viernes, 21 de mayo de 2010

+ 21-05-10 + Expulsados del Edén

Génesis 3:3
Pero del fruto del árbol que esta en medio del huerto dijo Dios: No comeréis de el, ni le tocareis, para que no muráis.

Génesis 3:6
Y como viese la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió, y dio también a su marido, que igualmente comió.

Génesis 3:23
Y lo sacó Jehová del huerto del Edén, para que labrase la tierra de que fue tomado.

Génesis 3:24
Y habiendo expulsado al hombre, puso delante del jardín de Edén querubines, y la llama de espada vibrante, para guardar el camino del árbol de la vida.


Nunca me he considerado católico. Ni lo he sido ni lo soy. No creo que si Dios reveló su palabra y voluntad quisiese que una institución se lucrase y modificara su palabra a su antojo, siendo ellos dioses terrenales. Con esto no me refiero solo a la fe católica, sino me extiendo a todas las religiones que ha creado el hombre desde todos los rincones del mundo. Si he comenzado la entrada con estas frases del génesis es porque en la guantera del coche que tomamos prestado unos días atrás, hay cantidad de folios impresos del antiguo testamento. Parece ser, el antiguo propietario de este vehículo era una persona muy religiosa. Y no solo porque están estos textos, sino porque el interior del coche esta adornado con pequeñas cruces y pegatinas beatas, como por ejemplo, una que dice "Dios te ama". Me preguntó si al antiguo propietario del coche, su Dios le ayudo. Espero que sí. Como decía, he comenzado la entrada con estos fragmentos del antiguo testamento porque me han llamado mucho la atención. Aunque conocía algo de ellos, nunca hasta ahora los había leído. Y ahora, sentado en el asiento del conductor, he tenido oportunidad de leerlos detenidamente y ese fragmento es el que más me ha llamado la atención. Como Adán y Eva tenían todo. Tenían un paraíso para ellos solos, paraíso donde no existía el sufrimiento ni el dolor, solo tranquilidad y bienestar. La única condición era que no podían comer el fruto prohibido. Pero ellos no hicieron caso y aun así, a pesar de que lo tenían todo y perdían mucho si lo hacían, lo hicieron. Desoyeron las palabras de Dios y comieron de ese fruto. Entonces fueron expulsados del paraíso. Dejaron atrás ese precioso y tranquilo lugar para ir a un mundo lleno de dolor y sufrimiento. Ese fue su castigo por desobedecer. El mismo castigo que hemos sufrido nosotros.

El día de ayer fue muy movido. De buena mañana, María, Iván y yo fuimos a la gasolinera más próxima. Necesitábamos llenar los depósitos de los vehículos y coger unas cuantas garrafas con combustible para tenerlas en la reserva. El día había amanecido con tormenta y no paraba de llover. Lo rayos surcaban el cielo de lado a lado y los truenos sonaban constantemente. En otras circunstancias, no habríamos salido al exterior con ese clima, pero teniendo en cuenta de que los merodeadores se quedan inactivos bajo la lluvia, era el mejor momento para salir al exterior y realizar la incursión. Montamos en los vehículos, Iván en la furgoneta y María y yo en el utilitario. Circulamos autopista abajo, desandando el camino que semanas atrás habíamos transitado, ya que la gasolinera más cercana estaba en esa dirección. En nuestro camino hacía esta, encontramos a decenas de merodeadores desperdigados en la autopista. Bajo la lluvia, todos permanecían quietos, sin mover ni una sola extremidad. Era impresionante pasar por su lado como si fuéramos invisibles a sus ojos. Ojala fuese siempre así. Esto despertó una conversación entre María y yo. Ella tampoco lograba comprender porque bajo la lluvia se quedaban inactivos. Un comportamiento verdaderamente extraño. Mientras hablábamos de ello, me percate de otra cosa que no me gusto ni un pelo. Todos los merodeadores que nos íbamos encontrando, todos se habían parado hacía la misma dirección: autopista arriba, dirección donde esta la casa de los abuelos. Aunque se que los merodeadores nunca llegan a la casa, eso no me gusto nada.

