lunes, 24 de mayo de 2010

+ 24-05-10 + Un perdón no merecido

Hace cuatro horas aproximadamente que hemos escogido donde acampar esta noche. Los nuevos han decidido venirse con nosotros. Les hemos contado todo sobre la ciudad de Reus y en su cara hemos podido ver un gesto de esperanza. Bueno, en todos menos en la chica, que seguimos sin conocer su nombre. No ha abierto la boca en ningún momento. Solo observa, cual pajarito. Juanca y Hans nos ha dicho que durante el cautiverio tampoco habló nada. Es una chica rara. Su aspecto ya hace deducir que le ocurre algo. Sus ropas que parecen harapos viejos, su cuerpo extremadamente delgado, rozando la anorexia, su mirada perdida... Definitivamente, es una chica con problemas. No ha dado muestras de tener interés en venir con nosotros. Deducimos que quiere venir porque cuando se lo hemos dicho, no se ha bajado del coche. Así que suponemos que no le importa venirse con nosotros. De todas formas, no la íbamos a dejar ahí abandonada aunque quisiera.
Referente al caníbal, obviamente, no lo hemos llevado con nosotros. Faltaría más. Ni era mi intención ni lo iba a permitir el grupo. Aún así, hemos tenido un pequeño susto relacionado con él, pero eso lo contaré más adelante. Primero quiero hablar de una pequeña charla que he mantenido con él. Cuando decidí llevarlo con nosotros, fue porque quería hacerle unas preguntas. Quería saber el por qué, junto a los de su campamento, asesinó y se alimentó de personas inocentes. Quería conocer detalles de su vida, saber que clase de persona era, descubrir que las malas personas nacen y no se hacen. Después de la charla que he tenido con él, ahora se que todos podemos perdernos en el camino y volvernos en seres irreconocibles.

Voy a transcribir mis preguntas y respuestas con exactitud, ya que me tomé las molestias de anotar en un papel (las fotocopias religiosas del beato, antiguo propietario del coche que conduzco, han servido para algo) todo lo que me ha dicho. Ya de paso decir que al principio se ha mostrado reacio a contestar a mis preguntas, pero con paciencia he conseguido que hablé. Iván quería hacerlo hablar de otra forma, pero a parte de que no aprobaría su método, quería hablar con él a solas. Aquí os dejo la conversación. Como he dicho, las preguntas y respuestas son tal cual se han realizado:


P. ¿Cual es tu nombre, tu edad y de donde eres?

R. Mi nombre es Adolfo, tengo 38 años y soy natural de Tortosa. En realidad, nací en Tarragona pero me crié en Tortosa y siempre me he considerado Tortosí. De todas formas, no sé para que quieres saber todo esto.

P. Ya te dicho que quedaras libre si contestas a mis preguntas. ¿A que te dedicabas antes de que comenzara todo?

R. Trabajaba como profesor en la escuela "San Jordi". Daba clases de matemáticas a alumnos de secundaria. No se que narices obtienes con estas preguntas. ¿Eras periodista? ¿Estas haciendo un reportaje de todo lo sucedido? Si es así, no se donde lo vas a publicar y quien lo va a leer. ¿Has visto a un andante leyendo? Por qué yo no. No pierdas el tiempo, chico, y dejarme ir o hacer lo que tengáis que hacer conmigo.

P. ¿Como llegaste aquí y quienes eran los del campamento?

R. El como llegué es una historia muy larga la cual no te voy a relatar, ya que ni tengo ganas ni creo que te interese. Solo te diré que cuando ves como una veintena de jóvenes es despedazada por dos andantes delante de tus ojos en mitad de una clase y que cuando intentas pedir ayuda te encuentras con que la ciudad esta sumida en un caos, tú primera reacción es huir. Y si huyes y a tu paso te das cuenta de que las ciudades o cualquier zona masificada es un hervidero de infectados, llegas a la conclusión de que las zonas alejadas de las ciudades, como es un bosque, son seguras.

P. No me has contestado a la segunda cuestión

En mi huida, con el transcurso de las semanas, me uní a diferentes grupos de supervivientes. De los dos primeros grupos, la mayoría murieron. Los que sobrevivimos nos terminamos uniendo a un grupo que había acampado en el lugar que arrasasteis. En principio, eran unas 6 personas, que les pillo todo esto en esta autovía y aprovecharon las tiendas de campaña que llevaban en los vehículos para acampar. Con nuestra llegada nos convertimos en unos 17. El campamento fue creciendo día tras día. Por la autopista próxima a la arboleda no paraban de transitar personas que huían de las ciudades y buscaban un lugar tranquilo alejado de los andantes. Cuando el campamento creció lo suficiente y ya nos era imposible albergar a más gente, dejamos de recoger gente y nos dedicamos a pasar desapercibidos. Eramos unas 38 personas y vivíamos aprovisionandonos de un centro comercial ubicado a unos 30 kilómetros de aquí. De allí sacamos más tiendas de campaña, utensilios de cocina, ropa, etc...

P. ¿Teníais comida y os alimentabais de personas? Explícame eso

R. Me parece que no tienes idea de nada. ¿Como has sobrevivido todo este tiempo siendo tan sumamente ingenuo? ¿Te crees que los alimentos se reponían por orden divina? Deberías de ser un poco inteligente y deducir que dicha fuente de provisiones fue agotada. 38 personas alimentándose durante meses... ¿Cuanto crees que duraron los alimentos? Un suspiro. Y eso obviando los que se echaron a perder por falta de frío.

P. Sigo sin entender como pudisteis llegar a ese extremo. Actuasteis como asesinos

R. ¿Y quién te pide que lo entiendas? Es más, ¿quién eres tú para juzgarnos? Por lo visto, tú debes de ser una hermanita de la caridad. Por lo que deduzco, tú y tu grupito habéis estado vagando mucho tiempo. Sois un grupo pequeño que no le presupone un problema el moverse. Os desplazáis fácilmente. Solo os basta dos vehículos y punto. Vuestro camino os va ofreciendo todo lo que necesitáis. Encontráis nuevas tiendas las cuales saquear y obtener alimentos. Pero nosotros eramos 38 personas, que se dice pronto. Mover todo el grupo era prácticamente imposible. ¿Cuantos vehículos íbamos a necesitar? ¿Y el combustible de donde lo íbamos a sacar? ¿Y a donde íbamos a ir? Y crear un grupo de voluntarios para que fueran a buscar alimentos era inútil. A parte de que no podrían traer suficientes alimentos para abastecer a todos, pronto agotaríamos todas las fuentes de provisiones cercanas y tendríamos el mismo dilema. Era malgastar esfuerzo y poner en peligro las vidas de los voluntarios.

P. Cualquier opción era buena menos el canibalismo. Escogisteis el camino más fácil y más cruel

R. Te repito que no teníamos más opciones. Intentamos todas las que estaban en nuestra mano. Hasta probamos cazar un merodeador e intentar comerlo. Sabíamos que comer esa carne pútrida no podía traer buenas consecuencias, a pesar de ello, un compañero la comió para probar. Para tú información, esa persona no tardo en caer enfermo. Se había infectado. Fue cuestión de horas que se convirtiera en un andante y le volásemos la cabeza. Agotada esta opción y la de la caza de animales, no nos quedó otra opción. ¿Te piensas que nosotros, al principio, no estábamos horrorizados con la idea? ¿Te crees que nos imaginábamos comiendo a personas? Estas cosas no se deciden, surgen. Te ves obligado a hacerlas por sobrevivir. Igual de obligados que los tipos esos que se les estrelló el avión en Los Andes y también practicaron la antropofagia. Nosotros teníamos a mujeres y niños, no podíamos permitirnos el lujo de dejarlos morir a la espera de otra solución. Mientras nosotros nos debilitábamos y moríamos de hambre poco a poco, por la autovía no paraban de transitar personas errantes. Nosotros los observábamos ocultos hasta que alguien propuso la idea. Fue Andoni quien tuvo dicha idea. Como él dijo cuando se la expuso a todos, "Cazar para sobrevivir". Créeme, aunque reticentes, todo el grupo levantó la mano para votar la idea. Todos. Cuando esto ocurrió, nos pusimos manos a la obra. Hicimos turnos para vigilar durante todo el día la carretera. A toda persona que cruzaba, la interceptábamos de una u otra forma, nos ganábamos su confianza hasta que los podíamos dejar inconscientes y matar indoloramente. Recuerdo a los primeros que paramos. Era una caravana de chicos y chicas jóvenes que venían del sur. No nos fue fácil hacerles eso. Yo, personalmente, tuve pesadillas durante semanas. Me sentía culpable hasta que comprendí que estábamos haciendo lo correcto.

P. ¿Estábamos haciendo lo correcto? ¿Como puedes decir eso?

Por supuesto que estábamos haciendo lo correcto, no te quepa la menor duda. ¿Te crees que esas personas iban a llegar muy lejos? ¿Te piensas que no iban a acabar cayendo en manos de los andantes? ¡Los iban a devorar ellos! Y después se convertirían en andantes. Solo iban a servir para ser más escoria muerta que, a su vez, iban a convertir a otros en más escoria muerta, así sucesivamente. Desperdiciaban su vida hacia una causa negativa. Ocurría lo contrario si eran cazados y comidos por nosotros. De esta forma, morían por una buena causa. Su muerte no era en vano. Además, nosotros, a diferencia de los andantes, les quitábamos la vida de forma rápida y menos indolora posible. Que ellos perecieran significaba que la comunidad sobreviviera, era que una pequeña sociedad de supervivientes se mantuviera viva y sana, que todos pudiéramos ver un nuevo amanecer, que pudiéramos subsistir y multiplicarnos, para así, el día de mañana, acabar con todo este caos y reconstruir la sociedad nuevamente. La supervivencia ha estado y esta en todos los aspectos de la vida. Sin ir más lejos, mira los animales. ¿Que animal no mata por subsistir? Ya sea para alimentarse o por cualquier otro motivo de supervivencia. El lobo caza a otros seres vivos, el león hace lo mismo, el zorro idem y así sucesivamente. Todos lo hacen con un fin: sobrevivir, velar por su manada y procrear con el fin de asegurar su estirpe. Es la ley de la naturaleza y en todos estos años de vida fácil, el ser humano ha olvidado su condición de depredador. Sí no lo comprendes es porque no quieres. Si tú hubieses estado en nuestro lugar opinarías igual...

P. Jamás. Nunca habría participado en semejante barbarie. Antes prefiero morir de hambre

R. Lo que decía, eres un ingenuo. Y además, egoísta. Egoísta porque piensas individualmente. Te aviso, esta forma de pensar te va a traer muchos problemas con tu grupo. Tienes que pensar siempre colectivamente. No puedes decir que nunca harías algo, debes de preguntarte si el grupo necesita que hagas algo. Si por el grupo tienes que matar, tienes que matar... Por la expresión de tu rostro me atrevería a decir que ya has tenido que matar por tu grupo. ¿Ves? Tú y yo no somos tan diferentes. Hemos hecho cosas "horribles" por el bien del grupo y por nuestra supervivencia. Seguro que antes de hacerlas, pensabas que nunca serias capaz de hacerlas. Por eso te repito, si tú hubieses estado con nosotros, habrías actuado como nosotros. Y no te lo digo en forma de reproche, solo te digo que lo habrías hecho y habrías actuado correctamente. Me reafirmo, no hemos hecho nada que otro en nuestro lugar no hubiese hecho. Ha sido todo por supervivencia y no me arrepiento de nada.

P. ¿Cuantas personas habéis asesinado para alimentaros?

¿Te crees que anotábamos en una libreta el número de las personas que capturábamos? ¿Tú contabas la cantidad de animales que caían en tu plato antes de que sucediera todo? ¿Cuantas pechugas de pollo te comías al año? Esto es lo mismo. No hemos hecho esto por gusto. Lo hemos hecho por necesidad, metetelo en la cabeza. Pero si tanto te empeñas, te diré que más de una centena seguro. Supongo que tu siguiente pregunta era si hacíamos distinciones. Sí, las hacíamos. A los niños no nos los comíamos. Los integrábamos en la comunidad para que se adaptaran. Eso sí, si la caza hubiese escaseado, no habríamos hecho ningún tipo de distinción. De la misma forma te digo que si no hubiéramos tenido la suerte de estar cerca de esta autovía, tan transitada por supervivientes, hasta es posible que nos hubiéramos planteado el escoger a miembros de nuestra comunidad para alimentarnos. Esto no lo habríamos hecho de cualquier forma, sino selectivamente. Habríamos utilizado a los miembros de menos utilidad para la comunidad. Lo habríamos tomado como una selección natural, el triunfo del fuerte sobre el débil...


Después de escuchar semejante serie de atrocidades, he dado por terminada esta "entrevista". Su frialdad al relatar todo, su ausencia de remordimientos, su forma de regocijarse en cada una de sus palabras... me han producido unas tremendas ganas de vomitar y pegarle un tiro entre ceja y ceja. Ahora si me alegro de que Iván haya quemado ese jodido campamento de tarados. Cuando lo capturé con la intención de hacerle preguntas, no esperaba ni por asomo que justificara sus actos de esta forma. Lo jodido es, que a pesar de que se que todo lo que ha hecho él y su gente esta mal, no he encontrado argumentos para rebatirle. Tiene otra moralidad, otra visión de lo que esta bien y esta mal. ¿Como cojones puedo explicar y hacerle entender a un lobo que esta mal matar para alimentarse? Se que no es lo mismo y Dios me libre que no lo justifico, pero es lo que han estado haciendo estos tipos durante todo este tiempo. Otra vez entro en el dilema de lo que esta bien y esta mal. Solo Dios es capaz de juzgar estos actos. Yo, por el contrario, se que nunca habría podido actuar así. Por mucho que él diga que tendría que estar en esa situación.

