jueves, 6 de enero de 2011

+ 06-01-11 + Tarragona: Ciudad abierta

Ha sido sorprendente. Después de tanto tiempo esperando, sufriendo penalidades por llegar a Reus, de hundirnos tras conocer la falsa noticia de que la ciudad había caído y la esperanzadora de que seguía intacta, hemos sido testigos de algo que nos ha dado la última inyección de moral, la cual necesitábamos en esta recta final hacía nuestro destino. Anoche, acampados en plena autovía que lleva a Tarragona y a escasos kilómetros de esta ciudad, en la lejanía la cual ya no nos es tan lejana, hemos sido testigos de la casi olvidada contaminación lumínica que prácticamente habíamos borrado de nuestras mentes. Como un eco del pasado y en profundo contraste con la apagada y muerta ciudad de Tarragona, imponente, con sus potentes luces alumbrando un horizonte oscuro, allí estaba Reus. ¿Os podéis creer que, cual hombres de las cavernas que hacen un viaje al futuro, nos hemos quedado embobados y maravillados durante minutos ante la fastuosa y radiante ciudad? Ha sido como si de un sueño se tratase. Todavía no me puedo creer que ya estamos a tan solo unos días de poner pie en tan ansiada ciudad. Hipnotizados por la ciudad, hemos comenzado a hablar y plantearnos preguntas de como sera todo allí, de si la vida continuara tal y como la conocíamos. Cuantas veces hemos hablado de esto y siempre parece que tratamos el tema por primera vez. Tan solo Iván, diciendo "Sí, no os preocupéis. Estará todo tan podrido y repugnante como lo conocíamos" nos ha amargado tan maravilloso momento. Después, he rebuscado en el maletero del vehículo y he sacado unos prismáticos que llevo siempre guardado entre mis pertenencias. Con estos, he oteado la ciudad, y aunque estos prismáticos no cuentan con muchos aumentos, he podido divisar las farolas, los edificios y unos potentes focos de luz que parecen ubicados a las afueras de la ciudad, por todo el perímetro de esta. La siguiente en hacer uso de estos ha sido Belén, la cual ha quedado más fascinada aun y me ha dado un abrazo sumida en una efusiva alegría. Después de ella, los binoculares han ido pasando de mano en mano y hasta Marta, la nena, ha mirado por ellos mientras Esther le decía "Ahí nos dirigimos, cariño. Ese será nuestro hogar, donde viviremos y podrás hacer nuevos amiguitos". La nena, con una mueca de alegría y sorpresa a la vez, ha contestado "¿Habrán más niños allí que han podido escapar de los monstruos?". Ha sido enternecedor ver de nuevo a la niña alegre y contenta, cargada de esperanzas, después de todo por lo que ha sufrido. No me cabe duda de que con el tiempo y esta nueva vida, logrará volver a ser feliz y retomar su infancia donde la dejo. Tras esta situación y una vez nos hemos cansado de deleitarnos con la visión de la ciudad, nos hemos metido al vehículo con la intención de descansar. A mi, personalmente, me ha costado dormirme. Sentado en el asiento del copiloto no he podido quitar ojo de ese punto lumínico que era Reus. Si bien esa ciudad significa para nosotros la esperanza, Tarragona, que se erguía frente a nosotros, silenciosa y oscura, me ha producido escalofríos y temor con solo pensar que al día siguiente teníamos que adentrarnos y cruzar toda la ciudad para poder llegar a nuestro destino. Y no estaba equivocado en mis temores.

