domingo, 17 de octubre de 2010

+ 17-10-10 + La bestia que hay en mi

Maldita incertidumbre... Esto es un jodido sin vivir. Pero en todos los aspectos. Eduardo no ha vuelto. Y hace un tiempo que se fue. Más tiempo hace que Iván se marchó. Hace meses. Pero por lo que a él respecta, lo doy por muerto. Todos los damos por muerto. Es algo que ya tenemos asumido. Pero Eduardo, yo se que sigue vivo. No hace tanto tiempo de que se marchó. Y algo me dice que esta rumbo hacía aquí. Pero no lo podemos esperar más. No sé cuanto podemos aguantar bajo este techo. Desde que me enteré de las últimas noticias, las cosas no pintan nada bien. Han ido a peor. Al día siguiente de esto, lo primero que hice fue, discretamente, informar a María. Ella se sorprendió tanto como nosotros. Sus palabras fueron el sentimiento que corre en mi interior: "Tenemos que irnos cuanto antes. Este lugar no es seguro, estos individuos son peligrosos". Sí, pero como irnos. Como hacerlo sin Eduardo. Esto es un verdadero dilema. Mi corazón dice "Tenemos que esperarlo, no podemos irnos sin él", pero mi cerebro dice "Vámonos esta misma noche. Más vale llorar por una persona que no llorar por todo el grupo". Pero yo se que Eduardo me esperaría. Yo lo sé. Y como hacerle esto después de que él esté en esta situación por mi culpa. Pero la situación se ha vuelto insostenible. En cuanto cae la noche, bloqueo siempre la puerta de la habitación con el armario y duermo con la pistola debajo de la almohada. Cada noche, entro en un estado de alerta que apenas duermo. Cada ruido que oigo, por muy leve que sea, me sobresalta y me hace empuñar el arma esperando que alguien intente entrar por la puerta. Todas las noches el mismo cantar. Y cuando no es un ruido, es mi mente el que produce este para sobresaltarme y avisarme de que no baje la guardia. Belén me pide que me relaje, pero no puedo. No me fío de Miguel y de su gente después de todo lo que me he enterado y visto. Traman algo contra nosotros. Saben que Esther me ha contado todo, se que saben que nos queremos ir de aquí pero no lo hacemos por no abandonar a Eduardo. Y esto me acojona. Me siento entre la espada y la pared. Le he pedido a María que no baje la guardia, que en los momentos que yo no esté presente, que no se separé de Belén y de los demás. Ella es una chica valiente y sé que con ella, el grupo esta seguro. También le he pedido a Belén que no se separé de su pistola en todo momento. Que a la mínima señal de peligro, le meta una bala en la cabeza a quién le intente hacer algo. Quizás me estoy volviendo paranoico, pero prefiero volverme esto antes que un confiado. Con todo lo que he y hemos vivido me avala, así que esta vez no me va a pillar nada por sorpresa. Estoy dispuesto a vender cara mi vida. Ya lo creo que sí...

Y más, después de todo lo de hoy.

Sobre hoy, que decir. Es un ambiente muy raro el que fluye aquí. Durante la comida, Miguel ha notificado que la misa se iba a hacer nada más acabar esta. Yo, como siempre, he ignorado esto. Nunca voy a estas misas y menos lo iba a hacer ahora. Pero he recordado que Esther si acude a estas. Aunque ahora lo haga por guardar las apariencias. Esto me ha hecho recapacitar en algo que hasta ahora no había recapacitado. He pensado en mi plan de no mantenernos separados y que las misas no eran una excepción. Por precaución, tenía que evitar que Esther acudiese a esta misa y a todas las siguientes, o por el contrario, acudir todo el grupo. Nada más acabar la comida, toda la gente se ha levantado de sus asientos y se ha dirigido hacía la puerta de salida con la intención de ir a la iglesia. Yo he seguido a Esther y esta se ha percatado de esto, entonces se ha metido en uno de los baños. Yo, disimuladamente, me he metido tras ella. Ella estaba junto a un lavamanos y me ha dicho "Que te ronda la cabeza, Erik". He sido contundente y le he dicho "No debes ir a esa misa. Ni a esta ni a ninguna más. No sabemos hasta donde son capaces de llegar, por eso, no debemos mantenernos separados". Ella me ha dicho rotundamente "No. Tengo que ir. Si no voy, sospecharan aun más. Tengo que guardar las apariencias hasta que llegue el momento de marcharnos de aquí. Además, no hay ningún peligro en estos actos. No va a pasar nada, no padezcas". Mi contestación ha sido "Ok. Pues si tienes que ir, acudiremos nosotros también. Tú dices que no hay ningún peligro y puede que tengas razón. Pero no me voy a arriesgar. No nos tenemos que separar bajo ningún concepto. No tenemos que cometer errores que si hemos cometido en el pasado. Ves a la misa, yo voy a avisar a todos. Nos vemos allí. Estaremos sentados en la última fila". He salido del baño y he corrido a buscar a los demás para comunicarles la noticia. Primero he encontrado a Belén y le he dicho "Vamos a asistir a la misa. Ya sabes que Esther sigue acudiendo y comienzo a pensar que estas pueden ser peligrosas. No me fío. Ves a la habitación y coge las pistolas. Cárgalas y guárdate una en la chaqueta. La otra guárdala y dámela antes de entrar a la iglesia. Seamos discretos, no se como pueden reaccionar si ven que acudimos armados a su templo". Belén me ha dicho "Ok", me ha dado un beso y ha salido a toda prisa a hacer lo que le he pedido. Mi siguiente objetivo ha sido buscar a los demás para avisarles de el plan. No he tardado en encontrar a María. Le he expuesto brevemente el plan y me ha dado la razón. En cuanto le he dicho que no podemos bajar la guardia, ella ha levantado su camiseta y me ha enseñado un cuchillo que llevaba guardado entre el pantalón y ha dicho "¿Quién dice que la he bajado?". Ya solo me quedaba avisar a dos: a Hans y a Elena. Esto se me planteaba difícil, ya que cuanto apenas conocen que esta ocurriendo. Después de todo lo que ha ocurrido, a ellos solo les he dicho que algo estaba ocurriendo, que permanecieran con mil ojos y sin fiarse de nadie de aquí. Hans me hizo muchas preguntas al respecto, las cuales no conteste. El motivo, a Hans no lo conozco lo suficiente y no se hasta que punto sabe mantener la boca cerrada y Elena, que con su cerebro de mosquito seguro que se le escapaba algo de la información y se terminaban enterando los sectarios. Bueno, eso es lo que yo les había dicho hasta el día de hoy y ahora tenía que ingeniármelas para que acudieran a la misa sin saber más de lo que saben. Los he buscado por todas partes: en sus habitaciones, en las salas comunes, en los exteriores... nada. Nada hasta que me ha dado por buscar en uno de los baños. Y en que mala hora. Al entrar a este, he ido abriendo las puertas de los retretes hasta que.. he dado con ellos. Debía de haber llamado antes. Al abrir la puerta, me he encontrado un panorama algo incomodo. A Hans, con los pantalones bajados y a Elena... bueno, de rodillas... ya me entendéis. Hans ha puesto una cara de sorpresa mezclada con vergüenza, pero antes de que dijese nada, he cerrado la puerta a toda prisa. Me disponía a irme cuando Hans ha salido diciéndome "¡Erik! ¡Erik! ¡Espera! ¡No es lo que parece!" mientras se subía los pantalones. Yo me he girado y le he dicho "Ah, ¿no? Vaya, que mal pensado soy. Ha tropezado y se ha caído al suelo, dando la casualidad que ha caído de morros en tu paquete... (Elena ha salido del retrete en ese momento con la cabeza agachada y Hans, al oír mi contestación, se ha quedado con la boca abierta) Vamos a ver, Hans, que ni soy idiota ni me importa lo que hagáis. Pero tendríais que tener un poco de vergüenza y centraros. Sobretodo tú, Elena, que solo piensas en lo mismo (esta me ha mirado tímidamente con la cabeza agachada) Ese es el respeto que le guardas a Iván. Que poca vergüenza...". Lo que me ha contestado Elena ha sido el colmo: "Tengo derecho a rehacer mi vida. Tengo asumido que Iván esta muerto. Soy libre de hacer lo que quiera". Ni siquiera le he contestado. Creo que la mirada de asco que le he lanzado ha sido más que suficiente. He dado media vuelta y me he salido de los lavabos. Pero Hans ha salido corriendo tras de mi y me ha dicho "Yo... lo siento... tienes razón. Esto ha estado muy mal y desubicado de lugar. No tenía que haber pasado. Pero es que ella lleva un tiempo insinuándose y no soy de piedra... Ahora me siento culpable... mi mujer... como he podido hacer esto. No sé ni siquiera si estará viva y yo haciendo esto...". No le he dejado acabar: "Te creía hecho de otra pasta, Hans. No me esperaba que te traicionases a ti mismo tan fácilmente. Pero es tú problema, te has fallado a ti mismo. Y a tú familia. A mi no me des explicaciones, Elena no es nada mio. Dale las explicaciones a tú mujer cuando la encuentres. Solo te digo que acudáis ahora a la misa. Vamos a ir todos y quiero que estemos unidos en estos momentos. Pronto comprenderás esto". De Elena no me sorprende esto. Es una chica muy ligera que, hasta día de hoy, se ha tirado a casi todo el grupo y su cerebro no da para más. Pero Hans, un hombre hecho y derecho, entrado en años y con una familia a la que se suponía que quería, haciendo esto... Me ha decepcionado. Pero como ya le he dicho, es su problema. Allá su consciencia. Si él puede dormir tranquilo a partir de hoy, que lo dudo, es problema suyo.

