeadores estaban más excitados que antes. Los podía oír gemir más sonoramente y golpear más violentamente el camión y contenedor, como si supieran lo que iba a suceder. Aguante la respiración y me preparé para terminar de apretar el gatillo. En ese momento, algo toco mi nariz. Note la misma sensación tres veces más, en diferentes partes de mi rostro. Abrí los ojos. La sensación se repitió. Eran gotas de agua. Miré para arriba sin apartar la pistola de mi sien. Podía ver caer pequeñas gotas de agua. Estaba chispeando.

Baje la cabeza y me dispuse a terminar lo que había empezado. Una simple llovizna no era suficiente para disuadirme de lo que había escogido hacer. En cuestión de segundos, la fina llovizna se convirtió en una cortina de agua, una verdadera tromba. Esto ya me dio que pensar. Baje el arma y mire a la horda. Como ya había comprobado en otra ocasión, estos, bajo la lluvia, se habían sumido en un letargo. Sus brazos ya no estaban en alto, sino colgando, relajados. Su mirada ya no me buscaba, tenían la cabeza con la vista al frente y la mirada perdida. Apenas se movían. Visto esto, una pequeña luz de esperanza se iluminó para mi. Bajo la incesante lluvia y totalmente empapado, me tumbé en el contenedor para comprobar una cosa. Sabía que se quedaban aletargados bajo la lluvia, pero no sabía como reaccionarían si yo pasaba junto a ellos. Descolgué la mochila y la puse a la altura de la horda. Con la mochila delante de los morros de varios merodeadores, comencé a moverla de lado a lado. Estos no mostraban ningún tipo de atención. Comprobado esto, pase al siguiente experimento. Con la mochila, golpeé a varios merodeadores. Les dí bolsazos en la cabeza, una y otra vez. Nada, ni si quiera se movían. Después pasé a la última comprobación. Empuñe la pistola y realicé varios disparos contra la horda. Las balas impactaron en varios merodeadores y estos ni si quiera se inmutaron. Visto esto, ya solo me quedaba bajar y terminar de comprobar mi hipótesis con mis propias carnes. Vacilé unos segundos mientras la lluvia golpeaba mi cabeza. Me encontraba empapado de pies a cabeza. Sin pensarlo más, me descolgué por un lado del contenedor hasta la plataforma y después, al suelo. Una vez aquí, empuñe fuertemente el hacha, esgrimiendolo en alto, preparado por si algún merodeador se me abalanzaba. Ninguno hizo el mínimo gesto de que se hubiese percatado de mi presencia. Con el hacha empuje al merodeador más cercano y lo aparte. Este se desplazó y continuo sin moverse, con la mirada perdida. No perdí más tiempo y comencé a abrirme paso entre la horda. Con las manos y el hacha empujaba sus blandos cuerpos, abriéndome camino entre ellos. Continué rápidamente, sin detenerme y, en ocasiones, despejando el camino a golpe de hacha.

Conseguí abrirme camino entre tanta escoria andante y pude alejarme del núcleo, el cual era donde más habían. Había transitado al menos 9 metros y por ahí los merodeadores estaban menos apiñados y ya podía moverme con libertad. Cuando ya casi no hacía falta que me abriera paso, la tromba de agua se fue convirtiendo en una lluvia más ligera. Viendo que la lluvia arreciaba, me puse nervioso he intente darme prisa. De repente, la lluvia, de la misma forma que comenzó, terminó. Como si hubieran cerrado un grifo, las gotas dejaron de caer. Recuerdo perfectamente como un escalofrío me recorrió el cuerpo y miré aterrado a mi alrededor. Todos los merodeadores se comenzaban a mover lentamente y a fijar sus miradas en mi. Tenía que actuar con más rapidez, así que comencé a correr y a dar hachazos a diestro y siniestro. No sabéis lo repugnante que es sentir como te saltan trozos de carne y sangre coagulada a la cara. Cada paso que daba, había un merodeador que intentaba atraparme. En algunas ocasiones llegaron a sujetarme de la ropa y la mochila, pero conseguí zafarme.

Conseguí encaramarme a un coche y ya en alto, empecé una mejor huida. Los coches estaban mojados y en más de una ocasión resbale, rodando por los capós. Continué la huida lo más rápido posible, hasta que pude alejarme de la zona. Por este trayecto había actividad, pero nada comparado con lo que acababa de cruzar. Continué por instinto, ya que con tanta oscuridad no podía ver apenas nada. Seguí la ruta de coche a coche hasta que hubo un momento en que tenía que bajar al suelo, ya que no habían más vehículos. Con tanta oscuridad esto era algo que me aterraba. Guarde silencio unos segundos para escuchar a mi alrededor. Podía distinguir algún que otro gemido y ruido delante mía, pero no parecía que hubiese un gran número de merodeadores. Dí un bote y baje al suelo. Mi pie aterrizó sobre algo sospechosamente blando. Esta textura ya la había experimentado en otra ocasión. Baje la vista y vi que mi pie estaba hundido en un cadáver podrido. Cuando me fije, descubrí más detalles, y es que ese cadáver estaba levantando las manos y su cabeza, de aspecto calavérico, habría la boca emitiendo un apagado gemido. Aún recuerdo que ni si quiera tenía ojos... ¡Que visión más repugnante! Como un rayo, saqué el pie de su abdomen y salí corriendo. Corrí entre la penumbra, cruce unas vías de tren y vi que el camino se bifurcaba. En ese momento, mi prioridad era encontrar un lugar seguro para refugiarme. Tomé el camino de la izquierda y llegué a una inmensa explanada repleta de coches. Estos parecían nuevos y pronto comprendí que esta zona era utilizada para importar y exportar coches. Antes de transitar por esta, cerré la verja de la entrada, ya que este sitio parecía bueno para pasar lo que quedaba de noche. Por esta zona no había mucha actividad, es más, en todo el trayecto que ande, escondiéndome detrás de los vehículos en todo momento, no encontré a ningún merodeador. Al final del todo, junto al muelle, visualicé una caseta y allí fui, ocultándome para asegurarme de que ningún indeseable que pudiese haber por allí se percatara de donde iba a pasar la noche. Entré en la caseta y atranqué la puerta. Por lo que pude ver, esta caseta era del seguridad. Ya dentro, me acurruqué en un rincón y comencé a darle vueltas a todo lo ocurrido esa noche. Se me erizaba el pelo cada vez que pensaba que estuve a punto de volarme los sesos. Todavía no me creía que hubiese salido de esa. Sin parar de pensar, me quede sobado...


