jueves, 13 de mayo de 2010

+ 13-05-10 + La habitación contigua

Clac... Clac... Clac... Todas las jodidas noches oyendo ese claqueteo. Lo tengo clavado en el cerebro. Y siempre proviene del mismo lugar, de la habitación contigua. Si bien os comenté que había oído ruidos en alguna ocasión, ahora los oigo todas las noches. Apenas puedo pegar ojo. Mientras mis compañeros duermen y roncan en mi habitación, yo me concentro en esos sonidos. Los oigo, de un lado a otro de la pared. Es como si alguien caminara de un lado a otro de la habitación, dando golpecitos en la pared o rasgando esta. Me pone los pelos de punta pensar en ello. He intentado darle múltiples explicaciones, todas ellas descabelladas. Por pensar cosas absurdas, hasta he llegado a barajar la idea de que el viejo sube por las noches a la habitación a hacer sabe Dios el qué. Si de algo estoy seguro, es que de ratas no se trata. O el viejo me dijo eso para engañarme o no le dio mucha importancia al asunto cuando se lo comenté.

Esta última noche, cuando comenzaron a sonar los golpes, Eduardo me llamo en voz baja. El también los estaba oyendo. Me dijo "Erik... ¿Estas oyendo eso?". Después de contestarle, guardamos silencio durante unos segundos, agudizando los oídos. Enmascarados por los ronquidos de Iván, se distinguían los dichosos golpes. Parecían más insistentes, más agudos. Eduardo se levantó se su improvisada cama y se subió a la mía. Podía distinguir su cara de asombro iluminada por los rayos de luz de la luna que se filtraban por la ventana. Entonces me dijo "Fíjate... no se oye solo eso...". Guarde silencio pero salvo los intermitentes golpes de siempre, no entendía que quería decir Eduardo. Le dije que no escuchaba nada más, pero me cortó en seco diciendo "Escucha detenidamente, Erik. Entre golpe y golpe...". Así lo hice. Me llevó unos 30 segundos más o menos escuchar lo que oía Eduardo. Se me pusieron los pelos de punta al oír esto. Como decía Eduardo, entre golpe y golpe, se oía otro ruido. Era menos sonoro y cuanto apenas perceptible, ya que los ronquidos de Iván eran descomunales y lo enmascaraban. El sonido venía a ser como un ruido metálico. Un ruido que al igual que los golpes, era más audible o menos según se acercaba o alejaba de nuestra posición en la habitación. El ruido era similar como el que se produce al arrastrar una barra metálica por una superficie dura y lisa. Eduardo se levantó de la cama y ando hacía la pared con cuidado, esquivando a Fede, que estaba en su colchón ubicado cerca de la pared. Una vez en esta, pegó la oreja y guardo silencio. Acto seguido, me hizo un gesto con la mano para que lo imitase. Así lo hice. Una vez me encontraba con la oreja pegada a la pared, escuché más claramente los ruidos. De repente, cesaron. Yo mire a Eduardo y pegué la oreja izquierda, pudiendo así observar a mi compañero. Ya no se oía nada. Cuando me iba a separar de la pared, se volvió a escuchar algo. Pero no eran los ruidos que habíamos oído antes. Estos eran diferentes, como los que escuche por primera vez. Eran como... si rasgasen la pared. Pero los oía muy cercanos, no como si rascasen cualquier pared, sino como lo estuvieran haciendo en mi posición, a la misma altura en la que tenía la oreja pegada. Al darme cuenta de esto, me retire de la pared rápidamente mientras un escalofrió me recorrió todo el cuerpo. Mire a Eduardo, que al verme reaccionar así, él también se había retirado de la pared. Le susurré en voz baja "¿Que cojones será eso?". Él me contestó con el asombro todavía en su rostro "No tengo ni idea... pero me resulta muy extraño que se oigan todas esas cosas y que Joaquin nos prohibiera entrar en esa habitación nada más llegar. Aquí hay algo que no cuadra. De todas formas, no pongamos el grito en el cielo demasiado pronto. No le digamos nada a los demás por el momento. Vamos a dormir antes de que alguno de estos dos se despierte y nos vea aquí plantados...".

Hoy, en un momento del día en el que me quedado a solas con Joaquin, he estado a punto de comentárselo. Nos encontrábamos en la granja, apilando fardos de heno, cuando casi se lo pregunto. Pero en ese momento a aparecido Iván y no he podido. Se que Joaquin me va a decir lo mismo que me dijo la última vez y que Eduardo no quiere que le diga nada, pero quiero ver la expresión de su cara al oír esto. Quizás así pueda saber si oculta algo o, por el contrario, él no sabe nada de lo que ocurre en esa habitación. Después de terminar mi tarea en la granja, me he paseado alrededor de la casa. Mi propósito era encontrar la ventana de la dichosa habitación. Cuando la he encontrado, la he observado detenidamente. Al contrario que las demás ventanas de la casa, esta tiene la persiana bajada. Casi que esto me mosquea más.

