martes, 29 de diciembre de 2009

+ 29-12-09 + El nuevo

Esta noche ha sido de las más frías. Apenas he podido dormir. Por si fuera poco, no tenemos nada con lo que taparnos. Necesitamos mantas y algo más de ropa, ya que esto es desesperante. Esta mañana se lo he comentado a Eduardo y me ha dado la razón, tenemos que estar vigilantes en nuestro camino y si vemos un edificio, debemos de explorarlo y buscar mantas o similares. Por si fuera poco, me han despertado una serie de repetitivos golpes que sonaban a la derecha del autobús. Cuando me he asomado por la ventanilla para ver que era ese ruido, he descubierto a dos merodeadores golpeando el vehículo. Que asco de cosas. Como las odio... ¿Que tienen un radar para localizar a seres humanos normales? Por suerte, el autobús es seguro y les es imposible entrar, así que ahí los hemos dejado un rato, golpeando la carrocería.

Seguimos de camino a nuestro destino inicial. Hace unos días, tuvimos que desandar varios kilómetros que habíamos transitado. El motivo fue que Eduardo se equivocó de carretera e íbamos en dirección equivocada. Espero que ahora estemos en el camino correcto...

Después de lo acontecido días atrás, el grupo sigue raro. Fede sigue recuperándose de sus heridas. Esther le ha vendado un brazo, una muñeca y le ha dado puntos de sutura por todo el cuerpo. Según nos ha dicho Esther, Fede tiene el brazo roto, la muñeca dislocada y diversos cortes y moratones por todo el cuerpo. Esos hijos de puta no han perdido el tiempo... La única persona que parece ajena a todo lo ocurrido, es Elena. Mientras todos estamos afectados por lo ocurrido, esta tía va "revoloteando" por todo el autobús, con su risa impertinente y sus preguntas absurdas. Lo siento, pero es que me saca de quicio. Supongo que ya os habréis dado cuenta, pero su actitud no ha sido la correcta desde el principio. No para ni un segundo, pero no hace nada productivo. Hace unos minutos, estaba haciéndole carantoñas a Thor y ahora vuelve otra vez a la carga con "el nuevo". Lleva días acercándose a él, abrazándole, susurrándole en el oído... en resumen, haciendo la "calienta braguetas". Y "el nuevo" le sigue el juego, no le desagrada.

Poco he hablado sobre "el nuevo". Es un tipo extraño, pero parece legal. De todas formas y a estas alturas, no me fío ni de mi sombra. Desde que partimos de la terminal portuaria, apenas habló con nosotros. Fue anteayer cuando me dirigí a él para hacerle unas preguntas. El tío tiene aspecto rudo, de violento. En su cara luce un par de antiguas cicatrices (obviando las heridas más recientes) y varios pendientes en la oreja izquierda. Bueno, a pesar de su aspecto, hablo conmigo y respondió a mis preguntas de la forma más amable posible. Su nombre es Iván y tiene 33 años. Trabajaba de mecánico en un taller que tenía montado cerca de la avenida Blasco Ibañez. Cuando le pregunté que hacía cautivo en el Palacio de las Artes Reina Sofía. Su respuesta me dejo helado:

"Es una historia muy larga, pero resumiendo, yo fui miembro del "Skull Korps" durante algún tiempo..." Tras decir esto, Eduardo, Ricardo y María volvieron la cabeza para dirigirle la mirada. Hasta Fede abrió los ojos y nos miro. Iván se dio cuenta de la desconfianza que había despertado su frase y comenzó a explicar "...yo era intimo amigo de Vladimir. Se podía decir que era su mano derecha, su persona de confianza. Eran muchos años los que nos conocíamos, hasta mucho antes de que empezara esto. Ambos cumplimos condena en la misma prisión por los mismos cargos. Cuando todo esto empezó y Vladimir me propuso organizar un grupo de resistencia, me pareció correcto. El mundo se desmoronaba y no podíamos esperar a que ningún tipo de cuerpo de seguridad del estado viniera a salvarnos el culo. Si queríamos sobrevivir, dependíamos de nosotros mismos, de nuestra capacidad de organización. Muchos de nosotros teníamos experiencia en tácticas paramilitares, así que esto era coser y cantar. Por aquel entonces, no diré que Vladimir fuera un santo, ni siquiera lo era yo, pero se podía decir que era un tío justo. Solo velaba por la seguridad de la comunidad y nada más que eso. Pero con tiempo se corrompió y mucho. Comenzó a desconfiar de todo y de todos. Era como si temiera perder el puesto de líder. Te aseguró que ninguno de nosotros conspiro en su contra, al contrario, todos estábamos contentos de tenerlo al frente de la comunidad. Yo no se quienes fueron, aunque lo sospecho, pero comenzaron a aconsejarlo mal. Alimentaron su paranoia de enemigos invisibles y consiguieron que Vladimir fijara su punto de mira en mi y en algunos compañeros más. Vladimir me fue apartando de su circulo, cada cosa que yo proponía, él me llevaba la contraria y hacía que yo ganara descrédito ante la comunidad. Aún así, yo contaba con el apoyo de gran parte del grupo. Estos se estaban dando cuenta de que Vladimir estaba perdiendo la cordura, que en las últimas incursiones estaba encrudeciendo sus actos y haciendo prisioneros a todos los supervivientes que encontrábamos. Con sus fantasmas hechos realidad, Vlad se estaba oliendo la revuelta, se estaba percatando que había un gran número de personas de mi lado, los cuales me querían hacer el nuevo líder del grupo. Yo para nada quería esta responsabilidad. Este sabía que no me podía eliminar por las buenas, así que lo intento hacer bajo mano, de forma que pareciera un accidente. Su estrategia fue entrar a mi habitación en plena noche, la cual compartía con mi buen amigo Miguel. Yo no me percate de que entraron, entonces lo que hicieron fue cortarle el cuello a Miguel. ¿Que tramaban con esto? Fácil. No se si os habréis dado cuenta de que todos, al morir de la manera que sea, acabamos reanimandonos en forma de esas cosas de ahí fuera. Sí, esa era la estrategia. Matar a mi compañero y que este se reanimara y me matara mientras yo dormía. Se jodieron, porque no contaron con que los cadáveres andantes no son nada silenciosos. Lo descubrí cuando lo tenía casi encima y tuve que apuñalarlo. Al día siguiente, la sorpresa de Vladimir y sus consejeros fue mayúscula. No esperaban que saliera airoso. Viendo que tarde o temprano iban a acabar conmigo, decidí que tenía que pirarme de la comunidad cuanto antes. Muchos compañeros decidieron acompañarme, ya que estaban enterados de en que clase de persona se había convertido Vladimir. Era de noche y me encontraba recogiendo mis cosas para intentar largarme sin alertar a nadie, cuando sonaron disparos. Dude en si acudir o seguir con mi plan de huida, ya que era muy posible que los motivos de los disparos fueran que había comenzado la purga. Al final opté por acudir. Gran error el mio, aunque no era exactamente lo que yo pensaba. Los disparos provenían del exterior. Cuando acudí, vi a una gran parte de la comunidad disparando sobre una horda de andantes que se nos venía encima. No podía comprender por donde había entrado semejante horda, pero no perdí tiempo y comencé a disparar. De nada sirvió que estuviera ayudando, entre Vladimir y dos más me cogieron por la espalda e inmovilizaron. Le dije que estaban haciendo, pero entre golpes me llevaron a una habitación donde estaban atados y amordazados todos los compañeros que iban a escapar conmigo. Allí me ataron y amordazaron, y ahí estuvimos hasta que los demás pudieron restablecer la normalidad. Acto seguido, vinieron y nos sacaron a la estancia principal atados como animales. Allí estaba toda la comunidad observando y Vladimir al medio. Acto seguido, Vladimir dio un discurso a todos los allí presentes. En su discurso dijo que nosotros eramos los culpables de que la horda entrase en el perímetro, que nosotros abrimos la verja y los dejamos pasar. Que nuestro plan era hacernos con el poder total del grupo. Yo intente decir que era mentira, pero estaba amordazado. ¿Recordáis a Sergio, el que teníais atado en el centro comercial? Ese se suponía que estaba de mi parte, pero no era así, era un traidor. Se suponía que iba a escapar con nosotros, pero ahí estaba, junto a Vladimir, corroborando la historia de este. Ni te imaginas el odio que corría por mi cuerpo en esos momentos... Cuando acabó el discurso y la comunidad vitoreaba a Vlad y pedía nuestra cabeza, él en persona, con una pistola, ejecuto a todos mis compañeros. Cuando mató a todos y solo quede yo, pensé que me mataría a mi también, pero no. Mando que me internaran en la sala de presos y ahí me torturaron día y noche hasta el día de vuestra llegada. Esto lo hicieron por placer y en algunos casos fue el mismo Vlad quién me torturo. Maldito psicópata... Así que os doy las gracias por haberme sacado de allí. En agradecimiento, os doy mi palabra que luchare y moriré por este grupo. Podéis confiar en mi..."

Podemos confiar en él... eso ha dicho, pero ¿como sabemos que podemos? Las palabras solo son palabras. Nos puede estar mintiendo perfectamente. Habiendo pertenecido a esa banda de psicóticos y más habiendo estado en la cárcel, ¿quién nos asegura que no nos matara a media noche? En realidad, no tiene porque hacerlo. No le somos ningún impedimento, al contrario. Tal cual están las cosas, no podría sobrevivir solo. Aunque si que podría tener afán a intentar ser el líder del grupo. Esto presupondría eliminar a los más notables del grupo. Él dice que no intento dar un golpe de estado en el "Skull Korps", pero es muy posible que sí lo intentase. Todo es posible y todos mienten. Me estoy emparanoiando demasiado. No sé que pensar... de todas formas, no le quitaré ojo de encima. Sus pasos van a estar vigilados día y noche, hasta que compruebe que es de fiar.