Mañana voy a intentar abreviar la historia de lo ocurrido. Necesito contaros mi situación actual. No paran de ocurrir cosas dignas de mención, pero comprender que necesito contaros todo lo que me ocurrió antes de llegar a mi actual posición.

- Erik -




miércoles, 18 de noviembre de 2009

+ 18-11-09 + 3 días y 4 noches: Rodeado

Prosigo con la historia de lo ocurrido:

El día 6 desperté deslumbrado por los primeros rayos de sol. Al estar a tanta altura, los primeras luces del alba me deslumbraban. Me levanté completamente acartonado por haber dormido sentado en una estancia tan pequeña y salí a la pasarela. Una vez allí, observe el horizonte. La panorámica de la ciudad era espectacular. Podía observar media Valencia desde las alturas. Desde aquí se veía hasta la famosa Ciudad de las artes y las ciencias. También observé la terminal donde me disponía a dirigir mi rumbo. Fije la vista, pero por más que busqué, no vi ningún tipo de actividad humana. Pasé unos minutos observando y me bajé a suelo firme. Una vez en tierra, vi a Thor que estaba husmeando por la zona. Le pusé un poco de agua y fui en busca de unos baños públicos. Cuando los encontré, realicé mis necesidades y me lavé la cara. No se porque, pero me quede absorto mirándome la cara en el espejo. Nunca me había fijado en los cambios que ha sufrido mi rostro. Mi rostro desaliñado esta completamente cubierto de barba. Mi pelo, el cual siempre he llevado rapado, al 1 para ser exactos, ahora lo tenía tan largo como hace años que no lo llevaba. Mis ojos están marcados por unas profundas ojeras. En ese rato que me estuve observando, me di asco a mi mismo. No os exagero.

Una vez acabé de amargarme mirando mi rostro en el espejo, salí y comencé a preparar las cosas para partir. Recargué las armas, hice recuento de alimentos, busqué cosas útiles por la zona y pegué un vistazo al mapa. Según observe en este, había un camino más corto que llevaba a mi destino. Este camino también sale de la rotonda y cruza por un largo puente. Siguiendo por este camino llegaría a la salida sur de las instalaciones portuarias y a la izquierda tendría la entrada trasera de la terminal de contenedores. Después de estudiar la ruta, decidí tomar este camino. Cogí mis cosas, con el rifle colgado a mi espalda y empuñando la pistola, caminé hacía la salida de las instalaciones. Mi sorpresa fue cuando entré al recinto por el cual accedí el día anterior y me lo encontré repleto de merodeadores. Estos habían roto los cristales de la puerta y se agolpaban ante el torno giratorio. ¡Como se las apañan para localizarme! ¡Acaso me huelen o qué! Conté al menos 8, todos ellos agolpados en el torno, pero el cual no habían conseguido cruzar. Rápidamente empuñe mi hacha y a través del torno comencé a darles embestidas. No fue fácil dejarlos K.O. pero lo conseguí. Pase a Thor por el torno y seguidamente lo crucé yo. Mi siguiente visión no fue nada esperanzadora. En el aparcamiento, caminando en mi dirección, habían decenas de merodeadores. Todos con su lenta danza, caminando con los brazos levantados y sus ojos vacíos fijados en mi. Lo bueno es que caminaban dispersados, no eran suficientes para formar una horda compacta.

No perdí tiempo pensando. Agarre bien el hacha con las dos manos, atravesé el hueco de la puerta y comencé a correr en dirección a la marea que se me acercaba. Cuando me acerque a los primeros dos, les arremetí con el hacha y cayeron desplomados. Seguí corriendo y pasé entre tres. Estos intentaron cogerme pero pude escabullirme. Thor iba corriendo a mi lado, sin parar. En mi camino apareció otro merodeador. Sin aminorar la marcha, di un salto y le propine una patada. Este quedó fuera de mi camino. Continué hasta que me interceptaron tres más. Frené en seco y por mi derecha apareció Thor, el cual se abalanzó sobre uno y lo tumbó. Acto seguido, partí por la mitad al primero de un certero hachazo. El hacha se quedo clavado y me era imposible desclavarlo. El otro merodeador ya lo tenía encima, así que saque la pistola del cinturón y abrí fuego contra él. Mientras más merodeadores se acercaban a mi espalda, conseguí descarnar el hacha y seguí corriendo. Me crucé con más indeseables, pero los esquive fácilmente. Sin parar de correr, llegué a la carretera. Esta estaba más repleta que nunca. Entre los coches, decenas y decenas de cuerpos desmembrados hacían aparición. De un bote me subí al coche más cercano y comencé a pasar de coche en coche. Los más cercanos se abalanzaban sobre el coche intentando capturarme, pero yo, más hábil los pateaba y pasaba a un nuevo coche. No se si sería el miedo, la presión de la situación o la constante descarga de adrenalina, pero me sentía que dominaba totalmente la situación. Efectuaba saltos de coche a coche que eran prácticamente imposibles de realizar, a los merodeadores más cercanos les destrozaba la cabeza a hachazos, apartaba a patadas a las manos que me intentaban atrapar... Realicé varios saltos hasta que en uno de ellos apoyé mal el pie y fui directo al suelo. Tuve suerte, ya que con el hacha en la mano podía haberme clavado el filo al caer, pero no fue así. Me levanté rápidamente y me vi rodeado por unos cuantos indeseables. Los conseguí rechazar a hachazos y me volví a encaramar a un nuevo coche y continué la marcha. Seguí la ruta sin variaciones: saltos, hachazos y disparos. Así llegué a la famosa rotonda, la cual me fue más fácil cruzar por el centro y tomé la carretera del puente. La zona del puente estaba más despejada, así que pude transitar más rápidamente. No se cuanto transité, pero cuando llegué a más de la mitad del puente, descubrí que el camino era intransitable. Me sequé el sudor de la frente con la camiseta y observe el panorama. En medio de la carretera yacía un inmenso camión volcado con una cuba. Alrededor de este, habían cantidad de coches empotrados. Uno de ellos había provocado un inmenso agujero en la cuba. Esta cuba tenía varias pegatinas de "material corrosivo". El suelo y los coches estaban recubiertos por una especie de capa oscura. Esto me llamo la atención. Seguí observando hasta que hicieron aparición varios merodeadores. De entre los coches se levantaron varios y por la ventanilla del coche empotrado, emergió otro. El aspecto de estos era diferente, era más grotesco. Estaban prácticamente desnudos y el cuerpo deformado. Sus caras estaban desfiguradas, apenas se les distinguía la boca o nariz y sus extremidades ya no eran tal, sino muñones uniformes. Su cuerpo estaba cubierto de quemaduras e inmensas bambollas. No tarde en comprender a que era debido. Cuando los coches chocaron con la cuba, de esta broto el liquido corrosivo que portaba y este abraso en vida a los desdichados. Ahora ahí seguían, reanimados y deformados. Visto lo visto y que la zona era infranqueable, comencé a retroceder mis pasos. Tenía que tomar la otra carretera, la cual era más larga.