Cambiando el tema de la habitación de marras, hoy ya hemos comenzado a prepararnos para marcharnos pronto. No se cuando más permaneceremos aquí, pero no le hecho más de un par de semanas. Fede y Eduardo ya han comenzado a trazar la ruta en el mapa. Según han calculado, desde nuestra posición hasta Reus hay al menos unos 97 kilómetros. Son pocos kilómetros, pero hay que tener en cuenta muchos factores. Antes de que ocurriera todo esto, 97 kilómetros se podían realizar en poco más de una hora y algo, pero ahora, con tramos de autopista colapsados, rodeos para evitar dichos colapsos de vehículos abandonados, paradas para buscar víveres y demás contratiempos, estos 97 kilómetros se pueden hacer en un mes como mínimo. Ya os habréis dado cuenta lo que hemos tardado en llegar hasta este punto desde Valencia. Pero antes de nuestra partida, aun quedan muchos cabos sueltos. Aprovechando la tranquilidad de este sitio, debemos planificarlo todo bien y hacer recuento de munición, la cual comienza a escasear. También tenemos que hacernos con un par de vehículos grandes para seguir con nuestra ruta. Esto no sera fácil. Pero por eso he dicho que calculo que hasta dos semanas no partiremos de aquí. Muy mal tiene que tomarse Joaquin nuestra estancia en su casa para que salgamos de aquí pitando. La verdad es que aquí se esta tan sumamente seguro y tranquilo que da pereza marcharse y volver a la realidad de este mundo hostil.

Hablando de la tranquilidad de este lugar. Creo que comienzo a entender el porque ni los merodeadores ni los corredores se aproximan a este lugar. No estoy seguro, pero llevo días dándole vueltas al asunto, buscando posibles explicaciones, y creo que me estoy aproximando al motivo de porque esa escoria no se acerca. Bien, os explico mi teoría. Estos días, sentado en el porche, he estado observando en la lejanía decenas de siluetas de podridos. Como siempre, han ido transitando de arriba a abajo de la autopista. En alguna ocasión, alguno de ellos a intentado cruzar la llanura camino hacía nuestra posición, pero no han tardado en desviarse de su ruta y alejarse, internándose en alguna de las arboledas próximas. La última vez que estuve observando esto, me percate de algo. El sol sale por el este, punto cardinal donde se encuentra la autopista y se oculta por el oeste, punto cardinal donde se encuentra nuestra casa. Cuando las primeras luces del alba brillan, la cantidad de cristales y espejos que adornan la fachada y el porche, realizan una serie de fulgurantes destellos. Esto lo pude comprobar alejándome de la casa bastantes metros. Dichos reflejos llegan a cegar, siendo molesto fijar la vista en la casa. Hasta que el sol no esta cayendo, este efecto se prolonga con mayor o menor intensidad. Cuando el sol ya se encuentra en el ocaso, ocultándose tras las montañas que hay a las espaldas de la casa, se crea un efecto diferente al de antes pero muy similar. El sol del ocaso ciega, haciendo que sea difícil fijar la vista en la casa. Luego hay otro curioso detalle que llevo semanas percatándome. El aire siempre sopla en dirección hacía el oeste. Siempre. Parece ser que la ubicación de las montañas que tenemos detrás nuestra crea un fenómeno que desconozco y que hace que el viento siempre sople en dirección, de la autopista hacia el oeste. Desconozco el comportamiento exacto de los merodeadores, no se de que modo localizan a sus presas, pero sabemos que lo hacen. La forma más lógica de que lo hagan es como cualquier otro depredador, utilizando la vista, el oído y el olfato. Me cuesta creer que esas cosas hagan uso de sus sentidos, pero más surrealista es que los muertos anden por la tierra devorando a los vivos y ocurre. Ya me lo creo todo. Así que esa es mi teoría de porque no se acercan. Resumiendo, mi teoría viene a ser que desde el alba hasta el ocaso, el sol crea una serie de luces que ciegan a esas cosas que se pasean por la autopista, y el aire, que sopla siempre a nuestro favor, nos mantiene a salvo de su olfato y aleja el poco ruido que realizamos. Parece descabellado, pero no se me ocurre otra teoría más razonable que esta... Más coherente que pensar que este enclave esta protegido por un ser divino es...

Creo...


- Erik -





2 comentarios:

irakolvenik dijo...

Puedo imaginarme qué es lo que hay en la habitación... que se marchen pronto o se escapará y tendremos una batalla campal en la casita!

Miembro de la resistencia dijo...

Hola! Cuando tiempo sin verte por estos lares! Me alegra que estés de vuelta ^^

En respecto a lo de la habitación, sí, es un poco evidente. Pero nunca se sabe... jeje

Un saludo!