lunes, 27 de diciembre de 2010

+ 27-12-10 + El día del juicio final: Enviados por el maligno

Antes de nada, quiero decir que los hechos que os voy a relatar van a estar divididos. Es decir, os lo voy a relatar en al menos dos entradas, ya que os tengo que contar muchas cosas y con una entrada no será suficiente.

En esta ocasión, no hemos pecado de confiados, ni de ignorantes, ni de poco precavidos... Nos la han clavado porque así estaba escrito, porque así tenía que pasar... Quizás se podía haber evitado si hubiéramos salido de aquí al poco de acabar la entrada anterior, pero si no lo hemos hecho no ha sido por capricho, sino por necesidad. Movernos significa planificar las rutas, recoger nuestras pertenencias, encontrar vehículos para movernos más seguros... Son muchas cosas que nos han impedido ser más rápidos de lo que hemos sido y por lo cual nos hemos visto en esta situación. Es tontería buscar culpables o errores. Como ya he dicho, lo que ha ocurrido a ocurrido porque tenía que pasar y nada más.

El día 19 nos levantamos temprano. Más que de costumbre. Desde que ocurrieron los últimos acontecimientos, dejamos de consumir alimentos manipulados por los miembros de la comunidad. De todas formas, no creo que nos hubieran servido nada. Ya habíamos dejado de ser bienvenidos y los feligreses pasaron de ignorarnos a mirarnos mal, hasta nos insultaban en nuestra cara. Si dejamos de comer de sus alimentos no fue por esto, sino porque no nos fiábamos de que estos envenenarán nuestra comida para acabar con nosotros. Por lo cual, todas las mañanas, un grupo de dos de nosotros salíamos a los campos cercanos a recoger alimentos para ese día. Frutas, verduras, algún animal de la comunidad... Sí, hemos estado robando a la comunidad y ellos conocían esto. Que se jodan. Dicho día, después de realizar esta tarea y de desayunar unas cuantas naranjas y manzanas, nos pusimos a terminar de recoger nuestros enseres y prepararlos para nuestra partida. Ese día era nuestro último día en la comunidad de tarados. No sabéis el tremendo pesar que llevaba en mi interior. El pensar que teníamos que dejar a Eduardo atrás me estaba comiendo la conciencia. Pero que podíamos hacer si él no había vuelto. Mi única esperanza en ese momento era consolarme pensando que de camino a Reus tendríamos la oportunidad de seguir su rastro.
Bien, después de desayunar, marché con María para buscar dos vehículos. Teníamos la oportunidad de coger uno de los del aparcamiento, pero hacer esto significaba llamar la atención de la comunidad y, por lo tanto, darles a conocer nuestra intención de marcharnos ese mismo día. Y eso no era prudente. Debíamos marcharnos sin que se enteraran de que lo habíamos hecho. Así no tendrían oportunidad de intentar impedírnoslo. No recuerdo a que hora salí con María, pero lo que si que recuerdo es que la tarea de encontrar dos vehículos adecuados nos llevó horas. No nos fue fácil por diversos motivos. Los coches que encontrábamos en la autovía, o bien estaban muy destrozados o bien no arrancaban. Y no hablemos de los problemas que nos dieron lo merodeadores. Mira que he transitado esta autovía veces en los últimos meses y os puedo decir que nunca la había visto tan plagada de merodeadores. No supe a que se debía, aunque supongo que es cuestión de azar, ya que esos seres no tienen otra faena que deambular y, quieras que no, siempre se terminar juntando en manada en un mismo punto en concreto. La verdad, nuestra tarea fue muy entorpecida por estos. Teníamos menos de cinco minutos por cada coche. Es decir, si en cinco minutos no habíamos puenteado el coche con éxito, teníamos que salir por piernas porque los merodeadores estaban alcanzando nuestra posición. También cabe destacar un pequeño percance. María se metió en un vehículo para intentar arrancarlo mientras yo me quedé fuera. Estaba vigilando la posición cuando me alertaron los gritos de María. Miré al interior del vehículo y me vi a María forcejeando con un merodeador. Este, totalmente escuálido y con la cabeza totalmente despellejada, la cual era toda hueso, había salido del asiento trasero del coche y estaba agarrando a María, sentada en el asiento del piloto, e intentandole morder, mientras ella lo sujetaba del huesudo cuello y me gritaba que se lo quitara de encima. Rápidamente, dejé mi rifle en el suelo y cogí la escopeta de María. Con sumo cuidado pero sin perder tiempo, le acerqué el cañón a la cabeza y apreté el gatillo. La cabeza de este explotó en mil pedazos y la masa pútrida de su cabeza nos embadurno por completo. Después de esto, nos marchamos corriendo a toda prisa ya que los merodeadores ya habían llegado a nuestra posición.