Atrás dejé a los engendros, pero aún podía oír sus gemidos apagados. Retrocedí y encontré mi nueva ruta. Por más que miraba, no veía a Thor. Hacía rato que lo había perdido de vista. Seguí avanzando y mis problemas se multiplicaron, nunca mejor dicho. Por esta zona, la actividad era realmente alarmante. Se podía decir que habían un merodeador por metro cuadrado. A duras penas avancé y avancé, hasta que llegué a una zona que tenía que bajar al suelo obligatoriamente. En plena carretera había un vacío inmenso sin coches. El vehículo más próximo era un camión con un contenedor cargado, el cual estaba a 6 metros. Tras de este, a más de 8 metros del camión, habían nuevos vehículos. El problema de esto residía en que los merodeadores estaban por todas partes. Intente retroceder mis pasos, pero ya era imposible. A mis espaldas se agolpaban el doble. No tenía más remedio que seguir avanzando. Empuñe el rifle y empecé a disparar. Vacié un cargador y tuve que rellenarlo y volver a abrir fuego. Cuando vacié este cargador, hice uso de la pistola. Disparé hasta vaciar este cargador también. Con tanto disparo, pude abrir camino entre tanto merodeador, así que hacha en mano, salté al suelo y comencé a correr. A golpe de hacha elimine a los que me intentaban interceptar y conseguí llegar hasta el camión. Cuando llegué a este, descubrí que no podía continuar si no me habría paso nuevamente a disparos. Intente recargar el arma ahí mismo, pero en cuestión de segundos comenzaron a rodearme. Desesperado y sin saber que hacer, comencé a trepar por el camión. Intente entrar a la cabina, pero allí encerrado había otro merodeador, el cual se lanzó a la ventanilla nada más verme. Seguí trepando y conseguí encaramarme arriba del contenedor. Una vez aquí, comencé a recargar la pistola y el rifle. Una vez hecho esto, me puse de pie en el contenedor y me asomé dispuesto a eliminar al mayor número posible. Cuando vi lo que había ahí abajo, me quedé de piedra. Una inmensa horda ya se había agolpado alrededor del camión. Allí estaban todos, con los brazos estirados, aullando y mirándome. Fui a la parte trasera del contenedor y más de lo mismo. Por el horizonte se divisaban más merodeadores acudiendo a mi posición.

Me empecé a desesperar y abrí fuego contra la horda, pero era inútil, eran demasiados como para poder abrir paso. En esta posición me encontraba seguro, pero, ¿cuanto tiempo podía resistir ahí? ¿2 días? ¿4? Una prisión de la cual nunca podría salir, ya que la horda no se iba a ir de ahí hasta que me atrapara. Pasaron los minutos, pasaron las horas y yo seguía ahí, arriba del contenedor y sin saber que hacer. Empecé a chillar, a maldecirlos y me tumbé, llorando y golpeando con mis puños el contenedor. Por mi cabeza pasaba toda mi vida, todas mis vivencias. Sabía que el final de mi aventura había llegado. Por mi cabeza solo pasaba una cosa, y es que jamás volvería a ver a Belén. Recordaba su dulce cara, su tímida sonrisa, el suave roce se su piel, sus abrazos, sus labios, sus besos... sensaciones que ya nunca más volvería a experimentar. Y lo peor de todo es que ella nunca sabría hasta donde había llegado, ni si quiera lo sospecharía. Ella pensaría que morí en aquel infecto hospital y que todo acabo ese día.

El ocaso me pilló hecho un ovillo en el suelo del contenedor, llorando a lágrima viva y maldiciendo a todo, mientras la horda de ahí abajo no paraba de gemir y multiplicarse...

- Erik -





lunes, 16 de noviembre de 2009

+ 17-11-09 + 3 días y 4 noches

Sigo vivo.

Se que habréis temido lo peor, ya que he estado más de una semana sin publicar, pero los acontecimientos así lo han requerido. Han pasado muchas cosas a lo largo de esta semana, unas buenas, otras malas y otras muy malas. Podría ahorrarme soltar la parrafada abreviando mis vivencias de estos últimos días y contaros mi situación actual, pero no, prefiero contaros todo desde el principio. De eso se trata mi diario, de contaros todo con pleno lujo de detalles para que aprendáis de mis aciertos y errores, y ello os sirva para vuestra propia supervivencia. A lo que iba:

Tras escribir mi última entrada, pasé casi toda la noche en vela, dando vueltas y más vueltas a como pasar el amasijo de coches y merodeadores. Tenía un plan en mente, pero quería otra mejor opción, ya que este no era del todo seguro. Mi plan principal era transitar el camino encaramado encima de los coches, saltando de uno a otro, estando de esta forma más o menos fuera del alcance de los merodeadores. Este plan no me terminaba de convencer, pero era la única mejor opción que tenía hasta el momento. Le di vueltas y más vueltas, pero nada, no se me ocurrió absolutamente nada más.