Esta mañana, con las primeras luces del alba, me he despertado ante los insistentes zarandeos de Iván. Este, con su mano, que más que mano es una zarpa, me estaba dando empujones insistentes en el hombro mientras decía entre risas "Erik, despierta, no te pierdas esto". Yo, aturdido todavía por el sueño, le he contestado un "¿Que sucede?" y he abierto los ojos con dificultad. Iván, que se reía a pierna suelta, repetía una y otra vez "Que ridículo, mira, mira..." y ha sido cuando el sopor que me invadía se ha esfumado de golpe. Frente al vehículo, a unos cinco metros de nosotros, se encontraba plantado un merodeador. Este, un varón adulto y que no estaba en avanzado estado de descomposición, estaba allí parado, vestido con un estúpido pijama de osos, rasgado y cubierto de sangre seca, dando bocados al aire e intentando coger algo con las manos. Lo he observado detenidamente, extrañado por este comportamiento que nunca había visto hacer a un merodeador. Os juro que la mueca que tenía dibujada en la cara era totalmente ridícula, al igual que su aspecto y movimientos. Y no he comprendido que estaba haciendo hasta que Iván me lo ha dicho entre carcajadas y casi sin poder hablar: "Está cazando moscas". No me lo podía creer. He fijado la vista y casi estallo a reír yo también. Alrededor de su cabeza había un gran número de estos insectos revoloteando, mientras el merodeador intentaba cazarlos a mordiscos y con las manos. Iván, encanado a reír, ha comenzado a dar golpes en el volante. Belén y Esther se han despertado preguntando que pasa y cuando me disponía a explicárselo, casi se me para el corazón en seco al escuchar el claxon del coche. Por lo visto, en unos de esos golpes que Iván estaba dando al volante mientras reía, ha presionado el claxon. Automáticamente he dirigido la mirada hacía el merodeador. Este había dejado de cazar moscas y tenía su mirada carente de vida fija en nosotros. No ha tardado en levantar los brazos y dirigir su paso lento hacía nosotros. Iván, que ya había dejado de reír, ha arrancado el coche a toda prisa y de un brusco acelerón, ha puesto en movimiento el vehículo. En un primer momento he pensado que la maniobra que ha hecho era para esquivar al andante, pero no, me equivocaba. Ha buscado impactarle con el angulo derecho del coche para así evitar poner en peligro el parabrisas con un atropello frontal. Tras el impacto, el cual ha hecho que el coche se tambaleé violentamente, he podido ver por el retrovisor como el merodeador ha caído desplomado con una de las piernas destrozada. Marta, que dormía hasta el momento del impacto, se ha despertado asustada y llorando. Mientras las chicas la tranquilizaban, he retado a Iván por su acción y nos hemos visto enzarzados en una pequeña refriega. Habría aprobado su acción en un momento dado, en una situación de peligro, pero como han transcurrido las cosas, era evitable. La niña se ha dado un tremendo susto, por no hablar de que con ese golpe podía haber dañado el vehículo de mil formas. Podía haber evitado esa situación tan solo con haberse limitado a esquivarlo, pero no, él ha tenido que dejar su rubrica de esquizofrénico. Pero que más puedo esperar, si estamos hablando de Iván, que tiene sus cosas buenas y sus actos de trastornado...

Tras conducir durante 20 minutos aproximadamente, hemos llegado a las mismísimas puertas de Tarragona. En contraste con la vía que conduce a la ciudad, desértico y sin un coche, esta la vía de salida, con una impresionante caravana de vehículos abandonados. Parece ser que en el último momento, la gente intento marcharse de la ciudad desesperadamente. No me quiero ni imaginar que clase de infierno se desató aquí. La visión de los coches abandonados me ha recordado a cuando estábamos en mi urbanización y desde el ático pude ver como la autovía de salida de Valencia se encontraba en similares condiciones. Parece ser que en todas las ciudades ocurrió lo mismo, la gente, en un último y desesperado intento trato de huir en busca de un lugar seguro. Lo que no sabían es que fueran donde fueran, iban a encontrar el mismo caos. Circulando por este tramo de la vía no he podido de dejar de revivir en mi mente lo que debieron ver y padecer toda esa gente que intentaba huir. Me los he podido imaginar ahí, desesperados y confusos, tocando el claxon de los vehículos esperando salir de ese atasco mientras que la ciudad era un hervidero de muerte. Los coches repletos con los enseres más esenciales y de los cuales sus dueños no habían querido dejar atrás. Las madres en el interior de los vehículos consolando a sus hijos que lloraban asustados mientras que el padre gritaba e insultaba a los conductores de delante por no avanzar... mientras que por detrás y provenientes de la ciudad, una lenta pero segura horda de muertos avanzaba con paso firme sacando a los conductores y sus familias de los coches para devorarlos... Espero estar equivocado y que eso nunca haya ocurrido, que esa gente abandonara los coches y huyera campo a través. De todas formas, no creo que llegaran muy lejos si pudieron huir a pie...