Al final, nos hicimos con dos vehículos. Nos costó pero por fin teníamos dos utilitarios en perfectas condiciones. Lo siguiente fue dirigirnos a la comunidad pero sin entrar al aparcamiento con los vehículos. Estos los dejamos en el borde del camino y realizamos la parte del otro trayecto a pie. Cuando llegamos a la comunidad fue como llegar a esta por primera vez. Al ver el edificio ante nosotros, me invadieron los recuerdos de cuando llegamos aquí aquel 4 de Junio. Sentí nostalgia, ya que las cosas habían cambiado tanto...
Lo primero que hicimos fue buscar a los demás y avisarles de que teníamos los coches y había llegado la hora de marcharnos. Tuvimos suerte, ya que todos los miembros de la comunidad estaban en una de sus tediosas y enfermizas misas, así que era cuestión de recoger nuestras cosas, llevarlas a los coches y marcharnos de aquí pitando. Yo propuse lo siguiente: me quedaría en las inmediaciones de la iglesia con la intención de avisar a todos si los sectarios terminaban la misa mientras los demás llevaban los trastos a los coches. Recalco que nuestra intención era marcharnos del lugar sin que se enterara la comunidad. Pues bien, me dirigí a la iglesia y me situé cerca de la puerta. Desde aquí podía oír a Miguel soltar su sermón. Este era muy diferente a todos los que habíamos oído tiempo atrás. Su voz, siempre tranquila y pacifica, se había convertido en agresiva y cargada de odio. No estaba hablando en voz alta como siempre lo hacía, estaba gritando, vociferando. Y sus palabras... me pusieron los pelos de punta. Hablaba de nosotros:

"...Ellos, ellos son el maligno encarnado. Por culpa de gente como ellos Dios nos ha enviado a su ejercito divino. Su ejercito ha arrasado la tierra y ha acabado con todos los impuros de este mundo. Dios los ha aplastado aunque muchos se escondieran. Se escondieron pero no les sirvió de nada, ¡porque nadie se puede esconder de Dios todopoderoso! Sin embargo, este grupo de infieles, que han escupido sobre nuestra fe, ¡sobre nuestro Dios!, han logrado escapar de su destino. ¿Y por qué? ¡Porque el mismísimo Satán esta de su parte! Sí, hermanos, el ángel caído, la bestia, el repudiado de Dios... ¡Él esta ayudándolos! Él les guía, los maneja a su antojo. Por ello vinieron aquí, ¡el maligno los envió con la misión de corrompernos! Lo ha hecho porque nosotros somos el único bastión puro del mundo, ¡somos los únicos supervivientes! ¡y él quiere sacarnos de nuestra senda! Por ello este grupo de malditos a los ojos de Dios ha sobrevivido tanto tiempo vagando por la tierra... ¡Porque Satán les ayuda! Dios me avisó de ello, él me dijo 'Vendrá un grupo de sobrevivientes liderados por un chico joven. Ellos te pedirán hospitalidad, os intentarán engañar con buenas palabras y se harán pasar por uno más entre vosotros. Pero ellos no serán quienes dicen ser. Ellos son enviados por aquel que renegó de mi y fue expulsado de mi reino. Su misión será corromper vuestra pureza, desviaros del camino que yo os he marcado. Pero no los repudiéis. Darles vuestra mejor hospitalidad, acogerlos en el terreno sagrado que yo os he dado y compartir vuestros alimentos con ellos, tratarlos como a hermanos, pero manteneros firmes en vuestra fe y no escuchéis sus palabras. Cuando vean que es imposible quebrantar vuestras almas, ellos intentarán escapar. Lo harán una y otra vez, pero yo se lo impediré, haciéndoles volver siempre que intenten escapar. Entonces vosotros, hijos míos, habréis conseguido frustrar los planes del maligno. Sus enviados estarán a la merced divina. Solo tendréis que esperar al gran día y será entonces cuando me tendréis que enviar las últimas almas impuras sobre la tierra. Entonces, todo acabará, el día del juicio final habrá llegado'. Ese fue su mensaje y yo he llevado a cabo su voluntad. Les he ofrecido nuestro techo, nuestra hospitalidad, nuestros alimentos... y ellos, tras varios intentos de acabar con nuestra fe, han intentado huir. Pero Dios se lo ha impedido. Entonces, muchos de vosotros comenzasteis a dudar y a dejaros seducir por ellos. ¿Recordáis que fuimos atacados por hordas del ejercito divino? ¡Eso fue un castigo de Dios! ¡El todopoderoso estaba enojado porque muchos de vosotros estabais comenzando a perder vuestra fe por este grupo de infieles! ¡Os estabais dejando engañar por sus palabras que hablaban de una ciudad segura! ¡Por ello nos envió ese castigo y dejó de hacerme revelaciones! ¡Pero conseguimos enmendar el error y ahora más que nunca debemos demostrarle a nuestro Señor que seguimos su palabra sagrada! ¡Él quiere que le entreguemos las almas de esos impuros en el gran día y así lo haremos!".