- Erik -

lunes, 21 de diciembre de 2009

+ 21-12-09 + Adiós

Hemos tenido que esperar cinco días para llevar a cabo el rescate. Cinco días que he pasado con brotes de ansiedad y noches en vela, torturándome la mente pensando las cosas que le estarían haciendo a Belén. Eduardo y Ricardo me tuvieron que retener en varias ocasiones, ya que cegado por la ira y el desespero, intentaba ir al Palacio de la artes Reina Sofía y acabar con esto ya. Nuestro rehén no soltaba ningún tipo de información, hasta que el día 8 lo interrogué. No os voy a decir lo que le hice, ya que no es nada agradable, pero sirvió para que hablara. Después de varias horas, comenzó a cantar. Nos explicó que en ese refugio eran una comunidad de más de 40 personas, los cuales todos tenían sus respectivas tareas. Contaban con tropas de asalto o unidades de exploración. Estos últimos se adentran en las barriadas y buscan lugares de posible interés, en los cuales pueda haber comida, armas o supervivientes. Luego, estos vuelven al refugio, pasan informe y si hay un lugar de interés, las tropas de asalto se ponen en marcha y adentran en el lugar. Por lo visto, los que vinieron en jeep hasta nuestra urbanización, eran de esta clase. Por eso al tiempo vinieron los demás, saqueando y destrozando la urbanización. También contó que nuestros compañeros no eran los únicos retenidos allí. Según dijo, capturan a todo superviviente y los interrogan para averiguar si conocen lugares seguros, con más supervivientes o lugares donde hayan alimentos. Los encargados de los interrogatorios son un pequeño grupo de miembros del "Skull korps". Estos son seis y se autodenominan "KGB", como la antigua policía soviética. Estos interrogan mediante torturas y cuando obtienen la información necesaria, matan a los presos. Todo lo contrario que con las presas, las cuales mantienen con vida para satisfacer los deseos carnales del grupo...

También nos hablo sobre Vladimir. Dijo que lo conocía mucho antes de que empezara todo esto, ya que era miembro de su grupo de moteros. Estos ya se llamaban los "Skull korps", por ello su grupo de "resistencia" se llama así, en honor a este. Vladimir era el líder y no solo se dedicaban a las motos y a las reuniones alcohólicas, sino que tenían negocios negros con los que financiaban el grupo. Tráfico de armas, drogas, palizas y asesinatos por encargo... Por ello, Vladimir fue condenado a 10 años de cárcel, al igual que varios miembros de la banda. Cuando todo esto comenzó, él estaba en la cárcel de Picassent. Como a muchos presos, lo dejaron libre y sin perder tiempo, reagrupo de nuevo a la banda. Con él vinieron bastantes convictos que se unieron al grupo y todos juntos comenzaron la "resistencia" en el Palacio de las Artes Reina Sofía. Sobre Vladimir, nos ha dicho más cosas, de lo cual he deducido lo siguiente: es un tío con tremendas ansias de liderazgo, totalmente sin escrúpulos y que no duda en hacer lo que sea por mantenerse en cabeza de su grupo. Esta totalmente obsesionado con la antigua URSS y según a dicho este, se cree el nuevo Stalin. Delirios de un enfermo mental...

Después de interrogarlo y averiguar más cosas sobre su comunidad, decidimos esperar, ya que el dijo "...pocas veces, el grupo esta inactivo muchos días. Siempre estamos en constante movimiento, realizando incursiones a nuevos lugares. Cuando esto ocurre, 10 o 12 personas se quedan cuidando el refugio, depende de la misión...", así que solo debíamos esperar a que comenzaran una nueva incursión y entrar a rescatar a los demás. Así lo hicimos, esperamos, vigilando día y noche su refugio, hasta el quinto día. Ese día, la mayoría del grupo estaba en el exterior del refugio. Estaban cargando las camionetas, ponían a punto los vehículos, preparaban las armas... Nosotros los observamos desde el puente, tumbados entre cadáveres en descomposición y totalmente quietos, para no delatar nuestra posición. En unas horas pusieron todo a punto, abrieron una puerta metálica y salieron con los vehículos por una rampa de metal que habían construido. No pudimos contar cuantos individuos iban de misión, pero deducimos que más de la mitad. Con la mitad de la comuna fuera, analizamos la situación. En la puerta habían dos individuos haciendo guardia. Se encontraban sentados junto a la puerta, hablando y con dos fusiles de asalto. También pudimos divisar a un oteador en el primer piso. Esperamos unos 20 minutos y decidimos intentar entrar. Escondidos, nos alejamos del lugar y bajamos al antiguo cauce, por la zona Este. Una vez aquí abajo, avanzamos entre los matorrales hasta el edificio. A 20 metros de este, habían erguido una valla metálica. Por suerte, Ricardo llevaba unas tenazas con las cuales cortamos un trozo de valla y pudimos acceder.

Ya dentro del perímetro, avanzamos hasta la pared del edificio. No fue difícil acabar con los dos guardias, solo hubo que esperar a que uno de ellos entrase al interior del edificio para eliminar al que quedo fuera, luego esperar a que saliera el otro y repetir la misma acción con este. El encargado de esto fue Eduardo. Una vez escondidos los cadáveres, miramos al interior del edificio desde la puerta y pudimos comprobar que la zona estaba despejada. Entramos al edificio y andamos varios metros con total cautela. De nada sirvió, una voz resonó diciendo "¡Eh! ¡Quienes sois vosotros!". Cuando nos giramos, vimos a un individuo que salía de una puerta cargado con unas cajas y un fusil de asalto colgado del hombro. Mis compañeros se quedaron paralizados y yo respondí con una ráfaga de mi arma. Las balas le impactaron de pleno y traspasaron las cajas que llevaba a cuestas. Este cayó desplomado. Seguidamente y conscientes de que esos disparos habrían alertado a los demás, comenzamos a correr por la inmensa estancia, camino del piso superior. Íbamos subiendo las escaleras cuando sonaron unas ráfagas de ametralladora. Yo ni siquiera me pare a ver de donde procedían los disparos, pero Ricardo si. Devolvió el fuego y abatió a los dos individuos que nos disparaban. Una vez arriba, seguimos corriendo sin saber a donde dirigirnos. Casi al llegar a una esquina, nos dimos de frente con otro personaje que acudía, pistola en mano, a la zona de los disparos. De un rápido movimiento, Eduardo le clavó la katana en el pecho. Creo que este ni se entero de lo que había pasado. Seguimos corriendo por este nuevo pasillo mientras a nuestras espaldas sonaban disparos. Encontramos varias puertas en este pasillo, así que comenzamos a abrirlas rápidamente para encontrar a nuestros compañeros. La primera habitación que abrí, estaba completamente llena de garrafas grandes. Según parece, esta habitación la utilizaban para guardar el combustible. Eduardo y Ricardo abrieron las siguientes habitaciones, pero nada. Cuando nos disponíamos a abrir otra habitación, esta se abrió de golpe y salió un crío de unos 16 años, con un fusil de asalto casi más grande que él. Se percato de nuestra presencia cuando nos tuvo enfrente y, con una cara de sorpresa y miedo, intento apuntarnos para disparar, pero le propine una patada a su fusil y este salió volando varios metros. El niñato comenzó a tartamudear y sin tiempo que perder, le pregunté que donde se encontraban los presos. Levantó la mano y nos señalo al final del pasillo. Acto seguido, lo cogí de la oreja y lo lleve a arrastras con nosotros. Entre sollozos, el chaval nos llevó por el pasillo, mientras Eduardo cubría el avance pistola en mano y Ricardo la retaguardia. Una vez al final del trayecto, nos señalo una doble puerta. Eduardo avanzó y la abrió con cautela. Una vez abierta, pude comprobar que la sala estaba totalmente oscura. Eduardo se adentró en la habitación y salió rápidamente, diciendo "Sí, es esta". Acto seguido, camino hacia el chaval, que yo todavía lo tenía cogido por la oreja, lo cogió por el suéter y le dijo "Te voy a enseñar a que no se juega a los soldados". Temí lo peor, ya que parecía que iba a matar al pobre crío, pero no, lo cogió y comenzó a propinarle una serie de azotes mientras le decía "¡ESO!-¡NO!-¡SE!-¡HACE!". Ricardo y yo dejamos escapar una pequeña carcajada y nos metimos en la sala. Buscamos el interruptor de la luz y cuando lo encontramos y accionamos, la escena nos impacto.