He acudido a la iglesia y cuando he llegado a la puerta, he descubierto que aun estaba entrando gente. En la puerta, dando la bienvenida a cada feligrés, estaba Miguel. Al final de la cola, Belén y María. Me he acercado a ellas y Belén me ha abrazado. Mientras hacía esto, he notado como metía mi pistola en la parte trasera de mi pantalón. Yo le he dado un beso y le he guiñado el ojo en símbolo de complicidad. Hemos esperado nuestro turno para entrar a la iglesia, tiempo en el que se nos han unido Hans y Elena. Cuando ha llegado nuestro turno para entrar, Miguel nos ha dicho: "¡Que alegría, hermanos! ¡Acudís a esta misa! El altísimo me avisó de esto en su última revelación. Él me dijo que acudiríais a esta misa tan importante. Él os ha dado el empujón para que vengáis. Pasad, pasad y coger asiento". Le he dedicado mi mejor sonrisa falsa y no he dicho nada. Hemos pasado y tomado asiento en la última fila, donde siempre. Con todos sentados, Miguel ha transitado por el pasillo central, ha bordeado el foso todavía en obras y ha llegado hasta el altar. Allí ha comenzado a hablar:

"Hermanos... Hermanas... Bienvenidos todos de nuevo a la casa del Señor. Gracias por acudir todos y cada uno a la cita que os ha marcado Dios. Como sabéis, corren tiempos oscuros. Tiempos de dolor, de violencia, de horror... Pero nosotros nos mantenemos firmes y seguimos las palabras de nuestro Señor. Y por ello, él nos protege y nos ayuda. Él nos ha brindado una segunda oportunidad, mientras que a todos aquellos que desobedecieron sus enseñanzas y mandatos, les ha mandado a su ejercito divino para acabar con sus vidas de desenfreno y lujuria, les ha mandado a su ejercito de malditos para acabar con todos ellos y unirlos como nuevos soldados de su ejercito hasta el día del juicio final. Ese día, todas las almas sobre la tierra serán llamadas ante él y ante su tribunal de ángeles. Cada alma será pesada en la balanza divina. Los actos a lo largo de la vida pasada de cada alma determinaran el veredicto. Las almas que han llevado una vida de pecado y desenfreno, almas negras como el carbón y pestilentes como el estiércol, sus pecados hundirán la balanza y pesarán más que sus pocos actos puros. Esa almas serán inmediatamente capturadas por ángeles caídos, ángeles de alas de fuego y cuerpo de ceniza, y arrastrarán a esos desdichados al infierno por los siglos de los siglos, hasta que el fuego despoje y limpié toda la inmundicia de esas almas corrompidas. Por el contrario, todas aquellas almas libres de pecado, de vidas de sacrificio, limpias como el agua pura y cristalina, sus actos buenos pesarán mucho más que sus actos negativos. Benditas esas almas, que sobre blancos y puros corceles alados serán conducidos ante las puertas del paraíso, allí donde corren torrentes de agua clara, allí donde los pájaros cantan y juegan día y noche, allí donde no existe el dolor y solo hay que bondad y gozo. Ese será el premio a vuestro sacrificio, la vida eterna, mientras que para todos aquellos pecadores, su premio será fuego y azufre. ¿Por qué os hablo de todo esto, hermanos? Porque el día del juicio esta cerca. Dios empieza a llamarnos. Él quiere que comencemos a tomar consciencia y preparemos todo para ese gran día. Y por ello, él me ha encomendado, entre otras cosas, que realicemos esta obra (ha señalado el foso en construcción). Él quiere que terminemos esto para el gran día. El día que todo acabara y marcharemos de vuelta a su seno. Porque en su última revelación, él me ha dado a conocer la fecha del fin de este mundo terrenal..." Todos los sectarios han soltado prácticamente al unisono una exclamación de sorpresa y han comenzado a murmurar. Nosotros nos hemos quedado un poco sorprendidos de esto y hemos intercambiado miradas entre nosotros. Miguel ha continuado "...No, hermanos, no... No os asustéis. Que no os invada el miedo. No tenéis nada que temer. Nosotros estamos en la senda correcta. Nosotros seguimos su palabra. Relegar el miedo para aquellos que, a pesar de conocer la palabra del altísimo, siguen haciendo caso omiso a sus deseos. Aquellos que giran la cabeza ante las palabras de nuestro señor todopoderoso. Aquellos que parecen tener un velo sobre sus ojos. Esos deben temer, porque la ira de Dios no conoce limites (no se porque, pero esta serie de lindezas me da que nos la ha dedicado a nosotros...). Nosotros hemos escuchado su llamada y llevamos tiempo transitando la senda verdadera que él nos ha marcado. Por ello, en vez de miedo debemos sentir ansia, ansia de que ese día llegue lo antes posible y dejemos este infierno terrenal para entrar en el jardín eterno donde viviremos para siempre. Hermanos... Él no me ha permitido que os de a conocer la fecha del gran día. Tampoco os puedo decir que ocurrirá. Pero si quiere que sepáis que las obras que estamos llevando a cabo aquí hay tienen que ser terminadas lo antes posible. El motivo, ya lo conocéis. El día en que esta pesadilla acabara, daremos una última misa. Y el todopoderoso quiere que en esa misa también estén presentes cierto número de sus huestes divinas. 66 reanimados para ser exactos. El por qué es sencillo. Si bien son pobres pecadores pagando parte de su castigo, también son tan hijos de Dios como lo somos nosotros. Y tienen el mismo derecho que nosotros a estar presentes en la misa del gran día...". El silencio se ha hecho en la sala en ese momento y yo, ante tanta tontería y sin darme cuenta, he pensado en voz alta diciendo "Locos... Esto es un nido de locos... 66 merodeadores compartiendo techo con tantas personas... Un suicidio". A pesar de la distancia que nos separaba con Miguel, él me ha escuchado. Ha sido mala suerte que haya hablado justo cuando se ha hecho el silencio. La cuestión es que él se ha dirigido a mi, diciéndome delante de toda la gente, la cual se ha girado a mirarme "¿Algún problema, hermano Erik?". He estallado perdiendo los papeles, lo confieso. En voz alta, casi gritando, he contestado "Pues sí. ¿Donde te has dejado la cordura, Miguel? Tanto merodeador aquí dentro, aunque estén dentro de un foso, es un suicidio. ¿Que no piensas en toda esta gente? Me parece muy bien vuestra fe y toda la parafernalia que habéis montado aquí en todo este tiempo. No lo niego, la mayoría de esta gente esta viva gracias a tu iniciativa, pero ¿por qué llevarlo todo hasta este limite?". Miguel, con voz serena, me ha respondido "Yo no dicto las normas, hermano. Solo hacemos lo que Dios nos dice que hagamos. Yo solo soy el portavoz". Justo ha acabado de decir eso cuando toda la gente que había girada en sus asientos ha empezado a murmurar y a gritar "¡Infiel!" e "¡Infieles!". Yo no me he dejado acogotar y he replicado "¿Dios dice que hagáis esto? ¡Mentira! Todo esto es producto de tu fantasía, Miguel. Y ya es hora de que se lo hagas saber a toda esta pobre gente que te sigue incondicionalmente. ¡Háblales de tu mal! ¡Diles que el motivo de que no te ataquen los merodeadores es porque no sudas a causa de la enfermedad que padeces! ¡¿Y tus revelaciones celestiales?! ¡Simples delirios febriles! Venga ya... Ya de paso, ¡cuéntales que Reus sigue en pie y que tú lo has estado encubriendo, diciendo lo contrario para que tus fieles no te abandonen!". La he cagado y lo reconozco. Ahora ya si que tenemos que tener cuidado. Miguel ya sabe que conocemos su secreto. Y todo por perder los papeles y dejarme llevar por mi carácter. Varias filas delante nuestra, pude ver a Esther, mirándome fijamente con la boca abierta y completamente sorprendida. Si en ese momento pudiese haberle leído la mente, se que ella estaría pensando "Maldito insensato, ¿que haces? ¿así guardas el secreto?". Rodeado de todas esas personas mirándome, con Miguel callado en el altar y envuelto de un denso silencio, he temido que diese la orden de que nos atraparan y por ello he dirigido mi mano a la parte trasera de mi pantalón y me he preparado para desenfundar la pistola y liarme a tiros con todo aquel que nos quisiera hacer daño. Pero no. Miguel ha dicho "Erik, no sabes lo que dices. Te invade la ira. Solo te diré una cosa. Te compadezco... Tú jamás entraras en el reino de los cielos. Esta noche rezaré por tu alma". He dado media vuelta y me he dirigido hacía la puerta. No quería escuchar más mamarrachadas. Cuando he abierto la puerta de la iglesia y he salido, he comenzado a maldecir y patear un cubo de basura. Acababa de delatarnos ante Miguel. Soy un completo idiota. Lo acababa de informar y era justo lo que tanto quería evitar. Y lo peor de todo, que he delatado a Miguel y nadie se ha sorprendido ni me ha hecho caso. Están completamente hipnotizados. Me dirigía al edificio cuando Esther ha salido de la iglesia y ha corrido hasta mi. Entonces, me ha dicho "¡Estas capullo! ¡Ahora si que corremos peligro! ¡Ni si quiera hace falta que siga fingiendo, ya saben que he sido yo quién te lo ha dicho!". No le he hecho caso y me he dirigido a toda prisa hacía la habitación. Tenía que meterme allí, sentarme en la silla, tranquilizarme y aclarar mi cabeza. Pensar que hacer. El problema ha sido cuando he llegado a esta.

