miércoles, 29 de diciembre de 2010

+ 29-12-10 + El día del juicio final: Y la ira hizo aparición

Como os contaba ayer, la situación fue la siguiente. Belén estaba a punto de ser lanzada al foso mientras yo me encontraba maniatado e inmovilizado en el fondo del altar. La rabia e impotencia me consumía y yo solo podía gritar. Por mi cabeza pasaba todo tipo de cosas, todo tipo de recuerdos junto a Belén y, por momentos, me venía abajo. Las fuerzas me abandonaban y comenzaba a sentir que perdía el control de mis actos, los cuales no concordaban con las acciones que mandaba mi cerebro. Solo se que gritaba, chillaba con rabia, pero no sé ni que decía, ni siquiera sé de que servía hacerlo. Estaba todo perdido. Belén iba a ser asesinada y, acto seguido, nosotros seríamos los siguientes. Sinceramente, si Belén moría, yo tenía que hacerlo tras ella o mi vida se convertiría en un tormento. Fuese el desenlace que fuese, yo ya estaría condenado. Asesinado por ellos o muerto por un acto de desesperación mio. Pero lo que allí ocurrió fue algo que jamás habría imaginado. Algo lo cual ha cambiado el rumbo de lo que allí estaba sucediendo.

Miguel estaba a punto de empujar a Belén al foso, cuando los cánticos de la comunidad cesaron, dando paso al sonido que producen miles de cristales aterrizando en el suelo. Miguel y Juanca levantaron la cabeza rápidamente y frenaron la acción de lanzar a Belén al pozo. Yo, sin saber a que se debía aquel sonido, hice los mismo. Allí, en medio de aquel silencio sepulcral, roto solo por los gemidos guturales de los merodeadores que rodeaban el edificio, sonó un golpe seco. Había aterrizado algo en medio de la sala, en el pasillo central que había entre las dos hileras de bancos. Algo que rebotó dos veces y rodó unos metros hasta detenerse por completo. En un primer momento, no supe identificar de que clase de objeto se trataba, ya que me encontraba bastante alejado y la anaranjada luz de las antorchas no era suficiente. Descubrí de que se trataba cuando del público allí presente, se escuchó una voz, precedida de un grito, que dijo "¡Dios misericordioso! ¡Es la cabeza del hermano Martin!". No había terminado de pronunciar la frase, cuando otra de las ventanas del mismo lado del edificio estalló en mil pedazos. Por esta también entró otro objeto, el cual era más grande. Este, que si que lo pude identificar, aterrizó sobre la tercera hilera de bancos, en medio de los que allí habían sentados. Era un torso humano, seccionado desde la cintura y sin cabeza. La gente comenzó a gritar y todos los de ese lugar se levantaron de los bancos, huyendo del torso. La gente había entrado en estado de pánico y la confusión reinaba, mientras que Miguel gritaba a su gente para tranquilizarlos. Recuerdo que decía "¡¡Hermanos, tranquilizaos!! ¡¡Esta es la casa del señor, aquí nadie os podrá hacer daño!!". Como si de un aviso de tratara, un tercer objeto entró por la misma ventana. Pero esta vez no era parte de un cadáver, sino un objeto llameante, lo que parecían varios troncos en llamas. Estos aterrizaron sobre la gente, impactando de pleno sobre individuos que todavía seguían sentados y sobre algunos otros que se habían levantado con anterioridad. Ahora si que la situación era incontrolable. Toda la comunidad estaba en pie, gritando y moviéndose por toda la iglesia. Algunos intentaban buscar seguridad debajo de los bancos, otros