Era una sala bastante grande, la cual parecía un gran camerino para actores. Era inmensa y en el fondo de la sala, había un colchón. Un escalofrió me recorrió el cuerpo cuando pensé para que estaba eso ahí. Encadenados en la pared, había al menos una docena de individuos. Muchos de ellos ni siquiera se habían molestado en levantar la cabeza para mirarnos. Del fondo de la habitación, pude escuchar una leve voz que me llamaba. Era Belén. Corrí hacia ella, mientras Ricardo comenzó a liberar a todas las personas allí presentes. Me abracé a Belén y esta estalló a llorar. Su aspecto era verdaderamente lamentable. Tenía el rostro lleno de heridas y sangre seca. Sus ropas estaban hechas unos zorros. Sin tiempo que perder, la solté y la cargué sobre mi hombro. Vi como Ricardo ya había liberado a la mayoría de personas allí presentes, incluyendo a María, Ana y Fede. Este último estaba hecho polvo y no se podía poner de pie. En ese momento, pudimos oír disparos que procedían del pasillo. Eduardo entró a toda prisa, cerrando la puerta tras él y bloqueándola con un mueble que allí había. Acto seguido, nos miró y dijo "Tenemos que darnos prisa, hay al menos media docena ahí fuera". Con Belén cargada en mis hombros, miré la estancia y encontré otra puerta. Se la indiqué a los demás y Eduardo se dirigió a ella, abriendola y mirando en el interior, entonces dijo "Da al teatro, ¡vamonos!". Ricardo seguía soltando a gente y le grité que no podíamos perder más tiempo. Desde el otro lado de la puerta bloqueada, comenzaban a golpearla. El mueble que la bloqueaba temblaba por cada embiste. De repente, los embistes cesaron y una ráfaga de fuego de ametralladora traspaso esta. Pude ver como las incandescentes balas cruzaban las sala. Todo fue como si transcurriese a cámara lenta. Pude ver como algunas balas impactaron a los que antes eran cautivos. Una bala impacto a un señor que estaba a mi lado. La bala le alcanzó directamente en la cabeza. También pude ver como una bala atravesaba la pierna de una chica que estaba en el centro de la sala y como dos personas más caían desplomadas. Entonces le proferí un grito a Ricardo para que reaccionara, ya que seguía liberando a los pocos que quedaban encadenados, y abrí fuego con mi fusil hacía la puerta. Ricardo reacciono y levantó a Fede, llevándolo a cuestas hacia la puerta. Algunos de los supervivientes de la sala nos siguieron, pero una nueva ráfaga de balas abatió a dos más. Una vez en el teatro, cerramos la puerta tras nosotros y comenzamos a descender las escaleras. A nuestro lado iba una mujer completamente histérica, gritando y llorando. Le tuve que gritar que se callara o delataría nuestra posición. No me hizo caso. Una vez en el piso inferior, caminamos entre las butacas en busca de la puerta principal. La pudimos divisar al fondo. En ese momento, un disparo sonó y la mujer histérica ceso de llorar. Cuando la mire, estaba en el suelo sobre un charco de sangre. Dirigí la mirada por toda la sala, buscando de donde provenía el disparo, pero no encontré cual era la procedencia. Entonces Ricardo gritó "¡Francotirador! ¡En el piso superior!" mientras señalaba al piso de arriba. Ahí fue cuando divise, agazapado en el piso superior, al autor del disparo. Empuñando el fusil con la única mano que me quedaba libre, abrí fuego hacía su posición. Pude ver como las balas impactaban a su alrededor. Seguimos corriendo mientras Ricardo también contestaba al fuego. Nos encontrábamos a escasos metros de la salida, cuando oímos que la puerta superior se abría y entre voces de "¡Ahí están!", nos disparaban. Las balas pasaron muy cerca de nosotros e impactaron a dos chicas de nuestro grupo. No podíamos hacer nada por ellas, solo correr y ponernos a salvo. Con las balas resonando a nuestras espaldas, llegamos a la salida. Cruzamos la puerta y aparecimos en la estancia principal que hacía un rato habíamos utilizado para acceder al piso superior. Corrimos por esta camino a la salida. Mientras corríamos, pude divisar bajo unas largas cortinas que envolvían la sala y llegaban hasta el inmenso techo, lo que parecían unas garrafas de gasolina. Eso me dió una idea. Pedí a Eduardo que cargara con Belén por mi y así lo hizo. Ella, moribunda, decía "No... Erik... Erik...". Por la puerta de atrás aparecieron algunos de nuestros perseguidores, pero se escondieron cuando abrí fuego sobre ellos. Seguí corriendo hacia la puerta mientras disparaba. Cuando ya estaba en la puerta que daba al exterior, dirigí mi arma hacía las garrafas y abrí fuego. Las balas impactaron y estas no tardaron en estallar, desencadenando una terrible ola de fuego. Yo solo pude saltar al exterior y aterrizar cuerpo a tierra. Espere unos segundos en el suelo y volví mi cabeza. La sala estaba en llamas y los cortinajes ardían. En ese momento, sentí como unas manos me agarraban por la espalda y me ponían de pie. Cuando miré al rostro de quién me ayudaba, no lo conocí. Era un hombre de unos treinta y pocos años, de mi estatura y pañuelo en la cabeza. Me llamo la atención que era terriblemente ancho y fuerte. Este corrió en dirección a los demás y yo le seguí. Vi como todos subían a varios vehículos que allí habían. Eduardo montó a Belén en un jeep y en este subió también Ricardo y Fede. Ana y María subieron a una moto que allí había aparcada y una pareja de los que habíamos liberado subieron en un utilitario. Yo monté en un jeep y lo arranqué, y mi extraño compañero subió a la parte trasera, situándose en la ametralladora de posición. Los demás en sus respectivos vehículos, se dirigieron apresuradamente a la rampa de salida, que estaba cerrada. En ese momento, un extraño silbido me hizo mirar a todos los lados. Seguidamente, el utilitario de la pareja estalló y se envolvió en fuego. Mi compañero gritó "¡Nos disparan con lanzacohetes!" y abrió fuego hacía los balcones del edificio. Este estaba fuera de si, gritando como un cowboy mientras disparaba. Yo di un fuerte acelerón y llevé el vehículo hacía la salida. De camino a esta, pasamos a escasos metros de la puerta de la valla donde se amontonaban cientos y cientos de merodeadores. Mi compañero dirigió la ametralladora hacia esta puerta y disparo, alcanzando a la cadena que mantenía la puerta cerrada. La puerta se abrió tras el empuje de los merodeadores y entraron todos en masa. Desde la ametralladora, este hizo un corte de manga en dirección al edificio y gritó "¡¡Joderos!!". Acto seguido, siguió abriendo para cubrir nuestra retirada.

Una vez en las calles, los tres vehículos nos dirigimos hacía el centro comercial. De camino, mi accidentado compañero se acercó a mi para darme las gracias por, como él dijo, haberlos sacado de allí. Yo solo le respondí que todavía no habíamos escapado a un lugar seguro, que ya tendría tiempo para agradecérnoslo. Una vez en el centro comercial, cogimos los enseres que allí habíamos dejado (armas y los alimentos que podíamos cargar en esos momentos). Allí todavía estaba nuestro prisionero. Tenía las muñecas ensangrentadas, ya que según parece, en nuestra ausencia había intentado librarse de sus ataduras. El nuevo integrante del grupo se dirigió a él y le dijo "¡Hombre! ¡Sergio! ¡cuanto tiempo sin verte!" y acto seguido lo puso de pie. Eduardo le preguntó "¿Lo conoces?". Él respondió "Sí, somos amiguetes, ¿verdad, Sergio?" Acto seguido lo cogió con ambas manos y lo lanzó por una ventana que esta abierta. A los tres segundos pudimos oír el impacto de Sergio con el suelo. Le chillé "¡¿Estas loco?!" pero él me contesto tranquilamente "Ojo por ojo, diente por diente". Una vez con los vehículos cargados, dirigimos nuestra marcha a nuestro refugio. Nuestros compañeros ya nos debían de dar por muertos, ya que habían transcurrido muchos días de nuestra partida.

Bien, desandamos el camino que días atrás utilizamos para llegar al centro comercial. Desde mi vehículo podía ver a Belén, que iba en el vehículo de delante y no paraba de llorar. Se me rompió el alma cuando vi su aspecto más detenidamente. Es algo que nunca olvidare. Tardamos un poco en llegar. Utilizamos de nuevo el remolcador para volver a nuestro muelle. Cuando llegamos a nuestra terminal portuaria, a la primera persona que encontramos fue a Juan. Este parecía muy agitado y se quedo totalmente sorprendido de vernos. Sus primeras palabras fueron "Os dábamos por muertos". Acto seguido, vinieron los demás, pero no hubo tiempo para más, en seguida Juan nos dijo que habían vehículos a escasos metros de la entrada, los cuales estaban acabando con todos los merodeadores que allí se encontraban. Al principio pensé que debían de ser militares que estaban buscando a supervivientes, pero no, cuando llegamos y observamos la escena desde una posición segura, comprendí que estaba equivocado. Los de allí fuera eran Vladimir y su tropa. Ahora me encajaba todo. Su expedición se debía a que habían torturado a Fede y a los demás y les habían sacado la información de cual era nuestro refugio. No había tiempo que perder, teníamos que salir de allí a toda prisa.

Volvimos a nuestra posición inicial y comenzamos a pensar que podíamos hacer. Fue entonces cuando Luis nos dio la idea. Podíamos escapar por la puerta Este. Yo no sabía la existencia de esa puerta hasta que Luis la nombró. Faltaba saber que vehículo debíamos utilizar, pero en seguida se me ocurrió cual era el idóneo: el autobús que había aparcado en la pata de la grúa. No perdimos tiempo, cogimos a Thor y todas nuestras pertenencias y nos dirigimos a este. Una vez en el vehículo dirección a la puerta Este, Juan nos dijo "Chicos, no hace falta que nos vayamos de aquí, podemos escondernos, la terminal es muy grande y no nos encontraran". El corpulento y nuevo componente del grupo le respondió "Sí, nos encontrarán. No sabes de que son capaces esa gente". Creo que todos los allí presentes, menos Juan, pensaban así. Él respondió "Lo siento mucho, pero yo no pienso salir de aquí. No me voy a arriesgar. Yo os abriré la puerta pero me quedo en tierra". Luis le preguntó "Pero Juan, no puedes quedarte aquí. Los tíos de ahí fuera no parecen tener buenas intenciones. Además, ¿que vas a hacer tú solo aquí? ¡No soportaras más de tres días sin alimentos!". Juan le respondió "Pensaba que te quedarías... Este es nuestro refugio en el cual hemos resistido mucho tiempo... Haz lo que quieras, pero yo no me arriesgo a salir. Me alimentare de la pesca. Solo pido que me dejéis un arma, nada más". Luis agachó la cabeza y yo le dije a Juan que tendría un arma, pero que era un inconsciente por escoger esa opción, que debía venirse ya que íbamos a intentar llegar a Reus, a la ciudad segura de la cual habla el folleto que encontré, pero que no iba a ser yo quién le obligara a venir.

Llegamos a la puerta Este. Esta estaba totalmente despejada. Juan explicó a Eduardo por donde podía salir de aquí sin que fuéramos vistos. Después de esto, le entregué mi preciado rifle Kar-98 y algunas balas y se despidió de nosotros. Aun sigo pensando que ha sido un ignorante por decidir separarse del grupo y quedarse solo. Espero que se esconda bien y no lo encuentren, porque sino... pobre de él...