Nada más llegar a la habitación ha sido cuando me he llevado la sorpresa inesperada. La puerta, la cual siempre cerramos al irnos, estaba entreabierta. Con sumo cuidado, la he abierto despacio y he descubierto a un individuo rebuscando en los cajones. Al grito de "¡Eh, tú! ¡Que haces aquí!" se ha girado y he descubierto de quien se trataba. Era Juanca. Este, con cara de sorprendido, me ha dicho "Nada. No busco nada". Yo, mirando la habitación, la cual estaba revuelta y con signos de que había estado buscando algo, le he contestado "Claro, claro. Y estas aquí porque la has confundido con tu habitación, ¿no?". Juanca ha dicho "No te tengo que dar explicaciones, infiel". Mientras yo cerraba la puerta, le he dicho "Claro. No tienes porque dármelas... pero me las vas a dar". Este ha reculado hacia una esquina, diciendo "¿Qué... qué vas ha hacer?". Mi respuesta no han sido palabras, sino abalanzarme sobre él. Juanca, de un rápido movimiento, me ha esquivado al tiempo que me ha lanzado una silla sobre mi. Esta me ha impactado, pero he conseguido cogerlo de la camisa antes de que abriese la puerta. Le he propinado un fuerte puñetazo en la mandíbula seguido de dos más. Juanca se ha tambaleado y casi pierde el equilibrio. Le iba a propinar un cuarto golpe cuando él me ha respondido con una patada en mis partes. No os puedo describir con palabras el dolor que he sentido. Pero aun así, le he devuelto el golpe en forma de patada a la altura de la barriga. Ha caído derribado y le he seguido golpeando. No se como lo ha hecho, pero se ha rehecho y se ha lanzado sobre mi, derribandome en el suelo y cayendo sobre mi. Acto seguido, me ha cogido con ambas manos del cuello y ha comenzado a estrangularme. Os confieso que por unos momentos he pensado que me iba a matar. Me estaba ahogando y no me podía soltar. Como he podido, he estirado mis brazos y he agarrado con fuerza su cabeza. Entonces, he dirigido mis dedos pulgares sobre sus ojos y he apretado con fuerza. Este, a toda prisa, me ha soltado el cuello y ha dirigido sus manos sobre las mías. Si hubiese querido, le habría hundido los ojos lo suficiente como para destrozarlo, pero por humanidad, no lo he hecho. Su pago ha sido levantarse y coger mi machete, que estaba sobre un montón de ropa procedente de un cajón. Lo ha sacado de la funda y, empuñándolo en alto, ha corrido hacía mi con la intención de apuñalarme. No me daba tiempo a levantarme ni tampoco a intentar repeler el ataque. En ese mismo instante, estaba vendido. Pero si que he podido desenfundar mi pistola del pantalón y encañonarle. He estado a nada de apretar el gatillo, pero Juanca se ha frenado en seco antes de que lo hiciera. Aun así, he dudado en si disparar. Algo dentro de mi me estaba gritando que lo matase. Pero no lo he hecho. Todavía no me he convertido en un monstruo. Aunque comienzo a plantearme que quizás me queda poco... Juanca, al ver el arma apuntándole, me ha pedido que no dispare. Mientras me levantaba del suelo, le he ordenado que tirara el machete al suelo, cosa que ha hecho, entonces le he apoyado el cañón de la pistola sobre la frente y le he dicho "Si no quieres que te haga un agujero en la cabeza, habla. ¿Que buscabas y quién te ha mandado que lo hagas?". Me ha respondido "Matame. No te voy a decir nada. Así que hazlo. No vivo en pecado como tú, por lo tanto, no temo a la muerte". En ese mismo instante, la puerta se ha abierto y Belén ha hecho aparición. Al ver el panorama, ha gritado "¡Erik! ¡No lo hagas!". Han transcurrido unos largos segundos en que ninguno de los presentes ha hecho nada. Nuevamente he estado a nada de disparar. Entonces, le he dicho "Eres un jodido traidor y un sucio chivato. Así nos pagas todo lo que hemos hecho por ti. En que mala hora te saqué de aquella jaula. Te tenía que haber dejado allí metido para que te hubieran comido esa panda de caníbales. En que mala hora... Se que te ha mandado Miguel. Dile de mi parte que, como siga con esto, se las va a ver conmigo. Que no se preocupe, que nos vamos a ir de aquí cuanto antes, pero que en el transcurso de tiempo que permanezcamos aquí, por su bien y por el de todos, ni se os ocurra hacernos algo a mi o a los míos, porque seré yo mismo en persona quien os despelleje uno por uno. ¡Corre! ¡ves y diselo, chivato traidor!". He bajado el arma y Juanca ha dado media vuelta y se ha dirigido hacia la puerta. Mientras iba camino de esta, ha cogido del suelo una mochila y se la ha colgado del hombro. Belén, de un rápido movimiento, le ha dado un estirón y se la ha arrebatado. Tras esto, Juanca ha corrido y ha desaparecido por el pasillo. Belén ha abierto la mochila y ha sacado de esta lo siguiente: mis dos pc's portátiles, el libro de notas de Belén y los mapas con los cuales nos hemos estado valiendo todo este tiempo. Este hijo de la gran puta estaba buscando información de lo que estamos planeando hacer. Él conoce que escribo en este blog, por eso quería robarme los pc's. María y los demás han aparecido en ese instante. María ha preguntado que ha ocurrido, pero le he dicho "Ves al trastero donde guardan nuestras armas. Esto es algo que debimos hacer hace mucho tiempo. Tráelas aquí, junto con la munición. Coge la que quieras y dales una a Esther, Hans y a Elena. Las demás se quedarán aquí. Y asegurar las puertas esta noche. Darme tiempo y nos iremos de aquí en cuanto podamos". Belén me ha mirado y me ha dicho "Erik... No eras tú mismo... Creía que lo matabas... ¿Que te esta pasando?". Solo he podido responder con un "No lo sé... no lo sé ni yo".