se movían desesperados de un lado a otro. Vi como un hombre abrazaba a una mujer en símbolo de protección, mientras esta gritaba asustada. Vi a otros, un grupo de tres individuos, como se arrodillaban y comenzaban a rezar. Todo aquello era un caos y el pánico fluía de persona a persona, contagiandolos a todos. Yo, viendo aquella escena, me dejé llevar por una especie de ataque de histeria, supongo que a causa de los nervios de la situación anterior, y comencé a reír compulsivamente. Poco a poco, me reía más y más fuerte, hasta tal punto, que mis compañeros, atados a mi lado me comenzaron a mirar y a preguntarme que me ocurría. Pero yo continué riéndome y observando a Miguel dirigirse a la gente sin poder calmarlos. Fue entonces cuando le grité "¡Miguel! ¡Hijo de la gran puta! ¡¿Donde esta tu Dios ahora, eh?! ¡¿Donde?! ¡¡Ha llegado la hora de que te reúnas con él!!". Este, al escuchar mis palabras, se giró y me lanzó una mirada la cual me habría fulminado si hubiese podido. Vio como yo me reía a carcajadas y levantó su mano señalándome con el dedo indice. Entonces, exclamó "¡¡Hijo de Satán!! ¡¡Yo te maldigo!! ¡¡Que la ira de Dios caiga sobre ti y se torne maldito todo lo que este a tu lado!!". Estaba colérico, pero yo, a pesar de sus maldiciones, me reía más. Y esto lo trastornaba más. Pero fue entonces cuando ocurrió el milagro. Aquel que tanto y tanto esperaba. La gran vidriera que había tras nosotros estalló produciendo un fuerte sonido. Acto seguido, una serie de pequeñas explosiones inundaron la sala, ensordeciendome. Eran disparos de fusil de asalto. En el transcurso que tardé en girar la cabeza para ver que estaba ocurriendo, vi como un gran bulto aterrizaba en el suelo, a pocos metros de mi, mientras los disparos dejaban de oirse. Dicho bulto era una persona, la cual se puso en pie rápidamente. Al principio, no supe de quién se trataba, pero al oír su voz y las palabras que me dirigió, que fueron "Llego justo a tiempo, ¿verdad?", no tardé en reconocerlo. Se trataba de ¡Iván!. En esos instantes, comencé a creer que todo lo que estaba sucediendo se trataba de un sueño o de algún tipo de delirio. ¡Si lo había dado por muerto! ¡Era prácticamente imposible que estuviese allí después de tanto tiempo! ¿Como podía ser que casualmente aparecía ahí, en ese justo momento? Todo ello tiene una explicación, pero yo, en ese momento, creía que todo eso no estaba sucediendo y era irreal, producto de mi mente. La visión de Iván era tan imponente como agresiva. Estaba a poca distancia de nosotros, erguido y sosteniendo un fusil de asalto con las dos manos. Tenía un aspecto algo demacrado, como más delgado, pero aun así, seguía siendo un individuo terriblemente grande. La sala estaba en silencio, salvo algunos gritos aislados. Todo el mundo, incluido Miguel, estaba observando a Iván. Miguel lo miraba con cara de sorprendido, como si no comprendiese que hacía él ahí. Entoces rompió el silencio, gritando "¡¡Maldito!! ¡¡Has escapado!! ¡¡El pecado de la ira ha escapado!!". Iván, haciendo caso omiso, sacó un machete de su cinturón y se me acercó. Mientras cortaba las cuerdas que ataban mis manos, me dijo "Suéltalos a todos. Yo me encargo de estos. Cuando hayas terminado, coge a Belén y salir de aquí. Dirigiros a los coches y cuidado, los exteriores están llenos de podridos". Entonces me entregó el cuchillo y comenzó la orgía de sangre.