Nada más entrar a la ciudad y dejar atrás el cartel de "¡Bienvenidos a Tarragona!" nos hemos percatado realmente del estado de la ciudad. "Tarragona es un infierno" fueron las palabras de Eusebio. Y esas mismas han sido las que han retumbado una y otra vez en mi cerebro esta mañana mientras observábamos el panorama que se extendía ante nuestros ojos. Creo que no hay palabras para describir toda aquella desolación. Lo primero que me ha llamado la atención ha sido una finca situada a la derecha de la avenida. La fachada de esta, a partir del cuarto piso hacía arriba, estaba completamente negra por lo que debió ser un antiguo incendio que calcino el edificio. La finca de al lado estaba en similares condiciones. Mientras observaba otros edificios me he percatado de que, colgando de las ventanas de al menos seis casas, habían sábanas roídas y desvencijadas con grandes letras que pedían ayuda. "S.O.S NECESITAMOS AYUDA", "AUXILIO, NO NOS QUEDAN VÍVERES" y "AYUDA, ENCERRADO EN MI HABITACIÓN. MI FAMILIA ESTA INFECTADA, NO PUEDO SALIR" eran algunos de los textos que estaban escritos. Mucho me temo que sus autores no han conseguido mucho con sus peticiones de ayuda. Lejos de las casas, en la carretera mismo, hemos comprobado el caos que se debió vivir en los últimos días de la ciudad. Si la autovía era un vertedero de vehículos, no podéis ni imaginaros como estaba este punto. Coches volcados, otros abandonados, colisiones múltiples, otros simplemente estampados contra arboles o escaparates... Y como no, cadáveres por todos los lados. Bajo los coches, en medio de la carretera, a los pies de los edificios... Esto es algo que me ha extrañado bastante, ya que si se supone que todos los seres humanos, al morir de la forma que sea, nos reanimamos, ¿que narices hacen todos esos cadáveres esqueléticos por ahí desperdigados? Supongo que la respuesta será que se trata de merodeadores abatidos por el ejercito o por otros grupos de sobrevivientes (he visto numerosos casquillos de bala tirados por el suelo), así como de atropellados el día que se desencadeno el caos y algún que otro pobre desdichado desesperado que se suicido arrojándose desde la terraza de su casa. Sea como fuere, no importa mucho a estas alturas, solo era una simple curiosidad. Lo que si ha importado e importa son el otro tipo de cadáveres, los que se mueven. Y si de los primeros había un gran número, de estos hay el doble. Vagando por todos los lados, entre los coches, por las aceras, por en medio de la carretera... por todos los lados. Y todos con un denominador común: su ansiedad al vernos. A nuestro paso, todos los merodeadores que se han percatado de nuestra presencia en el vehículo, han dirigido su rumbo hacia nosotros. Al principio, esto ha sido sostenible, ya que eran merodeadores aislados los que se han interesado por nosotros y circulando a poca velocidad los hemos podido dejar atrás, pero solo con el transcurso de los minutos y cuando uno salido de la nada se ha abalanzado sobre nuestro parabrisas, nos hemos percatado de la gravedad de la situación. Tras nuestro vehículo y como si siguieran una estela invisible dejada por este, decenas y decenas de merodeadores nos perseguían a paso lento pero seguro. Esto nos ha metido el nerviosismo en el cuerpo e Iván ha aligerado el paso. La desesperación no nos ha asaltado hasta que nuestro avance ha sido detenido por un amasijo de coches colisionados entre si y una gigantesca palmera derribada sobre el asfalto. Iván ha intentado corregir el rumbo dando marcha atrás en busca de una vía alternativa. Ha intentado meterse por una calle, pero nada más asomarnos por esta hemos visto que era intransitable. El motivo, el derrumbamiento de la fachada de una finca, que había llenado la calle de escombros, sepultando todo a su paso. A toda velocidad ha salido de esta y ha buscado otra calle, pero entre los coches abandonados, los derrumbes y el mobiliario destrozado nos ha sido imposible. Parados en plena avenida y extendiéndose ante nosotros esa gran cantidad de merodeadores, Iván ha dicho: "Dos opciones tenemos. Irnos por donde hemos venido o continuar a pie. Tú decides, Erik". Esther ha protestado ante estas palabras, diciendo que no es justo que esta decisión la tome yo solo. Yo apenas he prestado atención a su protesta, ya que en ese momento habían cosas más importantes que enzarzarnos en una absurda discusión con tantos merodeadores dirigiendo su rumbo hacía nosotros. He contestado lo siguiente: "Continuamos a pie". La segunda réplica de Esther no ha tardado en aparecer, la cual ha dicho "Me niego. La niña y yo no bajamos del coche. Continuar a pie es una locura", pero Belén la ha convencido diciendo "Esther, confiemos en Erik. Él sabe lo que se hace y lo ha demostrado hasta ahora. Tenemos armas y la experiencia suficiente para movernos sin llamar mucho la atención. Marta estará a salvo mientras permanezcamos unidos. No te preocupes". Esther, aunque algo reticente, ha aceptado y seguidamente se ha puesto a decirle a la niña "Cariño, pase lo que pase, no te asustes. No te separes de mi lado en ningún momento y no me sueltes del pantalón, ¿vale? Será como un juego. El juego consiste en hacer el menor ruido posible para que los monstruos no nos vean, y si lo hacen, no tengas miedo porque no te pueden hacer nada estando nosotros contigo...". Mientras Esther le explicaba, Iván me ha dicho "Bien, el plan es el siguiente. Sacáis los trastos más esenciales del maletero mientras yo me encargo de despistar a los merodeadores con un cebo que se me acaba de ocurrir. Después, saltamos la palmera, trepamos por encima los coches y continuamos a pie avenida arriba, hasta que la carretera este más despejada y podamos agenciarnos otro carro. Y todo esto sin disparar una bala, ¿seréis capaces?". Mi respuesta ha sido ponerme manos a la obra. He abierto la puerta del coche y empuñando mi arma me he dirigido al maletero. Esther con la niña y Belén me han seguido. Hemos abierto el maletero y comenzado a sacar los trastos más útiles. Los mapas, las mochilas con la munición y la de los víveres, los prismáticos, el walkie... Hemos dejado todo aquello que no nos era esencial y después de cargarnos con todos los trastos, hemos cerrado el maletero. La siguiente imagen que han visto mis ojos ha sido el reguero de merodeadores que se nos acercaba. Algunos de ellos ya estaban bastante cerca. Iván estaba de rodillas en el suelo con medio cuerpo en el interior del coche, para ser exactos, en el habitáculo del conductor. Al acercarme para ver que hacía he comprendido cual era el cebo del cual hablaba. Después de enderezar el volante, ha embragado con una mano y ha puesto primera en el cambio de marchas. Acto seguido, ha tumbado una gran y pesada piedra sobre el acelerador, la cual debió cogerla en el mismo momento que nosotros estábamos sacando las cosas del maletero, y el motor del vehículo se ha revolucionado. Tras hacer esto, se ha puesto de pie con todavía la mano pulsando el embrague y de un salto, se ha alejado del coche. Este ha salido de estampida hacía los merodeadores mientras incrementaba la velocidad por momentos. Cuando ha llegado a la altura de los primeros andantes, se ha llevado a uno por delante, a dos, a tres, a cinco, a ocho... y así hasta terminar desviándose a la derecha y estrellándose a toda velocidad contra otro vehículo. El ruido ha sido colosal y el coche ha terminado volcado de lateral mientras una densa humareda salía del motor. Lo mejor de todo, que el plan de Iván ha salido a la perfección. Todos los merodeadores que nos seguían, ahora habían cambiado su rumbo dirección al vehículo. Era como si pensaran que seguíamos en el interior y no allí plantados observando la situación. Iván ha dicho "Vamos, ahora que están distraídos es el momento. Son estúpidos pero no tardarán en darse cuenta de que allí dentro no hay nadie". Nada más terminar la frase, nos hemos puesto manos a la obra.