Llegamos a la gasolinera y una vez allí, comenzamos a llenar los depósitos y las garrafas sin problemas. Mientras mis compañeros realizaban esta tarea, yo me di una vuelta por el recinto de la gasolinera. El suelo estaba lleno de marcas de neumáticos. Eran de no hace mucho. Seguí caminando y me adentré a la tienda 24 horas. Esta estaba patas arriba. Todos los artículos que habían quedado ajenos al saqueo ahora estaban todos esparcidos por el suelo del recinto. Las mesas de la cafetería, las que no estaban volcadas, estaban juntas. Cuando me acerqué a estas, pude ver que estaban llenas de sangre seca. Toda la mesa y parte del suelo. Encima del charco de sangre, habían varios paquetes de vendas. Alguien había utilizado este recinto como un hospital improvisado. Alguien había traído aquí a alguien herido y lo había intentado curar. Cuando me disponía a salir, me llamó la atención algo. En el suelo habían unas cuantas pisadas de bota. La sangre formaba el dibujo de la suela de la bota. Estaba de cuclillas observado esto cuando un ruido que provenía de detrás del mostrador me sorprendió. Giré la cabeza rápidamente y me quedé fijamente mirando esperando lo peor. Aguarde unos segundos, pero ya no se oía nada. Pensé que sería una alimaña, pero justo cuando pensé eso, un cadáver andante se irguió tras el mostrador. Me quedé observándolo por un instante. En ese trascurso de tiempo le dio tiempo a salir del mostrador y comenzar a andar torpemente hacía mi. Tenía toda la pierna vendada y parte del antebrazo. Llevaba una tremenda barba y unas gafas de sol todavía puestas. La hebilla de su pantalón colgaba de este y arrastraba por el suelo a su paso. Cuando estaba ya a apenas 3 metros de mi, le apunté y efectué 3 disparos con el subfusil en modo semiautomático. Este cayó al suelo desplomado. María e Iván no tardaron en entrar a la tienda gritando "¿Que ocurre? ¿Estas bien?". Les dije que me había aparecido un merodeador, nada más. Ellos se acercaron a este para cerciorarse de que estaba "muerto". Entonces salí de la tienda y María no tardó en seguirme. Me dijo "Vamos, tenemos que llenar las garrafas e irnos". Me extraño que Iván no saliera con ella, así que entre de nuevo a la tienda para buscarlo. Me lo encontré allí, de cuclillas junto al cadáver del merodeador. Lo observaba, totalmente absorto. Me acerqué a él y le pregunté que ocurría. Cuando me oyó, se sobresaltó y me apuntó con su arma. Cuando me reconoció, reaccionó y bajo su arma, no sin antes pedirme disculpas. Acto seguido se levantó y andó hacía la puerta. Cuando le pregunté que había visto, su respuesta fue "Nada. Llenemos eso y marchémonos". Nunca había visto a Iván así de extraño. Era como si estuviese preocupado por algo. Me acerqué al cadáver y lo observé para ver que había llamado la atención de Iván. No vi nada fuera de lo común. Un simple merodeador. Igual de asqueroso como todos. Pero había algo que me llamó la atención en el último momento. Le faltaba la hebilla del pantalón. ¿Donde estaba si cuando iba hacía mi la llevaba arrastrando? ¿La había cogido Iván? ¿Para qué? No lo sé. No me he atrevido a preguntarle.