Muchos de vosotros se que estaréis preguntándoos que hemos hecho con él, si lo hemos asesinado. Quizás habría sido lo mejor. Llevarlo a la cuneta tal cual estaba, atado de pies y manos, y meterle una bala en su cráneo lleno de basura. Pero no ha sido así. Iván ha propuesto matarlo. Su argumento, era un asesino y no merecía una segunda oportunidad. Fede ha apoyado esta moción. Los demás se han mantenido al margen. He sido el único que se ha opuesto, aunque ahora me arrepiento de ello. Cuando Iván lo ha encañonado con la escopeta, he apartado el cañón rápidamente. Iván se ha puesto como un basilisco, pero no he entrado en su juego. Mi respuesta ha sido "No somos como él. Vamos a demostrárselo". He obviado su "¡Como que no! ¡Yo soy más hijo de puta y se lo voy a demostrar!" y he cortado las ataduras del caníbal. Este, con mirada de sorprendido, se ha levantado y me ha mirado directamente a los ojos. Sus palabras han sido "Gracias. Pero ahora más que nunca, te recuerdo que sigues siendo un individualista. No has permitido que me maten por puro egoísmo. No quieres asemejarte a mi, por eso lo has impedido. Pero ya te he dicho que no somos tan diferentes. Todos los aquí presentes somos iguales. La diferencia es que tú te empeñas en creer que no eres así. Un claro ejemplo son tus compañeros. Ellos dos quieren matarme y los otros se abstienen de opinar. Tú eres el único que se empeña en respetarme la vida. No me confundas, te lo agradezco. Pero no somos tan diferentes aunque te empeñes. Ya lo comprenderás. Sobretodo entenderás que hay que anteponer al grupo sobre cualquier otra cosa o de lo contrario, el bienestar de todos se puede venir abajo. Tomatelo como un consejo. Chao". Después de esto, se ha alejado andando autovía abajo. Iván ha intentado pegarle un tiro con el subfusil, pero una vez más, se lo he impedido. En que mala hora.

Nos hemos puesto en marcha y hemos transitado unos cuantos kilómetros. Nos ha caído la noche y hemos decidido acampar en el lugar donde nos encontramos ahora. Ha pasado el tiempo sin ningún tipo de sobresalto y todo ha ocurrido después de cenar. De esto hace apenas unas horas. Estábamos todos preparándonos para dormir cuando Esther se ha ido a mear. Ha salido fuera de la autovía y se ha escondido tras unos matojos. Lo raro ha sido cuando han pasado los minutos y Esther no regresaba. La hemos llamado a voces, pero ella no ha contestado. Cuando hemos mirado tras los arbustos y hemos descubierto que allí no había ni rastro de ella, es cuando he imaginado lo peor. Todo el grupo hemos cogido nuestras armas y linternas y hemos salido de la autovía a buscarla, llamándola a gritos. Nos hemos dividido por grupos de dos y bifrcado para buscarla. Belén y yo íbamos por una zona de arbustos y matojos cuando hemos visto una silueta en la oscuridad. Cuando hemos iluminado a esta, nos hemos quedado helados. Era el jodido caníbal. En sus manos sostenía un cuchillo que lo tenía situado en la garganta de Esther. Esta estaba amordazada y atada de pies y manos. Su mejilla sangraba abundantemente. El caníbal no parecía sorprendido, sino todo lo contrario. Solo ha dicho "Vaya... Ya me habéis jodido el aperitivo". Belén y yo le hemos encañonado rápidamente. Al ver esto, Adolfo ha agarrado a Esther con más fuerza y apretado más el filo del cuchillo contra el cuello de Esther. De los ojos de esta brotaban lágrimas a borbotones. Cuando le he ordenado que la suelte, él solo ha dicho "Te lo advertí, Erik. Debes de anteponer el bienestar de tu grupo ante todo". Le he repetido la orden, pero esta vez a permanecido callado y quieto, utilizando a Esther de escudo. Después de unos segundos de silencio, ha dicho "Veamos si has aprendido algo..." y ha soltado a Esther, la cual a caído al suelo. A pecho descubierto, me ha mirado desafiante y me ha animado a dispararle. No lo he hecho. Lo he seguido encañonando pero no me he atrevido a apretar el gatillo. Finalmente, ha dicho "No has aprendido nada. Matarás a tu grupo con esa actitud" y ha levantado el cuchillo en dirección a Esther. Entonces he disparado tres disparos con la pistola, los cuales le han impactado en su pecho. Recuerdo que mientras a caído de rodillas y con la sangre brotando de su boca, ha dicho mediante un hilillo de voz "Lo sabía... Eres igual que nosotros...". Han sido sus últimas palabras. Los disparos han atraído a todo el grupo, que estaba buscando a Esther alejados de esta zona. Cuando han visto la escena, se han sorprendido. Esperaban cualquier cosa menos que ese puto caníbal nos hubiese seguido. Yo tampoco lo espraba cuando lo hemos encontrado. Mientras Eduardo y María desataban a Esther, Iván se me ha encarado y, empujándome, ha dicho "¡Eres un puto mierda! ¡Lo teníamos que haber matado en su momento! ¡Nos habríamos evitado esto! Esther podía estar muerta ahora mismo por tu jodida imprudencia. ¿Acaso creías que ese tipo se iba a reinsertar? ¿Que se iba a hacer vegetariano a estas alturas? Si no tienes huevos para apretar el gatillo y proteger a los tuyos, deja a los que si que tenemos. Solo haznos ese favor...". No he escuchado más. He dado media vuelta y me he pirado para el coche. Belén me ha seguido y no ha parado de decirme que he actuado correctamente en todo momento, que no soy un psicópata como lo es Iván y que yo no sabía que esto podía ocurrir. Agradezco su apoyo, pero se que lo dice para que me sienta mejor. Lo sé. Lo peor de todo es que ese puto caníbal tenía razón. A veces, no hay que preguntarse lo que esta bien y lo que esta mal si lo que esta en juego es la supervivencia del grupo. He errado.

Quizás, como él a dicho, no soy tan diferente a como era él... A pesar de que en ocasiones me intente poner una mascara para sentirme mejor.


- Erik -



domingo, 23 de mayo de 2010

+ 23-05-10 + Asalto y liberación

Tengo grabado en la mente el brillo de la luna de esa noche. Era... un brillo extraño. Algo me decía que algo malo iba a ocurrir. Una de esas premoniciones que no sabes de donde vienen pero sabes que se van a cumplir. Todos estaban durmiendo. Habíamos acampado al borde de la autopista. Eduardo y los demás dormían en la furgoneta mientras que en el utilitario estábamos Belén y yo. Yo miraba la luna y no paraba de pensar en todo lo sucedido. Todo lo ocurrido hasta la fecha. Por mi mente desfilaban miles de rostros de podridos. Los veía andar por ciudades vacías, por edificios públicos, por sus casas... No se porqué mi mente recreaba esas imagenes. De repente, Belén me tocó la mano. Por lo visto, llevaba un buen rato despierta. Me dijo que en que pensaba. Yo le contesté que en nada en concreto. Sin venir a cuento comenzó a besarme el cuello mientras me acariciaba el pelo. Permanecí quieto dejándome llevar. Hacía tanto tiempo que no sentía una muestra de cariño suya... De un rápido movimiento, saltó de su asiento y se situó encima mía. Comenzamos a besarnos, a quitarnos la ropa desenfrenadamente, tocarnos todo el cuerpo... y ocurrió todo. Los cristales del coche estallaron en mil pedazos. Belén gritó asustada. Un gran número de siluetas camufladas por la oscuridad de la noche rodeaban el coche. Intenté estirar el brazo al salpicadero para coger mi arma pero no me dio tiempo. La puerta del vehículo fue abierta y varias manos tiraron de nosotros con una fuerza sobrehumana. Ambos caímos al exterior. Belén se abrazó a mi mientras yo observe a nuestros agresores. Los miré a la cara uno a uno. Habían hombres y mujeres de todas las edades... No me cabía duda, conocía esas caras. Eran los del campamento de caníbales. Todos nos miraban con una extraña sonrisa. Nos observaban detenidamente. Nos devoraban con los ojos. Intente ponerme en pie para atacarles pero me inmovilizaron rápidamente. Mire al frente. Eduardo y los demás estaban en las mismas que nosotros. Comencé a gritar que nos dejaran en paz, que les daríamos comida, pero eso solo hizo que comenzaran a reírse a carcajadas. Lo que comenzaron a hacer a continuación es una imagen que no paro de recrear en mi mente. Levantaron a Iván y entre varios comenzaron a asestarle puñaladas. Una tras otra, en el pecho, en el abdomen... levantaron a los demás y comenzaron a hacer lo mismo. Los cortaban separando sus extremidades. Los estaban desmembrando a sangre fría. Mientras yo gritaba con todas mis fuerzas y los maldecía, levantaron a Belén. Ella también gritaba. Sabía que le iban a hacer lo mismo. Dos de ellos sacaron sus cuchillos y el primero se lo hundió en la garganta. Mientras la sangre se derramaba, yo entraba en estado de shock. No podía gritar, no podía moverme... solo mirar. Empezaron a tirar de sus extremidades y su cuerpo se partió en dos. Dejaron caer sus restos al suelo y, como si se pusieran de acuerdo, todos se tiraron al suelo a devorar los cadáveres. A mi me dejaron ahí tirado viendo como devoraban los cuerpos de mis compañeros y de mi novia. En ese momento me levanté y me acerque. Sin más, me tiré sobre el cadáver de Belén y me puse a comer de los restos. Con mis manos apartaba restos ensangrentados, los seleccionaba y me los llevaba a la boca. Todos a mi alrededor hacían lo mismo. Eramos bestias. Animales. Por unos instantes mire mis manos. Estaban despellejadas... podridas... Lo último que recuerdo era como del cadáver de Belén sacaba un muñeco. Un pequeño muñeco que parecía de goma. Tenía brazos y pies... era un feto. Me lo llevé a la boca y lo devoré...

No se porqué he tenido esa clase de sueño. Hacía tiempo que no tenía pesadillas de este calibre y mucho menos tan sumamente bizarras. Yo convertido en un merodeador devorando a Belén, desmembrando su cuerpo y comiendo ¿un feto?. No tengo ni idea que quiere decir este sueño. Hay algo a lo que si le encuentro explicación y es a la aparición que hacen los caníbales en el sueño. Hemos vuelto a tener contacto con ellos.

Después del destierro de la casa de Joaquin y Mercedes, permanecimos acampados en una zona segura y bien oculta. Dicho destierro nos había pillado con los preparativos del viaje a mitad, así que decidimos acampar al menos unas 24 horas para terminar de organizarlo todo bien. Pasamos todo el día con los preparativos. Recuento de alimentos, recuento de munición, limpieza de las armas, trazado de rutas alternativas en el mapa... No paramos en todo el día, pero a pesar de eso, yo solo pensaba en una cosa. En la chica que deje en el campamento de los caníbales. Mi mente era asaltada por cantidad de preguntas. ¿Estaría viva? ¿Ya la habrían devorado? ¿Por qué no la salvé cuando tuve ocasión? Era consciente de que si no volvía a por ella, el sentimiento de culpabilidad no me iba a dejar dormir como no me había dejado hasta ahora. No aguante más y cuando llegó la hora de la cena, conté a todo el grupo lo que nos había ocurrido en nuestra última incursión. Iván y Eduardo me miraron sorprendidos cuando comencé a relatar lo sucedido. Los demás, sobretodo Belén, también se quedaron boquiabiertos. Belén se llevó las manos a la boca cuando relaté todo lo que allí vimos y lo que estuvieron a punto de hacernos. Cuando termine el relato, expuse mi intención: Volver a rescatar a esa chica y a los que quedaran allí cautivos. La forma de hacerlo, entrar a sangre y fuego. La respuesta por parte de todo el grupo me dejo asombrado. Un rotundo NO. Esperaba ese NO de Belén, pero no de boca de Eduardo y Fede. Más sorprendido me quedé cuando al alegar "Son seres humanos. Tenemos que ayudarles", Eduardo me respondió "Erik, te comprendemos. Al menos yo te comprendo. Se que eres una gran persona. No soportas el sufrimiento ajeno y te dejarías la piel por ayudar a los demás. Lo has demostrado hasta ahora. Pero tienes que comprender algo. El grupo esta cansado de sufrir y yo el primero. No queremos ver más muertes, no queremos ser participes de masacres innecesarias. Solo debemos de preocuparnos por nosotros, por nuestras vidas y que el mundo siga su curso. Queremos llegar a Reus y olvidar. Olvidar todo lo que hemos visto y hemos sufrido. Es hora de que pensemos en nosotros, ya que no somos hermanitas de la caridad. Como has podido comprobar con Joaquin, cada uno mira por su propio interés y es algo que ahora veo lógico y normal. Por salvar a esa gente no podemos ponernos en peligro nosotros. Que cada palo mantenga su vela. Lo siento...". Iván me miró y acompaño las palabras de Eduardo con un "Tiene razón, hermano". No contesté. No podía comprender actitud tan poco humana y egoísta. Me fui al coche indignado, me tapé con una manta e intente dormir. En el asiento trasero estaba Thor, mirándome. Parecía que supiera que estaba enfadado. Me dio unos lametones y se tumbó a dormir. Pasaron las horas y permanecí dentro del coche, dándole vueltas al asunto. Vi como todos se metieron en la furgoneta, Iván se subió al techo de esta para hacer la primera guardia y Belén entró a nuestro vehículo. Cerré los ojos y me hice el dormido. Ella me dio un beso y se tapó. No tardo en dormirse. Paso una hora aproximadamente. Todos dormían menos Iván, que estaba haciendo la guardia. Se encontraba de espaldas a nuestro coche. Entonces hice lo que llevaba horas pensando hacer. Si nadie iba a ayudar a esa gente, iría yo solo. Si ellos podían dormir tranquilos con ese peso en su conciencia, yo no era capaz. Abrí la puerta del coche lo más silenciosamente que pude. Thor levantó la cabeza y me observó. Como si de una persona se tratase, me llevé el dedo a los labios y le hice un gesto de que no hiciera ruido. Salí y cerré la puerta muy despacio. En mis manos llevaba mi subfusil. Quedaban pocos cargadores, así que tenía que evitar abrir fuego. Iván seguía sin percatarse de mi presencia, ya que estaba de espaldas. Aproveché esto y comencé a andar lentamente rumbo a unos arbustos, con tan mala suerte que pise una rama. Eso fue suficiente para alertar a Iván, que no tardo en apuntarme. Con gestos le dije que no alarmara a los demás, que era yo. Este me miro extrañado, bajo del vehículo y se me acercó. Me preguntó que a donde iba. Mi respuesta fue "A mear", a lo que me respondió "¿Desde cuando llevas el subfusil y no la pipa para ir a mear? Erik, no me caído de un nido, tú y yo sabemos a donde vas y solo te puedo decir que estas loco...". Aguardé en silencio unos segundos, mirándole a los ojos y apuntilló su frase "...pero no tanto como yo. Vamos para allá, nos los cargamos, sacamos a esa tiparraca de allí y volvemos. Pensándolo bien, tengo ganas de marcha y de terminar lo que empezamos". Le dije que no, que debía volver a su puesto de vigía, que me dejara a mi solo. Contestó "No es negociable. O voy contigo o no vas a ningún lado. No te preocupes por la guardia, aquí no hay merodeadores cerca. Ya lo has comprobado hoy, si estuviesen cerca, habríamos visto a alguno. Además, será rápido. Vamos, cuanto antes salgamos más tardaran en echarnos de menos". No tenía otra opción. Juntos comenzamos a andar en busca de la famosa arboleda. No necesitábamos linternas, la luz de la luna era impresionante. Era como un inmenso foco que nos alumbraba.