Tras saltar la palmera y sin parar de mirar atrás para ver si alguno nos seguía, hemos comenzado a trepar por la pequeña montaña de coches. Yo he sido el primero y he ayudado a Esther a subir a la niña. Después ha subido Belén, Esther y, por último, Iván. Se ha hecho difícil transitar por el techo de los vehículos cargados con las armas y las mochilas, pero lo hemos podido hacer sin perder el equilibrio. Hemos caminado sobre estos y cuando por fin hemos encontrado una zona despejada, hemos bajado sin dificultades. Lo hemos hecho en pleno de una rotonda con una gran estatua. Una farola de gran tamaño estaba tumbada sobre este gran monolito de arte moderno, el cual se había partido. Esquivando este destrozo, hemos bajado de nuevo a la calzada y comenzado a andar escondiéndonos entre los coches. No hemos parado a descansar hasta que no hemos llegado a una zona segura y lo suficiente escondida a los merodeadores como ha sido entre varios coches y un autobús de turistas. Mientras recobrábamos el aliento, Belén ha preguntado como pensábamos orientarnos para llegar hasta la salida Tarragona-Reus. Ha sido Iván quién ha contestado "Por instinto, no nos queda otra. No tenemos el puto mapa de las calles de Tarragona, solo sabemos que la salida esta situada al oeste de la ciudad. A pie será imposible llegar, tendremos que buscar un coche, pero con las calles así de colapsadas, tampoco podremos circular. Así que por el momento no nos queda otra que patear y no ser vistos". Esther, que estaba ubicada en un extremo del autobús, ha asomado la cabeza y se ha girado rápidamente con la cara desencajada. La niña ha intentado asomarse también, pero Esther se lo ha impedido. Esa cara solo podía significar una cosa. Nos hemos acercado rápidamente y asomado la cabeza a ver que había. Casi me quedo sin habla. En la gran avenida que se extendía y por la cual teníamos que transitar, entre un mar de más y más coches, se podían ver por todos los lados, vagando, centenares de merodeadores. Unos en grupos y otros solitarios, pero por todas partes. Me disponía a ocultarme de nuevo cuando he podido ver una pierna asomando desde detrás del autobús, tendida en el suelo. Al principio, he pensado que se trataba de un cadáver allí tirado, pero debía asegurarme y me he asomado sigilosamente. Muy equivocado estaba, ya que lo que pensaba que era un cadáver, sí, lo era, pero no de los inmóviles. Allí, sentado y apoyado en la carrocería trasera del autobús, con aspecto cadavérico y rodeado de moscas, había un merodeador. Este, moviendo ligeramente la cabeza y abriendo y cerrando la boca intermitentemente, yacía allí sin percatarse de nuestra presencia. Iván ha empuñado el hacha con intención de salir a por él, pero yo le he hecho un gesto de que no. Ha obedecido. Mientras les hacía un gesto de silencio con el dedo y otro de que me siguieran, me he tumbado en el suelo y he comenzado a reptar por debajo del autobús. Todos me han imitado. Cuando he llegado al otro lado y fuera del perímetro de visión del merodeador, he corrido hasta refugiarme entre dos vehículos. Desde ahí he vigilado empuñando mi arma que los demás no tuvieran problemas para seguirme. Tras esto hemos comenzado la ardua tarea de continuar la marcha bordeando la zona sin ser vistos. Solo hemos sido descubiertos por un merodeador, pero este no ha supuesto ningún peligro ya que estaba atrapado en un coche que permanecía con las ventanillas cerradas. Al pasar por al lado y mientras este arañaba los cristales, me ha impactado ver que en el asiento trasero habían dos cadáveres ya devorados e irreconocibles con el cinturón de seguridad todavía puesto. Lo peor, es que esos dos cadáveres debieron pertenecer... a dos niños.