Y esa es la verdad. No sé que me ha pasado. He logrado controlar la situación, pero he estado a punto de dispararle aún teniéndolo reducido. Y lo peor de todo es, que si lo hubiera hecho, creo que no habría tenido remordimientos. No es la primera vez que mato a alguien que no es un merodeador, pero no es por esto por lo que no habría tenido remordimientos. Es extraño. Es como si esta situación me estuviese desbordando, como si el saber que pendemos de un hilo y la incertidumbre de este peligro latente que nos acecha, estuviese despertando en mi un instinto de supervivencia el cual me lleva a hacer cosas horribles para defender a los míos. Y se que si me obligan a hacerlo, cumpliré mis amenazas y acabaré con todos y cada uno de los de esta comunidad. Sin remordimientos.

- Erik -


miércoles, 6 de octubre de 2010

+ 06-10-10 + La revelación

Como ya es bien sabido, nunca dejamos de sorprendernos. Es asombroso la capacidad que tiene el ser humano de pasar de un estado de tranquilidad o alerta a otro de preocupación y nerviosismo en tan solo apenas unos segundos. Y es que a veces se comete el error de bajar la guardia y olvidar el peligro latente que acecha en cualquier metro cuadrado del mundo que nos ha tocado vivir. Nunca aprendemos que, tras las palabras dulces y amables de muchas personas, se puede esconder un encantador de serpientes en potencia, alguien que con sus palabras melosas hipnotiza, ocultando sus verdaderas intenciones. Y he ahí el otro problema, cuando se descubre a un individuo de estos y uno no sabe averiguar que se esconde tras sus palabras, que oscuras intenciones oculta. En estas situaciones, cuando descubrimos al criminal pero no descubrimos el crimen, nos vemos arrinconados entre la espada y la pared, ya que no sabemos como actuar, no sabemos si atacar o esperar a ser atacados. Si atacamos primero, nos exponemos a rebajarnos a la altura de nuestro rival y de dar un paso en falso, si esperamos a ser atacados para defendernos, corremos el riesgo de que sea demasiado tarde para hacer nada. Es un dilema. Y en ese dilema nos encontramos nosotros ahora mismo. Con caballo de Troya incluido.

He pasado estos días dándole vueltas y más vueltas a las palabras de Esther. He intentado hablar varias veces con ella, pero me ha rehuido y alegado "Este no es el momento para hablar, ya te avisaré". Por más que lo he intentado, no he logrado comprender porque tanto secretismo y, si es un tema tan urgente, que hacía que no me lo decía cuanto antes. No he entendido nada hasta esta noche pasada. Eran sobre las 23:00 horas y me encontraba con Belén en nuestra habitación. Yo estaba escribiendo una entrada, la cual he tenido que borrar para escribir esta, cuando Belén me ha dicho "¿Que es eso?". Al girarme, Belén estaba recogiendo un papel del suelo, el cual se encontraba junto a la puerta. Me he levantado al mismo tiempo que Belén me ha dicho "Lo acaban de colar por bajo de la puerta" y le he pedido que me lo dé. Nada más cogerlo he supuesto de que se trataba y mi suposición se ha confirmado al abrirlo. Escrito a lápiz, ponía"Acude al tercer cobertizo. Sal sin que te vea nadie. Esther". A pesar de la advertencia de Esther sobre que no contará nada a nadie, sí lo he hecho y ha sido a Belén. La puse al corriente de todo esto nada más hablar con Esther en el primer encuentro que tuve con ella nada más volver aquí. Belén ha permanecido estos días igual que yo, sin entender nada de lo que me ha dicho Esther, pero sin embargo, me ha contado que desde que yo me marché, Esther ha permanecido muy rara, separada de todos los demás miembros de la comunidad. No sé si os acordaréis que desde que discutió conmigo, se unió al colectivo de sectarios como una más. Pues bien, con Belén al corriente de todo esto no me ha hecho falta dar explicaciones sobre la nota y he podido salir sin demora de la habitación camino al cobertizo. Por cada paso que he dado, me he asegurado de que nadie me ha visto y, mucho menos, me ha seguido. Cuando he salido al exterior del edificio, la brisa nocturna me ha dejado helado prácticamente al instante. Viendo la oscuridad de la noche y yo sin una linterna para poder alumbrar el camino, lo que he hecho ha sido sacar la pistola del cinturón y, con los cinco sentidos en alerta, transitar los huertos hasta llegar a dicho cobertizo. De camino a este no he parado de sentir escalofríos y no del frío precisamente. Resaltando por encima del sonido del ulular del viento, el tétrico sonido que desde hace más de un año y medio viene siendo habitual: los quejidos y lamentos apagados de los merodeadores. Al principio he pensado instintivamente que estos eran producidos por una horda de merodeadores que se acercaba, pero he conseguido tranquilizarme en cuanto me he acordado que estos provenían de la granja de Miguel. Nada más llegar al cobertizo, he mirado a todos lados. No estaba Esther. De repente y sobresaltándome, se ha abierto la puerta del cobertizo y ha aparecido ella, invitándome a pasar. No había cruzado ni la puerta cuando en seguida me ha dicho "No te ha visto nadie, ¿verdad?". Le he dicho que no y le he preguntado que qué ocurre, que por qué todo esto. Ella ha respondido:

"Son muchas cosas y no se por donde empezar. Cuan engañada he estado, Erik... y cuanta razón tenías en tus palabras. Siento mucho como me puse contigo, siento mucho todos los insultos que te dije y el haceros de lado a todos... He permanecido todo este tiempo con una venda en los ojos. Ahora entiendo que me entregué tan pronto a esta creencia por desesperación, por miedo al mundo en que vivimos. Como tú me dijiste, ha sido por necesidad de creer en algo, por dar explicación a todo lo que esta ocurriendo. Y Miguel, con sus palabras de salvación y sus trucos me ha engañado. Sí, has oído bien, sus trucos, en mayúsculas. En primer lugar, quiero que sepas que Miguel y la mayoría de su camarilla de confianza, esos que llevan el cubrecabezas de tela, no son trigo limpio. O al menos, son un atajo de locos que se creen sus propias mentiras. Lo que esta claro es que desde que me ido separando de ellos y descubriendo cosas por mi cuenta, están ejerciendome un seguimiento a todas horas. Cada paso que doy, están ellos detrás para vigilarme. Si hablo contigo, ellos están presentes. Si voy a mear, siempre hay alguno merodeando para ver si es verdad que ido a hacer mis necesidades. Ya no se que hacer...". Le he preguntado que si sabía por qué estaban haciendo esto y su pregunta ha sido tan contundente como reveladora. Ha desvelado la prueba del millón, la que tantas veces me he preguntado y dolores de cabeza me ha dado. "Todo comenzó desde que te marchaste. No se que día exactamente. Yo, por aquellos días, no sospechaba nada ni tenía este problema con ellos. Al contrario. Acudía a las misas, ayudaba en las tareas, rezaba con ellos... una más, vamos. Pero un buen día me percaté de algo. A Miguel le ocurría algo. Vi las manchas rojas que tenía en los brazos y en seguida recordé el inyectable de medicamento que cogiste de su habitación, aquel por el cual discutimos. Al ver esto le pregunté y me contestó hablándome sobre Dios, que él lo castigo por su vida de excesos y tal y tal. Vamos, que no me respondió a la pregunta. A sabiendas de esto, me dediqué a observarle. Quería saber que dolencia padecía y saber si tenía tratamiento. Entonces fui descubriendo más cosas. Vi que siempre se tomaba unas pastillas después de cada comida, vi que siempre se quejaba de dolores de cabeza, de mareos, de que tan solo estar unos minutos al sol se sentía indispuesto y se tenía que poner a la sombra rápidamente, de que se fatigaba con mucha facilidad... Pero la mayoría de estos síntomas entran en gran cantidad de enfermedades, así que necesitaba saber más. ¿Y sabes que hice para averiguar más? Lo mismo que tú. Rebuscar en su habitación. Aquí la curiosidad ya era más grande que mi fe. Un día de misa, me escapé unos minutos antes de que acabara esta y me dirigí a su habitación. Después de asegurarme de que nadie me había visto, comencé a mirar en los armarios, en los papeles de su escritorio, en los cajones... Quería encontrar una caja de ese medicamento que conservase el prospecto. Pero encontré algo mucho mejor. Un fardo de papeles médicos a nombre de Miguel (por lo visto, Esther ha encontrado los papeles que yo tuve en mi mano y no tuve tiempo para leerlos) Comencé a leerlos y, ¿sabes qué? ¡Bingo! Ahí estaba la dolencia que sufre Miguel. Enfermedad de Fabry. Ahí ha sido cuando he comprendido todo y el mito se me ha caído a los pies. Miguel no es un elegido y nunca lo ha sido. Es una persona enferma de una extraña enfermedad que no tiene cura y la cual explica todo. Por eso el Replagal que me enseñaste, este es un medicamento para tratar esta enfermedad. ¿Recuerdas las veces que ha entrado en trance y lo llevan a la habitación donde Dios le habla? Pues bien, ese trance son simples desmayos por su enfermedad. ¿Sus dolores de cabeza? La enfermedad. ¿Las manchas de sus brazos? La enfermedad. ¿Los mareos? La enfermedad. ¿Que no pueda soportar ni dos minutos al sol? La enfermedad. ¿Que camine entre los merodeadores? La enfermedad...". Cuando ha dicho esto no he comprendido que relación puede tener la enfermedad con caminar entre los merodeadores. Pero lo he comprendido rápidamente con su explicación. "...no pongas esa cara, Erik. Todo encaja. Supongo que no conocerás la enfermedad de Fabry. El síntoma más característico de esta enfermedad es que los enfermos... ¡no sudan! Y si lo hacen, lo hacen en cantidades ínfimas. Por eso Miguel no tolera el calor, sufre anhidrosis, o sea, que su cuerpo no genera sudor. Y de ahí que los merodeadores no lo detecten. Esto solo es una teoría, ya que no tengo ni idea de si esas cosas captan los olores o si nos detectan por alguna sustancia que genera el cuerpo humano, pero más lógico que hablar con Dios y ser el elegido es. Por lo visto, Miguel es invisible a los merodeadores, ya que al no sudar, no libera sustancias por las cuales ellos nos deben detectar e identificar como 'comida'. Y ahí, que pueda andar entre ellos. También le he encontrado lógica a su supuesta comunicación con Dios. Bien. Sabrás que siempre, antes de que su Dios le hable, entra en un trance, ¿no?. Pues ese trance no es más que un desmayo. Y aquí vuelve a un primer plano su anhidrosis. Como no suda, su cuerpo no regula la temperatura, principal motivo por el cual todo ser vivo suda, entonces se sobrecalienta y sufre un colapso. Eso le conlleva a un desmayo mientras su temperatura corporal aumenta. Con una temperatura anormal en su cuerpo y por lo tanto, fiebre, aquí entra Dios, o mejor dicho, delirios causados por la fiebre...".