Caminamos hasta encontrar la arboleda y, una vez en esta, nos internamos en busca del dichoso campamento. No fue fácil transitar por aquí, ya que los arboles apenas filtraban la luz de la luna y como se dice vulgarmente, no veíamos ni tres montados en un burro. Andamos durante unos minutos hasta que divisamos una pequeña luz anaranjada en la lejanía. No cabía duda. Era el campamento de los antropófagos. Conforme nos íbamos aproximando, descubrimos que dicha luz era de una hoguera todavía encendida. Alrededor de esta se vislumbraban algunas tiendas de campaña. Parece ser que después de nuestra escabechina, los supervivientes no habían perdido el tiempo y habían reconstruido su pútrido poblado. Nos situamos a una distancia prudente y observamos. Tenían que tener a alguien haciendo guardia. Tenían que tenerlo... Buscamos con la mirada, hasta que lo vimos. Caminando entre las tiendas de campaña, con una escopeta en sus manos, apareció un individuo. Se situó junto a la hoguera, se desperezó y acto seguido se sentó en una silla que allí había. De su cinturón saco un machete y cogió algo que había cerca de la hoguera. Era un trozo de carne. Restos de la cena de esa noche, supongo. Lo peor de todo es que os podéis imaginar que clase de carne debía de ser. Verlo cortar rodajas y llevárselas a la boca me produjo un profundo asco por el cual casi vomito. Miré a Iván y le pregunté que se le ocurría. Él me contestó "Me voy a alejar unos metros. Tú solo tienes que hacer algo para llamar su atención. Cuando se acerqué para ver que es, lo sorprenderé por la espalda. Fácil y rápido". Iván se alejó de mi posición reptando y yo busqué alguna forma de llamar su atención. Lo único que se me ocurrió fue mover unos arbustos que tenía delante de mi. Cuando hice esto, el individuo miró rápidamente, se levantó y apuntó a mi dirección. Recé porque no fuera de los que disparan y luego preguntan. A Dios gracias no fue así, ya que de lo contrario no estaría aquí relatándoos lo ocurrido. Como os iba diciendo, se levantó y apuntando con la escopeta, comenzó a mirar. Ocultó en los matojos, moví una vez más los arbustos. Este, sorprendido, comenzó a andar cautelosamente hacía mi posición. Como dice el refrán, la curiosidad mato al gato. Cuando estaba a mitad de camino entre mi posición y el campamento, Iván emergió de las sombras, por su espalda, y le asestó una serie de golpes en la espalda mientras le tapaba la boca. Me sorprendió que dichos golpes dejaran fuera de combate a ese hombre, entonces comprendí que los golpes no fueron tales golpes. Descubrí que Iván le había asestado unas puñaladas cuando vi un cuchillo ensangrentado en sus manos. Lo primero que le dije fue que por que había hecho eso, que no había necesidad de matar a nadie. Su respuesta fue contundente: "Tú eliges: Esto o pedirles por favor que nos entreguen a los rehenes. No me seas niño, joder, sabías a que venías. No perdamos tiempo". No comparto ni apruebo el matar a sangre fría. Aunque pensándolo detenidamente, soy el menos adecuado para hablar. Andamos casi agachados por el campamento. Caminamos entre las tiendas intentando hacer el menos ruido posible. Mientras andábamos, yo me iba fijando en todos los detalles. Había ropa tendida, juguetes por todos los lados, libros y revistas, hasta un balón de fútbol... Sigo sin comprender como gente tan aparentemente normal, podía actuar de esa forma.

No tardamos en llegar a las vallas donde encerraban a su "comida". Inconscientemente, comencé a buscar a esa chica. Deseaba con todas mis fuerzas que siguiera viva, que estuviera allí, que no la hubieran devorado. Allí estaba, acurrucada en un rincón y tapada con una manta. Parecía dormida. Junto a ella, habían dos personajes más, un chico joven que permanecía sentado y nos observaba con cara de desconcierto, y otro que estaba tumbado y durmiendo, al menos, aparentemente. Miré al que estaba despierto y le hice el mismo gesto que momentos antes le había hecho a Thor. La pequeña diferencia estaba que ahora se la estaba haciendo a un ser racional que entendía mi gesto. Iván cogió las llaves del candado, que estaban colgadas en el mismo árbol de días atrás. Lentamente y sin hacer ruido, abrió el candado y retiró la cadena. La chica y el individuo del suelo se despertaron y nos miraron sorprendidos. Entendieron a la perfección nuestro gesto de "salir de aquí". Una vez estaban todos fuera, les dijimos en voz baja que nos siguieran y emprendimos la marcha. Pero no andamos unos cinco pasos cuando nos detuvimos en seco. La cremallera de una de las tiendas se abrió y de ella salió un personaje diciendo "Manué, ya voy a darte el relevo...". Se cayó en seco cuando en vez de a "Manué" nos vio a nosotros, encañonandolo. Iván desenvaino su cuchillo y, de un rápido movimiento, se lo puso en el cuello, diciendo "Cualquier tontería y eres comida para los perturbados de tus amigos". Este comprendió que Iván iba en serio y no dijo ni mú. En ese mismo instante recordé lo que había hecho momentos antes con el otro individuo y deduje que lo iba a repetir con este. Mis palabras fueron "Iván, no lo hagas si no da motivos. Nos lo llevamos con nosotros. Al menos, hasta que estemos lo suficientemente alejados para que no de problemas". Mi compañero me miró atónito y dijo "¿Que qué? ¿Que lo llevamos con nosotros? Sí, y ya de paso lo emparejamos con Esther, no te jode... ¿Estas en tus cabales?". Le dije que me hiciera caso por una vez. Le costó, pero accedió a regañadientes. Con este individuo delante, encañonado y sin perderle de vista, y los liberados detrás de nosotros, comenzamos a transitar por el campamento. Una vez salimos de este, Iván me dijo "Se me olvidaba, Erik. Cuando entrabamos al campamento he visto unas latas de gasolina llenas. Nos son de utilidad, así que voy a volver a por ellas. Me acompañara uno de estos que hemos liberado, para ayudarme. No tardaré, pero de todas formas, ves yendo a nuestro campamento con los demás. Y no pierdas de vista a tu amigo el caníbal". No me dio tiempo a decirle que se olvidara de la gasolina, en cuestión de segundos ya había cogido de la camiseta y arrastrado al chico más joven que habíamos liberado e iban de vuelta al campamento. Yo seguí transportando al rehén y a los otros dos.

Habíamos recorrido las mitad de nuestro trayecto, cuando ya me extrañaba que Iván y el otro no estuvieran de vuelta. Fue entonces cuando algo me llamó la atención. A nuestras espaldas, se había levantado una tremenda luz que iluminaba casi toda la arboleda. Era una luz anaranjada que cubría todo el campamento. Esa luz eran llamas que estaban devorando el campamento entero. El fuego cubría todas y cada una de las tiendas de campaña. No tardaron en oírse gritos desesperados. Podía ver fulgurantes siluetas que, cubiertas en llamas, corrían e intentaban alejarse de la tremenda hoguera en la que se había convertido el campamento. No llegaban muy lejos y caían desplomados. El rehén se dejo caer de rodillas al suelo y con la mirada clavada en su comunidad, nos dedico un "Hijos de puta... Sois unos hijos de puta asesinos...". Al escuchar sus palabras no pude evitar pensar la frase de "Le dijo el muerto al degollado". Las llamas no tardaron en propagarse de árbol en árbol. El incendio ya se había declarado y era obvio que dicha arboleda tenía las horas contadas. Mientras observábamos las inmensas llamas, no tardaron en aparecer Iván y su acompañante, ambos cargados con latas de gasolina. Cuando, exhausto y sonriente, llego a nuestra posición, le pregunté que cojones había hecho. Su respuesta fue "Que les jodan. Se lo merecían" y comenzó a andar. En ese campamento habían mujeres y niños y acababan de perecer engullidas por las llamas. Los de ese campamento no merecían vivir por todos sus actos, pero hasta que punto esta justificado lo que había hecho Iván. No lo sé. Por una vez, decidí no juzgar su acto y no decirle nada. Que lo juzgue Dios si existe. Yo mirare el lado bueno, esa gente no volverá a matar a nadie más. Cuando Iván paso junto a a nuestro rehén, le dio las latas de gasolina y le dedicó unas palabras, que fueron "Y tú, no te acostumbres mucho a respirar, que en cuanto pueda te convierto en comida de perro". Este escupió a sus pies en respuesta.

Cuando llegamos al campamento, todos estaban despiertos. Parecía que nos habían estado buscando durante un buen rato. Todos se asombraron al ver que veníamos con más gente. Lo primero que hizo Belén fue darme un tortazo, por el susto que le había dado, y seguidamente un abrazo, por la alegría de ver que estaba bien. Mientras yo conté todo lo sucedido, Iván ató y amordazo al rehén. No fue idea suya, sino mía. Lo hizo a regañadientes, como no. Sigue pensando que lo mejor es matarlo. Yo solo quiero una cosa de esa persona, así que estando yo aquí no le a tocado ni le va a tocar ni un pelo por el momento. Cuando conté lo ocurrido y aguanté la bronca de todos (Eduardo, a día de hoy, sigue sin dirigirme la palabra), los nuevos se presentaron. El chico que había ayudado a Iván a quemar el campamento, se llama Juanca. Es un chico de unos 27 años, de estatura media y pelo castaño. El otro se llama Hans, de 38 años y, como delata su pelo rubio y ojos azules, es alemán. Se que es un tópico, pero saltaba a la vista. Habla un español perfecto. Y la chica... la chica no dijo su nombre. Por no decir, no ha dicho nada hasta ahora. Es como si estuviera muda o en estado de shock. No habla, no se comunica ni por gestos, nada. Solo nos observa con mirada de asustada y se pasa largas horas lloriqueando. Por más que le hablamos y la consolamos, no sale una palabra de sus labios. No se que le pasa. Quizás los acontecimientos de los últimos meses la han dejado así o quizás era una chica con problemas mucho antes de que todo esto comenzara. Sea como fuere, me alegro de que la hayamos salvado. A ella y a los otros dos. Hemos salvado tres vidas. Aunque el precio haya sido quitar unas cuantas. Esto último no me quita el sueño.

Al contrario.

Por fin puedo dormir tranquilo. He enmendado mi error.


- Erik -


viernes, 21 de mayo de 2010

+ 21-05-10 + Expulsados del Edén

Génesis 3:3
Pero del fruto del árbol que esta en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de el, ni le tocareis, para que no muráis.

Génesis 3:6
Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió.

Génesis 3:23
Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.

Génesis 3:24
Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida.