La marcha ha continuado sin incidencias, ocultos entre los vehículos y ajenos a los ojos de los merodeadores. Pero la cosa se ha complicado en cuanto nos hemos desviado de la avenida para internarnos en una amplia calle. Esta, sin apenas vehículos, estaba desierta de merodeadores. Al menos, aparentemente. Tras comenzar a transitar esta y con todos los sentidos puestos en nuestro alrededor, ha tenido lugar el trágico fallo que casi nos lleva a la muerte. Ha sido cuando hemos pasado junto a un cadáver que permanecía tendido en medio de la calle. En un principio, este era uno más de tantos que hemos visto desperdigados por la ciudad. Quién iba a imaginar que solo estaba sumido en un letargo del que justo a despertado cuando hemos pasado junto a él. Este, al sentirnos cerca, ha levantado la cabeza tan rápido que ha parecido que se la ha propulsado un resorte. Emitiendo un seco gemido y con un movimiento fugaz, ha extendido el brazo y agarrado del tobillo a la persona que tenía más próxima: Marta. La niña, que en todo momento había comprendido el rol a seguir, lo ha olvidado por unos instantes y terriblemente asustada, ha emitido un grito tan sumamente estridente, que se debe de haber escuchado en toda Tarragona. Esther le ha tapado la boca a toda prisa mientras la niña luchaba por soltarse de la mano del merodeador. Iván ha sacado el hacha y ha dejado caer el filo de este sobre el brazo y la cabeza del infectado, en este mismo orden. La cabeza se le ha hecho trizas. Acto seguido, ha dedicado unas palabras sumamente esperanzadoras: "Estamos jodidos. Ahora ya saben cual es nuestra ubicación. Más nos vale desaparecer de aquí a toda prisa". Y lo peor es que ha tenido razón. No ha terminado la frase siquiera, cuando por delante nuestra, procedentes de una travesía, han aparecido varios merodeadores con paso tambaleante. Hemos intentado retroceder, pero apenas hemos transitado unos metros cuando han hecho aparición un buen número de merodeadores por este tramo también. Estábamos en una ratonera y no nos ha quedado más remedio que abandonar el plan de no disparar nuestras armas. Después de cotejar cual era el mejor camino a tomar, nos hemos decantado por retroceder rumbo a la avenida. El motivo, una diferencia de seis merodeadores y que más vale malo conocido. He ajustado el alza de mi arma y comenzado a hacer blancos. Con el arma en fuego semiautomático he derribado a la primera a tres merodeadores. El cuarto, un gordo vestido con uniforme de gasolinera, ha resistido más y ha caído al cuarto disparo. Mis compañeros se han ocupado mientras del resto. Tras esto, nos hemos lanzado a la carrera mientras Iván abría fuego contra los nuevos merodeadores que hacían aparición en la calle. Nada más salir a la avenida, nos ha golpeado la desalentadora situación. Desde todos los puntos, desde todos los rincones, habían merodeadores dirigiendo su paso hacia nosotros. Y algunos de ellos desde posiciones muy cercanas. Desesperado, he preguntado que opción teníamos. Iván, con una mueca de preocupación que nunca antes he visto en su rostro, ha exclamado "Correr. Correr y buscar refugio cuanto antes". Predicando con el ejemplo, ha salido de estampida. Belén y Esther, todavía quietas, permanecían horrorizadas contemplando la marea de merodeadores que se nos venían encima. Hasta que no he cogido a Marta en brazos y les he gritado que reaccionaran, no han emprendido la marcha. Encabezando la maratón y tan solo a unos metros de nosotros, iba Iván, mientras que yo, con la niña en brazos, me he mantenido detrás de Belén y Esther, en la retaguardia. La carrera no ha sido nada fácil, ya que no hemos parado de sortear coches y de saltar mobiliario urbano, mientras que abríamos fuego contra todo merodeador que se ha interpuesto en nuestro camino. En un abrir y cerrar de ojos nos hemos alejado de aquella zona, pero no hemos aminorado la marcha, ya que por todas partes habían nuevos merodeadores clavando sus ojos en nosotros. Y así iba a ser hasta que no desapareciéramos de la avenida. Mientras le hablaba a la niña para tranquilizarla, en mi cabeza no he parado de repetir "Iván, por lo que más quieras, sal de esta puta avenida YA". Ha sido como si me hubiese escuchado. Pero no ha hecho exactamente lo que deseaba en ese momento. De repente, ha frenado en seco y se ha ocultado agachándose tras un coche. Mientras nosotros llegábamos a su posición, nos ha comenzado a hacer gestos de que lo imitásemos. Así lo hemos hecho. Justo cuando he llegado a su lado, le he preguntado "¿Que intentas hacer...?". No me ha dejado terminar. Sin apenas hacerme caso, ha comenzado a andar de cuclillas en dirección a la fachada de la finca más próxima. Cuando ha llegado a esta, se ha dirigido a la puerta de un gran comercio allí ubicado. Un gran almacén-tienda de joyería. La puerta estaba entreabierta y solo le ha bastado empujarla levemente. Después, se ha internado en esta y se ha perdido en el umbral de la puerta. Yo he instigado a Belén y a Esther a hacer lo mismo y, tras entrar, he cerrado la puerta lentamente.