Han pasado muchos días de esto. No tengo ni idea de como estará Juan. ¿Habrá conseguido esconderse sin que lo encuentren? Ni idea... Solo se que nosotros hemos hecho bastantes kilómetros en este autobús, pero apenas hemos avanzado casi nada. Nuestro destino sigue estando a una eternidad. Sería más fácil si pudiésemos tomar la autopista, pero hasta ahora nos tenemos que conformar con simples carreteras en las cuales solo conseguimos dar un inmenso rodeo. De camino a Reus, solo consigo que me asalten dudas. ¿Conseguiremos llegar allí? ¿dicha ciudad segura seguirá siendo segura? ¿o habrá caído? ¿cuantos más de los nuestros tienen que morir para que encontremos un lugar seguro? Bufff... no se ni que pensar.
Belén esta rarisima. Sufro mucho de verla así. Apenas come, apenas habla, apenas me mira a la cara... lo único que puedo hacer es abrazarla fuerte y permanecer así durante horas, hasta que se duerme. Después, me voy a una esquina, detrás de unos asientos y estallo a llorar en silencio.

No quiero que me cuente nada de lo que allí ocurrió. No quiero saber absolutamente nada... ni una sola palabra, ni un solo hecho... que jamás lo haga, por dios...


- Erik -

martes, 8 de diciembre de 2009

+ 08-12-09 + Impotencia y rabia

He sido un estúpido y un insensato en no pensar que podía ocurrir esto. Jamás aprenderé. Jamás... Nunca calibro lo que puede salir mal y siempre acabo igual, pagando las consecuencias. Ahora me encuentro en un WC de una cafetería que hay en el centro comercial "El Saler". Dentro de unas cuantas horas se va a cumplir 48 horas que salimos de la terminal portuaria. Las cosas han salido mal... terriblemente mal.

El día 6 nos despertó Eduardo. El motivo era que habían decidido llevar la operación ese mismo día, en unas horas. No se de quién fue la brillante idea de llevar a cabo la misión ese día. Supongo que sería de alguno de los militares. Es como si esto se lo tomasen como un juego. Con solo deciros que unas horas antes de salir encontré a Fede y Ricardo en el baño montándose una "fiesta" con Elena, os lo digo todo. Pero ahora eso me es completamente indiferente. Tengo otras preocupaciones en mente que hablar sobre dos niñatos salidos y una guarra. Preparamos las mochilas, cogimos las armas y subimos al remolcador. Juan y Luis nos ayudaron a soltar las amarras, que estaban atadas en la cubierta de uno de los buques mercantes. Con Vicente al timón, nos dirigimos al muelle oeste. El trasto ese se meneaba como un condenado al chocar con las olas. En esos momentos, no se porque, tuve la premonición que algo malo iba a ocurrir. Lo sabía... tenía que haberles dicho de abortar la misión...

Llegamos al muelle oeste y lo recorrimos rápidamente. Los tres militares iban en cabeza, rompiendo el paso. Eduardo y yo en los laterales, Belén y Vicente en el centro y María en la retaguardia. Llegamos al autobús prácticamente sin problemas. Ni tan siquiera tuvimos que eliminar a los merodeadores que se nos cruzaron en el camino. Una vez en el vehículo, sacamos tres cadáveres devorados que había dentro, Ricardo puenteo el bus y Eduardo se puso al volante, ya que él tiene experiencia en conducir estos vehículos. Lo arrancó fácilmente y emprendimos la marcha. Tomamos las vías secundarias, ya que la autopista no pintaba nada bien. Esto nos llevo casi una hora. Tuvimos que despejar la carretera en un par de ocasiones, ya que habían vehículos colapsando el trayecto.

Cuando llegamos al centro comercial, nuestro asombro fue que la zona estaba muy despejada. Salvo unos cuantos merodeadores dispersados por la avenida, una zona bastante segura. Eso si, el caos era evidente. Coches destrozados, cadáveres, enseres en mitad de la calle... hasta divisamos lo que más tarde resulto ser una pira de cadáveres carbonizados. Alguien los había quemado. Con el autobús, nos arrimamos a la pared del centro comercial. Lo situamos aquí con la intención de que si dentro las cosas se ponían feas, pudiésemos saltar desde la terraza del primer piso al techo del bus. Una vez fuera del vehículo, buscamos la entrada al comercio. Esta estaba cerrada a conciencia. Buscamos otro acceso. Tuvimos suerte, ya que no muy lejos de la puerta principal había una puerta secundaria, la cual estaba abierta. El interior del centro comercial era como una balsa de aceite, todo completamente en calma, sin ningún indeseable a la vista. Sin pensarlo, dirigimos nuestro rumbo hacia el supermercado. No era la primera vez que estaba aquí, antes del caos solía venir mucho a este centro de ocio, así que me conocía algo el lugar. Cuando llegamos al supermercado, descubrimos que este estaba medio vacío. Lo habían saqueado a conciencia. Vagamos entre las estanterías buscando víveres que pudieran quedar. No fue fácil, pero conseguimos llenar un carro. Ya no había nada más que rascar, así que aprovechando la tranquilidad del lugar, nos dirigimos a otras secciones en busca de cosas útiles. La primera parada fue en la sección de ropa. Aquí llenamos otro carro con todo tipo de ropa. Belén se rió cuando metí en el carro ropa de bebé. Le dije "Quién sabe, ¿no?". Quién sabe...

Pasamos por varias secciones más, cogiendo todo lo que vimos útil. Acabado con esto y un pequeño susto con un merodeador que nos sorprendió en la sección de bricolaje, tumbando varias estanterías, terminamos con las compras y fuimos de vuelta al autobús. El exterior seguía igual, sin ningún cambio. Una calma que, realmente, me sorprendió y mosqueo a partes iguales. Cargamos todo en el bus y nos pusimos en marcha. Yo estaba al lado de Eduardo mientras él conducía, los demás, menos Vicente que se encontraba en la parte trasera del bus, estaban en los asientos centrales, cuando oímos una terrible explosión y el vehículo saltó por los aires, dando vueltas de campana. Ahí perdí el conocimiento.

Cuando abrí los ojos, todo me daba vueltas. No sabía donde estaba, ni que había pasado. Por momentos creí que toda esta mierda, el apocalipsis, los merodeadores, todo, había sido producto de un mal sueño. Esa falsa esperanza no duro más que unos pocos segundos. Cuando mi nublada vista se aclaró y pude enfocarla, vi un cañón apuntándome directamente a la cabeza. Empuñando el arma estaba un tío de dos metros aproximadamente. Detrás de él, habían tres más. Hablaban entre ellos y se reían. Uno de ellos portaba un lanzacohetes. A su lado habían dos jeep's como el que tuvimos nosotros en una ocasión y una moto. Mire a mi alrededor y vi el panorama. El bus estaba a mi espalda, totalmente destrozado y humeando. La parte trasera del bus estaba hecha añicos, un verdadero amasijo de hierros. Lo habían alcanzado con el lanzacohetes, pero ¿por qué? ¿qué querían de nosotros? Esa fue mi pregunta al tío que me apuntaba, pero su respuesta fue un botazo en la boca. Me incorpore de nuevo y escupí saliva y sangre a partes iguales. Entonces vi que a mi lado se encontraban mis compañeros. Parecía que nos habían sacado del vehículo y puesto a todos en fila. A mi derecha estaba Ricardo, completamente inconsciente y ensangrentado. A su lado, Eduardo, en el mismo estado y a unos metros de este, Vicente. Este tenía medio cuerpo quemado y le faltaba el antebrazo izquierdo. No había duda, estaba muerto. A varios metros de nosotros se encontraban nuestras armas, amontonadas. No veía por ningún lado a Belén, María, Ana y Fede. Comencé a mirar a todas las direcciones, pero nada. Me puse nervioso y el corazón me latía violentamente. Pregunté a mi captor sobre el paradero de los demás, pero este levantó la culata de su subfusil y se dispuso a golpearme. En el último momento, no lo hizo, ya que una voz sonó a mi espalda, diciendo "Tranquilo, chico, están bien". El hombre que dijo eso apareció de detrás del autobús acompañado de otro hombre. Ambos iban armados y se acercaron al que nos vigilaba. El que me hablo le dijo "No hay ninguno más, estos eran todos". Este tenía una pinta extraña. Llevaba un pañuelo atado en la cabeza, una chaqueta de piel y armado con un subfusil. De aspecto corpulento, ojos marrones y nariz aguileña. No pienso olvidar esa descripción...