Nunca me he considerado católico. Ni lo he sido ni lo soy. No creo que si Dios reveló su palabra y voluntad quisiese que una institución se lucrase y modificara su palabra a su antojo, siendo ellos dioses terrenales. Con esto no me refiero solo a la fe católica, sino me extiendo a todas las religiones que ha creado el hombre desde todos los rincones del mundo. Si he comenzado la entrada con estas frases del génesis es porque en la guantera del coche que tomamos prestado unos días atrás, hay cantidad de folios impresos del antiguo testamento. Parece ser, el antiguo propietario de este vehículo era una persona muy religiosa. Y no solo porque están estos textos, sino porque el interior del coche esta adornado con pequeñas cruces y pegatinas beatas, como por ejemplo, una que dice "Dios te ama". Me preguntó si al antiguo propietario del coche, su Dios le ayudo. Espero que sí. Como decía, he comenzado la entrada con estos fragmentos del antiguo testamento porque me han llamado mucho la atención. Aunque conocía algo de ellos, nunca hasta ahora los había leído. Y ahora, sentado en el asiento del conductor, he tenido oportunidad de leerlos detenidamente y ese fragmento es el que más me ha llamado la atención. Como Adán y Eva tenían todo. Tenían un paraíso para ellos solos, paraíso donde no existía el sufrimiento ni el dolor, solo tranquilidad y bienestar. La única condición era que no podían comer el fruto prohibido. Pero ellos no hicieron caso y aun así, a pesar de que lo tenían todo y perdían mucho si lo hacían, lo hicieron. Desoyeron las palabras de Dios y comieron de ese fruto. Entonces fueron expulsados del paraíso. Dejaron atrás ese precioso y tranquilo lugar para ir a un mundo lleno de dolor y sufrimiento. Ese fue su castigo por desobedecer. El mismo castigo que hemos sufrido nosotros.

El día de ayer fue muy movido. De buena mañana, María, Iván y yo fuimos a la gasolinera más próxima. Necesitábamos llenar los depósitos de los vehículos y coger unas cuantas garrafas con combustible para tenerlas en la reserva. El día había amanecido con tormenta y no paraba de llover. Lo rayos surcaban el cielo de lado a lado y los truenos sonaban constantemente. En otras circunstancias, no habríamos salido al exterior con ese clima, pero teniendo en cuenta de que los merodeadores se quedan inactivos bajo la lluvia, era el mejor momento para salir al exterior y realizar la incursión. Montamos en los vehículos, Iván en la furgoneta y María y yo en el utilitario. Circulamos autopista abajo, desandando el camino que semanas atrás habíamos transitado, ya que la gasolinera más cercana estaba en esa dirección. En nuestro camino hacía esta, encontramos a decenas de merodeadores desperdigados en la autopista. Bajo la lluvia, todos permanecían quietos, sin mover ni una sola extremidad. Era impresionante pasar por su lado como si fuéramos invisibles a sus ojos. Ojala fuese siempre así. Esto despertó una conversación entre María y yo. Ella tampoco lograba comprender porque bajo la lluvia se quedaban inactivos. Un comportamiento verdaderamente extraño. Mientras hablábamos de ello, me percate de otra cosa que no me gusto ni un pelo. Todos los merodeadores que nos íbamos encontrando, todos se habían parado hacía la misma dirección: autopista arriba, dirección donde esta la casa de los abuelos. Aunque se que los merodeadores nunca llegan a la casa, eso no me gusto nada.

Llegamos a la gasolinera y una vez allí, comenzamos a llenar los depósitos y las garrafas sin problemas. Mientras mis compañeros realizaban esta tarea, yo me di una vuelta por el recinto de la gasolinera. El suelo estaba lleno de marcas de neumáticos. Eran de no hace mucho. Seguí caminando y me adentré a la tienda 24 horas. Esta estaba patas arriba. Todos los artículos que habían quedado ajenos al saqueo ahora estaban todos esparcidos por el suelo del recinto. Las mesas de la cafetería, las que no estaban volcadas, estaban juntas. Cuando me acerqué a estas, pude ver que estaban llenas de sangre seca. Toda la mesa y parte del suelo. Encima del charco de sangre, habían varios paquetes de vendas. Alguien había utilizado este recinto como un hospital improvisado. Alguien había traído aquí a alguien herido y lo había intentado curar. Cuando me disponía a salir, me llamó la atención algo. En el suelo habían unas cuantas pisadas de bota. La sangre formaba el dibujo de la suela de la bota. Estaba de cuclillas observado esto cuando un ruido que provenía de detrás del mostrador me sorprendió. Giré la cabeza rápidamente y me quedé fijamente mirando esperando lo peor. Aguarde unos segundos, pero ya no se oía nada. Pensé que sería una alimaña, pero justo cuando pensé eso, un cadáver andante se irguió tras el mostrador. Me quedé observándolo por un instante. En ese trascurso de tiempo le dio tiempo a salir del mostrador y comenzar a andar torpemente hacía mi. Tenía toda la pierna vendada y parte del antebrazo. Llevaba una tremenda barba y unas gafas de sol todavía puestas. La hebilla de su pantalón colgaba de este y arrastraba por el suelo a su paso. Cuando estaba ya a apenas 3 metros de mi, le apunté y efectué 3 disparos con el subfusil en modo semiautomático. Este cayó al suelo desplomado. María e Iván no tardaron en entrar a la tienda gritando "¿Que ocurre? ¿Estas bien?". Les dije que me había aparecido un merodeador, nada más. Ellos se acercaron a este para cerciorarse de que estaba "muerto". Entonces salí de la tienda y María no tardó en seguirme. Me dijo "Vamos, tenemos que llenar las garrafas e irnos". Me extraño que Iván no saliera con ella, así que entre de nuevo a la tienda para buscarlo. Me lo encontré allí, de cuclillas junto al cadáver del merodeador. Lo observaba, totalmente absorto. Me acerqué a él y le pregunté que ocurría. Cuando me oyó, se sobresaltó y me apuntó con su arma. Cuando me reconoció, reaccionó y bajo su arma, no sin antes pedirme disculpas. Acto seguido se levantó y andó hacía la puerta. Cuando le pregunté que había visto, su respuesta fue "Nada. Llenemos eso y marchémonos". Nunca había visto a Iván así de extraño. Era como si estuviese preocupado por algo. Me acerqué al cadáver y lo observé para ver que había llamado la atención de Iván. No vi nada fuera de lo común. Un simple merodeador. Igual de asqueroso como todos. Pero había algo que me llamó la atención en el último momento. Le faltaba la hebilla del pantalón. ¿Donde estaba si cuando iba hacía mi la llevaba arrastrando? ¿La había cogido Iván? ¿Para qué? No lo sé. No me he atrevido a preguntarle.

Cuando terminamos de llenar las garrafas y con el depósito de los vehículos lleno de combustible, pusimos rumbo de nuevo a la casa. El trayecto transcurrió como el de ida, sin problemas. Los merodeadores permanecían quietos bajo la lluvia. Nada más llegar a casa, le entregamos las armas a Joaquin y descansamos un rato hasta bien entrada la tarde. Viendo que era imposible trabajar en la granja, decidí ayudar a Mercedes y las chicas a preparar la cena. Serían las 8 de la tarde aproximadamente, cuando mientras me encontraba en la cocina con Mercedes, Belén y Esther, que estábamos pelando y cortando unas patatas, se oyeron unos gritos provenientes del último piso. Todos nos quedamos congelados y nos miramos entre si. A Belén se le cayó la patata que estaba pelando al suelo. Cuando sonó el segundo grito, no perdí tiempo y cuchillo en mano, comencé a correr hacía el piso de arriba. Mientras iba subiendo las escaleras, oía un tremendo barullo. Era como si alguien estuviese volcando muebles y tirando el mobiliario contra las paredes. Llegué al último piso y comencé a buscar de que habitación procedían los gritos. Cuando vi la famosa habitación de los ruidos entre abierta y los golpes sonando en esa habitación, me estremecí. No me lo pensé más y de una patada abrí la puerta. Allí había una profunda oscuridad que era rasgada por los rayos de luz del ocaso que se colaban por la persiana. Hasta que mi vista no se acostumbro a esa oscuridad, no pude ver que estaba pasando. En una esquina estaba Elena, permanecía semidesnuda y acurrucada en un rincón. Delante de ella, con una lámpara de pie de madera en las manos y sin camiseta, estaba Iván. Esgrimía la lámpara contra alguien que había ante él. No tarde en descubrir que era un merodeador. Iván le propinó con la lámpara un golpe en la cabeza que lo hizo tambalearse. Entonces salté sobre el merodeador y lo derribé al suelo. Yo caí encima de él y comencé a asestarle puñaladas en la cabeza. No paré hasta que dejo de moverse. No lo vi venir, ni siquiera se de donde salió, pero otro merodeador se me echo encima. Estaba esperando que me clavara su dentadura en mi espalda, cuando Iván lo cogió y lo lanzó por la habitación. Este aterrizó sobre la ventana, rompiendo el cristal y la persiana. La persiana quedo hecha trizas y la luz entró en la habitación, haciendo desaparecer la penumbra. Entonces pude ver la escena. El merodeador que me había atacado e Iván lo había lanzado era un niño de unos 13 años. Este se estaba levantando. A su lado, había unos cinco merodeadores más. Uno de ellos, una mujer, estaba atada a una silla y luchaba por soltarse. Sus ojos estaban clavados en nosotros y abría y cerraba la boca sin parar. Otro de ellos caminaba junto a la pared. En su manos portaba una barra de hierro que arrastraba por el suelo. No parecía que sostuviera esa barra por voluntad, sino que murió con esa barra en las manos y ahí le quedo encajada, en sus dedos desencajados. Otro de los merodeadores estaba atado de un brazo a uno de los sillones. El brazo que tenía libre de las ataduras lo extendía hacía nosotros. Los otros dos los teníamos prácticamente encima. En ese momento, Joaquin apareció en la puerta y gritó "¡Malditos! ¡os dije que no abrierais esta habitación!". Salí corriendo hacía la puerta seguido de Iván, que llevaba a Elena en brazos. Cuando ya estábamos fuera, intente cerrar la puerta, pero el brazo de un merodeador se coló por la rendija de la puerta, impidiéndome cerrar la puerta. No había nada que hacer. Un par de brazos más se colaron. Entonces solté la puerta y les grité a todos que corrieran escaleras abajo. Así lo hicimos. Cuando inicié la huida, vi a Eduardo en las escaleras, mirando con cara de espanto la escena. Cuando llegamos al piso de abajo, Eduardo comenzó a gritarle a Joaquin que donde estaban las armas. El viejo solo repetía "¡Ni hablar! ¡Es mi familia! ¡No les haréis daño!". Iván, en un arrebato de locura, cogió a Joaquin de la camisa y lo elevó un metro por encima del suelo, empotrandolo en la pared. Le dijo "O nos das las armas o no espero a que esas cosas te maten a ti y a tu mujer. Yo mismo lo haré ahora". Joaquin no abrió la boca hasta que Mercedes, llorando y gritando, dijo que estaban en la despensa de la cocina. Iván lo soltó y junto a Eduardo corrieron a la cocina. Los cuatro merodeadores ya estaban a mitad de la escalera. Belén soltó un grito cuando los vio bajando. María cogió un jarrón y se lo lanzó a uno de ellos. Iván y Eduardo no venían y estos ya estaban casi en el comedor. Agarré fuerte mi cuchillo y me puse el primero para recibirlos. En ese instante, arriba, a espaldas de los merodeadores, apareció Fede, que por lo visto estaba en descansando en nuestra habitación cuando todo ocurrió. Portaba una silla y comenzó a gritarle a los merodeadores. Los dos más rezagados se giraron y cambiaron el rumbo escaleras arriba, hacía él. Los otros dos seguían bajando las escaleras, hacía nosotros. Fede fue a por el que tenía más cerca y le propino un golpe con la silla. Este se tambaleo y cayó rodando escaleras abajo. Cuando este aterrizó en el suelo del comedor, los otros ya habían llegado también a este. Tenía a uno casi encima y levanté mi cuchillo para asestarle una estocada, cuando la katana de Eduardo hizo aparición, decapitando al podrido. Eduardo me apartó de un empujón y fue a por el otro. De dos tajos lo dejo fuera de combate. En ese instante, sonaron dos disparos de escopeta que derribaron al niño merodeador que iba a por Fede. Eduardo eliminó al cuarto merodeador, que se estaba levantando.