La joyería ha resultado ser inmensa. Una gran sala repleta de mostradores, estanterías de cristal blindado y expositores. El lugar estaba oscuro e iluminado solo por la luz que entraba por el escaparate y la puerta. A pesar de esto, me he percatado de algo curioso, y es que me ha llamado la atención que gran parte de la joyería, sobretodo por la zona central, el suelo estaba lleno de billetes desperdigados. A pocos metros de mi, dos cajas registradoras reventadas contra el suelo. Debieron saquear esta joyería hace tiempo. Se nota sobretodo porque la mayoría de las estanterías y expositores blindados están abiertos y vacíos. Algunos otros seguían cerrados pero con los cristales con evidentes signos de haber sido golpeados. Con la niña todavía en brazos, he andado unos pasos junto a Belén y he visto a Iván realizar un rápido movimiento seguido de un sonido seco y acuoso. Un cuerpo ha caído derribado. Por lo visto, había un merodeador que no hemos visto y del cual Iván se ha encargado haciendo uso del hacha. La voz de Esther nos ha terminado de alarmar. Asustada y en voz baja, nos ha dicho "Están en la puerta, ¡esconderos!". Ni siquiera me he girado para comprobarlo. Con la niña a cuestas he empujado a Belén y hemos corrido tras un mostrador. Iván, empuñando el hacha, se ha ocultado tras una estantería y Esther ha permanecido agazapada tras unas cajas. Oculto tras el mostrador y fatigado, le he pasado la niña a Belén y, empuñando el arma, he asomado ligeramente la cabeza temiendo lo peor. Y en efecto, ahí estaban. En el exterior, cerca de la puerta habían unos tres, y diseminados a lo largo de los escaparates, unos cinco merodeadores. En esos instantes me he consolado pensando en que la puerta estaba cerrada y que los cristales son blindados. Han comenzado a merodear por la acera del comercio. Era como si nos buscaran, como si intentarán averiguar que rumbo habíamos tomado. Tres de ellos han desaparecido de mi campo de visión, posiblemente han desistido en la búsqueda. Otro de ellos, ha permanecido quieto y tambaleante a un metro de la puerta. Los otros han seguido rondando y uno de ellos... ay ese hijo de la gran p... Este, un viejo escuálido y de gran estatura, se ha quedado mirando al interior del comercio. Ha permanecido así durante unos segundos que se me han hecho eternos. Después, ha dado un primer paso hacía la puerta. He empuñando fuertemente el arma mientras en mi cabeza he comenzado a tranquilizarme a mi mismo diciendo "Esta cerrada, no puede entrar. Es imposible que lo consiga". El merodeador ha dado un segundo paso. "Este va a ser quién nos descubra. Como siga, va a terminar delatando nuestra posición a todos los de la avenida". Tercero. "En el momento comience a golpear la puerta, todos los de su alrededor se interesarán y harán lo mismo". Cuarto y ya ante la puerta. "Estamos jodidos". En este momento ha sido cuando ha acercado la cabeza al cristal y ha comenzado a mirar detenidamente el interior. No he podido evitar agachar ligeramente la cabeza. He aguardado oculto unos segundos, pero no he podido resistir volver a asomarme. Este continuaba en la puerta y oteando el interior como si esperase descubrir el más mínimo movimiento para intentar entrar. Casi me da algo cuando ha separado la cabeza del cristal y lentamente ha subido las manos, para después, intentar empujar la puerta torpemente. El primer intento ha sido leve, con una mano y cuanto apenas ha golpeado la puerta. El siguiente, algo más fuerte. El tercero, con ambas manos y el golpe ha resonado hasta nuestra posición. He podido ver como Iván agarraba con dos manos el hacha, preparándose para recibirlo. Cuarto golpe. Este ha sido de la misma intensidad que el anterior. El otro merodeador que permanecía quieto y de espaldas se ha girado, interesándose por el ruido. Quinto golpe, más fuerte y ha hecho temblar la puerta. El otro merodeador se ha girado y ha comenzado a dirigir su rumbo hacía la puerta. Los demás merodeadores han comenzado a interesarse por la tarea de su "compañero". El corazón se me ha desbocado ante la situación. El merodeador ha retrocedido un paso y, tambaleándose, con las manos en alto, se ha preparado para arremeter el siguiente golpe con aun más fuerza. Pero ese instante ha sido decisivo. Un sonido lejano se ha dejado oír y el merodeador se ha frenado, girando la cabeza. Dicho sonido se ha repetido un par de veces más, esta vez más claros y cercanos. Eran unos ladridos. Había un perro en el exterior. Todos los merodeadores, incluido el que golpeaba la puerta, se han girado y han dirigido su rumbo hacía el mismo punto. A paso ligero y con los brazos extendidos, han desaparecido. Al escuchar los ladridos, no he podido evitar pensar en Thor. Ha sido, por unos instantes, como si el perro que ladraba fuera él, como si él hubiese hecho aparición para salvarnos el pellejo una vez más. Y encima, el tono del ladrido. Os juro que era idéntico. Sino fuese porque yo lo vi morir ante mis ojos, afirmaría que esos ladridos eran suyos y que nos ha seguido hasta Tarragona. Pero lamentablemente eso es imposible... Sea como fuere, un perro que ha pasado casualmente por ahí o bien Thor echándonos un último cable desde el más allá, hemos salido airosos por los pelos.