Llegado el nuevo día, decidí no perder más tiempo y probar suerte. "Que sea lo que dios quiera..." es lo único que me pasaba por la mente. No os voy a engañar, estaba totalmente acojonado. No tenía ninguna esperanza de salir con vida de esta, ya que esa zona es un completo hervidero de merodeadores. Sobre las 12 del medio día, con el sol arriba de mi cabeza, ande hasta el principio del atasco. Con el cuerpo temblando como un flan, me encarame al primer coche y comencé el juego de ir botando de coche a coche. Al principio fue muy fácil, prácticamente pan comido. Recorrí mas de 10 metros sin ningún tipo de presión, ya que por esta zona la actividad de merodeadores era prácticamente nula. Thor me seguía entre los coches sin parar de husmear la zona. Todo marchaba bien, aunque en alguna ocasión me tocaba descender al suelo para poder llegar a otro coche. Por esta zona podía haber transitado caminando por suelo firme, pero no quería correr riesgos. La cosa se complico cuando llegue a la rotonda que os hable en la entrada anterior. Esta zona si que estaba repleta de escoria andante. Como si se les hubiese activado un radar en la cabeza, todos se dirigieron a mi posición. No perdí tiempo y saltando de coche en coche, dirigí mi rumbo hacía la primera terminal de trabajo. No podía mantenerme mucho tiempo encima de un solo coche, ya que los merodeadores se abalanzaban e intentaban cogerme. En más de una ocasión conseguían agarrarme los tobillos y yo tenía que abrir fuego. En otras ocasiones, se subían a los capós de los coches e intentaban reptar hasta arriba. A dios gracias, sus movimientos son lo suficiente torpes que les impiden mantenerse en pie en superficies que no sean el suelo. Nunca había estado tan sumamente cerca de una horda semejante, sin una valla de por medio y poder observarlos así. Como ya me había percatado cuando los observaba en la lejanía, todos ellos eran trabajadores del puerto. Todos van ataviados con monos fluorescentes. Pobres desdichados, les pillo todo esto en el trabajo, ni si quiera tuvieron oportunidad de estar en sus casas junto a su familia en sus últimos momentos...

La horda estaba tan sumamente centrada en perseguirme que Thor podía escabullirse entre los cadáveres andantes sin problemas. El susto me lo lleve cuando salte a un nuevo coche y desde dentro de este, por la ventanilla abierta, salieron unos brazos que intentaron atraparme. Rápidamente pase a otro coche y así lo hice hasta que llegue a las proximidades de la terminal. Cuando más próximo estaba de esta, menos coches habían, pero también habían menos merodeadores. Sin pensarlo dos veces, baje al suelo y comencé a correr como alma que lleva el diablo, intentando salir lo antes posible del perímetro de visión de esas cosas. En mi camino encontré a unos pocos merodeadores que me intentaron interceptar pero conseguí eliminar fácilmente. Llegue al aparcamiento de la terminal y bajo un gran cartel de la puerta que ponía "MSC" (nombre de esa terminal) estaba la puerta de acceso. Entré y fui recibido por un seguridad de la empresa, pero como os imaginaréis, este ya no era tal y buscaba roerme los huesos. No me esperaba este recibimiento y mi reacción fue propinarle una patada a la altura de la boca del estómago. Mi pie se hundió en su blando cuerpo y este salió despedido hacía atrás, y antes de que se levantara, le atravesé la cabeza con una bala. Acto seguido y con el chucho también dentro, cerré la entrada. Las puertas son de cristal, así que si la horda de ahí fuera llegaba hasta aquí y se percataba de que yo estaba dentro, entrarían sin ningún tipo de problema. Pero no podía hacer otra cosa, tenía que jugármela si quería encontrar a los demás. A unos pocos metros de mi posición, la entrada estaba bloqueada por un torno giratorio, el cual se activaba con tarjeta de identificación. Por momentos pensé que ya me quedaba sin entrar, pero no, ya que al no haber corriente eléctrica, el torno giraba porque el mecanismo de bloqueo estaba inservible. Una vez cruzado el torno, ande unos metros hacía la siguiente puerta que me llevaba a la zona de trabajo, pero me detuve al ver una máquina expendedora de alimentos. Tras el cristal de la máquina, habían todo tipo de chocolatinas, patatas fritas, rosquilletas y ¡hasta un par de paquetes con sandwiches! Con el hambre que llevaba arrastrando de días, no pude hacer otra cosa que romper el cristal con la culata del rifle y comenzar a sacar todo lo comestible de allí dentro. Con todos los alimentos esparcidos por el suelo, me tire en este y empecé a abrir envoltorios y a comer como una alimaña, casi sin masticar. No importaba si lo que abría era dulce o salado, lo comía prácticamente sin mirar. Thor me quitó de la mano un sandwich y se alejó corriendo, mientras lo engullía. Por décimas de segundo afloraron mis instintos más primitivos y casi me lanzo sobre el chucho para intentar arrebatarle lo que creía solo mio. Pero conforme me afloraron esos sentimientos, desaparecieron, y comprendí que él también tenía derecho a comer de mi botín. Después de hincharme a comer, guarde en la mochila todo lo sobrante y reventé la máquina expendedora de bebidas. Abrí una lata de Coca-cola y me la bebí prácticamente de un trago. Hecho esto, continué la marcha y caminé hasta la puerta de acceso. Apenas di unos pasos cuando me tuve que agachar porque casi vomito. No se si fue debido a comer tan rápido o por llevar tanto tiempo sin ingerir alimentos, pero por poco arrojo casi todo lo que me había comido. Me pude contener las ganas de vomitar y me dirigí a la puerta. Cuando cruce esta, baje unas escaleras y observe mi alrededor. Para que os hagáis una idea de como es la zona, os explico. Me encontraba al aire libre, habiendo en frente mía una especie de calles y más calles de contenedores apilados. Mirara donde mirara, había maquinaria pesada, la cual me es prácticamente imposible de describiros, ya que no se como hacerlo. También habían bastantes camiones por la zona, habiendo uno delante mía, volcado. A mi derecha se encontraba el muelle. Ahí se encuentran una serie de grúas inmensas y bajo de estas, varios barcos amarrados.

