martes, 18 de mayo de 2010

+ 18-05-10 + Cacería humana

Hoy a amanecido un día bastante caluroso. Un día más típico de julio que de mayo. La verdad que con este tiempo, apenas tengo ganas de hacer nada, ni siquiera ni de moverme. A pesar de ello, no hemos parado en todo el día. Entre las tareas de la granja y el campo, y la incursión de esta mañana en busca de dos vehículos, estamos exhaustos. Las chicas tampoco están para muchos trotes. Mercedes no para de encargarles nuevas tareas. Esta mediodía, estaba en la granja con Eduardo, cuando ha aparecido Belén y María, que iban al pozo a recoger agua. Belén estaba muy agitada y cuando le he preguntado que le ocurría, ha comenzado a decirme que quiere irse de aquí cuanto antes, que no aguanta más. El motivo es que esta muy estresada y no soporta que no podamos dormir juntos ni tener intimidad. Yo lo llevo mal, pero ella lo esta llevando mucho peor. Y para colmo, cuando la he visto, acababa de tener una refriega con Mercedes. Una de tantas. Por lo visto, la señora Mercedes tiene muy poca paciencia. La discusión que acaban de tener era porque Belén, mientras lavaba los platos, se le había caído uno al fregadero y lo había roto. Al ver esto, Mercedes le ha echado un puro impresionante y Belén no se ha podido callar. Así que podéis imaginaros. Le he dicho a Belén que tenga paciencia, que en breves nos marcharemos y que durante la estancia que nos queda en esta casa, mire el lado positivo, la tranquilidad que ofrece este lugar, el no tener que estar huyendo cada dos por tres, no solo de hordas de merodeadores, sino de muchos más peligros... muchísimos más...

Bien. Como he dicho antes, esta mañana hemos hecho una incursión en busca de dos vehículos. Los hemos conseguido, aunque nos ha costado lo suyo, incluyendo algún que otro susto. Los vehículos que hemos tomado prestados es un utilitario y un furgón, que hemos encontrado en la autopista. Estos vehículos son grandes y espaciosos, así que podremos viajar en ellos sin problemas. La incursión de hoy la hemos realizado Eduardo, Iván y yo. Y digo la de hoy, porque ayer también realizamos otra, pero fue desastrosa. En la ayer solo participamos Iván y yo. Inicialmente, íbamos a ser tres, ya que iba a venir Fede, pero a última hora se echo atrás, ya que se vio aquejado de un fuerte dolor abdominal. Hoy también tiene molestias y se encuentra tumbado en la cama. Como os decía, la incursión de ayer fue un total desastre. Lo que vimos y nos ocurrió ayer, tan solo lo conoce Eduardo, y en breve, vosotros. Hemos decidido no contar nada para no alertar y preocupar a los demás. Al menos, por el momento.

Ayer, sobre las 10 de la mañana, tal cual habíamos acordado el día anterior, estábamos preparados para salir en busca de dos vehículos. Decidimos ir dos, ya que la tarea era simple y yendo solo dos es más difícil ser detectados por los merodeadores y huir en caso de que nos persiguieran. Le pedimos a Joaquin que nos dejara dos de nuestras armas, bajo la condición que se las devolveríamos para que las guardase cuando estuviéramos de vuelta. Joaquin nos dio dos de las armas a regañadientes. Y más regaño cuando tuvo que cambiar las armas, ya que nosotros queríamos dos de los subfusiles y no las pistolas como él nos había sacado. Con las armas en nuestro poder y los petates con algo de agua y algo de comida por si las cosas salieran mal, iniciamos la marcha. Teníamos previsto que nuestra misión fuese rápida y sin complicaciones, llevándonos solo un par de horas como mucho. Andamos hacía el norte y por el borde de la carretera. Por nuestro camino nos íbamos encontrando algunos merodeadores, los cuales, lentos y torpes, intentaban cogernos, pero nosotros, más rápidos, los esquivábamos y nos alejábamos de ellos. Nuestra primera prioridad era no abrir fuego salvo que fuera necesario. Así evitaríamos llamar la atención de una horda como la que nos sorprendió la última vez que estuvimos en la autopista. Caminamos varios kilómetros sin encontrar ningún vehículo que nos sirviera. El que no estaba destrozado, no arrancaba o no tenía combustible. Algo de esperar, ya que deduzco que muchas personas salieron huyendo de sus coches, dejando estos encendidos y gastando combustible. Durante todo el trayecto fuimos hablando de muchas cosas. Iván me contó cosas de su vida en el pasado y lo que opinaba de todo lo que estaba ocurriendo. También me habló de su relación con Elena. Él también opina que es una niña con muchos pájaros en la cabeza.