Hemos permanecido ocultos el resto del día. Después de cerciorarnos de que la trastienda estaba despejada de indeseables y de parapetar la puerta, nos hemos resguardado en esta primera. Aquí, por lo menos, estamos a salvo de más merodeadores curiosos. Iván se ha pasado prácticamente todo el santo día forzando las cerraduras de los expositores que aun conservaban joyas. Aunque sea uno más de nosotros, no olvidemos su pasado en el "Skull korps". Por aquel entonces debió ser muy dado al saqueo. El resultado es que ha abierto dos de los expositores y ha llenado su mochila de cadenas de oro y anillos. Ha querido compartir su botín con nosotros, pero lo hemos rechazado. ¿Para que narices quiero yo eso si hoy en día tiene el mismo valor que un trozo de papel? Por lo menos, ha tenido un pequeño detalle que me ha gustado. De entre las joyas de su mochila ha sacado una y con un intento de poner voz simpática, se ha dirigido a Marta, diciéndole: "Pequeñaja, tengo un regalo para ti. Ven". La niña nos ha mirado indecisa y no ha hecho caso a las palabras de Iván. Era como si le tuviese miedo. Nosotros la hemos animado a ir, diciéndole, entre risas: "Ves, cariño, que aunque lo veas tan grande y tan malo, en el fondo es un trozo de pan". Tras nuestro beneplácito, la niña se ha atrevido y ha avanzado a pequeños pasos. Iván le ha dicho "Más deprisa o ¡saldré fuera y le daré tu regalo al primer merodeador que vea!". La nena ha agilizado el paso y cuando ha llegado frente a Iván, este ha sacado de su mano una pequeña cadenita de oro con un colgante y se la ha puesto en el cuello a Marta. Esta ha cogido el colgante y después de observarlo, ha corrido a enseñárnoslo mientras sonreía. Sosteniéndolo con su pequeña manita, nos ha mostrado el colgante. Era un pequeño delfín de oro. La niña ha estado como loca con el regalo de Iván hasta que ha caído la noche y se ha dormido. Que fácil es a veces hacer olvidar por unos instantes a una niña todo lo malo que ha visto hasta el momento. ¡Quién fuese niño!