Visto esto, comencé a andar, sin saber a donde dirigirme. Por el momento no había ningún tipo de señal de que los demás hubiesen pasado por aquí. Por momentos me iba desilusionando, pero a pesar de ello, no paré de buscarlos. Transite por las calles de contenedores. Estas eran muchas y parecían interminables. Por esta zona había mucha maquinaría pesada y camiones. Estaba caminando cerca de un camión, cuando me lleve un susto tremendo, y es que dentro de este había un merodeador, que al percatarse de mi presencia, comenzó a golpear violentamente el cristal. Rápidamente lo encañone con la pistola, pero no le disparé, ya que estaba encerrado en el camión y era absurdo gastar munición en él, ya que no podía salir. Esto es algo importante y que debéis tener en cuenta, y es que si una de estas cosas esta encerrada y fuera de combate, sin suponer un peligro, no debéis de gastar ni medios ni esfuerzo en eliminarlo. Algo que he aprendido en todo este tiempo es que es esencial para la supervivencia el ahorrar munición y evitar el enfrentamiento siempre que sea posible. Así que continué mi camino y lo dejé ahí encerrado. Andadas todas las calles de contenedores, me dispuse a andar por el muelle. Mientras iba andando por este, me percate que todo el material de trabajo y muchos objetos personales (chaquetas, mochilas, carpetas...) yacían tirados por el suelo. Es como si los trabajadores hubiesen salido a toda prisa al comenzar todo el caos. Con razón existe el bloqueo de coches ahí afuera. Quizás se enteraron de lo que estaba ocurriendo y todos intentaron ir a sus casas con sus familias. Pena que nunca lo consiguieron...

Caminando bajo las grúas, a la sombra de uno de los barcos y con el sonido del agua rompiendo contra la pared de cemento de muelle, se me ocurrió subir a uno de los barcos. En que mala hora lo hice. Subí la escalinata de metal y llegué a cubierta. Un pelotón de marineros carentes de vida salieron a mi encuentro. Sin otra posibilidad, comencé a bajar las escaleras cogiéndome de las barandillas para no caerme. Cuando llegué a tierra, estos ya habían comenzado a descender por estas. Eran demasiados y si bajaban, tenía que eliminarlos, así que intente buscar otra solución. Empujé la escalera con la intención de moverla y dejarla suspendida por encima del agua, alejada del suelo, pero era imposible. Esta estaba bien anclada. Detrás mía había una máquina elevadora, la cual me dio una idea. Monté en esta y vi que tenía las llaves puestas, algo frecuente en un lugar de trabajo. La arranqué y con las palas de esta empuje la escalera hasta que conseguí desplazarla. Esta crujió y cedió, quedándose alejada del suelo y por encima del agua. Cuando los merodeadores llegaron abajo, uno a uno fueron cayendo al agua. Hasta me llegó a resultar gracioso verlos precipitarse al agua y los chapoteos que producían al caer. Cuando cayeron todos, me asomé y mire al agua, y comprobé que no sabían nadar (jeje).

Pasaron las horas y di por sentado de que Belén y los demás no estaban allí. Poco a poco se iba acercando la noche, así que decidí pasar la noche allí. Me senté en un noray y desde ahí observe el mar y el horizonte. Aquí sentado me quedé sumergido en pensamientos mientras miraba a los peces danzar en el agua. Sentí tremendas ganas de darme un chapuzón, pero nunca fui un buen nadador, es más, apenas sabía mantenerme a flote. Cuando levanté la mirada, me fije en algo que había pasado desapercibido ante mis ojos hasta el momento. En la otra parte del agua, bastante alejada, había otra terminal de contenedores. Era similar a la que me encontraba, pero muchísima más grande y con muchas más grúas. También habían varios barcos atracados. Según parecía, esa era la siguiente terminal portuaria más próxima, la cual os dije que para llegar tenía que seguir la carretera. Esforzaba la vista en busca de algún signo de vida, pero no vi nada que me llamase la atención. Así pase largos y largos minutos, hasta que vi algo que me llamó la atención. Vi a tres siluetas andando. Por momentos pensé si era mi imaginación que me estaba jugando una mala pasada, pero no, era muy real como para ser una alucinación. Estos individuos andaban hacía lo que parecía un edificio de oficinas. Al estar tan sumamente lejos, no podía distinguir de quienes se podía tratar. ¿Serían ellos? ¿Sería mi grupo? Eso pasaba por mi mente. Empecé a gritarles con la esperanza de llamar su atención, pero fue en vano. Continuaron su marcha hasta el edificio sin percatarse de mi presencia. Efectué un par de disparos al aire, pero de nada sirvió, ellos ya no estaban a la vista. Esto me puso nervioso y con tremendas ganas de continuar la marcha para llegar allí. Hasta me dieron ganas de tirarme al agua e intentar llegar al otro muelle a nado. Menos mal que no lo hice, no habría llegado muy lejos. Hasta para un nadador experimentado, la distancia era bastante grande.

Las horas pasaron y un manto de estrellas se instaló sobre mi cabeza. Había luna llena, así que la visibilidad era bastante buena. Al estar tan cerca del mar, el frío era más fuerte y calaba mis huesos. Tuve que coger una chaqueta reflectante que encontré por el suelo y hacer uso de ella. Comí un par de chocolatinas mientras pensaba en cual era el lugar más seguro para dormir. Pensé en meterme en alguno de los muchos contenedores que habían abiertos, también pensé en encaramarme en algún sitio alto, pero la mejor idea la tuve cuando levante la cabeza y mire hacía arriba: dormiría en lo alto de la grúa, en la cabina. Así lo hice. Subí las escaleras que hay en el lateral de la grúa y continué el interminable ascenso hasta llegar arriba del todo. Aquí arriba tenía una panorámica perfecta de gran parte de Valencia. Observe todo detenidamente mientras el viento acariciaba mi cara, pero en seguida me metí en la cabina del gruero. Con la luz del día observaría todo, ya que de noche la visibilidad es muy limitada.