La casa quedó hecha un cristo. Las paredes estaban llenas de agujeros por los disparos, el suelo lleno de mobiliario destrozado, los cadáveres de los merodeadores por allí destrozados... Mercedes permanecía arrodillada en el suelo ante uno de los cadáveres, llorando y repitiendo "Hijo mio... hijo mio...". Joaquin estaba en estado de shock, mirando todos los cadáveres. De repente, cogió y comenzó a subir escaleras arriba. En ese momento, cogí a Iván de la camiseta y lo arrastré hasta la cocina. Una vez allí, el cogió y me miró con ojos de sorprendido. Entonces me acerque a su cara y le dije "Dime que cojones hacíais en esa habitación". Iván guardo silencio como si no quisiera hablar, pero cuando se lo repetí, esta vez zarandeándolo, empezó a hablar. Dijo "Erik, tranquilízate, tío. En serio, no sabíamos que tenían esa mierda en la habitación, te lo juro. Hemos entrado porque la vieja no nos deja dormir con las tías y yo tengo mis necesidades, nano. Llevo sin zumbarme a Elena desde que estamos aquí y me subo por las paredes. Habíamos pensado que podíamos darnos un revolcón rápido en esa habitación, ya que los viejos nunca suben. Cuando nos hemos metido y estábamos en plena faena, nos ha sorprendido una de esas cosas. No tenía ni idea de lo que había ahí, créeme...". Me disponía a decirle lo capullo que es él y su amiguita, cuando la voz de Joaquin sonó en el salón. Decía "Fuera de esta casa". Salí a ver que ocurría y me encontré a todos mis compañeros a un lado del salón. Ante ellos, estaba el viejo con su escopeta. Al verme, repitió "No os quiero en mi casa. Os hemos dado nuestra hospitalidad, cobijo, habéis comido de nuestra comida, habéis sido uno más... solo os pedimos que acatarais nuestras normas y una de ellas era que no entrarais a esa habitación. No habéis respetado las normas de esta casa y por ello os tenéis que ir. Esa gente que habéis matado eran nuestros hijos, nuestras nueras, nuestros nietos...". No pude aguantar más y le tuve que contestar. "Esas personas ya no eran vuestra familia. Hace tiempo que dejaron de serlo. Solo eran unos merodeadores más y nunca volverían a ser las personas que vosotros conocisteis. Estaban muertos y eran un peligro..." dije. Joaquin, encolerizado por mis palabras, dijo "¡¿Y como sabes que nunca volverían ser personas normales?! ¡¿Como sabes que Dios no tenía otro destino para ellos?! Por culpa vuestra, por culpa de pecadores como vosotros, Dios nos envió este castigo y pagaron personas inocentes como mi familia. No merecéis estar en esta casa, merecéis estar ahí fuera y que Dios os haga padecer el mal que os ha enviado. Y pensar que mi mujer y yo estuvimos a punto de deciros que podíais quedaros para siempre... Por favor, coger vuestras cosas e iros de aquí. Tenéis diez minutos para recoger todo. Nosotros tenemos que dar un entierro cristiano a las personas que habéis asesinado". No necesitábamos oír más. Nos querían fuera y no era algo negociable. Recogimos nuestras cosas y las cargamos en los vehículos. Una vez fuera, miré a la casa y decidí entrar por última vez. Los ancianos estaban arrodillados ante uno de los cadáveres. Joaquin me miro y comencé a hablar. Mis palabras fueron "Sentimos mucho lo que a ocurrido. Si pudiéramos volver atrás en el tiempo, desharíamos este mal. Ya de paso, quiero daros las gracias en nombre de todo el grupo por la hospitalidad que nos habéis brindado... Gracias por todo". Joaquin me miró a los ojos, pero sin decir nada, cambio su mirada hacía el cadáver. Mercedes seguía llorando. Ande hasta la puerta, les dije "Cuídense" y cerré la puerta. Mis compañeros ya estaban en los vehículos esperándome. Me puse al volante del utilitario y nos pusimos en marcha.

Ya estamos de nuevo en el mundo real. Exiliados del paraíso. Expuestos a los peligros de un mundo podrido, de un mundo sin leyes, de un mundo muerto.


- Erik -





martes, 18 de mayo de 2010

+ 18-05-10 + Cacería humana

Hoy a amanecido un día bastante caluroso. Un día más típico de julio que de mayo. La verdad que con este tiempo, apenas tengo ganas de hacer nada, ni siquiera ni de moverme. A pesar de ello, no hemos parado en todo el día. Entre las tareas de la granja y el campo, y la incursión de esta mañana en busca de dos vehículos, estamos exhaustos. Las chicas tampoco están para muchos trotes. Mercedes no para de encargarles nuevas tareas. Esta mediodía, estaba en la granja con Eduardo, cuando ha aparecido Belén y María, que iban al pozo a recoger agua. Belén estaba muy agitada y cuando le he preguntado que le ocurría, ha comenzado a decirme que quiere irse de aquí cuanto antes, que no aguanta más. El motivo es que esta muy estresada y no soporta que no podamos dormir juntos ni tener intimidad. Yo lo llevo mal, pero ella lo esta llevando mucho peor. Y para colmo, cuando la he visto, acababa de tener una refriega con Mercedes. Una de tantas. Por lo visto, la señora Mercedes tiene muy poca paciencia. La discusión que acaban de tener era porque Belén, mientras lavaba los platos, se le había caído uno al fregadero y lo había roto. Al ver esto, Mercedes le ha echado un puro impresionante y Belén no se ha podido callar. Así que podéis imaginaros. Le he dicho a Belén que tenga paciencia, que en breves nos marcharemos y que durante la estancia que nos queda en esta casa, mire el lado positivo, la tranquilidad que ofrece este lugar, el no tener que estar huyendo cada dos por tres, no solo de hordas de merodeadores, sino de muchos más peligros... muchísimos más...

Bien. Como he dicho antes, esta mañana hemos hecho una incursión en busca de dos vehículos. Los hemos conseguido, aunque nos ha costado lo suyo, incluyendo algún que otro susto. Los vehículos que hemos tomado prestados es un utilitario y un furgón, que hemos encontrado en la autopista. Estos vehículos son grandes y espaciosos, así que podremos viajar en ellos sin problemas. La incursión de hoy la hemos realizado Eduardo, Iván y yo. Y digo la de hoy, porque ayer también realizamos otra, pero fue desastrosa. En la ayer solo participamos Iván y yo. Inicialmente, íbamos a ser tres, ya que iba a venir Fede, pero a última hora se echo atrás, ya que se vio aquejado de un fuerte dolor abdominal. Hoy también tiene molestias y se encuentra tumbado en la cama. Como os decía, la incursión de ayer fue un total desastre. Lo que vimos y nos ocurrió ayer, tan solo lo conoce Eduardo, y en breve, vosotros. Hemos decidido no contar nada para no alertar y preocupar a los demás. Al menos, por el momento.

Ayer, sobre las 10 de la mañana, tal cual habíamos acordado el día anterior, estábamos preparados para salir en busca de dos vehículos. Decidimos ir dos, ya que la tarea era simple y yendo solo dos es más difícil ser detectados por los merodeadores y huir en caso de que nos persiguieran. Le pedimos a Joaquin que nos dejara dos de nuestras armas, bajo la condición que se las devolveríamos para que las guardase cuando estuviéramos de vuelta. Joaquin nos dio dos de las armas a regañadientes. Y más regaño cuando tuvo que cambiar las armas, ya que nosotros queríamos dos de los subfusiles y no las pistolas como él nos había sacado. Con las armas en nuestro poder y los petates con algo de agua y algo de comida por si las cosas salieran mal, iniciamos la marcha. Teníamos previsto que nuestra misión fuese rápida y sin complicaciones, llevándonos solo un par de horas como mucho. Andamos hacía el norte y por el borde de la carretera. Por nuestro camino nos íbamos encontrando algunos merodeadores, los cuales, lentos y torpes, intentaban cogernos, pero nosotros, más rápidos, los esquivábamos y nos alejábamos de ellos. Nuestra primera prioridad era no abrir fuego salvo que fuera necesario. Así evitaríamos llamar la atención de una horda como la que nos sorprendió la última vez que estuvimos en la autopista. Caminamos varios kilómetros sin encontrar ningún vehículo que nos sirviera. El que no estaba destrozado, no arrancaba o no tenía combustible. Algo de esperar, ya que deduzco que muchas personas salieron huyendo de sus coches, dejando estos encendidos y gastando combustible. Durante todo el trayecto fuimos hablando de muchas cosas. Iván me contó cosas de su vida en el pasado y lo que opinaba de todo lo que estaba ocurriendo. También me habló de su relación con Elena. Él también opina que es una niña con muchos pájaros en la cabeza.

No sé cuanto habíamos andado, quizás unos 7 kilómetros, cuando un grito nos sacó de nuestra conversación y nos puso en alerta. Rápidamente nos ocultamos tras un vehículo volcado y apuntamos con nuestras armas en dirección a donde provenía el grito. Provenía de la arboleda que había a unos metros de la autopista. Aguardamos unos segundos esperando, hasta que de la arboleda salió una mujer corriendo. Llevaba un vestido destrozado y roído, como si hubiera estado todo este tiempo vagando por el bosque. Recuerdo las palabras de Iván, que fueron "¿Que cojones...?". Viendo que solo era una persona y parecía estar en problemas, salimos de nuestro escondite y nos dirigimos hacía ella. Esta, al vernos, corrió hacía nosotros, gritando y llorando. Solo decía "¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Ayudarme, por dios!". La tranquilizamos como pudimos e intentamos que hablara más detenidamente, para que así nos explicara quién era y que le ocurría. Conseguimos tranquilizarla un poco y nos contó que se llamaba Marta y que unos merodeadores la habían rodeado dentro de la arboleda. Según dijo, iba con su hijo de 8 años y cuando los rodearon, encaramo a su hijo en un árbol y ella escapó de la horda como pudo. Nos pidió que la ayudáramos, que sacáramos de allí a su hijo. Después de preguntarle de cuantos merodeadores se trataba, a lo que contestó que unos 10, accedimos a ayudarla. Sin tiempo que perder, nos adentramos en la arboleda y comenzamos a seguirla. Corrimos durante bastantes minutos y llegados a un punto de la arboleda, la señora se puso a llorar y se dejó caer al suelo. Decía "Me he perdido... no se como llegar... mi hijo... mi hijo...". Me agaché y comencé a consolarla. Le dije que no diera todo por perdido, que debíamos seguir buscando y que íbamos a encontrar y salvar a su hijo. En ese momento, un golpe seco sonó a mi izquierda. Iván había caído desplomado en el suelo. Mire sorprendido y cuando iba a ver que le ocurría, un cañón de un arma apareció ante mis ojos. Me apuntaba. El que llevaba el arma era un hombre de unos treinta y algo de años. Me dijo que tirara el arma y no intentara nada. De repente, aparecieron 3 personas más. Dos hombres y una mujer, los 3 armados con escopetas de caza. Tiré el arma al suelo y me levanté lentamente. Uno de los hombres levantó a la mujer que hasta hace apenas un minuto, estábamos ayudando. La mujer había cesado de llorar y parecía que se alegraba de ver a esos hombres. Comprendí que se conocían cuando uno de los hombres le dijo "Tu hubieras valido para actriz" y todos rieron. Esa perra nos había tendido una trampa. Habíamos caído como estúpidos en un truco muy viejo. Nunca aprendemos. Cuando les pregunté que quienes eran y que querían de nosotros, solo obtuve por respuesta un "Cállate la boca y haz lo que te digamos, si no quieres que te peguemos un tiro".

Permanecimos allí durante unos largos minutos. Nos querían llevar a algún sitio, pero dos de los hombres intentaron cargar con el cuerpo inconsciente de Iván y tuvieron que desistir en el intento, alegando que pesaba mucho y era mejor esperar a que se despertarse, palabras textuales de ellos, "la mole de músculos". Hasta que no despertó Iván, nos custodiaron apuntándonos con sus armas. Mientras tanto, se dedicaron a hacerme preguntas como "¿De donde venís?", "¿Sois de alguna comunidad?", "¿Os han mordido?" y una pregunta que me llamó mucho la atención: "¿Sois de 'La iglesia del fin de los tiempos'?". Obviamente, mentí en todas mis respuestas menos en la última. "La iglesia del fin de los tiempos"... No tengo ni idea que es eso. Cuando Iván se espabilo y vio el panorama, pude ver en su cara el desconcierto. Hizo la misma pregunta que momentos antes había hecho yo, pero le dijeron"Venga, machote, a andar y hacer lo que digamos nosotros o te llenamos de plomo". Iván, como es habitual en él, no se mordió la lengua y soltó un "Me vais a comer la p...", a lo que obtuvo por respuesta un puñetazo y un "Tranquilo, eso no te lo vamos a comer, grandullón". Nos hicieron andar durante al menos 30 minutos. Durante todo el trayecto, en el que nosotros íbamos delante encañonados por ellos, estos iban hablando de sus cosas. Hablaban de compañeros suyos, de la mujer de un tal Pedro, de sus hijos pequeños, de discusiones en el campamento y demás cosas que me hicieron deducir que a donde nos llevaban, habían muchas más personas. Llegué a pensar que todo esto estaba siendo un mal entendido, nos estaban confundiendo con otras personas, con algunos de esa "iglesia", ya que mi mente no concebía que una comunidad con mujeres y niños actuara así. Cuando llegamos allí lo comprendimos todo.

Ante nosotros se extendía un campamento inmenso. Cientos de tiendas de campaña estaban allí montadas y había personas por todas partes. Hombres armados, mujeres y niños andando de un lado para otro. Todos nos miraban detenidamente, como si se alegraran de ver gente nueva. Cuando ya estábamos dentro del campamento, vimos una cosa que a mi me heló la sangre. Colgando de un árbol, había un cadáver bocabajo. A este le faltaba la cabeza y estaba despellejado. En el suelo yacía una montaña de vísceras y a su alrededor... a su alrededor dos hombres y una mujer que lo estaban terminando de despellejar. Ya no me cabía duda de que estaba ocurriendo allí. Eran caníbales. Uno de esos hombres se levantó y se acerco a nosotros con un amplia sonrisa. Con sus manos ensangrentadas me cogió de la cara y me observó, diciendo"Menos mal que habéis capturado a dos más... Ya se nos estaban acabando los víveres. Con estos dos tendremos para abastecer al campamento un par de semanas más...". Luego dirigió su mirada a Iván y dijo "Rectifico. Más de dos semanas. Esta mole de carne nos va a dar para más. Eso si, con tanto músculo estará bastante duro...". Iván respondió "Para duro lo que tengo entre las piernas. Eso me lo podéis comer si queréis". Uno de nuestros captores le dio un empujón y le dijo "Camina. Tu no te preocupes por eso. Aquí se aprovecha todo y lo que tienes entre las piernas servirá para alimentar a los perros". Seguimos andando hasta una cerca metálica, situada en el centro del campamento. Esta verja era al menos de tres metros de altura, con alambre de espino en el extremo superior. El interior sería de unos cinco metros cuadrados y allí dentro habían más personas. Cinco personas para ser exactos. Tres hombres y dos mujeres. Una de ellas estaba acurrucada en una esquina, llorando amargamente. Los otros solo se dedicaron a mirarnos fijamente con sus ojos apagados. En sus ojos vidriosos pude ver su tristeza, la falta de esperanza. Uno de nuestros captores quito la cadena de la puerta y nos metió allí dentro. Acto seguido, puso de nuevo el candado en la cadena y se alejo. Mientras se alejaba, los demás que nos habían dado caza dejaron nuestras armas apoyadas en un árbol, al lado de una tienda de campaña. En ese mismo árbol, había un clavo que sobresalía y fue allí donde colgaron las llaves del candado.