En este punto, la gente enfervorizó y comenzó a gritar "¡Eterna gloria a nuestro Señor todopoderoso" y lanzar otras alabanzas a su Dios mientras otros muchos gritaban "¡Abajo los infieles!" y "¡Que la ira divina caiga sobre los enemigos de nuestro Señor!". Me sentía horrorizado y me estaban invadiendo unas tremendas ganas de salir corriendo para avisar a los demás. Lo que temíamos se había iniciado. Miguel estaba pidiendo nuestra cabeza y la gente encolerizada lo aclamaba. Miguel continuó con unas breves palabras, las cuales me hicieron salir de estampida de allí: "¡Hermanos! ¡Vayamos a por ellos ahora mismo! ¡Cumplamos la orden divina!". Automáticamente después de oír esto, salí corriendo hacía el edificio principal mientras desenfundaba mi pistola. Corrí todo lo aprisa que pude y no tardé en llegar a la puerta principal. Allí me encontré a Hans, cargado con varios enseres. Prácticamente sin aliento, le dije "¡¿Donde están todos?¡ ¡¿Donde esta Belén?!". Hans, sin entender nada, me dijo "Pues supongo que dentro, recogiendo. ¿Que ocurre?". Mientras abría la puerta principal, le dije "¡Vienen a por nosotros! ¡Corre y pon en marcha los vehículos! ¡Rápido!". A mis espaldas pude oír a la muchedumbre y cuando giré la cabeza, pude ver a varios de ellos con Miguel a la cabeza. Este, al vernos, gritó "¡Ahí están! ¡A por ellos!". Hans lanzó las cosas al suelo y salió corriendo mientras yo me metí en el interior del edificio. Corrí en busca de Belén mientras todos los sectarios entraban en el edificio. Mientras corría por los pasillos, iba llamando a Belén a gritos. Esta no me contestaba. Nadie lo hacía. Nada más llegar a la habitación la abrí prácticamente de un golpe esperando encontrarla allí. Pero no, no estaba. Intenté salir de esta y huir, pero por el pasillo pude ver a la turba de gente, corriendo y gritando "¡Infiel!". Estos me vieron y yo cerré la puerta de la habitación y la bloqueé como pude con la cama. Desesperadamente busqué alguna de las armas que dejamos en la habitación días anteriores, pero no estaban. Es más, no había nada de nuestras pertenencias. Al parecer, Belén ya las había recogido y llevado al coche. No me quedaba otra opción que defenderme con la pistola, pero con un cargador de 17 balas no sería suficiente para disuadir a la turba. Los primeros golpes a la puerta sonaron. Poco a poco, estos se hicieron más insistentes y violentos, mientras la frágil puerta temblaba por cada enviste. No tenía escapatoria. Permanecí quieto apuntando mi arma mientras les gritaba que estaba armado. Pero ellos ni siquiera me escuchaban y mi voz era eclipsada por sus gritos y golpes. Al final, la puerta cedió y una gran brecha se abrió en el centro. La cama se desplazó y la puerta quedó abierta. Comenzaron entrar. Los primeros fueron dos individuos ataviados con túnicas. Estos me lanzaron una mirada de odio y comenzaron a acercarse a mi. Yo les grité "¡No deis ni un paso más o disparo!", pero no me hicieron caso. Intentaron lanzarse sobre mi pero les disparé antes. Efectué tres disparos. Al primero le alcancé en la cabeza y al segundo en hombro y pecho. Estos cayeron abatidos pero cuando me di cuenta ya habían entrado cuatro más. Y seguían entrando. La voz de Miguel sonó de entre la turba que había en el pasillo, diciéndome "¡Es inútil, Erik! ¡¿Cuantas balas puedes utilizar contra nosotros?¡ ¡Somos más y tus balas no nos frenarán! ¡Rindete, hijo del maligno!". Disparé nuevamente y acabé con los que se me intentaron acercar. La situación me desbordaba y solo podía recular disparando. A pesar de que veían que les apuntaba y no dudaba en disparar, ellos no se amedrentaban y seguían intentando atraparme. Estaban poseídos por una fe fanática que los lanzaba a la muerte sin pensarlo. De repente, Juanca apareció de entre la multitud. Este iba vestido con túnica y me miró mientras me sonreía. Lo encañoné y apreté el gatillo. Pero el arma martilleó en vació. Había vaciado el cargador. Y este era el único que tenía. Los otros estaban en mi mochila la cual no llevaba encima. Juanca y varios más comenzaron a acercarse. Yo, arrinconado en la pared, desenfundé el machete y me puse en guardia. El primero que se lanzó sobre mi recibió por mi parte una estocada en el abdomen que lo hizo desplomarse. Al segundo le alcancé en el cuello antes de que se me acercara. Fue desagradable ver como caía de rodillas profiriendo un grito ahogado y la sangre brotando de su cuello como una fuente...
La habitación estaba llena de sectarios y era imposible abrirme paso entre ellos con un simple machete. Era cuestión de tiempo que me redujeran. Por eso tomé la solución más drástica y de la única que disponía en ese momento. Salté por la ventana. No era la primera vez que hacía esto. No se cuanta distancia habría, solo puedo decir que no era pequeña. Atravesé el cristal de la ventana y caí en picado hasta aterrizar en el suelo.