Cuando hablo con el perro que nos apuntaba, se arrodilló a mi lado y me miró fijamente a los ojos con una sonrisa maquiavelica. Luego miró a mis compañeros y me dijo:

"Vaya, vaya... ¿Saqueando, verdad? Deberías saber que eso no se hace. Todo lo que hay en ese centro comercial nos pertenece..." Lo interrumpí diciéndole que quienes cojones eran, que querían y donde estaban los demás. A mi pregunta contesto: "Cierto, no nos hemos presentado. Nos puedes llamar los "Skull Korps" o "Los hermanos proletarios", como más te guste. Aunque preferiría que nos llamases "Los hermanos proletarios", ya que somos una graaan familia proletaria que compartimos todos los beneficios y bienes..." Cuando dijo esta última parte de la frase, lo dijo levantando las manos y mirando a sus compañeros, los cuales reían. Continuó: "...y vosotros... yo se quienes sois vosotros. No es la primera vez que os veo, atajo de bastardos. Vosotros sois los que estabais en esa urbanización. Sí, sí, nosotros fuimos los que os hicimos la visita. Tú nunca me has visto a mi, pero yo a ti si. Días antes de entrar a vuestra urbanización, cuando un miembro de nuestro grupo nos informo de la existencia de aquel sitio y de que habían supervivientes, estuvimos observándoos. Yo, personalmente, con mis prismáticos te vi en varias ocasiones asomado al balcón. Tú puta cara de cerdo no se olvida. Gracias a vosotros perdimos a varios hombres y varios vehículos. Te mereces que te despelleje vivo aquí mismo... pero no, no me voy a ensuciar las manos. Te voy a contar una cosita, pero es un secreto, ¿ok?. ¿Ves aquel edificio?..." Señaló al Palacio de las artes Reina Sofía "...ese es nuestro edén, nuestro refugio. Allí soy yo quien decide quien entra y quien sale. Ese es nuestro reino y Valencia es nuestro campo de batalla. Sabes... os invitaría a venir, pero... no. Con vuestros cuatro amiguitos como invitados, no tenemos más sitio..." Ahí fue cuando empecé a insultarle y a decirle que los dejara en paz. "...tranquilo, hombre, ¡no seas maleducado! Por tu forma de actuar deduzco que tienes a alguien muy especial entre esas personas. Y no se porque, creo que no es el maromo. ¿Cual de las féminas es? No, no me lo digas, así sera más divertido. Te voy a contar lo que vamos hacer con ellos, para que veas que no soy tan cabrón. Al tío ese lo vamos a mantener con vida un tiempo. No se cuanto, ya que mis chicos no tienen paciencia y enseguida se ponen violentos..." Lo demás rieron a su espalda. "...de todas formas, nos dará tiempo a sacarle toda la información que nos haga falta. Tenéis pinta de haber vagado mucho tiempo por las calles y debéis de conocer nuevas zonas donde conseguir alimentos, sitios seguros, donde obtener más armas y más vehículos, y porque no, si sois los únicos supervivientes de vuestro grupo. A algún sitio iríais con los alimentos, ¿no? Tranqui, no contestes, ya lo hará vuestro amigo... y vuestras amigas. Aunque ellas no tendrán fuerzas, ya que mis chicos, que son muuuchos, y yo, llevamos tiempo añorando la compañía femenina, así que estamos un poco cariñosos. Ya veras lo que van a disfrutar esas perrillas...". Al oír esto, me intente levantar. Solo quería estrangularlo con mis propias manos, aunque me ensartaran con una bayoneta. No me dio tiempo a nada. Entre él y los demás, me patearon en el suelo.

Cuando acabaron, este hijo puta se montó en la moto y su acompañante lo hizo en uno de los jeep's. Arrancó el motor y giró la cabeza hacia mi para decir por último "Mi nombre es Vladimir. Te lo digo para que lo puedas gritar en el infierno, bastardo" Luego se dirigió a los demás. "Pegarles un tiro, no nos sirven. Con los que tenemos allí es suficiente"
Dicho esto, los dos se alejaron en dirección al Palacio de las artes Reina Sofía. Los cuatro verdugos se acercaron y comenzaron a cargar las armas. Uno sacó el machete y dijo que no pensaba gastar munición. Mientras estos hablaban, algo divise a sus espaldas. Había alguien más y ellos no se habían percatado. Estos seguían hablando. Uno decía "Cierto, mejor apuñalarlos. Espera que saque el pincho". Se agachó para buscar el machete en la bota y entonces pude ver quien estaba detrás. Era el cadáver reanimado de Vicente, el cual se abalanzó contra el que se había agachado. Pude ver como le cayó encima y le mordió el costado. El verdugo dio un alarido de dolor. Los otros se giraron e intentaron liberar a su compañero. En ese momento de confusión, me incorpore de un salto y también lo hizo Eduardo. Pensaba que este estaba inconsciente, pero estaba fingiendo. Aguardaba en silencio el momento de actuar. Mientras los tres forcejeaban por liberar a su compañero, Eduardo le propino un puñetazo a uno, tumbándolo, y yo le arrebate el subfusil a otro. Estos nos miraron con cara de sorprendidos y dejaron de intentar ayudar a su compañero, el cual ya estaba en el suelo, gritando y con Vicente encima. Con el subfusil ya en la mano, solté una ráfaga de plomo y abatí a dos. El otro intento huir hacia el jeep, pero Eduardo lo persiguió y lo derribó al suelo de un barrido. Cuando lo tuvo en el suelo, comenzó a propinarle una paliza. El otro ya no chillaba, había muerto. Vicente lo estaba devorando a conciencia. No dispare al cadáver reanimado de Vicente hasta que no se puso en pie e intento atacarnos. Pobre chico... ya os dije que fue un inconsciente en querer venir.

Ricardo se despertó confuso y le expliqué por encima lo que había ocurrido. Cuando Eduardo acabó de linchar al otro individuo, lo atamos y cargamos en el jeep. Yo insistí en ir al refugio de esa escoria y buscar a Belén, pero Eduardo y Ricardo me frenaron. Yo no entraba en razón, solo quería ir allí, buscarla y matar a todo el que se me pusiera por delante. Al final Eduardo me hizo entrar en razón, alegando que "Si entras sin conocer a esa escoria y su refugio, estamos muertos. Y digo muertos, porque si tú vas, nosotros vamos. Nos mataran a todos, incluyendo a Belén y los demás. Vamos a coger a este hijo de puta e interrogarlo. Espera unos días y los sacaremos de allí. Tendremos nuestra venganza, solo tenemos que saber esperar...". Tiene razón, pero sabe que si en esta espera pierdo a Belén, no se lo perdonare jamás.

Ahora estamos refugiados en el centro comercial. Tenemos a ese bastardo atado en una habitación y lo interrogamos cada varias horas. El perro no suelta información... pero no tardara. Ayer estuvimos vigilando el refugio de esos individuos desde una posición escondidos. Parece ser que han escogido como refugio este lugar porque aparte de lo inmenso que es este teatro, esta ubicado en una buena posición estratégica, la cual puede ser defendida fácilmente. Ese sitio esta ubicado en el antiguo cauce del rio Turia, el cual hace años que esta seco y ahora hay parques y zonas de ocio. Este sitio esta por debajo del nivel del suelo, ya que es un cauce de río. En nuestra incursión de reconocimiento, nos situamos en el puente y pudimos ver que tanto la entrada como las terrazas del edificio, están fuertemente vigiladas. Estos lugares no paran de ser transitados por hombres armados, los cuales montan guardias. El exterior del edificio esta completamente lleno de vehículos: jeep's, camiones, furgonetas, turismos, motocicletas, quads... parece que ahí dentro hay toda una comunidad. En el acceso oeste del lugar, frente a una inmensa valla parapetada, tienen a miles de infectados agolpándose, pero parece ser que la puerta de la valla esta bien asegurada y no pueden entrar.

Llevamos casi dos días aquí refugiados y esto es un tormento. Necesito entrar allí y sacar a Belén. Me vuelvo loco pensando las cosas que le estarán haciendo... uff... No puedo pensar eso o terminare de trastornarme.

Necesitamos conocer más ese lugar para llevar a cabo la misión. El único que nos puede dar la información que necesitamos es el perro que tenemos como rehén, pero no suelta nada. Voy a ir a hacerle una visita ahora. Creo que estaba vez va a hablar... ¡Vaya si lo creo!

- Erik -

sábado, 5 de diciembre de 2009

+ 05-12-09 + Al calor de una lumbre

Hoy me he despertado sobresaltado. No se porque, pensaba que me encontraba en una zona llena de merodeadores. Belén se ha llevado un buen susto, ya que al incorporarme, lo primero que he hecho es coger la pistola y en plena penumbra, comenzar a buscar amenazas, que han resultado ser producto de mi imaginación. Esto ya se ha convertido en una obsesión.

Al poco de levantarme, he ido a lavarme la cara. En el piso de abajo he encontrado a Eduardo, Ana, Ricardo, Fede y María, los cuales se encontraban planeando la mejor forma de hacer la inevitable incursión para buscar alimentos. Me he sentado con ellos y me he puesto a escuchar. En el suelo tenían un gran mapa, el cual era de Ricardo. En el mapa habían trazado lineas y garabatos. Me había perdido bastante información, así que comencé a hacer preguntas. Pregunté como pensaban salir de aquí, si en la salida tenemos una inmensa horda que nos impide el paso. Ricardo me ha explicado que lo haremos por vía marítima, con el remolcador que se encuentra al lado del muelle. Dice que con este trasto accederemos al muelle oeste. Este muelle es el cual pase la noche antes de llegar aquí, el muelle de los vehículos. Según me ha dicho, desde aquí buscaremos la salida sur, a cual esta despejada. Dicen que aquí han podido divisar un autobús abandonado. Montado en este, tomaremos carreteras secundarias y llegaremos a Valencia. Siguiente pregunta que he realizado: de donde vamos a obtener los alimentos. A esta me ha contestado Eduardo. Iremos al centro comercial "El Saler". Este esta nada más acceder a Valencia por el camino que vamos a tomar. En frente de este, esta la famosa Ciudad de las Artes y las Ciencias de Valencia y el Oceanografic. Yo creo que esta zona debe de estar infestada, por eso no me hace mucha gracia, pero es la mejor opción que tenemos. Siguiente pregunta: Quienes vamos. Eso era algo que todavía no habían decidido. Los 3 militares han dicho que ellos van, Eduardo ha dicho que también, Vicente ha titubeado un poco, pero ha dicho que tiene curiosidad por saber en que estado se encuentra la ciudad, así que también nos acompaña. Pienso que es un inconsciente por decidir salir solo por ese estúpido motivo. María también ha dicho que viene. Cuando me iba a disponer decir que yo también, a mi espalda, Belén me ha preguntado si yo voy. He dicho que sí y ella a respondido que entonces ella también. Ya estamos tocando los coj...