Ante esta serie de explicaciones lógicas de Esther, la cual tiene conocimientos médicos y sabe de lo que habla, me he quedado sorprendido. Normal que no encontrase una explicación a todo ello, desconozco por completo el campo de la medicina. Hasta ahora, nunca había oído hablar de esa enfermedad, la desconocía por completo. Y ahora que Esther ha dado con la solución, todo encaja. Por eso él puede caminar con los muertos, por eso él habla con 'Dios'. Me gustaría reunir a todos sus fieles y decirles la verdad sobre su líder. Pero no sé hasta que punto esto sería lo correcto. Primero, estoy seguro de que la inmensa mayoría, por no decir todos, no me creerían o no le darían importancia. Seguirían creyendo a Miguel a pies juntillas y siguiendo sus enseñanzas. Es el colmo de toda religión, el fanatismo. Personas que, están tan entregadas a una fe o a una creencia que a pesar de mostrarles la verdad ante sus ojos, no son capaces de verla. Es como si sus ojos estén tapados con una venda. Y eso es lo que creo que ocurre aquí. Segundo, en el caso que me creyeran, ¿hasta que punto sería beneficioso?. No nos engañemos, están viviendo una farsa, pero en esta comunidad se mantienen unidos y seguros del mundo, más de lo que estarían separados.

Esther ha continuado hablándome, entonces le he interrumpido para preguntarle porque todo este secretismo y en que se basa para decirme que la estén vigilando si Miguel y los suyos se supone que no saben nada de esto. La respuesta ha sido esta: "Te equivocas. Miguel se ha enterado de que estuve en su habitación y creo que sospecha que he abandonado la fe. El día que estuve en su habitación, fui descubierta infraganti por Juanca (sabía que este tipo era un cantamañanas, pero no tanto). Como ya sabes, Juanca esta igual o más absorbido por esta creencia que yo lo he estado. Y adora y cree a Miguel como el mesías que dice él ser. Por lo visto, Juanca abandonó antes la misa por indicación de Miguel. Este le pidió que le trajera sus pastillas de la habitación, y en que mala hora, ya que si no fuera por esto, nadie se habría percatado de que había estado ahí. Juanca se quedó sorprendido al verme dentro de la habitación con los cajones abiertos y los papeles en la mano. Me dijo que qué hacia ahí y que estaba buscando. Le dije la primera escusa que se me pasó por la cabeza, ya que estaba muy nerviosa, pero no coló. Entonces comenzó a llamarme infiel, desagradecida, traidora y se marchó a toda prisa por el pasillo. Yo ya sabía que Juanca era el perrito faldero y chivato de Miguel, pero como yo formaba parte de la comunidad, nunca me había importado. Que sepas que él fue quién le informaba de todos vuestros pasos. Él fue quién se chivó de que fue Iván quién mató a aquel merodeador a pesar de la prohibición de Miguel y también se chivó de que tú habías entrado a su habitación y robado un vial de Replagal (ahora todo encaja. Él era el chivato que me delató). Pues bien, en tan solo 20 minutos, Miguel ya estaba informado y me llamó para hablar con él. Estaba muy cabreado y parecía que le iba a estallar la vena de la sien. Nunca lo había visto así. No me gritó, pero si que me levantó la voz. Yo me defendí diciendo que eso era mentira, que quién le había dicho eso le había mentido sin saber con que fin. Él no reconoció que se lo había dicho alguien, en este caso, Juanca. Obviamente, no me creyó y me dijo que si volvía a hacer eso, me tiraría de la comunidad. No tuve más elección que callarme y marcharme con la cabeza agachada. Desde entonces, toda la comunidad me ha hecho de lado, me esta marginando. Yo, por guardar las apariencias, visto la túnica, rezo y acudo a las misas, pero esto lo hago para no levantar sospechas ante los ojos de Miguel. No se de que puede ser capaz si descubre que conozco su secreto. Lo que si se es que me están vigilando porque él lo ha mandado. Quiere descubrir si he abandonado la fe, si soy de fiar. Por eso no me quitan ojo. En que mala hora, Erik... me arrepiento de todo, de haberos dejado de lado, de haber entrado a formar parte de esta comunidad de fanáticos, de haber creído en esta farsa... Me siento estúpida. Lo siento, siento todo el daño que os he hecho...". Aquí ha comenzado a llorar desconsoladamente. Yo solo me he limitado a abrazarla y a consolarla, diciéndole que ya no importaba el pasado, que lo único que importaba era que se había dado cuenta de su error. En ese instante, un fuerte ruido ha sonado en el exterior del pequeño cobertizo. Esther ha parado de llorar al instante y se ha quedado en silencio. Prácticamente susurrando, ha dicho "¿Has escuchado eso?" pero no he respondido. Estaba demasiado concentrado en escuchar más ruidos procedentes del exterior. Nos hemos terminado de alarmar cuando una luz de linterna se ha colado por las juntas de los tablones de madera que forman la pared. Rápidamente y entre las penumbras, he comenzado a buscar un sitio donde escondernos. No he tardado en encontrarlo, aunque he dudado en si sería el más adecuado. Este sitio era debajo de una larga mesa que había en un rincón, junto a una estantería de metal. Esta mesa estaba tapada por un mugriento mantel que llegaba al suelo. Sin tiempo que perder, he levantado el mantel de tela y le he dicho a Esther que se metiese debajo. En ese momento, se han caído al suelo varios papeles que habían encima de la mesa. Después de que pasará Esther, me he metido dentro y he dejado caer el mantel, el cual nos ha terminado de ocultar. Nada más decirle que no hiciera ningún ruido ni dijera nada, se ha abierto la puerta y un haz de luz ha alumbrado todos los rincones de la habitación. Moviéndome cuanto apenas, he acercado el ojo a un pequeño agujero que había en la tela del mantel, pero solo he podido ver unas piernas de dos personas. Estos han comenzado a husmear por la habitación y a alumbrar a todas partes. De repente, una voz ha sonado, diciendo "Aquí tampoco hay nadie. ¿Estas seguro de haberlo visto salir del edificio y dirigirse a esta zona?". La voz de Juanca ha contestado. No sé porque, pero no me he extrañado nada de que él estuviese detrás de todo esto. Ha dicho "Tan seguro como de que estoy aquí. Vincent, entra al reanimado para que busqué". Al escuchar esto, se me han erizado todos los pelos del cuerpo. ¿Un reanimado? ¿Para qué?. He podido ver como los dos se han apartado a un rincón y ha hecho aparición en la sala un merodeador. Lo he reconocido por su paso tambaleante. Tras él, un tercer individuo, el cual, parece ser, ya que no he podido verlo más que de cintura para abajo, llevaba al merodeador lazado del cuello con un palo de perrera. El silencio se ha hecho en la sala y he mirado a Esther. Esta estaba temblando como un flan. He podido ver como el merodeador ha comenzado a andar por toda la sala y, de repente, se ha plantado en medio de esta. Lo segundos se han hecho eternos, pero han pasado volando en cuanto el merodeador ha empezado a dirigirse a nuestra posición. Se ha plantado justo delante de nuestro escondite y un fuerte olor a carne podrida nos ha invadido. Podía escuchar hasta sus débiles gemidos apagados. Su roído zapato asomaba por debajo del mantel, pisando un gran papel que se había caído de la mesa momentos antes de que ellos entraran. He suspirado de alivio cuando este se ha separado de nuestro escondrijo y se ha dirigido a un armario que había a unos metros de nosotros. Nada más llegar junto a este, se ha puesto a arañar las puertas y a gemir como un loco, entonces Juanca ha dicho "Apártalo. Esta ahí escondido, en el armario". Nada más abrir este, han caído al suelo dos grandes ratas gordas que se han alejado corriendo por la puerta del cobertizo. Al parecer, el merodeador se ha dirigido el armario atraído por el ruido de esas dos ratas. Al menos, eso parece y creo. Después de esto, Juanca ha dicho "No esta aquí. Vámonos" y se han marchado con el merodeador, cerrando la puerta tras ellos. Por poco nos pillan. Por muy poco. Esther y yo hemos permanecido escondidos durante al menos unos 15 minutos más. Ha sido una medida de seguridad por si volvían. Después, hemos salido de debajo de la mesa, pero no sin antes interesarme por uno de los papeles que habían en el suelo y el cual había estado pisando el merodeador. Al cogerlo, he visto que se trataba de un mapa lleno de signos y cruces a lápiz. ¿Sabéis cual ha sido mi sorpresa? Que era un mapa de carreteras de la zona y que todos los signos que había hechos a lápiz marcaban ¡las carreteras que habían sido explosionadas! ¡Todo esto ha sido obra de Miguel y de su comunidad! ¿El motivo? Lo desconozco, aunque creo que me lo imagino. Miguel ha mandado hacer esto con el fin de evitar deserciones a Reus y también con la intención de desviar a viajantes que se dirijan allí. No olvidemos que al poco de llegar, él nos mintió diciéndonos que Reus había caído, cosa que he conseguido descubrir que es mentira. La cuestión es que todo esto ha sido obra suya y se le ha visto el plumero. Es inútil que siga vendiéndonos esa imagen de salvador que nunca ha roto un plato. Después de esta noche, las cosas han cambiado y mucho.