No sé cuanto habíamos andado, quizás unos 7 kilómetros, cuando un grito nos sacó de nuestra conversación y nos puso en alerta. Rápidamente nos ocultamos tras un vehículo volcado y apuntamos con nuestras armas en dirección a donde provenía el grito. Provenía de la arboleda que había a unos metros de la autopista. Aguardamos unos segundos esperando, hasta que de la arboleda salió una mujer corriendo. Llevaba un vestido destrozado y roído, como si hubiera estado todo este tiempo vagando por el bosque. Recuerdo las palabras de Iván, que fueron "¿Que cojones...?". Viendo que solo era una persona y parecía estar en problemas, salimos de nuestro escondite y nos dirigimos hacía ella. Esta, al vernos, corrió hacía nosotros, gritando y llorando. Solo decía "¡Mi hijo! ¡Mi hijo! ¡Ayudarme, por dios!". La tranquilizamos como pudimos e intentamos que hablara más detenidamente, para que así nos explicara quién era y que le ocurría. Conseguimos tranquilizarla un poco y nos contó que se llamaba Marta y que unos merodeadores la habían rodeado dentro de la arboleda. Según dijo, iba con su hijo de 8 años y cuando los rodearon, encaramo a su hijo en un árbol y ella escapó de la horda como pudo. Nos pidió que la ayudáramos, que sacáramos de allí a su hijo. Después de preguntarle de cuantos merodeadores se trataba, a lo que contestó que unos 10, accedimos a ayudarla. Sin tiempo que perder, nos adentramos en la arboleda y comenzamos a seguirla. Corrimos durante bastantes minutos y llegados a un punto de la arboleda, la señora se puso a llorar y se dejó caer al suelo. Decía "Me he perdido... no se como llegar... mi hijo... mi hijo...". Me agaché y comencé a consolarla. Le dije que no diera todo por perdido, que debíamos seguir buscando y que íbamos a encontrar y salvar a su hijo. En ese momento, un golpe seco sonó a mi izquierda. Iván había caído desplomado en el suelo. Mire sorprendido y cuando iba a ver que le ocurría, un cañón de un arma apareció ante mis ojos. Me apuntaba. El que llevaba el arma era un hombre de unos treinta y algo de años. Me dijo que tirara el arma y no intentara nada. De repente, aparecieron 3 personas más. Dos hombres y una mujer, los 3 armados con escopetas de caza. Tiré el arma al suelo y me levanté lentamente. Uno de los hombres levantó a la mujer que hasta hace apenas un minuto, estábamos ayudando. La mujer había cesado de llorar y parecía que se alegraba de ver a esos hombres. Comprendí que se conocían cuando uno de los hombres le dijo "Tu hubieras valido para actriz" y todos rieron. Esa perra nos había tendido una trampa. Habíamos caído como estúpidos en un truco muy viejo. Nunca aprendemos. Cuando les pregunté que quienes eran y que querían de nosotros, solo obtuve por respuesta un "Cállate la boca y haz lo que te digamos, si no quieres que te peguemos un tiro".

Permanecimos allí durante unos largos minutos. Nos querían llevar a algún sitio, pero dos de los hombres intentaron cargar con el cuerpo inconsciente de Iván y tuvieron que desistir en el intento, alegando que pesaba mucho y era mejor esperar a que se despertarse, palabras textuales de ellos, "la mole de músculos". Hasta que no despertó Iván, nos custodiaron apuntándonos con sus armas. Mientras tanto, se dedicaron a hacerme preguntas como "¿De donde venís?", "¿Sois de alguna comunidad?", "¿Os han mordido?" y una pregunta que me llamó mucho la atención: "¿Sois de 'La iglesia del fin de los tiempos'?". Obviamente, mentí en todas mis respuestas menos en la última. "La iglesia del fin de los tiempos"... No tengo ni idea que es eso. Cuando Iván se espabilo y vio el panorama, pude ver en su cara el desconcierto. Hizo la misma pregunta que momentos antes había hecho yo, pero le dijeron"Venga, machote, a andar y hacer lo que digamos nosotros o te llenamos de plomo". Iván, como es habitual en él, no se mordió la lengua y soltó un "Me vais a comer la p...", a lo que obtuvo por respuesta un puñetazo y un "Tranquilo, eso no te lo vamos a comer, grandullón". Nos hicieron andar durante al menos 30 minutos. Durante todo el trayecto, en el que nosotros íbamos delante encañonados por ellos, estos iban hablando de sus cosas. Hablaban de compañeros suyos, de la mujer de un tal Pedro, de sus hijos pequeños, de discusiones en el campamento y demás cosas que me hicieron deducir que a donde nos llevaban, habían muchas más personas. Llegué a pensar que todo esto estaba siendo un mal entendido, nos estaban confundiendo con otras personas, con algunos de esa "iglesia", ya que mi mente no concebía que una comunidad con mujeres y niños actuara así. Cuando llegamos allí lo comprendimos todo.