Cuando terminamos de llenar las garrafas y con el depósito de los vehículos lleno de combustible, pusimos rumbo de nuevo a la casa. El trayecto transcurrió como el de ida, sin problemas. Los merodeadores permanecían quietos bajo la lluvia. Nada más llegar a casa, le entregamos las armas a Joaquin y descansamos un rato hasta bien entrada la tarde. Viendo que era imposible trabajar en la granja, decidí ayudar a Mercedes y las chicas a preparar la cena. Serían las 8 de la tarde aproximadamente, cuando mientras me encontraba en la cocina con Mercedes, Belén y Esther, que estábamos pelando y cortando unas patatas, se oyeron unos gritos provenientes del último piso. Todos nos quedamos congelados y nos miramos entre si. A Belén se le cayó la patata que estaba pelando al suelo. Cuando sonó el segundo grito, no perdí tiempo y cuchillo en mano, comencé a correr hacía el piso de arriba. Mientras iba subiendo las escaleras, oía un tremendo barullo. Era como si alguien estuviese volcando muebles y tirando el mobiliario contra las paredes. Llegué al último piso y comencé a buscar de que habitación procedían los gritos. Cuando vi la famosa habitación de los ruidos entre abierta y los golpes sonando en esa habitación, me estremecí. No me lo pensé más y de una patada abrí la puerta. Allí había una profunda oscuridad que era rasgada por los rayos de luz del ocaso que se colaban por la persiana. Hasta que mi vista no se acostumbro a esa oscuridad, no pude ver que estaba pasando. En una esquina estaba Elena, permanecía semidesnuda y acurrucada en un rincón. Delante de ella, con una lámpara de pie de madera en las manos y sin camiseta, estaba Iván. Esgrimía la lámpara contra alguien que había ante él. No tarde en descubrir que era un merodeador. Iván le propinó con la lámpara un golpe en la cabeza que lo hizo tambalearse. Entonces salté sobre el merodeador y lo derribé al suelo. Yo caí encima de él y comencé a asestarle puñaladas en la cabeza. No paré hasta que dejo de moverse. No lo vi venir, ni siquiera se de donde salió, pero otro merodeador se me echo encima. Estaba esperando que me clavara su dentadura en mi espalda, cuando Iván lo cogió y lo lanzó por la habitación. Este aterrizó sobre la ventana, rompiendo el cristal y la persiana. La persiana quedo hecha trizas y la luz entró en la habitación, haciendo desaparecer la penumbra. Entonces pude ver la escena. El merodeador que me había atacado e Iván lo había lanzado era un niño de unos 13 años. Este se estaba levantando. A su lado, había unos cinco merodeadores más. Uno de ellos, una mujer, estaba atada a una silla y luchaba por soltarse. Sus ojos estaban clavados en nosotros y abría y cerraba la boca sin parar. Otro de ellos caminaba junto a la pared. En su manos portaba una barra de hierro que arrastraba por el suelo. No parecía que sostuviera esa barra por voluntad, sino que murió con esa barra en las manos y ahí le quedo encajada, en sus dedos desencajados. Otro de los merodeadores estaba atado de un brazo a uno de los sillones. El brazo que tenía libre de las ataduras lo extendía hacía nosotros. Los otros dos los teníamos prácticamente encima. En ese momento, Joaquin apareció en la puerta y gritó "¡Malditos! ¡os dije que no abrierais esta habitación!". Salí corriendo hacía la puerta seguido de Iván, que llevaba a Elena en brazos. Cuando ya estábamos fuera, intente cerrar la puerta, pero el brazo de un merodeador se coló por la rendija de la puerta, impidiéndome cerrar la puerta. No había nada que hacer. Un par de brazos más se colaron. Entonces solté la puerta y les grité a todos que corrieran escaleras abajo. Así lo hicimos. Cuando inicié la huida, vi a Eduardo en las escaleras, mirando con cara de espanto la escena. Cuando llegamos al piso de abajo, Eduardo comenzó a gritarle a Joaquin que donde estaban las armas. El viejo solo repetía "¡Ni hablar! ¡Es mi familia! ¡No les haréis daño!". Iván, en un arrebato de locura, cogió a Joaquin de la camisa y lo elevó un metro por encima del suelo, empotrandolo en la pared. Le dijo "O nos das las armas o no espero a que esas cosas te maten a ti y a tu mujer. Yo mismo lo haré ahora". Joaquin no abrió la boca hasta que Mercedes, llorando y gritando, dijo que estaban en la despensa de la cocina. Iván lo soltó y junto a Eduardo corrieron a la cocina. Los cuatro merodeadores ya estaban a mitad de la escalera. Belén soltó un grito cuando los vio bajando. María cogió un jarrón y se lo lanzó a uno de ellos. Iván y Eduardo no venían y estos ya estaban casi en el comedor. Agarré fuerte mi cuchillo y me puse el primero para recibirlos. En ese instante, arriba, a espaldas de los merodeadores, apareció Fede, que por lo visto estaba en descansando en nuestra habitación cuando todo ocurrió. Portaba una silla y comenzó a gritarle a los merodeadores. Los dos más rezagados se giraron y cambiaron el rumbo escaleras arriba, hacía él. Los otros dos seguían bajando las escaleras, hacía nosotros. Fede fue a por el que tenía más cerca y le propino un golpe con la silla. Este se tambaleo y cayó rodando escaleras abajo. Cuando este aterrizó en el suelo del comedor, los otros ya habían llegado también a este. Tenía a uno casi encima y levanté mi cuchillo para asestarle una estocada, cuando la katana de Eduardo hizo aparición, decapitando al podrido. Eduardo me apartó de un empujón y fue a por el otro. De dos tajos lo dejo fuera de combate. En ese instante, sonaron dos disparos de escopeta que derribaron al niño merodeador que iba a por Fede. Eduardo eliminó al cuarto merodeador, que se estaba levantando.