Llegado el momento de salir para volver al edificio, lo hemos hecho de la siguiente forma. Primero nos hemos cerciorado de que Juanca y sus acompañantes no estuvieran por la zona. Después de esto, le he dicho a Esther que saldría yo primero, que contara hasta 30 y entonces saliera ella, siguiéndome desde lejos. De esta forma, si me descubrían, ella tendría tiempo de esconderse. Así lo hemos hecho y después de que me diera un abrazo, he salido corriendo campo a través, en dirección al edificio. Cuando llevaba suficiente ventaja, he girado la cabeza y la he podido ver entre la oscuridad, siguiéndome de lejos. Nada más llegar a la puerta del edificio, me he metido dentro y he esperado en el recibidor a ver aparecer a Esther. En cuanto la he visto hacer aparición ante las puertas de cristal de la entrada, he corrido por el pasillo hasta llegar a mi habitación. Sin tiempo que perder y mirando a todos los lados, he abierto la puerta y entrado. Belén estaba allí, tumbada en la cama y con cara de haber estado preocupada todo este tiempo. Apenas podía hablar, me faltaba el aliento, pero como he podido, he comenzado a contarle todo a Belén. Como no, se ha quedado tan boquiabierta como yo me he quedado cuando me he enterado de todo.
Hoy, en cuanto he visto a los demás, he actuado como si nunca hubiese pasado nada. No era prudente contar nada. Al único que le habría contado algo habría sido a Eduardo, y por desgracia, no esta. Esther también ha actuado como si nada, tal cual como siempre. Ha seguido sin acercarse a nosotros, pero esta vez, para no levantar sospechas. He podido comprobar como esta en lo cierto. No le quitan ojo ni se separan de ella. Pero por lo visto, no es la única. A nosotros también nos vigilan, sobretodo, Juanca. Siempre que lo veo, nos esta mirando, se encuentre donde se encuentre.

Después de saber esto, me siento nervioso, como si algo malo estuviese a punto de pasar. Si antes ya sentía la necesidad de irme, ahora la siento más. Miguel ha construido un palacio a mentiras, las cuales no se si el mismo se las creerá, y como descubra que sabemos más de la cuenta y le peligra su mundo, no creo que se lo tomé con mucha filosofía e intentará mantener lo que ha conseguido todos estos años cueste lo que cueste. Como bien ha dicho Esther, no es trigo limpio. Ni él ni la mayoría de su circulo cercano. Sino, ¿como se explica que anoche nos buscaran como si fuésemos unos convictos que acaban de escapar de una cárcel? Quizás todo esto sea producto de nuestras paranoias y no sea para tanto, que solo están buscando una simple excusa para tirarnos de la comunidad y nada más, pero nunca se sabe. No sabemos hasta donde es capaz de llegar Miguel para defender a su comunidad. Lo que si sé es que nos tenemos que ir pitando cuanto antes, ya que estamos en el punto de mira. Dos opciones tenemos: o irnos sin Eduardo y alejarnos de un peligro latente o quedarnos a esperar y que ocurra lo peor. No lo sé... No sé hasta que punto es rentable arriesgar seis vidas por una solo.


- Erik -

sábado, 2 de octubre de 2010

+ 02-10-10 + Reencuentro

Después de días esperando para partir, fue ayer cuando me puse en marcha. Con mis heridas más que cicatrizadas y con prácticamente toda la movilidad de mi brazo, ya estaba dispuesto para volver a la 'Iglesia'. De buena mañana, hablé con Andrés y le dije que había llegado la hora de mi partida. Él no tardó en ayudarme en los preparativos. Lo primero que hizo fue, junto a su tía, apartar víveres y agua para aprovisionarme en mi viaje. Yo les dije que no hacía falta que me dieran muchos víveres, que el viaje no era muy largo, pero que si les sobraba bastante agua, que me llenaran todas las botellas que pudiese cargar. Así lo hicieron. Me llenaron tres botellas de litro y medio y varias pequeñas. De comida me dieron varios botes de conserva de alubias y lentejas y varios trozos de embutido. Luego, Andrés me llevó al almacén de armas y comenzó a llenarme cajas con munición. Acto seguido, me dijo "Creo que será mejor que dejes aquí tu viejo rifle y aceptes este regalo. Tómalo en agradecimiento por todo lo que has hecho por nosotros y por las molestias que has sufrido. Se que no es mucho, pero te puede sacar de un apuro que tu viejo rifle Benelli quizás no resuelva". Entonces me hizo entrega del Dragunov que empuñe el día del asalto al campamento chabolero. La verdad, tenía razón. Este rifle era mucho mejor y superior en todos los aspectos que mi otro rifle. Le agradecí el regalo no sin antes intentar rechazarlo por educación. Andrés insistió, alegando que tenían muchos más de los que iban a necesitar. Ya había terminado prácticamente mi petate cuando le dije a Andrés que tenía que hacer algo antes de marcharme. Quería visitar la tumba de Eusebio y su hijo. Quería despedirme. Se que no los conocí tanto como para tener un estrecho lazo de afecto, pero sentía en mi interior que debía despedirme antes de marchar. Aunque solo fuera por agradecimiento a su hospitalidad. Desde que todo empezó, no he encontrado a mucha gente que me haya abierto las puertas de su casa sin intentar degollarme después. Andrés, con una mirada que expresaba agradecimiento, me contestó que por supuesto que me llevaría. Y así lo hizo. Cuando terminé de preparar mis pertenencias, Andrés me condujo por los pasillos del refugio hasta una de las salidas de este. Andamos por un pequeño huerto hasta llegar a las tumbas. Ante dos bultos de tierra removida, se alzaban dos cruces de madera con una pequeña chapa del mismo material en el que ponía el nombre y apellidos de ambos. Permanecí frente a estas, en silencio. Andrés tampoco pronunció ni una palabra. Después de unos minutos de silencio, en el que solo se escuchaba ulular al viento, busque a mi alrededor. Miré el suelo, de aquí allá, hasta que encontré lo que buscaba. En este mar de tierra donde no había ni siquiera arbustos, encontré un par de amapolas que crecían juntas y solitarias. Las arranqué y puse una en cada tumba. Luego dije a Andrés "Me hubiera gustado haberles dejado un ramo o una corona de flores, pero ya entiendes...". Él me contestó algo que apenas escuché. En ese momento, estaban pasando miles de cosas por mi cabeza. Por unos instantes, pensé que con mucha probabilidad, yo jamás tendré un entierro. Que Eusebio y Manuel eran afortunados, ya que yo, cualquier día muero en un cruce de caminos lleno de merodeadores y mi funeral se verá reducido a vagar como un podrido más. Eso era algo que hasta la fecha no había comenzado a atormentarme y ahora me doy cuenta de lo horrible y triste que debe de ser.