Ante nosotros se extendía un campamento inmenso. Cientos de tiendas de campaña estaban allí montadas y había personas por todas partes. Hombres armados, mujeres y niños andando de un lado para otro. Todos nos miraban detenidamente, como si se alegraran de ver gente nueva. Cuando ya estábamos dentro del campamento, vimos una cosa que a mi me heló la sangre. Colgando de un árbol, había un cadáver bocabajo. A este le faltaba la cabeza y estaba despellejado. En el suelo yacía una montaña de vísceras y a su alrededor... a su alrededor dos hombres y una mujer que lo estaban terminando de despellejar. Ya no me cabía duda de que estaba ocurriendo allí. Eran caníbales. Uno de esos hombres se levantó y se acerco a nosotros con un amplia sonrisa. Con sus manos ensangrentadas me cogió de la cara y me observó, diciendo"Menos mal que habéis capturado a dos más... Ya se nos estaban acabando los víveres. Con estos dos tendremos para abastecer al campamento un par de semanas más...". Luego dirigió su mirada a Iván y dijo "Rectifico. Más de dos semanas. Esta mole de carne nos va a dar para más. Eso si, con tanto músculo estará bastante duro...". Iván respondió "Para duro lo que tengo entre las piernas. Eso me lo podéis comer si queréis". Uno de nuestros captores le dio un empujón y le dijo "Camina. Tu no te preocupes por eso. Aquí se aprovecha todo y lo que tienes entre las piernas servirá para alimentar a los perros". Seguimos andando hasta una cerca metálica, situada en el centro del campamento. Esta verja era al menos de tres metros de altura, con alambre de espino en el extremo superior. El interior sería de unos cinco metros cuadrados y allí dentro habían más personas. Cinco personas para ser exactos. Tres hombres y dos mujeres. Una de ellas estaba acurrucada en una esquina, llorando amargamente. Los otros solo se dedicaron a mirarnos fijamente con sus ojos apagados. En sus ojos vidriosos pude ver su tristeza, la falta de esperanza. Uno de nuestros captores quito la cadena de la puerta y nos metió allí dentro. Acto seguido, puso de nuevo el candado en la cadena y se alejo. Mientras se alejaba, los demás que nos habían dado caza dejaron nuestras armas apoyadas en un árbol, al lado de una tienda de campaña. En ese mismo árbol, había un clavo que sobresalía y fue allí donde colgaron las llaves del candado.