Somos 8. Un número ideal. Esther, Elena, Juan y Luis se quedaran aquí, aguardando a que volvamos con los alimentos. No nos ponemos de acuerdo en si debemos hacerlo mañana o pasado. Pienso que el día es indiferente, la cuestión es que esto tiene que salir bien. No tiene que haber errores. Ya lo hemos hecho en una ocasión y sin ningún tipo de instrucción militar, así que ahora, que contamos con tres miembros del ejercito español, esto debería de salirnos mejor. No sé... desde que todo esto empezó, el optimismo es algo difícil de mantener. Vamos a ir seleccionando y preparando las armas que llevaremos. De paso vamos a hacer recuento de munición.

- Erik -


14:23 - Ya hemos terminado con la tarea de seleccionar las armas. Los militares portaran sus subfusiles Zetme. Cuentan con alguna que otra granada y varios cargadores. Eduardo insiste en llevar su katana, pero lo he convencido para que lleve también la Glock 17 Austriaca. Hay situaciones en las que no es suficiente una simple espada. Belén ha dudado en que arma escoger, ya que todas son muy pesadas para ella. Ricardo le ha entregado su pistola reglamentaria "Llama M-82". La verdad es que para ella es ideal. No hay nada más manejable que una pistola. Vicente llevara la escopeta Benelli y yo el subfusil que obtuvimos de los saqueadores, los que nos destrozaron la urbanización. He dudado entre este y el rifle Remington, pero me decanto por el arma de asalto. También llevaré mi Beretta, ya que para el subfusil solo me quedan dos cargadores. Viendo que nadie va a llevar el Remington, lo ha escogido Maria.

Solucionado esto, solo nos queda esperar a que llegue el momento de salir. Posiblemente sea mañana.

- Erik -


16:08 - Os dejo unas fotos que he sacado estos días. Son del lugar donde nos encontramos. La terminal que se ve en la primera foto, donde las grúas verdes, es la terminal MSC, en la cual pase una noche días antes de llegar aquí:






- Erik -


22:56 - Cuando ha caído la noche, Vicente y Juan han encendido un fuego en un bidón vacio. Este lo han situado en la entrada del edificio de oficinas y, al calor de la lumbre, hemos cenado algo de las escasas provisiones que tenemos. Ahí hemos permanecido hasta hace un rato. No se como ha surgido el tema, pero Ana, Ricardo y Fede han comenzado a contarnos algunas de sus vivencias. Según nos han contado, el ejercito fue movilizado de la noche a la mañana, cuando este extraño mal se expandió. Más o menos, estas han sido parte de las palabras de Fede:

"...Nos movilizaron de la noche a la mañana. Ninguno sabía la gravedad de la situación. Ni por asomo nos imaginábamos que nos teníamos que enfrentar a cosa semejante. La poca información que nos dieron, fue que teníamos que acallar una revuelta, una insurrección. Según nos dieron a entender, se había realizado un golpe de estado que estaba derivando, como en el pasado, en una II guerra civil española. La confusión reino entre toda nuestra unidad. Cuando nos alistamos a las fuerzas armadas, lo hicimos por ganar un dinero, por obtener un oficio en tiempo de crisis, nada más. Yo, por lo menos, pensaba que en este siglo, una guerra era prácticamente imposible. Se suponía que ya estábamos lo suficiente civilizados. Llegué a pensar que el motivo de este golpe de estado estaba ligado a la crisis. En seguida pensé en que algún grupo insurrecto había comenzado una rebelión en contra del gobierno establecido. La noticia de un conflicto armado me cayó como un jarro de agua fría. Como es evidente, tenía cero ganas de morir en batalla. Nos movilizaron y en menos de 24 horas, nos desplegaron en la ciudad de Valencia, en un punto seguro. Nuestras ordenes eran claras y concisas: debíamos abrir fuego, sin titubear, contra cualquier amenaza. Teníamos claras ordenes de disparar a matar, nada de prisioneros de guerra. Algunos perturbados de nuestra unidad se frotaron las manos, a mi todo lo contrario, me horrorizo. Eso era violar el convenio de Ginebra. Nuestra primera misión fue realizada en el hospital Clínico. Había un reducto de insurgentes en este lugar y debíamos eliminarlos..."

Aquí ha sido cuando todos los que estuvimos en ese hospital nos hemos mirado complicemente. Hemos recordado la historia que nos contó "el loco" y Rubén, sobre que entraron un grupo de militares y se liaron a tiros con los infectados y supervivientes. Ninguno hemos dicho nada y Fede a continuado:

"...cuando entramos allí, fuimos conscientes de que no nos enfrentábamos con un grupo armado. Nos recibieron una treintena de infectados. Nosotros nunca habíamos visto ninguno, así que enseguida pensamos que eran civiles enfermos. Ninguno abrió fuego a pesar que nos lo estaban ordenando. ¿Como podíamos abrir fuego contra personas desarmadas? Entre nuestro pelotón se oían frases como "¡Repita la orden, señor!" o "¡No podemos hacerlo, están desarmados!". La confusión era general. Al final abrimos fuego cuando algunos de esos "civiles" atacaron y mordieron a varios de nuestros compañeros. La masacre fue brutal. A partir de eso, no volvimos a titubear en disparar. Continuamos por todas las plantas, limpiándolas una a una. Ese sitio era un puto hervidero... y perdimos a gran cantidad de compañeros. Tras un arduo trabajo, terminamos de limpiar la zona, menos una planta. Hecho esto, recibimos ordenes de sellar a cal y canto el hospital y salir de allí a toda prisa. Los disturbios se extendían por toda la ciudad. La siguiente misión fue contener a los "insurgentes". Nos situaron por toda la ciudad, en diferentes puntos estratégicos, tras barricadas. Ahí no duramos ni dos horas, nos desbordaron y tuvimos que retirarnos. Los mandos de nuestra unidad cayeron en la contención y nos sumimos en la plena anarquía. Todos nuestros compañeros, los que no murieron, desertaron. Algo lógico, todos pensábamos en irnos con nuestras familias. Todos sabíamos que nos enfrentábamos contra algo que escapaba a nuestra lógica, algo realmente peligroso y que nunca antes el mundo había visto, no contra una insurrección como nos habían dicho. También comprendo que nos ocultaran esa información, ya que sino, habríamos huido a la primera de cambio. Al final nos quedamos nosotros tres. No huimos a nuestras casas con nuestras familias porque ellos se... "encuentran"... en nuestra ciudad natal, o sea, en la otra punta de España. A partir de ese día, caminamos a la deriva. Nos ocultamos en varios lugares, pero los infectados siempre terminaban encontrándonos y haciendo huir. Así transcurrió la cosa hasta que os encontramos a vosotros..."

Hasta ahora, no conocía como había llevado esto el ejercito. Me lo he preguntado desde un principio. Ahora comprendo porque no pudieron acabar con esto. Soldados que no estaban preparados, a los cuales se les oculto información y que desertaron para defender a los suyos cuando se enteraron de que iba la cosa.

Vicente, Juan y Luis, animados al oír la historia, también han contado sus vivencias. Ha sido Juan el que ha relatado su estancia en la terminal portuaria. Esto es lo que recuerdo de su testimonio:

"...¿Hay algo más triste que te pille el apocalipsis? Sí, que te pille currando como a nosotros. No recuerdo exactamente como fue. Como siempre, esto estaba completamente activo. Cientos de personas arriba y abajo, las grúas pitando, los contenedores subiendo y bajando, los camiones por todas partes... Yo me encontraba en la grúa 6 con Luis. Siempre nos tocaba currar juntos y también con Manu, otro compañero que no conocéis... ni lo conoceréis. Acabamos de bajar del barco cuando vimos que el capataz estaba jodido. Estaba blanco como la pared, sudoroso. Dijo que tenía fiebre y un fuerte dolor abdominal. Llamaron a la ambulancia y no tardaron en llegar y llevárselo. No fue el único viaje que hizo la ambulancia. Esta acudió a nuestra terminal como cinco veces más a recoger a más compañeros que también se encontraban mal. Lo que al principio nos lo tomamos a risa, comenzó a preocuparnos. La gente comenzó a decir que si la nueva gripe, que si no se que... Vimos como muchos compañeros abandonaban el trabajo y se iban. Alegaban que los habían llamado de casa, que algo gordo estaba ocurriendo. El colofon fue cuando el capataz general mando parar todas las operaciones y nos mandaron a casa. Ahí supimos que algo gordo se estaba cociendo. Salimos al parking, todos en masa. Cogimos los coches y pusimos rumbo a casa. No llegamos muy lejos, había un embotellamiento tremendo en la carretera norte. Un camión había volcado. Aguante un par de horas en el coche, mientras veía como la gente se desesperaba y no paraba de pitar. Bajamos del coche, maldecimos, gritamos... hasta que se acercaron dos individuos a mi posición y comenzaron a atacar a varios compañeros. Esos corrían como endiablados. Reconozco que al ver eso me acojone. Pude divisar como más personas corrían hacía nuestra posición. Algunos parecían huir, otros eran lo que ahora llamamos infectados. No me quede a esperar, comencé a correr en dirección opuesta. Mientras corría, pase por al lado de dos infectados que se agolpaban en un coche. Estos no me prestaron atención, estaban demasiado entretenidos sacando por la ventanilla a una chica. Corrí y corrí, y mucha gente me siguió. La mayoría se quedaban por el camino, interceptados por esa basura andante. Conseguí llegar de vuelta a la terminal y aquí encontré a Luis. Fuimos 7 los que conseguimos refugiarnos aquí. Llamamos a nuestras casas, pero nadie nos cogía el teléfono. Pudimos contactar con algunos amigos, que nos explicaron que la cosa estaba jodida. Algo se había desencadenado y estaba provocando el caos absoluto. Nunca más pudimos contactar con nadie. Resistimos días, hasta que de los siete nos convertimos en tres. Los otros cuatro no pudieron aguantar sin saber de sus familias e intentaron llegar a sus casas. Nos dijeron de acompañarlos, pero sabíamos que irnos de aquí no era tan fácil, así que decidimos quedarnos. Por lo que habéis contado sobre como esta el camino de salida, no creo que llegaran muy lejos. Otra sorpresa fue cuando subimos a los barcos en busca de alimentos. Toda la tripulación se había convertido en esas cosas. Con barras de trinca tuvimos que deshacernos de ellos..."