Una vez allí dentro, yo me senté en el suelo, mientras Iván comenzó a buscar un punto débil en la verja que nos sirviera para escapar. Yo me dediqué a observar todo el campamento. Habían chicos y chicas jóvenes, niños, hombres y mujeres de todas las edades... Parecían personas normales, no me cabía en la mente que fueran antropófagos sin escrúpulos. ¿Como podían llegar hasta este extremo?. Estaba sumido en mis pensamientos, cuando uno de los hombres con los que compartíamos cautiverio me habló. Era un hombre de mediana edad. Vestía unos pantalones de pinzas sucios y destrozados y una camisa que debió ser blanca pero ahora era casi negra de tanta suciedad que llevaba. Me dijo "Siento que os hayan capturado. Esta gente no tiene piedad de nadie. Cuando me trajeron a mi, eramos 9 personas y ya han matado a todos los que faltan... son salvajes...". No supe que contestarle. No me salió ninguna palabra. Solo lo mire a los ojos y cuando vio que no le contestaba, se apartó y se sentó apoyado en la verja. Yo seguí absorto en mis pensamientos hasta que un olor nauseabundo me despertó de estos. Cuando mire a mi alrededor, descubrí de donde procedía ese olor. Detrás de mi, en una esquina, había un cubo. No tarde en averiguar que ese cubo servía para realizar nuestras necesidades fisiológicas y... estaba repleto. Rápidamente y conteniendo las ganas de vomitar, me aleje de este. Iván se percató de esto y aprovecho que pasaba un tipo del campamento para decirle "¡Eh! El cubo esta para cambiar". Este, con una mirada de desprecio, desenfundó su pistola, cogió las llaves del candado y comenzó a abrir este. Una vez abrió, se quedó quieto, como si esperara algo. Nosotros nos quedamos mirándolo. Entonces le dijo a Iván "¿A que esperas? ¿A que lo vacié yo? Ya lo estas cogiendo, te llevó a que lo vacíes y te traigo de vuelta a tu jaula, gorrión. ¡Ah! Y no intentes nada o te pego un tiro". Iván cogió el cubo y se dirigió a la puerta. Cuando llegó a la altura de este, hizo algo que no me esperaba. Le tiro todo el contenido del cubo a la cara. Cuando vi esto, pegué un salto y me incorpore al instante. Después de vaciarle el cubo en toda la cara y mientras este intentaba quitarse la inmundicia de los ojos, Iván cogió la cadena de la puerta, que llevaba el candado en el extremo, y con un rápido movimiento le golpeó en toda la cabeza. El golpe fue tan sumamente fuerte que la cabeza de este individuo se hundió y la cadena se le quedó incrustada. Cayó desplomado en el suelo como un muñeco de trapo. Iván salió rápidamente y cogió nuestros dos subfusiles. Yo le seguí y cuando ya tenía mi arma, comencé a decirle a los demás que nos siguieran. Salieron todos menos la chica que estaba llorando cuando nosotros habíamos llegado. Seguía allí acurrucada, con la cabeza entre sus piernas. Me dirigí hacía ella para sacarla de allí, pero en ese momento, alguien comenzó a gritar "¡Escapan! ¡Los presos se escapan!". Cuando estaba a punto de entrar a la verja para sacar a esa chica, de una tienda de campaña salieron dos tipos y se abalanzaron sobre dos de los hombres que nos acompañaban. Los derribaron al suelo y allí los inmovilizaron. Esta era nuestra oportunidad de escapar. No podía arriesgarme a ayudar a la chica y que nos capturaran en ese momento. Al menos pensé en ese momento. La mire por última vez mientras Iván me llamaba y comencé a correr con Iván y los otros dos, el hombre de pantalones de pinzas y la otra chica.

Corrimos por todo el campamento, mientras salían individuos de todas partes. En nuestra huida, vi una mujer que cogía a varios niños y los metía en una tienda de campaña. La mujer y los niños parecían asustados, como si nosotros fuéramos los dementes. Un chico joven se interpuso en nuestro camino, pero lo derribé de un placaje en el pecho, quitandolo así del medio. Cuando ya estábamos casi fuera del campamento, comenzaron a dispararnos. Iván y yo nos tiramos cuerpo a tierra. Las balas pasaron rozándonos y un par de ellas alcanzaron al hombre que huía junto a nosotros. Este cayó al suelo y fue entonces cuando pude ver que estaba muerto. Una de las balas le había acertado de pleno en la cabeza. La chica seguía huyendo. Cuando las ráfagas cesaron, nos levantamos y abrimos fuego hacia el interior del campamento. Las balas atravesaron todo lo que pillaron a su paso. Las tiendas de campaña saltaban por los aires, empapadas de sangre, cuando eran atravesadas por las balas. Pude ver como acertamos a dos individuos que estaban disparándonos tras unos bidones. Yo paré de disparar, pero Iván seguía ametrallando todo el campamento. Entonces le dije que cesará, que habían niños que no tenían culpa de nada. Iván no me hizo caso y siguió disparando hasta que vació el cargador. Antes de comenzar a correr, observé detenidamente el campamento. Era un absoluto caos. Las tiendas de campaña estaban destrozadas, había cadáveres desparramados por el suelo, el humo brotaba de todos los lados... No había nada más que ver, teníamos que alejarnos de allí.

Comenzamos a correr como alma que lleva el diablo. Lo hicimos tan deprisa que no tardamos en alcanzar a la chica que había escapado con nosotros. Cuando llegamos a su altura, ella nos dijo"¡Vamonos lejos! ¡No tardaran en soltar a los perros! ¡Lo hacen siempre que huye algún preso!". Nada más terminar esa frase, oímos algo a nuestras espaldas. En efecto, eran los perros. Al menos una decena de perros, entre los que distinguí Pitbulls y Mastines entre otros, y nos pisaban los talones, ganandonos terreno rápidamente. Pararse a disparar era arriesgado y si fallaba sería cuestión de segundos que los tuviera encima. No quedaba otra opción que correr. Así lo hicimos. Estábamos tan concentrados en huir que olvidamos a la chica. Esta había quedado rezagada y nosotros no nos habíamos percatado de ello. Cuando lo hicimos fue porque oímos sus gritos. Ya estaba en el suelo y tenía a media docena de canes destrozándola. Era demasiado tarde, no había nada que hacer por ella. Me siento culpable por haberla olvidado de esa forma. Media docena de chuchos estaba cebándose con el cadáver de la chica, pero otros cuatro nos perseguían a nosotros y los teníamos prácticamente encima. No quedaba otra. O disparaba o nos daban caza. Decidí arriesgarme y así lo hice. De una ráfaga elimine a tres de los perros, dejando solo a uno. Este lo tenía a un metro de mi y le disparé cuando estaba saltando en dirección a mi cuello. Le acerté en plena cabeza y la bestia, un grandisimo Rottweiler, salió despedido hacía atrás. Seguimos corriendo hasta llegar a la autopista. Cuando llegamos a este punto, dos perros más nos alcanzaron. Los abatí sin problemas, pero ya no podía repetir la misma hazaña si aparecían más, ya que no me quedaba más munición. A Dios gracias, no apareció ninguno más y pudimos llegar a la casa sin problemas, sanos y salvos, pero fatigados y con un gran susto. Por poco casi servimos de comida para una comunidad de tarados antropófagos.

Como ya he dicho, esto solo lo sabe Eduardo. Por el momento no vamos a hablar de ello con los demás. No quiero ni imaginar el disgusto que se llevaría Belén si se lo contase. Ya ha tenido suficientes sustos estos últimos meses, así que le evitare este. Eso sí, tengo claro una cosa. Cuando nos vayamos de aquí, quiero pasar por ese campamento y liberar a los que han quedado allí. No me quitó de la cabeza a esa pobre chica que se quedo allí. Anoche, con el tema todavía reciente, no pude pegar ojo. Entre los ruidos de la habitación contigua y la imagen de esa chica en mi mente, pase una noche espantosa. En mi cabeza veía una y otra vez a esa joven, allí, acurrucada y llorando, esperando a que llegara su turno para ser devorada. Tuve oportunidad de salvarla pero el instinto de supervivencia me lo impidió. A quién pretendo engañar... Un acto de cobardía nunca puede ser llamado instinto de supervivencia. Creo que esta noche tampoco voy a poder pegar ojo. No lo haré hasta que no vuelva allí y enmiende mi error.


- Erik -

jueves, 13 de mayo de 2010

+ 13-05-10 + La habitación contigua

Clac... Clac... Clac... Todas las jodidas noches oyendo ese claqueteo. Lo tengo clavado en el cerebro. Y siempre proviene del mismo lugar, de la habitación contigua. Si bien os comenté que había oído ruidos en alguna ocasión, ahora los oigo todas las noches. Apenas puedo pegar ojo. Mientras mis compañeros duermen y roncan en mi habitación, yo me concentro en esos sonidos. Los oigo, de un lado a otro de la pared. Es como si alguien caminara de un lado a otro de la habitación, dando golpecitos en la pared o rasgando esta. Me pone los pelos de punta pensar en ello. He intentado darle múltiples explicaciones, todas ellas descabelladas. Por pensar cosas absurdas, hasta he llegado a barajar la idea de que el viejo sube por las noches a la habitación a hacer sabe Dios el qué. Si de algo estoy seguro, es que de ratas no se trata. O el viejo me dijo eso para engañarme o no le dio mucha importancia al asunto cuando se lo comenté.

Esta última noche, cuando comenzaron a sonar los golpes, Eduardo me llamo en voz baja. El también los estaba oyendo. Me dijo "Erik... ¿Estas oyendo eso?". Después de contestarle, guardamos silencio durante unos segundos, agudizando los oídos. Enmascarados por los ronquidos de Iván, se distinguían los dichosos golpes. Parecían más insistentes, más agudos. Eduardo se levantó se su improvisada cama y se subió a la mía. Podía distinguir su cara de asombro iluminada por los rayos de luz de la luna que se filtraban por la ventana. Entonces me dijo "Fíjate... no se oye solo eso...". Guarde silencio pero salvo los intermitentes golpes de siempre, no entendía que quería decir Eduardo. Le dije que no escuchaba nada más, pero me cortó en seco diciendo "Escucha detenidamente, Erik. Entre golpe y golpe...". Así lo hice. Me llevó unos 30 segundos más o menos escuchar lo que oía Eduardo. Se me pusieron los pelos de punta al oír esto. Como decía Eduardo, entre golpe y golpe, se oía otro ruido. Era menos sonoro y cuanto apenas perceptible, ya que los ronquidos de Iván eran descomunales y lo enmascaraban. El sonido venía a ser como un ruido metálico. Un ruido que al igual que los golpes, era más audible o menos según se acercaba o alejaba de nuestra posición en la habitación. El ruido era similar como el que se produce al arrastrar una barra metálica por una superficie dura y lisa. Eduardo se levantó de la cama y ando hacía la pared con cuidado, esquivando a Fede, que estaba en su colchón ubicado cerca de la pared. Una vez en esta, pegó la oreja y guardo silencio. Acto seguido, me hizo un gesto con la mano para que lo imitase. Así lo hice. Una vez me encontraba con la oreja pegada a la pared, escuché más claramente los ruidos. De repente, cesaron. Yo mire a Eduardo y pegué la oreja izquierda, pudiendo así observar a mi compañero. Ya no se oía nada. Cuando me iba a separar de la pared, se volvió a escuchar algo. Pero no eran los ruidos que habíamos oído antes. Estos eran diferentes, como los que escuche por primera vez. Eran como... si rasgasen la pared. Pero los oía muy cercanos, no como si rascasen cualquier pared, sino como lo estuvieran haciendo en mi posición, a la misma altura en la que tenía la oreja pegada. Al darme cuenta de esto, me retire de la pared rápidamente mientras un escalofrió me recorrió todo el cuerpo. Mire a Eduardo, que al verme reaccionar así, él también se había retirado de la pared. Le susurré en voz baja "¿Que cojones será eso?". Él me contestó con el asombro todavía en su rostro "No tengo ni idea... pero me resulta muy extraño que se oigan todas esas cosas y que Joaquin nos prohibiera entrar en esa habitación nada más llegar. Aquí hay algo que no cuadra. De todas formas, no pongamos el grito en el cielo demasiado pronto. No le digamos nada a los demás por el momento. Vamos a dormir antes de que alguno de estos dos se despierte y nos vea aquí plantados...".

Hoy, en un momento del día en el que me quedado a solas con Joaquin, he estado a punto de comentárselo. Nos encontrábamos en la granja, apilando fardos de heno, cuando casi se lo pregunto. Pero en ese momento a aparecido Iván y no he podido. Se que Joaquin me va a decir lo mismo que me dijo la última vez y que Eduardo no quiere que le diga nada, pero quiero ver la expresión de su cara al oír esto. Quizás así pueda saber si oculta algo o, por el contrario, él no sabe nada de lo que ocurre en esa habitación. Después de terminar mi tarea en la granja, me he paseado alrededor de la casa. Mi propósito era encontrar la ventana de la dichosa habitación. Cuando la he encontrado, la he observado detenidamente. Al contrario que las demás ventanas de la casa, esta tiene la persiana bajada. Casi que esto me mosquea más.