Una vez allí dentro, yo me senté en el suelo, mientras Iván comenzó a buscar un punto débil en la verja que nos sirviera para escapar. Yo me dediqué a observar todo el campamento. Habían chicos y chicas jóvenes, niños, hombres y mujeres de todas las edades... Parecían personas normales, no me cabía en la mente que fueran antropófagos sin escrúpulos. ¿Como podían llegar hasta este extremo?. Estaba sumido en mis pensamientos, cuando uno de los hombres con los que compartíamos cautiverio me habló. Era un hombre de mediana edad. Vestía unos pantalones de pinzas sucios y destrozados y una camisa que debió ser blanca pero ahora era casi negra de tanta suciedad que llevaba. Me dijo "Siento que os hayan capturado. Esta gente no tiene piedad de nadie. Cuando me trajeron a mi, eramos 9 personas y ya han matado a todos los que faltan... son salvajes...". No supe que contestarle. No me salió ninguna palabra. Solo lo mire a los ojos y cuando vio que no le contestaba, se apartó y se sentó apoyado en la verja. Yo seguí absorto en mis pensamientos hasta que un olor nauseabundo me despertó de estos. Cuando mire a mi alrededor, descubrí de donde procedía ese olor. Detrás de mi, en una esquina, había un cubo. No tarde en averiguar que ese cubo servía para realizar nuestras necesidades fisiológicas y... estaba repleto. Rápidamente y conteniendo las ganas de vomitar, me aleje de este. Iván se percató de esto y aprovecho que pasaba un tipo del campamento para decirle "¡Eh! El cubo esta para cambiar". Este, con una mirada de desprecio, desenfundó su pistola, cogió las llaves del candado y comenzó a abrir este. Una vez abrió, se quedó quieto, como si esperara algo. Nosotros nos quedamos mirándolo. Entonces le dijo a Iván "¿A que esperas? ¿A que lo vacié yo? Ya lo estas cogiendo, te llevó a que lo vacíes y te traigo de vuelta a tu jaula, gorrión. ¡Ah! Y no intentes nada o te pego un tiro". Iván cogió el cubo y se dirigió a la puerta. Cuando llegó a la altura de este, hizo algo que no me esperaba. Le tiro todo el contenido del cubo a la cara. Cuando vi esto, pegué un salto y me incorpore al instante. Después de vaciarle el cubo en toda la cara y mientras este intentaba quitarse la inmundicia de los ojos, Iván cogió la cadena de la puerta, que llevaba el candado en el extremo, y con un rápido movimiento le golpeó en toda la cabeza. El golpe fue tan sumamente fuerte que la cabeza de este individuo se hundió y la cadena se le quedó incrustada. Cayó desplomado en el suelo como un muñeco de trapo. Iván salió rápidamente y cogió nuestros dos subfusiles. Yo le seguí y cuando ya tenía mi arma, comencé a decirle a los demás que nos siguieran. Salieron todos menos la chica que estaba llorando cuando nosotros habíamos llegado. Seguía allí acurrucada, con la cabeza entre sus piernas. Me dirigí hacía ella para sacarla de allí, pero en ese momento, alguien comenzó a gritar "¡Escapan! ¡Los presos se escapan!". Cuando estaba a punto de entrar a la verja para sacar a esa chica, de una tienda de campaña salieron dos tipos y se abalanzaron sobre dos de los hombres que nos acompañaban. Los derribaron al suelo y allí los inmovilizaron. Esta era nuestra oportunidad de escapar. No podía arriesgarme a ayudar a la chica y que nos capturaran en ese momento. Al menos pensé en ese momento. La mire por última vez mientras Iván me llamaba y comencé a correr con Iván y los otros dos, el hombre de pantalones de pinzas y la otra chica.

Corrimos por todo el campamento, mientras salían individuos de todas partes. En nuestra huida, vi una mujer que cogía a varios niños y los metía en una tienda de campaña. La mujer y los niños parecían asustados, como si nosotros fuéramos los dementes. Un chico joven se interpuso en nuestro camino, pero lo derribé de un placaje en el pecho, quitandolo así del medio. Cuando ya estábamos casi fuera del campamento, comenzaron a dispararnos. Iván y yo nos tiramos cuerpo a tierra. Las balas pasaron rozándonos y un par de ellas alcanzaron al hombre que huía junto a nosotros. Este cayó al suelo y fue entonces cuando pude ver que estaba muerto. Una de las balas le había acertado de pleno en la cabeza. La chica seguía huyendo. Cuando las ráfagas cesaron, nos levantamos y abrimos fuego hacia el interior del campamento. Las balas atravesaron todo lo que pillaron a su paso. Las tiendas de campaña saltaban por los aires, empapadas de sangre, cuando eran atravesadas por las balas. Pude ver como acertamos a dos individuos que estaban disparándonos tras unos bidones. Yo paré de disparar, pero Iván seguía ametrallando todo el campamento. Entonces le dije que cesará, que habían niños que no tenían culpa de nada. Iván no me hizo caso y siguió disparando hasta que vació el cargador. Antes de comenzar a correr, observé detenidamente el campamento. Era un absoluto caos. Las tiendas de campaña estaban destrozadas, había cadáveres desparramados por el suelo, el humo brotaba de todos los lados... No había nada más que ver, teníamos que alejarnos de allí.