Mientras yo soltaba a mis compañeros y bajo la atónita mirada de todos, Iván alzó su fusil y gritó "¡¡Hijos de la gran puta!! ¡¡Aquí esta la ira, el enviado de Satán, quién os va a joder a todos, sectarios!!". El cañón de su arma comenzó a escupir fuego mientras Iván gritaba como un loco. Las balas atravesaron la sala y comenzaron a impactar por todas partes. Pude ver como Miguel corrió y se lanzó al suelo, cubriéndose tras unos de los bancos. Juanca hizo lo mismo y Belén quedó expuesta y abandonada al borde del foso. En esos momentos temí que alguna de las balas alcanzaran a Belén, pero Iván sabía a donde disparaba. Lo estaba haciendo sobre el tumulto de sectarios que se aglomeraban al fondo de la sala. Pude ver como los disparos alcanzaban a la gente, mientras estos intentaban huir y ponerse a cubierto. La sangre saltaba tintando las paredes y los trozos de carne volaban de un lado a otro. Mientras, yo solté al último de mis compañeros. En ese mismo instante, Iván vació el cargador y los disparos cesaron, dejando al descubierto los gritos de los sectarios. Había abatido a un gran número de ellos, los cuales yacían en el suelo, pisoteados por la muchedumbre asustada, pero aun quedaban más de la mitad. Iván lanzó al suelo el arma descargada y de su chaqueta sacó un hacha. Yo me quedé atónito cuando lo vi empuñar este arma y correr hacía la muchedumbre, lanzándose sobre ellos mientras profería un colosal grito. Estaba fuera de si, se había convertido en una bestia. Hacha en mano, se encontraba en medio de la gente, dando golpes certeros. Era una escena digna de cualquier película gore: la sangre saltaba a chorros y los miembros amputados caían al suelo mientras la gente gritaba despavorida, intentando huir de Iván. Yo corrí hasta llegar a Belén y comencé a cortarle las cuerdas que ataban sus manos. Cometí un error, que fue confiarme. Como salido de la nada, apareció alguien que se lanzó sobre mi y me derribo. Tumbado en el suelo y con esa persona encima mía, descubrí de quién se trataba. Era Miguel. Me tenía inmovilizado y al borde del foso. Mi cabeza estaba suspendida sobre este y pude ver como los merodeadores del interior alzaban sus brazos para atraparme. En el golpe que me había propinado, había perdido el puñal y con este, mi única posibilidad de librarme de Miguel. Recuerdo que intenté forcejear, pero era inútil, tenía sobre mi todo su peso y no podía escapar. Fue entonces cuando Miguel me rodeó el cuello con sus manos y comenzó a estrangularme. Cuando cierro los ojos, aun veo su mirada inyectada en sangre clavada en mi y diciendome "¡Tú eres el culpable de todo esto, hijo de Satanás! ¡Tú! ¡Yo soy el mesías y voy a acabar contigo!". Sus manos me apretaban con una fuerza sobrehumana y ya comenzaba a faltarme la respiración. A mi izquierda pude ver a Belén, llorando y gritándole que me soltara. Pensé que sería la última imagen que iba a ver antes de morir, pero de repente, las manos de Miguel dejaron de apretar y este se giró. Antes de caer a un lado y dejarme libre, profirió un "Maldita traidora". Tras él y con el puñal ensangrentado en la mano, estaba Eugenia, la chica muda, aquella que conocimos poco antes de llegar a la maldita iglesia de Miguel. Esta me miró y soltó el puñal. Acto seguido, salió corriendo. Yo miré a Miguel y lo vi arrastrándose como un gusano, con la túnica por la parte de la espalda empapada en sangre. No me lo pensé dos veces y ande hacía él. Este siguió arrastrándose mientras me dijo "Atrás Satanás". Yo le contesté "Dije que acabaría contigo. Reúnete con tu creador, mesías" y le propiné una patada, la cual lo hizo precipitarse al interior del foso. Los merodeadores, al verlo caer, centraron su atención en él. Pero como era habitual, estos no le atacaron, solo se dedicaron a husmearlo. Miguel se puso en pie y me gritó "¡Soy invisible para sus ojos, inepto! ¡Soy el enviado de Dios, ellos no me atacaran!". Habló demasiado pronto, ya que si bien es cierto que debido a su enfermedad los merodeadores no lo veían como "comida", la sangre que brotaba de su espalda lo delató como a un humano más. Como tiburones al olor de la sangre, todos los merodeadores allí hacinados se abalanzaron sobre él, mordiéndole por todo el cuerpo y descarnandolo a mordiscos. Todavía tengo clavados en el cerebro sus gritos de dolor y sus palabras: "¡¡Dios todopoderoso, detenlos!! ¡¡Soy tú mesías!!". Debo reconoceros algo, y es que disfruté viendo como lo devoraban vivo, tal cual él había matado a María y Elena.