Cuando ha terminado y todos se han puesto a hacerles preguntas, le he dicho a Belén en voz baja de irnos a dormir. Ella a dicho que bien y con el permiso de todos nos hemos ido. No quería que me preguntasen nada sobre mi, así que antes de que lo hicieran, he preferido marcharme. Ahora tengo la cabeza llena de testimonios. Me parece que voy a estar toda la noche dándole vueltas a todo lo que he oído. La verdad es que hay muchas cosas que me han dejado frío, sobretodo que fue el pelotón de Ana, Ricardo y Fede los que limpiaron el hospital... vaya, que pequeño es el mundo.

Creo que me voy a meter ya en la cama. Espero que no sea mañana cuando haya que salir...

- Erik -

miércoles, 2 de diciembre de 2009

+ 02-12-09 + Mi historia

Hoy he pasado gran parte del día tirado en la cama. Es más, son las 11 de la mañana y aún sigo aquí. Hoy me encuentro en uno de esos días que mi estado anímico esta por lo suelos. Belén se ha percatado de ello y ha estado toda la mañana intentado animarme, pero de nada me sirven los ánimos. Al final ha salido fuera con los demás y aquí sigo yo, dándole vueltas a la cabeza. Ahora mismo estoy casi en plena oscuridad, salvo por los rayos de sol que se cuelan por las rendijas de las cortinas. Tengo cero ganas de salir y hablar con los demás, solo quiero estar solo. Ya no solo pienso en los acontecimientos más próximos, en los caídos o en lo mal que lo he pasado vagando en soledad, sino en acontecimientos de mi vida poco antes de que comenzara esto.

¿A cuantas personas he dejado atrás? ¿Cuantos sueños rotos por esta puta basura? ¿Cuantos recuerdos han caído en el olvido? Sí, lo sé, no soy el único. Mis compañeros sufren lo mismo, hasta vosotros, que me leéis desde vuestros refugios, habéis sufrido tanto como yo. Habéis visto la muerte de cerca, habéis visto morir a vuestros seres queridos, habéis tenido que matar... es duro. Yo, por lo menos, nunca pensé que en una situación limite como esta, fuera capaz de hacer todo lo que he hecho. He enterrado a un compañero con mis propias manos, he matado a no se cuantas de esas cosas, hasta he llegado a matar personas no infectadas para defenderme... Quién diga que en una situación extrema no haría ciertas cosas, miente. No tiene ni idea de lo que dice. En una situación en la que tu vida o la de los tuyos corre peligro, eres capaz de todo. Y cuando digo todo, digo TODO. Matarías a tú vecino con el que veías el fútbol si de ello dependiera tu situación, matarías a tu hermano sin pensar si este intentara descarnarte los huesos, matarías a quien fuese por sobrevivir. Que os voy a explicar yo, si de esto ya os habréis dado cuenta...

En alguna ocasión y según ellos me han contado, os he relatado algunos retazos de la vida de mis compañeros. De Belén, de Eduardo, hasta de Manuel y Esther, pero nunca os he relatado nada de mi vida antes de que todo se fuera a la mierda. Si no lo he hecho, ha sido porque aparte de no encontrar ocasión, nunca he tenido ganas de hablar de ello. Ahora que me encuentro tan sumamente melancólico, necesito contarlo y que nadie me diga el típico "hiciste lo correcto" o "que podías hacer en esa situación". No quiero oír tópicos que solo sirven para consolar y engañar al que se lamenta, así que mejor contarlo aquí, que nadie me contestara.

Recuerdo como si fuese ayer mi rutina diaria. Una vida aburrida, llena de rutina repetitiva y asqueante. Una vida que no distara mucho de lo que debió ser las vuestras. Y pensar que me quejaba de eso... La única diferencia que se puede encontrar entre mi vida y las vuestras, es que yo iba de mal en peor. No tenía ni mujer ni hijos, es más, cuando comenzó el caos, hacia apenas dos meses que acababa de romper una relación que fue completamente destructiva y que solo consiguió hundirme un poco más. Pasaba noches en vela, torturándome, pensando en que mi vida iba a la deriva, mientras ahogaba las penas en el fondo de un vaso de whisky. El abrir los ojos cada mañana y levantarme para ir al trabajo, para mi era un eterno suplicio. Se que estaréis pensando en que era y soy demasiado joven para amargarme con "tonterías", que con juventud no hay problema que no tenga solución salvo la muerte. Pero, ¿como puedes explicar a alguien que creé en un dogma que esta equivocado? Es imposible. Solo lo puede entender cuando se da cuenta por si mismo, de nada sirve darle charlas para abrirle los ojos. Os aseguro que ahora si me doy cuenta de lo idiota que era. Es irónico que cuando todo iba bien, me sentía completamente solo, y ahora que el apocalipsis se ha cernido sobre el mundo, me encuentro rodeado de gente a la que aprecio.

Mi profesión era policía. Ahora estaréis pensando "ooh, policía, todo el día armado y deteniendo a maleantes, poniendo orden, etc..." Pues no, era policía local, de esos que van arriba y abajo con la única tarea de vigilar el barrio y poner multas. En mi cortisima vida de local, jamás me vi obligado a desenfundar mi arma o a detener a alguien. Yo siempre quise entrar en el cuerpo de la policía nacional, pero por diversos motivos de los que no quiero hablar, eso se convirtió en un sueño frustrado y ha caído en mi saco de proyectos imposibles. Esa decepción me perseguirá siempre. Para mi, la vida de local era muy aburrida. Siempre patrullando por los mismos barrios, libreta en mano, poniendo papeletas en los parabrisas y aguantando las quejas de los conductores a los que multaba. Algo agobiante...

Mi vida personal era un completo desastre. Por ejemplo, no tenía nada de suerte en temas sentimentales. He pasado hasta ahora buscando un equilibrio en mi vida y como si de una burla del destino se tratase, lo encuentro ahora. Hasta entonces, solo había encontrado parejas que no merecían la pena. Para nada era lo que yo buscaba. Era como si de un campeonato se tratara, siendo el premio para la que más me putease. El premio se lo llevó la última que tuve...
En temas de amistad, bueno, supongo que como todo el mundo. Rodeado de gente falsa, la cual solo mira por su propio interés, siendo su bienestar y egoísmo lo único importante para ellos. Los típicos que están a tu lado cuando hay que pasarlo bien pero se olvidan de ti cuando estas atravesando un mal trago. Amigos de verdad los puedo contar con los dedos de una mano.

A mi, todo esto me ha pillado en lo que podíamos denominar como la peor etapa de mi vida. Noches en soledad, días de monótono trabajo y fines de semana calcados al pasado, pero con la diferencia de que cada borrachera era más grande que la anterior.
Fui consciente de que el mundo estaba cambiando cuando yo me encontraba trabajando. Hacía días que en la tele y periódicos no se hablaba de otra cosa. También oía hablar de ello a compañeros de trabajo y a viandantes. Todos hablaban de un mal. Unos decían que era un virus, otros decían que histeria colectiva, otros enfermedad mental, hasta habían charlatanes que lo achacaban a un castigo divino... Ahora se que nadie sabía a ciencia cierta la procedencia de esta basura, hablaban desde la más pura ignorancia, con la desesperación de darle una explicación a lo que estaba ocurriendo. La verdad es que no hice ni el más mínimo caso al tema. Todos los años, salía siempre algo alarmante, como la neumonía atípica o la gripe porcina, ¿por qué iba a prestar atención a la misma historia de siempre? Yo caminaba por las calles y veía que el mundo no se paraba, la gente hacía su vida normal, iban a la compra, iban a los bares, reían, discutían... y aparcaban en sitios no habilitados.