Dentro de la cabina, la cual esta suspendida en el aire, pase la noche. Esta fue una de las noches más largas de mi vida. Apenas dormí, como viene siendo costumbre, y notaba como mi cuerpo era tomado nuevamente por la fiebre. Tuve que tomarme otro paracetamol para contrarrestar esto. En la cabina permanecí hasta que las primeras luces del alba empezaron a deslumbrarme.


Continuaría esta entrada, relatándoos todo lo acontecido hasta ahora, pero es imposible resumirlo todo en una entrada. En las próximas entradas os iré relatando como han transcurrido los acontecimientos hasta llegar a mi actual posición. Disculparme, pero es que no quiero escatimar en detalles.


- Erik -


miércoles, 4 de noviembre de 2009

+ 04-11-09 + Delirios

01:20 - No me encuentro nada bien. Tengo mucho frío. He cogido la ropa que he encontrado aquí y la estoy utilizando para taparme. De nada sirve. No paro de tiritar y sentir escalofríos. No se cuanta fiebre debo de tener, pero soy consciente de que esto es muy peligroso. Si no la rebajo con algún medicamento, esto puede complicarse y puedo morir. Estoy empapado en sudor. Antes he ido a mear y apenas me puedo mantener en pie. He tenido que avanzar apoyándome en las paredes, moviéndome de lado a lado.

- Erik -


03:43 - Creo que ya no se ni lo que hago, digo o veo. Creo que deliro. Hace un momento me he sorprendido a mi mismo hablando solo, repitiendo el nombre de Belén y caminando por fuera, entre la oscuridad. No se como he llegado hasta ese punto, pero me he asustado. He vuelto rápidamente a la garita y me he acurrucado en mi rincón, en el cual estoy ahora. Tengo toda la ropa encima mía, a ver si así consigo entrar en calor. La gotas de sudor frío no paran de surcarme la frente. Mire donde mire, veo sombras y siluetas. Me acaba de parecer ver pasar algo por el cristal. Era como una silueta. ¿Será mi mente o realmente hay alguien ahí fuera? No lo se, no lo se... ni lo quiero saber. Por aquí debe de haber algún algún tipo de medicamento con Paracetamol o similar. Quizás si busco bien...

- Erik -


13:33 - Ya hace horas que estoy despierto. Al final, anoche rebusque por los cajones y encontré un botiquín. Además de vendas, un desinfectante y alcohol, cosas que ya me he guardado, había una caja de Termalgin 500 mg. Es lo más lógico que haya algo de eso por aquí. No se cuanto tiempo ha tardado en hacerme efecto, ya que al poco de tomarme la pastilla, me he dormido.

Mi amanecer no ha sido nada agradable. Os pongo en situación. Imaginar que estáis durmiendo, acurrucados bajo de una mesa, hechos un ovillo entre ropa. Bien, pues de repente, entre sueños, os sentís observados, como si un radar os avisara de algo, de que no estáis solos en la habitación. Entonces abrís los ojos, todavía con el sopor encima y sin saber donde os encontráis, y vuestra primera visión es un rostro ajado, a pocos centímetros de vuestra cara. Un rostro amarillento, casi sin pelo y lleno de heridas abiertas, con ojos desenfocados, sin vida, y la boca abierta y babeante. ¿Que haríais? Pues eso es lo que me ha ocurrido a mi. Un puto merodeador se me ha metido en la garita y lo tenía prácticamente encima mientras dormía. Estaba tan sumamente cerca que su cara casi tocaba la mía. El muy cabrón se había arrastrado por el suelo para llegar hasta mi posición. Mi primera reacción ha sido tirarle una de las chaquetas que tenía encima a la cara. Con esta he podido taparle la cabeza y sacarlo a patadas. Cuando lo he alejado de mi, he salido rápidamente y he comenzado a golpearlo con la culata del rifle. Ha parado de moverse cuando le he destrozado la cabeza a golpes de culata. Aun recuerdo el olor nauseabundo que desprendía ese ser. He sido un insensato por no parapetar la puerta. Parece ser que anoche, cuando salí al exterior entre delirios y volví, deje la puerta abierta.

Hoy ya me encuentro algo mejor. De momento no tengo fiebre, aunque esta siempre me ataca por las noches. De momento tengo el Paracetamol, así que si hoy me vuelve a dar, me tomare otro. Hace un rato he intentado desinfectarme la herida. La he lavado con un poco de agua embotellada y me he puesto alcohol y desinfectante. Sigue teniendo mala pinta. Mientras me realizaba la cura, me ha supurado bastante pus. Al menos ya la tengo cubierta con vendas limpias.

He estado observando el panorama de la carretera. Me he situado a bastante distancia y sentado en una silla de plástico que había por ahí tirada. He pasado un largo rato pensando en posibles rutas seguras o cualquier otra forma de pasar entre tanto merodeador. He pensado que podía intentar pasar a pie entre los coches y repeler a los más próximos, pero son tantos que me pueden rodear fácilmente. Además, el trayecto de la carretera es largo, así que una vez dentro tendría que continuar sin opción de retorno. Esta opción es peligrosa y la debo de dejar como último recurso. Tiene que haber otra forma de pasar... que estrés. En la garita he encontrado un mapa de toda la zona y alrededores. Desde mi posición, esta es la única entrada a las instalaciones. Hay dos entradas más, pero para tomarlas tendría que desandar lo andado y volver a caminar por la ciudad. Esto tampoco es seguro. Por cierto, en este mapa puedo ver que las instalaciones portuarias están divididas en varias secciones, las cuales son todas diferentes y están alejadas las unas de las otras. Casi todas son terminales de carga y descarga de contenedores. De estas hay 4 o 5, las cuales parecen que están valladas en todo su perímetro. Según el mapa, hay una terminal a la izquierda de la primera rotonda, la cual se encuentra en pleno atasco de vehículos. Esta es la más cercana, la siguiente terminal más próxima y la cual parece muchísimo más grande, esta en una carretera que sale por el ramal derecho de la rotonda. Es una carretera bastante larga, la cual tardare en andar y más si esta bloqueada. Luego hay otro problema, ¿como voy a adivinar en que terminal se encuentran todos?.