Mientras soltaba a Belén, con la mirada busqué por la sala a mis compañeros. Me resultaba muy extraño que ninguno de ellos acudiera en mi ayuda cuando Miguel me estaba estrangulando. Los encontré y pronto lo comprendí. Si bien Iván estaba demasiado atareado encargandose de los demás miembros de la comunidad, Hans y Esther estaban intentando bloquear la ventana de la gran vidriera con uno de los bancos, ya que había un gran número de merodeadores intentando entrar. Nada más liberé a Belén y después de darme un fuerte abrazo, esta salió corriendo dirección a Hans y Esther para ayudarles. Yo iba a hacer lo mismo cuando un grito de Iván se elevó por encima de los gritos de espanto de la muchedumbre y me hizo detenerme. Iván gritó "¡No! ¡Mierda!". Al girarme, vi la situación. Iván, empapado en sangre y con el hacha en la mano, estaba intentando detener a un grupo de individuos que estaban abriendo las puertas de la iglesia. La gente, al ver que se estaban abriendo las puertas, se agolparon para salir, haciendo un embudo en la puerta. Iván se intentaba abrir paso a golpe de hacha, pero no lo consiguió. Consiguieron abrir las puertas y ya os podéis imaginar lo que ocurrió. Toda la horda de merodeadores que se concentraban en la puerta recibieron a lo sectarios que intentaban salir. Al ser recibidos por estos, los de las filas más avanzadas intentaron retroceder, mientras que la gente de dentro de la iglesia, ajena a todo, empujaba para salir, formando un tapón. Yo rodeé el foso y me dirigí hasta Iván, el cual seguía intentando llegar hasta la puerta para cerrarla. Cuando llegué a su altura y rodeado por sectarios, le dije que desistiera, que no podíamos hacer nada más que huir de aquí a toda prisa. Iván me obedeció y ambos nos dirigimos al fondo de la iglesia donde se encontraban los demás. De camino a esta posición, vi algo en el suelo me perturbo. Y es que allí, tendida boca arriba, con los ojos abiertos y un profundo tajo en el pecho, estaba Eugenia. Sentí lástima por ella, sobretodo porque me había salvado la vida y yo no pude hacer nada por ella. Por unos momentos sentí profundas ganas de gritar a Iván y reprocharle lo que había hecho, de decirle que había matado a quien me había salvado la vida. Pero no lo hice por lo siguiente, y es que a parte de que no era el momento más adecuado de enzarzarme en una discusión, gracias a él no estábamos muertos. Además, él no tenía ni idea de lo que esta chica había hecho por mi. Mientras estaba compadeciéndome por Eugenia, escuché a Iván decir "Vaya vaya... Mira a quién tenemos aquí". Levanté la cabeza y descubrí a Iván apartando un banco y dejando al descubierto a Juanca. Este, acurrucado y asustado, pedía que no le hiciese nada. Rápidamente me dirigí allí y le quité a Iván el hacha de las manos. Juanca, al ver esto, comenzó a suplicarme que no le matara. Yo le contesté "Tranquilo, no te voy a matar". Al escuchar esto, comenzó a darme las gracias. Yo, sin escucharle, levanté el hacha y lo dejé caer sobre uno de sus pies, cortandoselo. El grito que profirió fue sobrehumano. Después hice lo mismo con su otro pie y el resultado fue el mismo. Entonces terminé diciéndole "Yo no te voy a matar. Lo van a hacer los merodeadores". Después, le devolví el hacha a Iván y seguimos corriendo hasta llegar a los demás. A nuestra espalda, los merodeadores ya se habían abierto paso entre la multitud y estaban dentro de la iglesia. La gente ya se había percatado de esto e intentaban huir en dirección opuesta. La iglesia se había convertido en una ratonera y el tiempo corría en nuestra contra.