El golpe fue violento e intente amortiguarlo lo mejor que pude. Un terrible dolor me recorrió desde los pies hasta la columna vertebral, pero no podía pararme a esperar a que este desapareciera. Encorvado, me puse en pie y levanté la cabeza para mirar a la ventana. Allí habían varias cabezas asomadas, entre ellas, la de Juanca. Acto seguido, un individuo saltó por esta y cayó a mi lado. Todos comenzaron a hacer lo mismo y yo solo pude salir corriendo. Corrí y corrí hasta bordear el edificio y llegar al aparcamiento. Mi sorpresa fue que, al llegar a este punto, vi a un grupo de sectarios en el centro del aparcamiento. Estaban en circulo. Intenté evitarlos hasta que vi que en el centro, atados, tenían a Belén, Esther, Hans y Elena. Un sentimiento de rabia y odio me recorrió el cuerpo y, cegado por estos sentimientos, corrí hacía sus captores con el puñal en mi mano. Belén, al verme, gritó "¡No! ¡Huye!" y los cinco captores se giraron, descubriéndome. Estos llevaban lazos de perrera y uno de ellos, una horca de granero. Cuando llegué hasta su posición, salté sobre el primero y comencé a clavarle el machete una y otra vez. No podía parar de hacerlo y la sangre me salpicaba empapándome. Uno de ellos intentó golpearme con el lazo, pero yo esquivé el golpe y le lancé un tajo a su pierna. Le corté a la altura del muslo superior. Podía oír de fondo los gritos de Belén, pero en ese momento, mi mente estaba cegada y solo deseaba matarlos a todos. Una chica de mediana edad que no vestía túnica, me golpeó con el palo de su lazo en el hombro. Me recuperé del golpe y dirigí mi machete hacía su pecho. Le asesté una estocada en el centro de su caja torácica y esta cayó desplomada en el acto. Fue entonces cuando acabó la batalla. A mi espalda, uno de los individuos consiguió atraparme con el lazo. Me capturó del cuello como hacían con los merodeadores y me inmovilizó. Yo, machete en mano intenté soltarme, pero era imposible. Este comenzó a zarandearme hasta que me hizo perder el equilibrio y caí al suelo. Tumbado sobre el asfalto y fatigado, pude ver a Belén, Esther, Hans y Elena, que me miraban con cara de horrorizados. Volví a intentar rehacerme, pero fue imposible. Me tenían bien cogido. Uno de ellos me pisó la mano y me quitó el machete. Yo, derrumbado, me dirigí a Belén. Le dije "Lo siento... Os he fallado... Os he fallado...". Al poco, vinieron cuatro individuos más. Traían a María, también del cuello con uno de esos lazos. Nos retuvieron hasta que vino Miguel seguido de toda la comunidad. Este, al verme, gritó "¡Oh, hermanos! ¡Miradlo! ¡Observar como es la bestia encarnada! ¡Esta cubierto de la sangre de nuestros hermanos!". Yo miré mi cuerpo y vi, asombrado, que estaba empapado de sangre. Parecía que me había lanzado en una bañera llena de fluido vital. Al ver esto, no pude evitar ponerme a vomitar. Fue entonces cuando, como salido de la nada, hizo aparición Thor. Nadie lo vio correr hacia nosotros y se percataron cuando este se lanzó sobre uno de lo sectarios. Lo agarró del cuello e hizo presa con sus mandíbulas. Todos los allí presentes recularon horrorizados y solo Miguel se quedó quieto e impasible. Thor asfixio a su victima y Miguel gritó "¡No tengáis miedo! ¡Dios nos protege ante esa bestia de los infiernos!". Al pronunciar estas palabras, Thor levantó la cabeza y centró su atención en Miguel. De un rápido movimiento comenzó a correr y brincó en dirección a su cuello. Pero... pero... ocurrió lo que nunca debió ocurrir. El individuo de la horca atravesó a Thor con esta y lo derribó antes de que llegara a Miguel. Hijos de puta... No os podéis ni imaginar lo que le he llorado todo este tiempo. No puedo borrar de mi mente la imagen de Thor en el suelo con la horca clavada en su costado. Aun puedo verlo allí tirado, respirando dificultosamente y sus ojos clavados en mi. Malditos. Yo, ante esa escena, solo pude gritar de rabia. Nada más pude hacer. Nada más...