Cambiando el tema de la habitación de marras, hoy ya hemos comenzado a prepararnos para marcharnos pronto. No se cuando más permaneceremos aquí, pero no le hecho más de un par de semanas. Fede y Eduardo ya han comenzado a trazar la ruta en el mapa. Según han calculado, desde nuestra posición hasta Reus hay al menos unos 97 kilómetros. Son pocos kilómetros, pero hay que tener en cuenta muchos factores. Antes de que ocurriera todo esto, 97 kilómetros se podían realizar en poco más de una hora y algo, pero ahora, con tramos de autopista colapsados, rodeos para evitar dichos colapsos de vehículos abandonados, paradas para buscar víveres y demás contratiempos, estos 97 kilómetros se pueden hacer en un mes como mínimo. Ya os habréis dado cuenta lo que hemos tardado en llegar hasta este punto desde Valencia. Pero antes de nuestra partida, aun quedan muchos cabos sueltos. Aprovechando la tranquilidad de este sitio, debemos planificarlo todo bien y hacer recuento de munición, la cual comienza a escasear. También tenemos que hacernos con un par de vehículos grandes para seguir con nuestra ruta. Esto no sera fácil. Pero por eso he dicho que calculo que hasta dos semanas no partiremos de aquí. Muy mal tiene que tomarse Joaquin nuestra estancia en su casa para que salgamos de aquí pitando. La verdad es que aquí se esta tan sumamente seguro y tranquilo que da pereza marcharse y volver a la realidad de este mundo hostil.

Hablando de la tranquilidad de este lugar. Creo que comienzo a entender el porque ni los merodeadores ni los corredores se aproximan a este lugar. No estoy seguro, pero llevo días dándole vueltas al asunto, buscando posibles explicaciones, y creo que me estoy aproximando al motivo de porque esa escoria no se acerca. Bien, os explico mi teoría. Estos días, sentado en el porche, he estado observando en la lejanía decenas de siluetas de podridos. Como siempre, han ido transitando de arriba a abajo de la autopista. En alguna ocasión, alguno de ellos a intentado cruzar la llanura camino hacía nuestra posición, pero no han tardado en desviarse de su ruta y alejarse, internándose en alguna de las arboledas próximas. La última vez que estuve observando esto, me percate de algo. El sol sale por el este, punto cardinal donde se encuentra la autopista y se oculta por el oeste, punto cardinal donde se encuentra nuestra casa. Cuando las primeras luces del alba brillan, la cantidad de cristales y espejos que adornan la fachada y el porche, realizan una serie de fulgurantes destellos. Esto lo pude comprobar alejándome de la casa bastantes metros. Dichos reflejos llegan a cegar, siendo molesto fijar la vista en la casa. Hasta que el sol no esta cayendo, este efecto se prolonga con mayor o menor intensidad. Cuando el sol ya se encuentra en el ocaso, ocultándose tras las montañas que hay a las espaldas de la casa, se crea un efecto diferente al de antes pero muy similar. El sol del ocaso ciega, haciendo que sea difícil fijar la vista en la casa. Luego hay otro curioso detalle que llevo semanas percatándome. El aire siempre sopla en dirección hacía el oeste. Siempre. Parece ser que la ubicación de las montañas que tenemos detrás nuestra crea un fenómeno que desconozco y que hace que el viento siempre sople en dirección, de la autopista hacia el oeste. Desconozco el comportamiento exacto de los merodeadores, no se de que modo localizan a sus presas, pero sabemos que lo hacen. La forma más lógica de que lo hagan es como cualquier otro depredador, utilizando la vista, el oído y el olfato. Me cuesta creer que esas cosas hagan uso de sus sentidos, pero más surrealista es que los muertos anden por la tierra devorando a los vivos y ocurre. Ya me lo creo todo. Así que esa es mi teoría de porque no se acercan. Resumiendo, mi teoría viene a ser que desde el alba hasta el ocaso, el sol crea una serie de luces que ciegan a esas cosas que se pasean por la autopista, y el aire, que sopla siempre a nuestro favor, nos mantiene a salvo de su olfato y aleja el poco ruido que realizamos. Parece descabellado, pero no se me ocurre otra teoría más razonable que esta... Más coherente que pensar que este enclave esta protegido por un ser divino es...

Creo...


- Erik -





martes, 4 de mayo de 2010

+ 04-05-10 + El calor de un hogar

Hola a todos. Soy Erik. Ya estoy de nuevo aquí. Ha pasado mucho tiempo desde mi última entrada. Casi el mismo tiempo que me ha costado poder ponerme en pie y poder andar sin ayuda. Creo que ya estoy perfectamente recuperado de mis heridas. Puedo respirar sin notar esa presión dolorosa en el pecho, síntoma de tener medio costillar roto. Puedo mover la mandíbula sin tener que agonizar en el intento. Puedo tocar mi pecho sin bramar de dolor al tocar piel en carne viva. Puedo mover todos los dedos de mi mano. Sí, estoy recuperado al 100%. Pero hay dolores que no se curan tan fácilmente. El dolor que me corroe el alma creo que ya no tiene solución. Todo lo que ha ocurrido solo ha servido para azuzar la hoguera que llevo en mi interior. Una hoguera que se alimenta de más y más sufrimiento, y que solo hace que cuestionarme si merece la pena vivir un día más en este podrido mundo...

¿Que puedo decir de lo ocurrido meses atrás? Creo que nada. Ya conocéis todo. Yo no lo podría haber relatado mejor que mi compañero Eduardo. Hace unos días, mientras reunía fuerzas suficientes para retomar nuestro relato y hacer una nueva entrada, pude leer las entradas de mis compañeros, en especial, la de Eduardo. Yo no habría podido ser tan explicito. Os ha narrado todo lo que ocurrió, sin omitir ningún detalle por crudo que fuese. Hay cosas que ni si quiera recuerdo. Supongo que en esos momentos estaría en estado de shock (no hace falta explicar porque).
Hay muchas cosas que no logro entender. Una de ellas es, y creo que ya os he hablado de ello, es porque con todo lo que a ocurrido y esta ocurriendo, bajo este jodido apocalipsis, ¿por qué cojones hay gente que se empeña en hacer esto más difícil? ¿por qué en vez de ayudarnos entre todos, los hay que se empeñan en complicar más las cosas? Nunca entenderé que han ganado esos bastardos del "Skull Korps" con todo esto. Que han ganado persiguiéndonos tantos kilómetros, malgastando fuerzas en buscarnos, que han obtenido torturándonos, haciéndonos sufrir a mi y a todo nuestro grupo, directamente o indirectamente, matando a Ana... no han conseguido absolutamente nada. Solo se han buscado morir inútilmente. Si tan preparados estaban para luchar, entrenados con las armas de fuego, en la lucha contra cualquier objetivo, ¿por qué no han hecho algo útil y se han dedicado a limpiar Valencia de los merodeadores? ¿por qué no han ido calle por calle, limpiándolas y abatiendo a todo andante? Eso si sería algo útil y no el pillaje al que se han dedicado desde que todo esto empezó, actividades que los han llevado a su propia destrucción.

Esto ha sido otro ejemplo más de que los seres humanos somos destructivos y ruines por naturaleza. No vemos más allá de nuestro propio ombligo y nos importa un cuerno el sufrimiento del que tenemos enfrente si con ello obtenemos algo, ya sea por mantenernos vivos como por alimentar nuestro ego. Por todo esto, cada día que pasa estoy más convencido de que este castigo nos lo merecemos. No me cabe duda de que ahí arriba hay alguien que nos ha enviado toda esta basura, alguien o algo que ha hecho que los muertos anden y nos atormenten la puta existencia. Ese alguien o algo se ha cansado de nosotros, de nuestras absurdas guerras, de nuestra falta de humanidad, de nuestro comportamiento egoísta, de nuestra sociedad podrida entregada a los sin valores... Ese ser, divinidad o como narices queráis llamarlo, se ha hartado de nosotros hasta tal punto que ni se ha molestado en separar a los justos de la escoria y nos esta haciendo pagar a todos por igual. Nos lo merecemos... todos. Unos por sus actos, otros por nuestra complicidad, nuestra pasividad. Cuando lo teníamos todo, solo nos preocupamos por nuestra comodidad. No nos importaba una mierda si al vecino del quinto le rajaban el cuello para robarle el reloj, lo importante era que no fuésemos nosotros los que nos veíamos en esa situación. Que más daba que medio país no tuviese trabajo para mantener a sus familias si nosotros podíamos costearnos una nueva televisión de plasma donde poder ver el fútbol. Todo tenía que estallar, de una forma u otra. Esta sociedad corrompida no podía continuar. La injusticia debía de acabar y este es nuestro castigo. Ahora solo nos queda lamentarnos y ver el reflejo de nuestra sociedad desmoronada.

En fin...

Como os decía al principio, mis heridas han curado bien. He necesitado mi tiempo, ya que hasta hace poco, apenas podía comer y ni si quiera hablar. Belén no se ha apartado de mi en ningún momento y si lo ha hecho, ha sido porque no había otro remedio. Ha permanecido a mi lado desde el principio. No esperaba menos de ella. Lo ha pasado tan mal... Yo también la perdí en una ocasión y se lo que es eso. Es un trago muy amargo el pensar que nunca vas a volver a ver a la persona que amas. Por eso, cuando vuelves a tener a esa persona de nuevo junto a ti, valoras todo más.
Han ocurrido muchas cosas desde que estado inútil. Muchas de ellas me las han tenido que contar mis compañeros, ya que yo estaba demasiado ocupado agonizando. Fijaros si han ocurrido novedades, que ahora mismo estoy tumbado en una cama bajo unas mantas limpias, mi ropa limpia y colgada en un impecable armario, y respirando el sabroso aroma del café recién hecho que sube del piso de abajo. Parece mentira, ¿verdad? Ni un solo podrido que quiera destriparnos cerca, todo como si nunca hubiera ocurrido nada malo y todo siguiera como hace un año. La verdad es que observando la habitación, viendo la normalidad que aquí se respira, me parece mentira que hayan ocurrido tantas cosas. Parece que todo ha sido una horrenda pesadilla. ¿Donde estoy? ¿Que hago aquí? Os cuento.

No se cuanto tiempo hará. Quizás un mes y algo. Yo todavía estaba aturdido por las heridas. Apenas me enteraba de lo que ocurría a mi alrededor. Solo se que Eduardo conducía el bus con menos regularidad, debido al malestar de sus heridas. Realizábamos muchas paradas y eso nos impedía avanzar los kilómetros que nos habría gustado. Según me han contado, tuvimos que desviarnos de la autopista, ya que estaba colapsada de coches accidentados, y atravesar un pueblo con el autobús. Este estaba infestado de merodeadores y nos abrimos paso arroyandolos con el vehículo. Según me cuentan, la avenida principal del pueblo era un hervidero de merodeadores y corredores. Por poco consiguen colarse por el cristal roto. Eduardo condució hasta llegar de nuevo a la autopista y seguimos nuestro trayecto. No se en que kilómetro estábamos de esta, cuando ocurrió algo que hasta ahora ni siquiera habíamos pensado que pudiese ocurrir. Pinchamos una rueda. Recuerdo cosas de ese justo momento. Iván y Fede tuvieron una pequeña refriega cuando ocurrió esto. Mientras Eduardo estaba fuera examinando la rueda, estos comenzaron a discutir que debíamos hacer. Iván quería ir andando por la carretera intentando buscar otro autobús para quitarle la rueda de repuesto, mientras que Fede quería buscar un par de utilitarios y continuar con ellos. Iván se argumentaba que la seguridad del autobús no la ofrecían dos coches normales, mientras que Fede se defendía alegando que era imposible encontrar otro bus con ruedas del mismo calibre en la autopista. Tuviese la razón quién la tuviese, acabaron enzarzados en una refriega en la que se empujaron y no llego a mayores porque Elena, María y Esther se metieron por el medio para poner paz. Cuando volvió Eduardo, después de haberse asegurado que el vehículo no había rueda de repuesto, dio una solución al dilema. Iríamos a buscar una rueda. El grupo encargado de esto andaría varios kilómetros en busca de un bus y si no encontraba la rueda de marras, volvería y seguiríamos sin el bus, con vehículos normales. Así fue. El grupo encargado de ir fue Iván, Eduardo, Fede y María. Belén, Esther, Elena y el perro se quedaron en el bus, conmigo. No se cuantas horas tardaron el volver. No lo recuerdo. Pero si que se que cuando volvieron, lo hicieron corriendo y con caras de horror. Habían encontrado algo que no les gustaba nada. Sin tiempo que perder, nos sacaron rápidamente del bus. Yo no podía mantenerme en pie y valerme por mi mismo, pero Iván me cogió como se coge a un saco de patatas y me cargó en su hombro. Acto seguido y bajo toda la confusión, comenzaron a llevarnos campo a través corriendo, alejándonos de la autopista. Mientras Iván me llevaba, yo solo podía observar el camino que dejábamos atrás. Veía a Thor corriendo a un metro de Iván, veía como nos alejábamos de la autopista, veía como una serie de rápidas siluetas hacían aparición en esta, veía como estas salían de la calzada y comenzaban a perseguirnos... pero yo estaba tan sumamente aturdido que no era consciente de la gravedad de la situación. Pude oír como Belén gritaba que qué pasaba para tener que huir. Le contestó Eduardo, casi sin poder hablar a causa de la fatiga. Dijo "Corredores... corredores... ¡toda la autopista llena!... ¡una horda de corredores!". En la autopista seguían llegando más y más siluetas y todas comenzaban a correr tras nosotros, uniéndose a las que ya habían comenzado la persecución. Estos nos ganaban terreno por momentos. Iván y yo íbamos de los últimos. Cargar conmigo le estaba retrasando. Yo intentaba decirle que me dejara allí, pero apenas salía un hilo de voz de mi boca. Cuando los corredores nos ganaron terreno, Fede y María comenzaron a abrir fuego. No sabría decir a cuanta distancia tendríamos a los más cercanos, solo se que podía verlos claramente. Quizás a unos 10 metros, no se. Era mucho tiempo corriendo y todos comenzaron a aminorar la velocidad. Los corredores nos ganaban terreno. Fue entonces cuando Belén comenzó a gritar que había una casa. Yo no pude ver donde estaba esta, pero se que la distancia era mucha porque Iván dijo que estaba muy lejos y no podríamos llegar con los corredores detrás. Algunos de estos ya estaban muy cerca de nosotros. Entonces ocurrió lo inesperado. Recuerdo que Iván exclamó un sonoro "¡¡A la mierda!!" y frenó en seco. Acto seguido, me lanzó por los aires, alejándome de su posición. Aterrice sobre los matojos y fue como si todas las heridas de mi cuerpo se pusieran de acuerdo para dolerme en ese instante. Seguidamente, comenzaron a sonar disparos. Belén se echo encima mía para protegerme mientras empuñaba su pistola y disparaba. El dolor me impedía girar la cabeza y solo podía ver a Belén agarrándome y disparando a todos lados. Las ráfagas de ametralladora no cesaban y me ensordecían. Veía los casquillos salir de todos los lados y aterrizar a mi lado. Oía los sollozos de Elena muy cerca de mi, la voz de Eduardo gritando que eran demasiados y teníamos que escapar, veía a Esther intentando llevarse a Belén a estirones... En ese momento, Belén efectuó dos disparos y su arma quedo descargada. Pude ver como junto a mi aterrizó un corredor con las piernas destrozadas a causa de un disparo de escopeta. Belén comenzó a buscar un nuevo cargador mientras yo veía al corredor arrastrarse por el suelo hacía mi. Sus ojos estaban clavados en mi y de su boca, la cual se abría y cerraba intermitentemente, brotaba una masa parduzca. Encima mía estaba Belén, buscando el cargador y temblando como un flan. Intente alejarla de mi, pero apenas tenía fuerzas. Cuando encontró el cargador, este se le cayó al lado del corredor. Este ya había extendido el brazo y me estaba agarrando el mio. Era cuestión de segundos que me mordiera. Pero Belén actuó rápido y le aplastó la cabeza a culatazos con la pistola. Los gritos y disparos seguían sonando por todos los lados y pude oír a Iván como llamaba a Elena, diciéndole "¡Elena! ¡¿Donde cojones vas?¡ ¡Ayuda a Belén, pedazo de zorra!". No cabe duda que Elena estaba huyendo. Esther se acercó a Belén y comenzaron a intentar levantarme. Cuando lo consiguieron, comenzaron a arrastrarme, intentando alejarnos. En el horizonte podía ver a Elena huir y a lo lejos, una casa situada en medio de una extensa llanura. Mientras me llevaban a rastras, oía como Belén decía que llevábamos a un corredor detrás nuestra. Como pude, gire la cabeza y lo vi. Estaba lisiado de una pierna y no podía correr tan rápidamente como los otros. Su pierna estaba totalmente roída y prácticamente era solo hueso. Detrás de este, veía a los demás, luchando contra una marea de corredores que los rodeaban y desbordaban. Y yo no podía hacer nada...