Mientras Hans, Esther y Belén sostenían los bancos taponando el gran ventanal para que no entraran los merodeadores, Iván y yo comenzamos a buscar una salida segura. Ninguna lo era, ya que el edificio estaba rodeado. Hans me gritó que nos diéramos prisa, que no podían aguantar más. En ese mismo instante, vi como por un hueco entre la ventana y el parapeto se coló la cabeza de un merodeador. Intenté avisar a Hans, el cual estaba más cerca de él, pero no me dio tiempo. Este acercó su boca a la pierna de Hans y... le mordió. Este gritó y soltó el parapeto para intentar soltarse de las fauces del merodeador. Cuando lo consiguió, reculó hasta dejarse caer en el suelo. Iván, que vio esto tarde, acudió rápido y golpeó con el filo de su hacha la cabeza del merodeador, el cual estaba masticando el trozo de carne que le había arrancado. En ese mismo momento, a falta de Hans en el parapeto, este cedió y Esther y Belén lo soltaron. Fue entonces cuando comenzaron a entrar los merodeadores por la ventana. Los merodeadores que habían entrado por las puertas ya estaban a la mitad de la sala. Teníamos que hacer algo desesperadamente. Iván corrió hasta una pequeña ventana, la rompió y nos dijo que lo siguiéramos. Mientras él saltaba al exterior, levanté a Hans y lo cargué sobre mis hombros. Cuando llegamos a la ventana, Belén, Esther y yo ayudamos a Hans a salir por la ventana y después comenzó a salir Belén. Los merodeadores que habían entrado por la ventana ya estaban prácticamente encima nuestra, así que empuñe el machete y ataqué al más cercano. Le lancé un corte en el cuello, el cual apenas lo frenó. De un golpe lo derribé y me centré en el siguiente, haciéndole la misma operación. Aunque con derribarlos al suelo no conseguí acabar con ellos, al menos pude retrasarlos. No tenéis ni idea, o quizá sí, de lo difícil que es matar a un merodeador con un simple cuchillo. Si no diriges el arma a la cabeza es imposible acabar con ellos. Bien, había conseguido retrasarlos cuando Esther saltó al exterior por la ventana. Entonces me dispuse a hacer lo mismo. No había salido del todo, cuando algo me agarró fuertemente del pie. En un primer momento, pensé que se trataba de un merodeador y después, que era Juanca. Pero no, se trataba de un hombre de mediana edad. Este no me soltaba y con un ataque de pánico me decía que no lo dejáramos allí, que lo lleváramos con él. Yo intenté zafarme de él, golpeándolo con el pie, pero no me soltó. Al menos no lo hizo hasta que dos merodeadores se abalanzaron sobre su cuello, fue entonces cuando me soltó y yo caí al exterior. Aterricé junto a los cadáveres de tres merodeadores. El exterior estaba completamente iluminado por las hogueras que allí ardían. Los merodeadores estaban por todas partes e Iván nos abría paso a golpe de hacha. Entre Belén y yo cargamos con Hans, el cual no paraba de lamentarse. Todo aquello era un hervidero, pero gracias a Iván que, a todo aquel merodeador que se nos acercaba lo eliminaba, pudimos salir de allí sanos y salvos. Ya nos encontrábamos lo suficiente alejados del edificio y desde esta nueva posición podíamos escuchar los gritos de los sectarios que allí habían quedado. Os aseguro que no sentí pena por ninguno de ellos. Fueron cómplices de la locura de Miguel, apoyándole, y por su culpa hemos perdido a parte de nuestro grupo. Me alegro de todo su sufrimiento, el cual espero que continué en la otra vida. En especial, para Miguel.

Cargando con Hans y con el camino despejado, nos dirigimos lo más rápido que pudimos por el camino de tierra, en busca de los coches. Hasta aquí ya no llegaba la luz de las hogueras, pero la noche era muy clara, por lo que no tuvimos problemas. Tardamos un poco en llegar a los coches, pero cuando lo hicimos, nos llevamos una ingrata sorpresa. Nuestras pertenencias estaban diseminadas por los alrededores. Mi mochila vacía junto a los pc's por un lado, la ropa esparcida por otro, un petate vaciado sobre el capó de uno de los coches, ni rastro de las armas ni de la munición... No cabía duda. Nos habían saqueado los enseres de los vehículos. Pero, ¿quién?. Pensé en los miembros de la comunidad, pero si hubiesen sido ellos, a santo de que se llevaron las armas para no utilizarlas. Y ¿por qué no se llevaron los pc's, por los cuales Juanca tenía mucho interés?. Me inclino más por pensar que nos saquearon un grupo de errantes. Sea como sea, nos han desgraciado, ya que estamos sin armas, salvo el hacha de Iván y mi puñal. Como nos veamos sumergidos en un gran apuro, estamos vendidos.
Después de recoger nuestras pertenencias, nos metimos todos en un mismo coche e Iván se puso al volante. Yo me situé en la zona de atrás, junto a Hans y agarrando fuerte el machete. Le habían mordido y temía que pudiese transformarse en cualquier momento. Entre Esther y yo le quitamos la camisa y la utilizamos para taponarle la herida. Hans me miró y me dijo "Me queda poco, ¿Verdad, Erik?". Yo no supe que contestarle, solo pude decirle que se tranquilizara. Luego se sumergió en una serie de lamentos. Nada más pudimos hacer para calmarlo.
Iván no había conducido ni una hora, cuando Hans pidió que detuviese el coche. Se lo comuniqué a Iván y este me hizo caso. Acto seguido, nos pidió que lo sacásemos al exterior. Entre Iván y yo lo hicimos, sentándolo apoyado en un pino. Esther se puso a inspeccionarle la herida, pero Hans le dijo que no se molestase, que ya tenía asumido su final. Fueron verdaderamente tristes a la vez que valientes sus palabras. Luego se dirigió a mi. Sus palabras me encogieron el alma. Sacando de su bolsillo su cartera y buscando algo en ella, me dijo:

"Quiero agradeceros todo lo que habéis hecho por mi todo este tiempo. Sobre todo a ti, Erik. Eres una gran persona, algo que solo se ve eclipsado por tu valentía. Se que si no hubiese sido por vosotros, sobretodo por ti, que me sacaste de aquella jaula, yo habría muerto hace mucho tiempo. Os confieso que con vosotros volví a tener esperanzas de comenzar de nuevo. Lo de Reus y la esperanza de encontrar allí a mi mujer y a mis dos hijos fue una inyección de moral que me ayudo a seguir hacía delante. Pero ahora... ahora ya nunca más sabre si están vivos o si están muertos... (Aquí a pronunciado unas palabras en alemán que no tengo ni idea que quieren decir). Quiero que hagas una última cosa por mi, Erik...". De su cartera sacó una foto y con un bolígrafo escribió algo detrás. Me entregó la foto y vi que en ella aparecía su mujer y sus dos hijos. Luego continuó "Es mi esposa y mis dos hijos. Atrás te he escrito los nombres y apellidos de cada uno. Quiero que cuando lleguéis a Reus, los busquéis. Si están allí, quiero que tú, Erik, les cuentes todo. Todo lo que ha ocurrido. Y que hagas mención especial de lo que vistes en el baño aquel día. Quiero que le pidas perdón de mi parte a mi mujer y que si no me lo concede, lo comprenderé, ya que ni yo soy capaz de perdonarme a mi mismo. Pero merece saberlo. En lo que respecta a mi, no quiero que esperéis a que me transforme para matarme. Quiero que os marchéis y me dejéis aquí". Al escuchar esto, todos los allí presentes nos alarmamos. Le dijimos que no podía hacer eso, que era un final que no merecía. Su respuesta fue tajante: "No. No quiero que me intentéis convencer. La decisión esta tomada y no podéis conseguir que cambie de opinión. Si mi mujer y mis hijos no están en Reus, seguro que están muertos y convertidos en una de esas cosas, por lo cual, yo quiero correr el mismo final. Quién sabe, quizás convertido en una de esas cosas pueda reunirme con ellos de nuevo. Además, no es un final tan terrible. Antes que estar en una repugnante fosa, prefiero 'vivir' convertido en una de esas cosas. Es como una segunda vida, en la cual podré seguir caminando por esta preciosa España, la cual siempre he amado y admirado. Es un último regalo. Marcharos, no perdáis tiempo. Ha sido un honor haber sido miembro de vuestro grupo. Hasta siempre, compañeros".

Al escuchar sus últimas palabras, no he podido evitar emocionarme. Al igual le ha ocurrido a Belén y Esther. Iván, aunque impasible como siempre, le ha estrechado la mano. Yo he hecho lo mismo no sin antes darle un fuerte abrazo, el cual me ha correspondido. Belén y Esther también se han despedido entre lágrimas. Después de esto, nos hemos montado en el coche y puesto en marcha. Hasta que no nos hemos alejado bastante y no ha quedado sumergido por la oscuridad, he podido ver a Hans sentado allí, diciéndonos adiós con la mano. He sentido una profunda tristeza, la cual aun me emociona al pensar. Él ha sido el tercer y último compañero que hemos dejado atrás por culpa de la locura de Miguel. De nada sirve lamentarme, no cambiaran las cosas por mucho que lo haga. Ahora debemos centrarnos en llegar a Reus y en la difícil tarea de cruzar Tarragona. Es una locura hacerlo sin armas de fuego, por lo cual hemos llegado a la conclusión de que debemos conseguir unas con máxima urgencia. Pero, ¿como? ¿de donde las sacamos?. Tendremos que improvisar sobre la marcha. También tengo que cargar las baterías de los pc's portátiles, ya que si os estoy escribiendo es gracias a un empalme que he logrado hacer con el cargador en la batería del vehículo, el cual me permite utilizar el aparato pero no me quiero arriesgar a cargarlo completamente por si esto agota la batería del coche. Aunque no creo, no me quiero arriesgar.