Comenzamos a correr como alma que lleva el diablo. Lo hicimos tan deprisa que no tardamos en alcanzar a la chica que había escapado con nosotros. Cuando llegamos a su altura, ella nos dijo"¡Vamonos lejos! ¡No tardaran en soltar a los perros! ¡Lo hacen siempre que huye algún preso!". Nada más terminar esa frase, oímos algo a nuestras espaldas. En efecto, eran los perros. Al menos una decena de perros, entre los que distinguí Pitbulls y Mastines entre otros, y nos pisaban los talones, ganandonos terreno rápidamente. Pararse a disparar era arriesgado y si fallaba sería cuestión de segundos que los tuviera encima. No quedaba otra opción que correr. Así lo hicimos. Estábamos tan concentrados en huir que olvidamos a la chica. Esta había quedado rezagada y nosotros no nos habíamos percatado de ello. Cuando lo hicimos fue porque oímos sus gritos. Ya estaba en el suelo y tenía a media docena de canes destrozándola. Era demasiado tarde, no había nada que hacer por ella. Me siento culpable por haberla olvidado de esa forma. Media docena de chuchos estaba cebándose con el cadáver de la chica, pero otros cuatro nos perseguían a nosotros y los teníamos prácticamente encima. No quedaba otra. O disparaba o nos daban caza. Decidí arriesgarme y así lo hice. De una ráfaga elimine a tres de los perros, dejando solo a uno. Este lo tenía a un metro de mi y le disparé cuando estaba saltando en dirección a mi cuello. Le acerté en plena cabeza y la bestia, un grandisimo Rottweiler, salió despedido hacía atrás. Seguimos corriendo hasta llegar a la autopista. Cuando llegamos a este punto, dos perros más nos alcanzaron. Los abatí sin problemas, pero ya no podía repetir la misma hazaña si aparecían más, ya que no me quedaba más munición. A Dios gracias, no apareció ninguno más y pudimos llegar a la casa sin problemas, sanos y salvos, pero fatigados y con un gran susto. Por poco casi servimos de comida para una comunidad de tarados antropófagos.

Como ya he dicho, esto solo lo sabe Eduardo. Por el momento no vamos a hablar de ello con los demás. No quiero ni imaginar el disgusto que se llevaría Belén si se lo contase. Ya ha tenido suficientes sustos estos últimos meses, así que le evitare este. Eso sí, tengo claro una cosa. Cuando nos vayamos de aquí, quiero pasar por ese campamento y liberar a los que han quedado allí. No me quitó de la cabeza a esa pobre chica que se quedo allí. Anoche, con el tema todavía reciente, no pude pegar ojo. Entre los ruidos de la habitación contigua y la imagen de esa chica en mi mente, pase una noche espantosa. En mi cabeza veía una y otra vez a esa joven, allí, acurrucada y llorando, esperando a que llegara su turno para ser devorada. Tuve oportunidad de salvarla pero el instinto de supervivencia me lo impidió. A quién pretendo engañar... Un acto de cobardía nunca puede ser llamado instinto de supervivencia. Creo que esta noche tampoco voy a poder pegar ojo. No lo haré hasta que no vuelva allí y enmiende mi error.


- Erik -

3 comentarios:

seeyouinthenextlife dijo...

Joder, esto se pone cada vez más interesante!!!!

Horacio Campos dijo...

Hola, soy horacio. Te mande un mensaje en amanecer zombie, pero creo que ultimamente no usas mucho la computadora. Acabo de terminar la ultima entrada. Me gusto mucho la escena de los perros y como erik se acobardo. Eso lo muestra como un humano en problemas y no como un superheroe. Me encanta la variedad de escenarios: hospital, granja, el muelle...
Me gusta como salen nuevos personajes locos, como mueren los buenos, como los golpean y como sufren (belen violada). Es una gran historia. Me gustaria que escribieras un dialogo entre erik y algun canibal sobre comer carne humana. Una pregunta ?cuantas paginas van hasta ahora (en word)? Saludos y gracias por escribir

Miembro de la resistencia dijo...

Bienvenido, Horacio, ¿qué tal? :)

Pues ahora mismo acabo de ver el mensaje que me has dejado en Amanecer Zombie! Siento no haber contestado, es que no frecuento mucho el foro. No te preocupes, ahora mismo te dejare una respuesta.

Me alegra mucho leer que te gustaron mucho esas escenas y la historia en si. Saber esto me anima mucho a seguir escribiendo. A veces, mientras escribo, me entra la duda de si lo que voy a publicar gustará a los lectores. Con comentarios como el tuyo se que no voy por el mal camino :)

Sobre lo del diálogo de Erik con un caníbal, es buena idea. Es más, creo que lo voy a incluir en alguno de los próximos capítulos. Que sepas que si lo incluyo, que es lo más seguro, ese capitulo te lo dedico ;)

En respecto a lo de cuantas páginas es la historia en word, no tengo ni idea. Pronto voy a empezar a recopilar toda la historia en un archivo de texto y te podré decir.

Un par de preguntillas, solo por curiosidad. ¿Como conociste este blog? y ¿desde donde nos escribes?

Un saludo, amigo! No dejes de leer la historia, porque con lectores como vosotros, habrá historia para rato!