Ahora no se que día fue exactamente, se que fue un par de días antes de que comenzara a escribir en el diario, cuando fui consciente de la gravedad de la situación. Ahí me percate que había algo que escapaba a todo lo que conocíamos y que después de eso, ninguno seríamos el mismo. Ese mismo día, a la hora del almuerzo, María me llamó al teléfono móvil para contarme que su jefe se había trastornado y atacado a unos clientes. Yo, dentro de mi ignorancia, me reí mientras ella me aseguraba que estaba ocurriendo algo extraño. Yo no vi la gravedad de la situación hasta un rato después. Me encontraba en horas de trabajo, iba por la larga avenida de Blasco Ibañez con el coche de servicio, cuando presencié como un coche arrollaba a dos chicos que iban en motocicleta. No se a que velocidad iría el vehículo, diría que a 90 o 100 Km/h. El coche se había saltado el semáforo y embestido a la moto de forma lateral. Los chicos y la moto salieron volando una barbaridad de metros. Al ver esto, mi corazón se acelero a mil por hora. Jamás había sido testigo de algo semejante y creo que no estaba lo suficiente preparado para esto. Rápidamente, solicite una ambulancia por radio mientras aparcaba el coche y baje a asistir a los implicados. Como es habitual, los curiosos se acercaban en masa. El coche esta completamente destrozado. Corrí en ayuda de los motoristas. Estos estaban tendidos en el suelo, con el cuerpo hecho un verdadero 8. Sus articulaciones estaban totalmente desarticuladas y sus cuerpos ensangrentados. Uno de ellos tenía el casco integral a su lado, completamente partido por la mitad. No me atreví a moverlos, ni siquiera sabía que debía hacer en esa situación. De la teórica a la practica hay un abismo. Estaba completamente bloqueado. Les tome el pulso y me di cuenta que no habían constantes vitales. El tío del coche idem de lo mismo. En seguida llegó la ambulancia y certificaron la muerte de los tres. Cubrieron los cuerpos y con la ayuda de unos compañeros que acudieron al lugar del siniestro, intentamos disipar a los curiosos. Comenzaron los tramites para el levantamiento del cadáver, cuando ocurrió lo que ahora ya estoy acostumbrado a ver. Uno de los cadáveres empezó a moverse. Todos nos quedamos atónitos y enseguida pensamos que eso se debía de tratar de un milagro, ya que esa persona había sido dado por muerta. Los sanitarios destaparon el cuerpo y vimos como el chico se movía, intentándose levantar, cosa que le era imposible según tenía las articulaciones. En el suelo se movía y movía, entre lamentos. Los sanitarios se arrodillaron a su lado y le pidieron que por su bien no se moviera. Cuando uno de los sanitarios extendió su mano, el accidentado le propino un mordisco. El sanitario apartó rápidamente la mano, en la cual pude ver una herida en forma de dentadura. Todos nos acercamos, cuando otro de los sanitarios gritó. El otro chico que yacía "muerto" a unos metros, le acababa de morder en el pie al otro sanitario. La confusión fue general. No sabíamos que pasaba. Los curiosos empezaron a apartarse y la mayoría a irse asustada del lugar. Oí voces a mi espalda y me giré. Detrás nuestra, el tío del coche de acercaba a rápidas zancadas, aunque cojeando de un pie. Visto lo visto, le dimos el alto y dos compañeros se le abalanzaron para inmovilizarlo. Se les revolvió y atacó a ambos, mordiéndoles. Los pocos curiosos que habían y se seguían acercando, comenzaron a huir de la zona en un momento de histeria colectiva. No sabíamos que hacer, cuando un coche atravesó el perímetro del accidente, arrollando a mis compañeros y a gran parte de los viandantes que huían de la zona. Por poco me arrolla a mi también. Me encontraba rodeado de personas heridas, cadáveres convulsionando en el suelo y uno que andaba y se acercaba rápidamente a mi posición. De un empujón lo aleje de mi y corrí hacía mi coche. Una vez dentro, solicite más ambulancias y refuerzos, pero la radio era un caos. No era el único que solicitaba ambulancias y más personal. En ese momento, el cadáver andante se me abalanzó contra el parabrisas y movido por el pánico, arranqué el coche e intente escapar de la zona.

Arrollando al cadáver andante, me aleje a toda prisa. Solo podía pensar en mis padres y mi hermano. Dirigí mi rumbo hacía su casa. Por todo el trayecto que hice, solo podía ver caos. La gente corría, salían de los comercios como almas que llevan el diablo, los coches se estrellaban, arrollaban a la gente... un infierno. Llegué a la calle donde vivían mis padres y dejé el coche en un lado de la calle. La gente pasaba a toda prisa a mi alrededor. Vi como muchas familias viajaban ataviadas con equipajes y cargaban los coches. Llamé al timbre pero nadie me contestó. Tenía una copia de las llaves de mis padres, así que pude acceder. Subí por las escaleras hasta llegar al rellano. Entré a la casa y comencé a llamarlos a todos. Miré en el salón pero no había nadie. Busqué por las habitaciones y ni rastro. Cuando abrí la habitación de mi hermano fue cuando encontré a alguien. Encontré a mi hermano. Mi querido hermano... 2 años menor que yo... ahora mismo pasa por mi mente toda nuestra infancia...

Disculparme unos minutos...

Ya. Allí estaba mi hermano Ezequiel. Se encontraba convertido. Se me abalanzó y yo solo pude correr por puro instinto. Él comenzó a correr tras de mi mientras yo lo llamaba por su nombre y le pedía que reaccionara. Tuve que salir al rellano y cerrar la puerta a mi paso. Tras de la puerta, podía oírlo propinar golpes. No se porque, pero yo sabía que ese ya no era mi hermano. No aguante ni un minuto más y me marche de la zona. No tenía ni idea de donde podían estar mis padres. No podía buscarlos sin saber donde se encontraban. Baje a la calle y esta estaba más sumida en el caos. La gente seguía corriendo, pero esta vez podía ver a sus perseguidores. No se cuantos habrían, pero pude divisar a una multitud de corredores. Muchos de ellos conseguían dar caza a sus presas. Corrí hacía el coche, pero a varios metros, entre la multitud que corría, vi a una niña de apenas 6 años, en plena calle, sola y llorando. La gente pasaba a su alrededor sin prestarle atención. Fui rápidamente hacia ella, apartando a empujones a la gente. La cogí en brazos y me dirigí hacia el coche. La niña lloraba y lloraba. No era para menos. Una vez frente al coche, busqué las llaves y nos las encontré. Dejé a la nena en el suelo y busqué por los bolsillos, hasta que las encontré. En ese momento, alguien paso por mi lado y de un choqué me derribo. Caí al suelo temiéndome lo peor, pero por lo visto no era ningún corredor. Cuando me puse en pie, la niña ya no estaba allí. La busqué con la vista pero no la encontré. Pobre niña... que habrá sido de ella...

Con el corazón en la boca, conducí como pude hasta mi casa entre toda la confusión reinante. En varias ocasiones, estampé el coche con otros vehículos o tuve que frenar en seco para no llevarme por delante a algún viandante. Cuando me encontraba a apenas unas pocas manzanas de mi casa, me vi obligado a dar un volantazo que hizo que estrellara el coche con un árbol. El coche quedó inutilizado, así que tuve que seguir a pie. Baje del vehículo y corrí a toda prisa hacía mi urbanización. Solo podía pensar en que tenía que llegar a mi casa fuese como fuese. Varios corredores me empezaron a perseguir y tuve que hacer uso de mi arma reglamentaria. No era el único, por todos los lados resonaban detonaciones. Entre la confusión y la carrera, perdí el arma y no pude recuperarla. Cuando llegué a la puerta de mi urbanización, esta estaba cerrada a cal y canto. Dentro no había nadie, parecía que toda la gente había huido a toda prisa. No podía ponerme a buscar las llaves, así que salté la valla. Dentro no había ningún tipo de movimiento. No estaban ni los seguridades, ni los conserjes... nadie. Llegué al portal y subí a mi casa. Una vez aquí, puse la tele. En todos los canales hablaban de lo mismo, del caos reinante y del extraño mal que estaba azotando a toda España. Valencia, junto a Barcelona y Madrid, era una de las ciudades peor paradas. Sacaron imágenes de las calles. El panorama era el mismo que acababa de ver con mis propios ojos. Recuerdo que uno de los directos en plena calle lo tuvieron que desconectar, ya que los reporteros fueron atacados. Ese día había ido al trabajo en moto, así que tenía el coche en el garaje y pensé en coger todo lo necesario e irme de la ciudad. Era lo que estaba haciendo todo el mundo. Pensé que era lo más lógico, hasta que en el telediario de última hora que estaban haciendo sacaron imágenes aéreas de todas las autopistas que salían de las más importantes ciudades, incluida Valencia. Una caravana de coches se extendía por toda la autopista. Ya no me quedaba más opción que recluirme en casa y no salir.

Cuando eché mano al teléfono móvil, vi que en este tenía tres llamadas perdidas. Dos de Raúl y una de María. Rápidamente llamé a Raúl. Este me cogió la llamada y contestó con voz de sofocado. Apenas hablé cuando me preguntó sí estaba en casa. Me dijo que estaba con Alicia, María y José y se encontraban por la zona, que todo era un caos y no podían ir a sus casas, que les tenía que dar cobijo. Que me iban a contar a mi... Les dije que vinieran y saltaran la valla, que yo les abriría la puerta. En pocos minutos se presentaron aquí, saltaron la valla y les abrí el portal. Sus caras eran un verdadero poema. Subieron a casa y comenzaron a contar la situación desesperados. Alicia lloraba, Raúl hablaba tan rápido que ni se le entendía y María permanecía callada con la cabeza agachada. Le dije que no hacía falta que me contase nada, yo también había visto lo que estaba pasando. Estuvimos horas viendo la televisión, viendo los informativos de todos lo canales. Aquí no paraban de decir que las calles eran territorio hostil, que el ejercito estaba trabajando en acabar con esto y, que bajo ningún concepto, pisáramos la calle. Debiamos permanecer en casa hasta que la situación se consiguiera controlar. Como bien sabéis, no se pudo controlar. No tardaron en cortar todas las transmisiones y dejarnos incomunicados. Fue a los dos días cuando tuve la idea de publicar nuestras vivencias en este diario. A partir de ahí, ya conocéis todo.

Esta es mi historia y no creo que vuelva a hablar de ella. Ni siquiera mis compañeros la conocen. A llovido mucho desde entonces. Muchos momentos de desesperación, miedo y pocas alegrías. Lo único bueno que podría destacar de la situación es que, si no hubiera sido por esto, jamás habría conocido a Belén. Pero, ¿realmente compensa? ¿Sería mejor no haberla conocido nunca y seguir con mi monótona pero segura vida, que no conducía a ninguna parte? Poneros las manos en la cabeza, pero no se que contestar a ello. Solo se que en momentos como este, me encuentro abatido. ¿Cuanto más podemos aguantar esta situación? ¿Cuanto más podemos vivir en este mundo enfermizo? No lo se... no se cuanto más puedo aguantar. Me horroriza todo. Me horroriza pensar que dentro de unos días tendremos que salir a buscar alimentos, me horroriza la posibilidad de perder a Belén, me horroriza pensar en que puedo quedarme solo de nuevo, me horroriza pensar en que no parece haber lugar seguro, el que esto jamás acabe y tengamos que vivir en un mundo donde la muerte esta a la orden del día, que en una esquina aceche mi fin... todo. No quiero ser un esclavo de mi vida. Si por vivir debo sufrir... No se, ahora mismo no soy yo. Hablo inducido por la desesperación y el agotamiento.

Estar aquí encerrado en la habitación no me hace ningún bien, solo consigue sumergirme en un circulo vicioso del que no salgo. Creo que debería salir afuera con los demás e intentar despejarme.

Sí, creo que es lo mejor...

- Erik -