Voy a echar otro vistazo, a ver si se me ocurre algo y a ver si encuentro algo de comer, que las tripas no paran de rugirme.

- Erik -


16:00 - ¡No sabéis lo que acabo de encontrar! ¡Están vivos! Como lo he podido pasar por alto teniéndolo delante de mis narices. De camino entre la garita y el bloqueo de los coches, hay un coche de la guardia civil. Pues me acabo de dar cuenta que colgando de la sirena del coche, ¡está la chaqueta de Belén! ¡Sabía que han pasado por aquí! He cogido la chaqueta para asegurarme y sí, es la suya. Aún huele a su perfume. ¿Entonces han pasado por el atasco? Si ellos lo han hecho, yo también debo de hacerlo. He pensado en hacerlo ahora, pero creo que es demasiado precipitado. Debo de trazar un plan esta noche y llevarlo a cabo mañana a primera hora. Se me ha ocurrido una idea que creo que es mejor que transitar directamente entre los coches.

He encontrado un paquete de rosquilletas saladas. Estaban un poco rancias, pero me las he comido igual. A pesar de esto, sigo muerto de hambre...

Creo que voy a cerrar por hoy el pc. Tengo que ahorrar batería y además, tengo que pensar cual es la mejor forma de pasar mañana todo el colapso de coches.

Ahora me siento contento. Se que ellos han estado por aquí y se que han logrado llegar al otro lado. Ya queda menos para que pueda abrazar a Belén :)

- Erik -


martes, 3 de noviembre de 2009

+ 03-11-09 + Colapsado

Estos dos últimos días no lo he pasado muy bien. Estas dos madrugadas pasadas las he pasado delirando. No tengo termómetro para medirme la temperatura corporal, pero estoy seguro que he tenido una fiebre muy alta. No se porque. Quizás me he resfriado bastante, ya que por las noches hace mucho frió y apenas llevo abrigo. Hasta ayer, que encontré una chaqueta, iba en manga corta. Pero creo que el motivo de la fiebre no es que me haya resfriado, sino por la infección de la herida de la pierna. No entiendo mucho de esto, pero creo que es la causa. He quitado la venda, que ya la llevaba negra de tanta suciedad, y la herida no pinta nada bien. Tiene un color oscuro y no ha comenzado a cicatrizar. Me supura bastante. Tiene muy mala pinta... y aún me duele horrores. Esta mañana la he intentado lavar. He cogido agua en una cacerola y la he hervido para matar las bacterias que pudieran haber en el agua. Después, he enjuagado la herida. No se si esto servirá de algo, pero bueno, al menos lo intento. Mejor que nada debe de ser.

Estos días he andado mucho. He tenido que transitar por avenidas totalmente infestadas y he tenido que abrir fuego en más de una ocasión. Ayer me rodearon en dos ocasiones. Andaba entre los coches por la avenida llamada "Avenida del puerto", cuando de repente, me vi rodeado. De entre los coches comenzaron a levantarse varios merodeadores. Era como si estuviesen escondidos a propósito, aunque no creo que sea así, ya que no parecen tan inteligentes. Como decía, me vi rodeado por unos diez. Con la pistola abrí fuego, eliminando a los más cercanos. Thor también se puso a la defensiva y comenzó a atacar a los más cercanos. Poco a poco, me abrí un camino entre los infectados y pude salir. Cuando me di cuenta, el chucho ya había salido a escape, corriendo entre los coches. Yo lo seguí. No se como lo hace, pero siempre huye en la buena dirección. En la escapada, pase cerca de varios merodeadores. Muchos intentaron cogerme y uno lo consiguió. Mientras corría, note como algo me agarraba el tobillo y hacía que cayera al suelo. Una vez en el suelo, me di la vuelta y me incorpore. Todavía agarrado a mi tobillo y con la boca preparada para morder, había un merodeador. Este estaba mutilado. No tenía piernas. No me entra en la cabeza como alguna de esas cosas pueden seguir activas a pesar de no tener miembros. Le propine varias patadas cuando ya tenía la boca a centímetros de mi pierna. Cuando le destroce la cabeza a patadas y con el corazón que se me salía del pecho, me levanté rápidamente. Nada más ponerme de pie, me di de bruces con dos más que se habían acercado. Mi tiempo de reacción solo me dejo empujar al más cercano y, seguidamente, disparar al segundo. Aun recuerdo el aspecto de estos dos. Iban uniformados de policía.

Después he corrido entre los coches y he probado suerte por las calles contiguas. Estas parecían más tranquilas, así que he seguido por ahí. El chucho ha aparecido al rato. El sinvergüenza siempre escapa corriendo y me deja solo. Andando por estas calles, he visto a una persona asomada en un balcón, en un tercer piso. Era una mujer que llevaba puesto un camisón e iba semidesnuda. Yo cada día alucino más y no solo por estas cosas. Ha empezado a llamarme y a decir que me daba refugio. He hecho oídos sordos y he continuado. Ya no me fió de nadie. He hecho bien, ya que al ver que pasaba de ella, ha comenzado a dispararme con una escopeta de caza, mientras me insultaba. ¿Otra tía desquiciada? Seguro. No quiero ni pensar para que quería que subiera. Al ver que habría fuego contra mi, me he cubierto entre los coches y he devuelto los disparos con el rifle. Con los disparos silbando sobre mi cabeza, he corrido agachado entre los coches y he podido alejarme.

No se que le pasa a la gente. En vez de luchar por sobrevivir, se empeñan en acabar con los demás. Esta mujer que necesidad tenía de malgastar munición conmigo si yo no le he hecho nada. Esto es un claro ejemplo de que la gente ha perdido la cabeza. Sin leyes ni gobierno, en la anarquía pura y dura, en el caos extremo, la gente solo piensa en hacer el mal al semejante. Ahora solo manda la ley del más fuerte. Lo fácil que sería colaborar entre todos... Pero esta clase de gente solo mira el egoísmo, en su supervivencia a cualquier precio, despreciando al semejante. Con eso solo consiguen firmar su sentencia de muerte. Bajo toda esta mierda, nos es imposible sobrevivir solos. Nos necesitamos los unos a los otros. Un claro ejemplo somos nosotros. Nosotros no habríamos llegado hasta donde hemos llegado sin tener en el grupo a personas como Eduardo o Manuel.