Seguimos corriendo y vimos como Elena cayó al suelo. Mientras nos íbamos acercando, vi como ésta seguía allí tirada y no se levantaba. Se cogía el tobillo mientras lloraba. Se lo había torcido. Cuando llegamos a su altura con el corredor detrás nuestra, Esther hizo un amago de ayudarla. Ella nos gritaba que no la dejáramos allí, pero Belén le dijo a Esther "Déjala. Si la ayudamos nos atrapará el corredor a nosotros también. Ya esta muerta... que le jodan". No la juzgó por haber actuado así, pero... no sé. Me impactó su forma de actuar. El corredor que iba tras nosotros cambió su rumbo y comenzó a dirigirse hacia Elena. Esta intentaba levantarse pero volvía a caerse. Cuando tenía al corredor prácticamente encima y nosotros ya estábamos lo suficiente alejados, un disparo alcanzó al podrido y cayó desplomado al suelo. Eran los demás. Habían conseguido acabar con los corredores que tenían encima y corrían hacía nuestra posición. A lo lejos se divisaba otra horda, pero no parecían que fueran corredores, salvo unos cuantos. Eran merodeadores, lentos y torpes, pero tras nuestros pasos. Los demás no tardaron en alcanzarnos. Estaban todos, sanos y salvos, incluyendo a Thor. Fede y Eduardo ocuparon el puesto de Esther y Belén y cargaron conmigo, mientras que Iván cargó con Elena. Seguimos en dirección hacía la casa. Cruzamos la larga explanada de hierbas y no tardamos en encontrarnos en el porche de la casa. Apenas se divisaba a la horda. Eduardo intento abrir la puerta, pero estaba cerrada a cal y canto. Cuando Iván se disponía a propinar una patada a esta, la puerta se abrió de golpe e Iván cayó al interior de bruces. Tras el umbral había un hombre apuntándonos con una escopeta paralela. El hombre aparentaba unos 70 años más o menos y nos apuntaba a cada uno de nosotros, incluyendo a Iván, que permanecía en el suelo sin atreverse a levantarse. El hombre dijo que qué queríamos y fue Eduardo quién le dijo que veníamos huyendo de una horda y necesitábamos ocultarnos. Este nos invitó a pasar con la única condición de que dejáramos las armas en el suelo. Así lo hicieron todos y a mi me dejaron sobre un sillón de la casa. El anciano cerró la puerta y puso un simple cerrojo. Fede le dijo que debía poner al menos un parapeto, un armario o algo que frenara a los merodeadores en caso de que nos descubrieran, pero el hombre, sin inmutarse, le contestó "No, no hace falta. Aquí no van a entrar. Nunca lo hacen. Dios nos protege". Esa respuesta nos extraño a todos por partes iguales. Algo que también me extrañó fue ver que en la puerta y en cada una de las ventanas, había un crucifijo colgado. Detrás de mi, escuche una voz femenina. Cuando se puso en mi campo de visión, pude ver quién era. Se trataba de una señora, al igual que el hombre, de unos 70 años aproximadamente. Luego resultó ser la esposa del señor mayor que nos había recibido. Ambos nos interrogaron sobre quienes eramos, de donde veníamos, que hacíamos allí, como hemos sobrevivido tanto tiempo... preguntas que se han convertido en típicas para mis oídos. Después de esto y una vez más relajados, nos presentamos y ellos hicieron lo mismo. El hombre, de aspecto curtido, pelo blanco y cara ajada, se llama Joaquin. La señora, de profundos ojos azules y pelo blanco, se llama Mercedes. Después de las presentaciones, Joaquin nos dejo algo claro: "No podéis quedaros aquí por mucho tiempo. Haceros la idea de que tenéis que marcharos. Lo siento mucho". A su aclaración, Eduardo añadió que no era nuestra intención y que pensábamos marcharnos lo antes posible. Le contó lo del refugio de Reus, con lo cual aprovecho para invitar a la pareja de ancianos a acompañarnos, invitación que Joaquin y Mercedes rechazaron alegando "No nos moveremos de nuestra casa. Aquí tenemos todo y estamos seguros. Ellos nunca se acercan. Jesús vela por nosotros". Visto lo visto, Eduardo les pidió que nos dieran cobijo durante un tiempo, el suficiente para mi recuperación, entonces nos marchariamos. A cambio obtendrían protección y toda clase de ayuda en las tareas domésticas y obtención de alimentos. La pareja de ancianos dudaron unos segundos, pero accedieron, no sin poner antes sus normas, en las cuales entraban el no llevar las armas, las cuales las guardarían ellos hasta el día que nos fuéramos. A Iván no le hizo gracia la idea, pero yo la comprendo. Con todo lo que nos ha ocurrido a nosotros, no creo que fuéramos capaces de dar cobijo a una serie de desconocidos armados.

El tiempo que llevamos aquí resguardados, me han llamado la atención cantidad de detalles. Detalles como lo son que una pareja de ancianos haya sobrevivido todo este tiempo aquí refugiados, sin ni siquiera reforzar las puertas y ventanas, haciendo vida normal, saliendo al exterior, hasta tal punto que Joaquin trabaja su campo y su pequeña granja de donde saca gran parte de los alimentos que comemos. Mercedes cocina todos los días con total normalidad, abre las ventanas y hasta la he visto en el porche remendando sabanas. Aquí es como si el tiempo se hubiese parado. La vida continúa tal cual lo habría hecho antes de que comenzara esta locura. Hay otros y curiosos detalles a los que no les encuentro explicación. No entiendo como los merodeadores no se adentran en el terreno de la casa. En la lejanía se puede divisar algún que otro merodeador, pero aunque estemos fuera de la casa, pasan de nosotros, como si no nos vieran. Quizás no nos ven. Pero aun así, me resulta extraño. Esas cosas, al mínimo síntoma de vida humana, se arremolinan como moscas a la miel. Pero aquí no ocurre esto. La pareja de ancianos lo achacan a cuestiones religiosas. No paran de repetir que Jesús los protege, que Dios esta de su lado. Iván se ríe de esto y yo lo haría si no fuera porque aquí ocurre algo realmente extraño y que escapa a mi comprensión. No lo entiendo. Al final acabaré creyendo yo también que Dios esta de su parte.

Me llevé una gran sorpresa cuando Joaquin me llevó a la granja por primera vez. Esta esta situada tras la casa. Es pequeña y solo tiene unos pocos animales. Unos cuantos cerdos, un gallo y varias gallinas, una vaca... los suficientes para darnos de comer a todos. Durante toda nuestra estancia, mis compañeros y yo (yo desde que me he recuperado, antes me era imposible), no hemos parado de ayudar a Joaquin y Mercedes. Los hombres hemos estado ayudando en la granja y en el campo, mientras que las chicas han ayudado a Mercedes en todo tipo de tareas domésticas. Nuestra intención es pagarle de esta forma todo lo que están haciendo por nosotros. Joaquin y Mercedes parecen estar contentos con nuestra ayuda, pero Joaquin no es nada flexible. Desde que me ha visto recuperado, no para de recordarnos que cuanto antes tendremos que abandonar la casa y seguir nuestro camino. Es como si nos viera... impuros. O como si nosotros fuésemos a ser los promotores del fin de su tranquilidad, como si por nuestra culpa los merodeadores fueran a poner la casa en su punto de mira. No sé... Quizás sea una manía mía, quizás solo quieren continuar su vida como lo era antes y tener víveres suficientes para ellos. Pero lo que no se puede negar es que son muy extraños. Tienen cosas que me sacan de mis casillas, pero nos toca respetarlas porque somos sus "invitados". Me parece muy bien que ellos sean beatos y crean firmemente en Dios y su divina providencia, pero no me hace ninguna gracia que sus creencias nos afecten a nosotros. Por ejemplo, intentan de todos los medios que no nos quedemos en una sala solos un hombre y una mujer. Los motivos son obvios. Cuando esto ocurre, en seguida viene Mercedes, se mete por medio y allí se queda. A la hora de asignarnos las habitaciones, lo hicieron de forma que las mujeres y los hombres estemos separados. A las chicas les dieron una habitación en el segundo piso, al lado de la suya. A nosotros nos dieron la habitación en el tercer piso. Y por supuesto, una habitación para todos y otra para todas. No comprendo porque mi novia no puede dormir conmigo. Algo absurdo. Todo este tiempo que he estado sin levantarme de la cama, mis compañeros han tenido que acostumbrarse a dormir en el suelo, con mantas y colchones viejos. Yo he sido el privilegiado que ha dormido en la cama. No es que la casa tenga muchísimas habitaciones, pero si que se que hay un par de estas libres. Una en el segundo piso y otra al lado de nuestra habitación. Esta última ha permanecido cerrada desde que llegamos. Aquí entra otra extraña manía de la pareja, y es que desde que llegamos, nos dijeron que la habitación esa la dejáramos tal cual, que ni se nos ocurriera entrar. Si lo hacíamos, nos largarían a la calle en menos que canta un gallo. No nos han dicho el motivo de porque no podemos entrar, aunque supongo que tampoco nos tienen que dar explicaciones, estamos en su casa. Pero esa habitación... me mosquea. Y más todavía desde que hace unas semanas, en plena noche, escuché una serie de ruiditos que provenían de ésta. Era unos ruidos como los que se producen al rascar un papel de pared roído. Así toda la noche. Mis compañeros sobaban a pierna suelta y no se percataron de ello, pero yo si. El dolor me mantenía despierto. Cuando se lo comenté a Joaquin, él lo atribuyo a ratas. No le dio mucha importancia. No sé...

La verdad es que estamos muy bien aquí y comienzo a sentirme seguro. Hacía tiempo que no me sentía así. Para ser exactos, desde que abandonamos la urbanización. Pero prefiero no encariñarme mucho con este lugar, ya que Joaquin es como una mula vieja y terca, y esta empeñado en que tenemos que irnos. De todas formas, si tuviese que elegir, creo que prefiero comenzar una nueva vida en una ciudad segura como lo promete ser Reus. Prefiera lo que prefiera, tenemos que marcharnos de aquí. Supongo que lo haremos en una semana o así, cuando consigamos planearlo y conseguir unos vehículos.

Voy a tomarme el café. Hasta hace unos pocos días ya había olvidado por completo el sabor de este :)


- Erik -