Nos hemos dormido pronto. Sobre las 22:00 y tras establecer las guardias, hemos caído rendidos. Iván ha sido el primero en realizar la primera guardia y yo he caído rendido en seguida. Estaba soñando, ¡por primera vez en mucho tiempo!, con algo normal. No habían merodeadores en mi sueño, ni muertos, ni nada semejante. En el sueño me encontraba sentado en una terraza de un bar, frente a mi querida playa de Valencia, tomándome una cerveza y viendo a la gente pasar, con sus toallas, sus sombrillas, con el sol brillando en lo alto... ¡Que bonito sueño! ¡Quién pudiera vivir en él y no en esta maldita realidad! De esto hace tan solo unas horas. Que pena que Iván, el cual me estaba llamando, me haya arrancado de este sueño. Al principio, me he despertado sobresaltado, pensando que el motivo de la llamada de Iván era que los merodeadores habían entrado a la joyería. Pero gracias a Dios, no era eso. Iván me ha puesto el walkie delante de mis morros y me ha dicho "Escucha. Al otro lado están los de la señal que captamos hace unos días". Del walkie ha salido una voz, diciendo: "¿Hola? ¿Quién esta al otro lado?". No he podido evitar incorporarme de un salto y decirle a Iván que contestará. Iván ha respondido a la llamada diciendo "¿Me escuchas? Identificate si me oyes". Una respuesta demasiado brusca a mi modo de ver. Pero que se puede esperar de Iván. A pesar de esto, la voz masculina ha contestado, identificándose. "¡Por fin! ¡Alguien al otro lado! No sabes cuanto tiempo llevo intentando ponerme en contacto con alguien mediante este viejo trasto. Me llamo Antonio Reverte. ¿Y tú? ¿Cuantos sois? ¿O estas solo?". Iván, en su linea: "Demasiadas preguntas haces para no conocernos. Creo que eso es una información que me voy a reservar. En los tiempos que corren, no es muy recomendable ir facilitando esa clase de información. Dime que quieres". El tal Antonio ha replicado "Vaya... Nunca me imaginé que cuando estableciera contacto con alguien sería así. No sé que decir... Quizá tengas razón y yo tampoco deba facilitarte más información de la que ya te he facilitado". He mirado a Iván y le he dicho "¿Que coño haces? Deja de tener esa actitud...". Este me ha hecho caso omiso y ha contestado a Antonio "Ok. Me parece justo. Suerte". Este chico, definitivamente, es tonto. Le he reprochado su actuación y Belén me ha apoyado. Su contestación: "No nos podemos arriesgar. No sabemos quién es y que quiere. Además, en el caso que quiera ayuda, nosotros no nos encontramos en el mejor momento". El walkie ha sonado de nuevo. "Mira, quizá esto sea una locura. Tú no tienes mucha pinta de mover un dedo por nosotros y quizá tampoco seas de fiar, pero haré caso a mi hija y aprovecharé esta última oportunidad que se nos ha presentado. No nos podemos permitir el lujo de seguir intentando buscar a otra persona con la que contactar. Te comento. Nos estamos quedando sin víveres. Apenas nos queda comida, pero aun nos queda menos agua. No sé cuantos días más podemos aguantar así. Necesitamos salir de aquí cuanto antes, pero no lo podemos hacer solos. Necesitamos ayuda para hacerlo. El problema reside que ante las puertas de nuestra finca, hay un gran número de esas cosas y es imposible salir. Solo necesitaríamos que tú, con un vehículo pesado, despejes la zona. ¿Qué me dices? Te lo puedo recompensar". Iván se ha dirigido el walkie a la boca y se ha preparado a soltar una sonora negativa. Pero yo le he mirado fijamente y he dicho entre dientes "Podemos intentarlo...". Ha permanecido durante unos segundos en silencio y sin quitarme la mirada. Al final, ha dicho "Pero que mierda eres, Erik. Sor Erik te voy a llamar a partir de hoy" y ha respondido finalmente por walkie "Veré que se puede hacer. Dime cual es tu posición". La efusiva contestación de Antonio no se ha hecho esperar "¡Perfecto! ¡Gracias, gracias! No sabes cuanto te lo agradezco. Mira, nos encontramos en un edificio llamado Gran Torre del Sol. Es un edificio bastante grande, el más alto de la zona. Esta situado al final de la gran avenida que hay nada más entrar a Tarragona por la autovía principal. De todas formas, aunque no sé en que posición te encuentras, voy a disparar una bengala desde la ventana. Si estas cerca, estate atento". Al escuchar esto, Iván y yo nos hemos levantado rápidamente y hemos salido de la trastienda dirección a la puerta de la joyería. Primero nos hemos cerciorado de que en la puerta no había ningún merodeador. Al comprobar que no había ninguno en la puerta, nos hemos acercado a esta, la hemos abierto muy despacio y hemos salido, agachados, al exterior. El aire fresco nocturno me ha acariciado la cara. Hemos aguardado unos segundos sin parar de vigilar nuestro alrededor. La esperada bengala no ha tardado en hacer aparición. Avenida abajo, en la lejanía, se ha erguido hacia el cielo una potente luz roja. Todos lo merodeadores que teníamos cerca de nuestra posición se han quedado observando la luz, como hipnotizados. Acto seguido, han comenzado a andar en dirección a esta. Nosotros no hemos tardado en ocultarnos de nuevo en el comercio. Me he dirigido a Iván, diciéndole "La puta bengala estará atrayendo a todos los merodeadores a la zona". Su respuesta "Es lo que hay, Sor Erik". Capullo.

Hace tan solo unas horas que hemos acordado con Antonio que mañana a primera hora iremos e intentaremos despejar la puerta principal de su edificio, que prepare todas sus pertenencias para salir pitando de la casa. Él ha recalcado que hagamos uso de un gran vehículo, que no utilicemos un utilitario común. ¿Tantos merodeadores hay en su zona? Que locura.


- Erik -

5 comentarios:

Irving Zaid dijo...

Hola genial esta entrada no podia esperar mas espero que con la entrada que viene no tardes tanto

Miembro de la resistencia dijo...

Cierto, he tardado un poco en publicar. Espero que para la siguiente entrada no se me complique tanto y pueda daros una nueva entrega lo antes posible. Es más, ahora que tengo un rato voy a ponerme manos a la obra con el siguiente capitulo.

Un saludo!

seeyouinthenextlife dijo...

Yo estaba que me subía por las parede, todos los días entrando alrededor de unas 3 veces para ver si había una nueva entrada...ha merecido la pena, ya veremos que pasa con la gente a la que van a ir a rescatar, morirá alguién???.

jvillalva0 dijo...

GENIAL NUEVA ENTRADA!!! ERES LA HOSTIA TIO! XD. estaré eserando ansioso por la siguiente.

Saludos

Miembro de la resistencia dijo...

Muy buenas!

@seeyouinthenextlife: Hostia... Visto así hasta me sabe mal! jeje. Me alegro de que la espera haya merecido la pena. La siguiente entrada tampoco defraudará, al menos eso espero.

@jvillalva0: Gracias! Se agradece ver caras nuevas por aquí :D

Un saludo!