Este último... pobre... no merece lo que le ha ocurrido. Debería estar aquí conmigo. No hay día que no me acuerde de él. Me come el remordimiento de pensar que he podido ser yo el que lo ha matado. Diossss... Que mal me siento. ¿Como se lo voy a explicar a su hermana? ¿Como se lo va a tomar?. Os lo digo con el corazón en la mano, con total sinceridad, y es que sin dudar, me cambiaría por él. Habría preferido ser yo el que recibe el tiro, o en su defecto, el muerto por los merodeadores. Me siento muy culpable... No debí de ser tan estúpido de disparar a ciegas. ¿Pero que podía hacer yo? ¡Los tenía encima! ¡Debía de actuar rápidamente!. De todas formas, de nada sirvió actuar sin pensar... solo lo arrastre más rápidamente a la muerte... Que insensato he sido...

Necesito cambiar de tema. Por fin he llegado cerca de las instalaciones portuarias. Es más, ya estaría dentro, buscando a los demás, si no fuera por un pequeño detalle. Nada más pasar por la que era la caseta de la guardia civil y la barrera para detener a los coches, la cual servía para controlar quién accedía o salía de las instalaciones portuarias, andando un kilómetro, me he dado de bruces con que la carretera esta colapsada de coches. El motivo de que haya una hilera inmensa de coches accidentados se debe a que en medio de la carretera hay varios camiones de mercancías volcados. Esto debería de parecerme lo más normal del mundo, ya que en los días pasados no he parado de transitar entre coches accidentados, pero esto es muy diferente. El embudo de coches continúa hasta donde pierdo de vista la carretera. Entre tanto coche estrellado, puedo divisar a cientos, ¡miles! de merodeadores. La mayoría de estos van uniformados con ropa reflectante, por lo que deduzco que eran los trabajadores del puerto. Hay sumamente tantos que no se me ocurre ninguna idea para pasar sin ser atrapado. Estoy empezando a perder la esperanza de que Belén y los demás hayan pasado por aquí... ¡Es imposible!. Si consigo cruzar y no los encuentro, ¿que voy a hacer? No quiero pensar eso. Debo de pensar que han encontrado el modo de cruzar la carretera y que yo lo voy a encontrar también. Cuando he visto el panorama, me he quedado a una distancia prudencial, pensando el modo de cruzar, pero no se me ha ocurrido nada. También he observado a los merodeadores en la lejanía. Con esa ropa reflectante y bajo la luz del sol, son completamente visibles. Eso es un punto a mi favor.

Viendo que por hoy, intentar transitar es imposible y que la noche comienza a caer, he desandado mis pasos hasta la garita de la guardia civil. He entrado aquí y aquí pasare la noche. Esta zona esta bastante despejada, solo hay algunos coches y ninguna actividad de infectados por el momento. Al lado de la barrera están los coches de la guardia civil, situados en forma de cordón. Parece que los situaron ahí para contener algo. Cuando he entrado a la garita, he visto a dos cadáveres en el suelo, ambos devorados casi en su totalidad y en muy avanzado estado de descomposición. Eran dos miembros de la guardia civil. Algo me ha llamado la atención y es que el suelo esta lleno de casquillos de bala, pero no están sus armas. Alguien se las ha llevado. ¿Habrá sido mi grupo? Esto me ha dado pequeñas esperanzas. Yo creo que sí, han sido ellos. Visto que era imposible hacer noche aquí con los cadáveres en la estancia, me he visto obligado a sacarlos fuera. Solo os digo que es repugnante coger a un cadáver de los pies y quedarte con estos en la mano. No digo más.

Hace un rato que he rebuscado por los cajones y armarios en busca de algo interesante. No he encontrado más que papeles, ropa y similares. En el baño he encontrado algo útil, como papel higiénico y jabón. Lo he guardado en la mochila como si esto fuese un tesoro. También he encontrado algo de munición del calibre de mi pistola. No mucha, pero con tanta escasez, cualquier cosa es bienvenida. Cuando he ido a inspeccionar los baños exteriores, casi lo lamento. Cuando he abierto la puerta de uno de los baños, se me ha venido encima un merodeador. Este a estado muy cerca de morderme, pero por mi rápida acción lo he evitado. Este también iba uniformado. He podido dejarlo fuera de combate sin disparar el arma.

No hay nada de comer y tengo un hambre atroz... Solo he encontrado una máquina de bebidas, la cual he tenido que abrir con mi ingenio. Cuando la he abierto, esta estaba llena de bebidas hasta arriba. He guardado en la mochila toda la bebida que he podido. Me vendrá bien. El que no parece tener problema para obtener comida es Thor. Acaba de venir con algo en la boca, lo cual se acaba de comer. No me gusta que esté por ahí merodeando. Puede llamar la atención de los merodeadores y atraerlos a mi posición. He optado por meter a Thor en la caseta también. No quería, pero al final lo he conseguido. Ahora esta tumbado sobre una manta, en una esquina, bajo uno de los escritorios.

La noche ya es casi total. Desde los cristales ya no diviso el horizonte, solo oscuridad. No me gusta este refugio. Si me descubren, estoy vendido. Pero no me queda otra opción más que esta. Al menos tengo una puerta trasera en esta garita de 5x2. Voy a seguir el ejemplo de Thor y voy a dormir bajo un escritorio. Acostumbro a dormir en sitios como este, ya que así estoy más escondido y resguardado.

Creo que me esta subiendo de nuevo la fiebre. Siento que la frente me arde y empiezo a tener mucho frío. No tengo con que taparme, el chucho tiene la única manta. Ufff... No me gusta nada la fiebre. Ojala tuviera algo para combatirla...

Me empiezo a sentir mareado...

- Erik -