Por cierto, una última cosa, que lo olvidaba. Aquella noche, Iván nos contó que había sido de él todo aquel tiempo que estuvo desaparecido. Al parecer, no ha estado perdido ni nada semejante, por lo que mi viaje de busqueda fue en vano. Él llego a la comunidad al poco tiempo de marcharse, un par de meses después. Lo que ocurrió fue que nada más llegar a los alrededores de la iglesia, fue interceptado por hombres de Miguel. Por lo visto, Miguel lo tenía todo más que planeado. Lo reducieron a traición y lo han mantenido todo este tiempo aislado en uno de los cobertizos, al igual que hicieron con nosotros. Según ha contado, pudo escapar cuando fueron a por él para llevarlo a la iglesia. Lo iban a sacrificar junto a nosotros. Tuvimos una gran suerte de que pudiese escapar, sino, hoy no estaríamos aquí. Aunque hubiese sido mucho mejor que lo hubiese hecho al menos 15 minutos antes, ya que así las cosas habrían cambiado y María, Elena y Hans estarían vivos.
Por lo visto, hay otra mala noticia, la cual me comunicó también esa noche. El Skull Korps sigue en activo e Iván conoce donde acampan. Esto es una mala noticia, aunque no me pilla por sorpresa.

Nos encontramos a pocos kilómetros de Tarragona, así que desearnos suerte.


- Erik -


5 comentarios:

Richzendy dijo...

Wow! que desenlace, nunca me hubiera imaginado que Iván estaba en ese mismo sitio encerrado.

Bueno esta entrada cierra un ciclo completo super excelente, así que la próxima espero que inicie uno mucho más emocionante!

Gracias por tus letras!

Miembro de la resistencia dijo...

La verdad, de todas las aventuras (más bien, desventuras) que ha sufrido Erik y sus compañeros, esta es la que más he disfrutado escribiendo. En parte ha sido gracias a vosotros, que habéis seguido toda esta trama con la misma ilusión que yo. Así que el mérito también es vuestro.

Sobre el siguiente ciclo, tengo bastantes cosas pensadas y el tronco de la trama ya esta decidido. La odisea de Reus no ha terminado y aun cuando lleguen, si es que llegan (jeje), las cosas no serán tan fáciles.

Un saludo y gracias a ti por dedicar un poco de tu tiempo en leer la historia!

seeyouinthenextlife dijo...

Sabía que le cabronazo de Iván iba a ir a por ellos, pero lo que me ha dejado más loco es que el hijo puta de Miguel lo tenía en uno de los cobertizos.

El Skull Korps atacando el megarefugio de Reus????, en plan mad max???.

Por lo pronto y antes de llegar a Reus iria a ver a los amigos que hizo cuando se cargaron a los gitanos para pasar alli un tiempo, aprovisionarse y cargarse de armas.

Esto mejora con cada lectura, eres un crack!!!

Miembro de la resistencia dijo...

La verdad es que acertaste en tu predicción de lo que iba a ocurrir. Hasta en que aparecería Iván. Sobre el Skull Korps, lo que esta claro es que van a seguir dando guerra. Esos cabrones no se dan por vencidos tan fácilmente. Aunque al grupo les queda la opción de intentar llegar a Reus sin ser vistos...

Sobre lo de aprovisionarse en aquel refugio, es algo que he pensado. El grupo esta desprovisto de armas y que mejor lugar donde aprovisionarse que aquel refugio. Es una buena opción.

Un saludo y gracias, company!

seeyouinthenextlife dijo...

Venga, ánimo con esta historia que te esta quedando de lujo.