La casa quedó hecha un cristo. Las paredes estaban llenas de agujeros por los disparos, el suelo lleno de mobiliario destrozado, los cadáveres de los merodeadores por allí destrozados... Mercedes permanecía arrodillada en el suelo ante uno de los cadáveres, llorando y repitiendo "Hijo mio... hijo mio...". Joaquin estaba en estado de shock, mirando todos los cadáveres. De repente, cogió y comenzó a subir escaleras arriba. En ese momento, cogí a Iván de la camiseta y lo arrastré hasta la cocina. Una vez allí, el cogió y me miró con ojos de sorprendido. Entonces me acerque a su cara y le dije "Dime que cojones hacíais en esa habitación". Iván guardo silencio como si no quisiera hablar, pero cuando se lo repetí, esta vez zarandeándolo, empezó a hablar. Dijo "Erik, tranquilízate, tío. En serio, no sabíamos que tenían esa mierda en la habitación, te lo juro. Hemos entrado porque la vieja no nos deja dormir con las tías y yo tengo mis necesidades, nano. Llevo sin zumbarme a Elena desde que estamos aquí y me subo por las paredes. Habíamos pensado que podíamos darnos un revolcón rápido en esa habitación, ya que los viejos nunca suben. Cuando nos hemos metido y estábamos en plena faena, nos ha sorprendido una de esas cosas. No tenía ni idea de lo que había ahí, créeme...". Me disponía a decirle lo capullo que es él y su amiguita, cuando la voz de Joaquin sonó en el salón. Decía "Fuera de esta casa". Salí a ver que ocurría y me encontré a todos mis compañeros a un lado del salón. Ante ellos, estaba el viejo con su escopeta. Al verme, repitió "No os quiero en mi casa. Os hemos dado nuestra hospitalidad, cobijo, habéis comido de nuestra comida, habéis sido uno más... solo os pedimos que acatarais nuestras normas y una de ellas era que no entrarais a esa habitación. No habéis respetado las normas de esta casa y por ello os tenéis que ir. Esa gente que habéis matado eran nuestros hijos, nuestras nueras, nuestros nietos...". No pude aguantar más y le tuve que contestar. "Esas personas ya no eran vuestra familia. Hace tiempo que dejaron de serlo. Solo eran unos merodeadores más y nunca volverían a ser las personas que vosotros conocisteis. Estaban muertos y eran un peligro..." dije. Joaquin, encolerizado por mis palabras, dijo "¡¿Y como sabes que nunca volverían ser personas normales?! ¡¿Como sabes que Dios no tenía otro destino para ellos?! Por culpa vuestra, por culpa de pecadores como vosotros, Dios nos envió este castigo y pagaron personas inocentes como mi familia. No merecéis estar en esta casa, merecéis estar ahí fuera y que Dios os haga padecer el mal que os ha enviado. Y pensar que mi mujer y yo estuvimos a punto de deciros que podíais quedaros para siempre... Por favor, coger vuestras cosas e iros de aquí. Tenéis diez minutos para recoger todo. Nosotros tenemos que dar un entierro cristiano a las personas que habéis asesinado". No necesitábamos oír más. Nos querían fuera y no era algo negociable. Recogimos nuestras cosas y las cargamos en los vehículos. Una vez fuera, miré a la casa y decidí entrar por última vez. Los ancianos estaban arrodillados ante uno de los cadáveres. Joaquin me miro y comencé a hablar. Mis palabras fueron "Sentimos mucho lo que a ocurrido. Si pudiéramos volver atrás en el tiempo, desharíamos este mal. Ya de paso, quiero daros las gracias en nombre de todo el grupo por la hospitalidad que nos habéis brindado... Gracias por todo". Joaquin me miró a los ojos, pero sin decir nada, cambio su mirada hacía el cadáver. Mercedes seguía llorando. Ande hasta la puerta, les dije "Cuídense" y cerré la puerta. Mis compañeros ya estaban en los vehículos esperándome. Me puse al volante del utilitario y nos pusimos en marcha.