Con todos nosotros allí inmovilizados, estábamos a su merced. Esperaba que nos ejecutaran allí mismo, pero no. Miguel dio orden de que me ataran de pies y manos y nos llevaran a uno de los cobertizos. Así lo hicieron. Nos arrastraron hasta uno de los cobertizos y allí, en la más absoluta oscuridad, nos ataron a cada uno en una esquina. Allí hemos permanecido poco más de dos meses. Dos meses de tormento y cautiverio en los cuales llegamos a ansiar que nos ejecutaran lo antes posible. Pero no lo hicieron. No. Nos tenían preparados otro destino...

Hoy no tengo más fuerzas para seguir escribiendo. Mañana continuaré. Os pido disculpas por ello.


- Erik -


6 comentarios:

Nicolas dijo...

NOOOOOOOOO THOR :(, te felicito exelente historia y espero ver nuevas entradas pronto

Richzendy dijo...

Tenía tiempo que no leía un post tan bueno.

Me siento muy triste por Thor, ya le había agarrado mucho cariño :-/

seeyouinthenextlife dijo...

Que hijo de la gran puta este Miguel, pero por otro lado es un malo muy interesante.

Y que pena lo de Thor, la madre que los parió.

Muy buena estrada

Legendario NS dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Miembro de la resistencia dijo...

Saludos a los tres!

Siento haber sido tan cabroncete con el tema de Thor. El pobre a muerto defendiendo a su dueño Erik. Que mejor final para él. Aunque es triste, sí.

Esta entrada solo ha sido un preludio de lo que se les viene encima. Supongo que todos os imaginaréis que va a suceder en la siguiente entrada. El grupo esta bien jodido...

Un saludo!

seeyouinthenextlife dijo...

Pues que alguno morirá y que los van a tirar al foso de los zombies.

Ya veremos como salen de esta, se va a armar gorda con la suelta de zombies.

Esperemos que aparezca Iván y les de estopa a todos.