Ya estamos de nuevo en el mundo real. Exiliados del paraíso. Expuestos a los peligros de un mundo podrido, de un mundo sin leyes, de un mundo muerto.


- Erik -





6 comentarios:

J-Zombie dijo...

Muy buena entrada,tanto esta como la anterior,era de esperar que en la habitacion esa cerrada hubiesen zetas,aunque pense que el del hierro seria una cadena en realidad.
Elena como siempre dando la nota,a ver si se muere ya,que paquete de tia.
Los viejos otros que tal,que hostiables por dios.
Me intriga lo de la ebilla,pero ese tipo o bien es un skull corp o Ivan colecciona ebillas como el que colecciona sellos.
Me decanto a lo de los skull.
Volviendo al tema Elena.
Esa chavala no sirve para nada,el dia que muera(si muere..),creo que ese dia leere la entrada con una sonrisa de oreja a oreja.

Miembro de la resistencia dijo...

Me alegra que te haya gustado la entrada, Juanma. Sobre el tema de la hebilla, no diré nada de momento :D Un saludo!

seeyouinthenextlife dijo...

Grandisima entrada!!!!, ya sabía yo que tenia el abuelo zombitacos en la habitación.

Es una gran debilidad del ser humano el hechar de menos a lo material a lo corporeo, por eso Joaquin no queria eliminar a sus seres queridos a pesar de ser muertos vivientes.

Espero que mantengas el nivelazo.

seeyouinthenextlife dijo...

Yo creo que el tipo de la hebilla es alguien a quien conoce...

SOLO CALAMA Y EL NORTE DE CHILE dijo...

buena entrada, pero me acorde de un chiste que decia:
"Un cura relata la historia de Lazaro en la misa del domingo"
Cura: Y Lazaro se levanto entre los muertos y Ando........
Del fondo de la Iglesia un Parroquiano grita......."ANDUVO imbecil", a lo que el cura responde..."SI ANDUVO IMBECIL UNOS DIAS PERO DESPUES SE LE PASO"
la palabra no es ANDO. ah y lo otro rectifica las fechas del blog, estan erradas, no es mi intencion de ser pesado, buena historia, yo soy un fiel seguidor.

Miembro de la resistencia dijo...

Saludos Seeyouinthenextlife! Perdona que no haya contestado antes, he estado unos días sin poder conectarme.

En referencia a lo que dices, cierto, se veía venir que en esa habitación tenían un vivero de zombies. A veces, el ser humano se ciega de tal forma que se deja llevar por los sentimientos y no razona como debería.

Sobre la hebilla, sigo sin decir nada :D jaja

Un saludo!