Cuando volvimos al refugio, cargué el petate a mi espalda y en el hombro el rifle. El refugio estaba desierto y Andrés me acompaño hacía la otra salida. Mientras andaba por el estrecho pasillo camino de la salida, iba pensando que me habría gustado despedirme de la mujer de Eusebio y de todos los demás. Mi sorpresa fue que, al salir del refugio, esperándome en el exterior estaban todos, incluidos los niños. Estaban allí para darme la despedida. No pude evitar que se me saltaran las lágrimas. La mujer de Eusebio se me acercó y me dio un fuerte abrazo, el cual respondí. Cuando se separó, sacó de su delantal un bulto de tela, el cual empezó a abrir. Era un bonito y gran machete, de empuñadura de hueso de animal, reluciente hoja y funda de cuero. Me lo entregó, diciendo "Era de Eusebio. Siempre lo llevaba con él y le tenía un gran cariño. Se que él, allá donde este, estará contento que seas tú quién lo lleves a partir de ahora. Llevatelo como una recompensa a toda la ayuda que nos has prestado". Intente no aceptarlo, pero me insistió "Por favor, acéptalo o me enfadaré. Yo tengo todas las demás pertenencias de Eusebio y esto te hará más falta a ti que a mi". No pude seguir rechazándolo y lo acepté. Lo até a mi cinturón. Después, con lágrimas en los ojos, se me acercó la mujer más anciana, la suegra de Eusebio. Esta me dio dos besos y me dijo "Cuídate, hijo". La mujer del difunto Manuel me miró y me dijo adiós tímidamente con la mano. Su rostro no había variado ni un ápice desde que se había enterado de la noticia de que su esposo había muerto. Andrés dijo a los niños "Chicos, ¿que se dice?". Los niños dejaron de juguetear y me dijeron "¡Adiós, Erik!". El más pequeño me sacó la lengua en símbolo de burla. Entonces pronuncié unas palabras antes de partir. Fueron breves y concisas: "Gracias por todo a vosotros. Nunca os podré agradecer suficiente lo que habéis hecho por mi. Es algo difícil de encontrar en los tiempos que corren. Cuidaros mucho, por favor. Espero que algún día nos volvamos a ver, y espero que ese día haya acabado todo esto. Adiós". Andrés de me acercó y me abrazó, mientras decía "Suerte, hermano. Y cuídate mucho. Aquí tienes las llaves de tu nuevo coche. Lo tienes en el borde de aquél camino. Hasta la próxima". Con las llaves en la mano, los ojos empapados de lágrimas y sin girar la cabeza hacía atrás, caminé en dirección al vehículo. Había transitado más de la mitad del camino, cuando escuché unos gritos a mi espalda. Me giré rápidamente y vi a alguien correr hacía mi. En un primer momento, me costó reconocer de quién se trataba, pero no tardé en distinguir que era la hija de Andrés, la niña de la insulina. Esta corría hacía mi mientras gritaba mi nombre. No entendí que ocurría hasta que llegó a mi altura y se lanzó a mis brazos, abrazándome. Yo me agaché y la abracé también. Me dijo "¿Por qué te vas? ¡No te vayas, porfa! Quédate con nosotros". Yo, impresionado por esta situación que no esperaba, le expliqué a la niña "Lo siento, pero no puedo. Me gustaría mucho quedarme con vosotros, pero debo de irme. Hay alguien esperándome no muy lejos de aquí y tengo que ir junto a esa persona. No te enfades, ya veras como algún día vuelvo a visitaros, ¿vale?". La niña me miró a los ojos y me puso algo en la mano mientras dijo "Cuídalo mucho, porfa" y me dio un beso en la mejilla. Después, salió corriendo de vuelta al refugio. Miré lo que me había dado. Era un pequeño osito de peluche desgastado y con remiendos. No pude evitar sonreír y mirar como la niña se alejaba corriendo. Los demás seguían en la puerta del refugio y yo les alcé el brazo diciéndoles adiós. Ellos me devolvieron el gesto. Guarde el osito en la mochila y seguí mi camino hacía el coche. Este era un todo-terreno azul. Me subí y emprendí mi camino sin parar de pensar en la niña y el regalo que me había hecho.

La noche me sorprendió a pocos kilómetros de mi destino. Aunque en mi camino no encontré a muchos merodeadores, decidí pasar la noche en el coche y esperar a que amaneciera para seguir mi camino. Fue una medida de seguridad para no tener sorpresas inesperadas en plena noche. Aparqué en el arcén y no tardé en dormirme. No se que hora era exactamente, creo que las 23:30, cuando me desperté sobresaltado. Una potente luz cegadora me deslumbraba. Me sentí desubicado y desenfundé mi pistola del pantalón, pero la puerta del vehículo se abrió y una mano me sacó al exterior, derribandome en el suelo. Ante mi se erguía un individuo que no podía ver bien por culpa de la luz. Este le dio una patada a mi pistola, alejándola. Cubriendo la luz con mis manos, pude ver algo mejor al individuo. Este llevaba un rifle con el que me estaba apuntando. Su cabeza estaba cubierta por un casco y su rostro por una máscara antigas. Llevaba un uniforme... ¡del ejército español! Este, con voz grave, dijo "No intentes nada o dispararé. Ponte de pie muy lentamente". Obedecí y apareció otro individuo más, que sin dejar de apuntarme se dirigió a mi coche y comenzó a rebuscar entre mis pertenencias. El primero dijo"Quién eres, de donde vienes y a donde vas". Contesté una verdad a medias: "Me llamo Erik y solo busco un lugar seguro y alimentos, nada más". Contestó "Sí, claro, y has permanecido todo este tiempo vagando. ¿Pretendes que nos creamos eso? Eres un saqueador, ¿verdad? Pon las manos sobre el capó del coche y no te muevas". No contesté y puse las manos sobre el coche. Mientras me cacheaba y quitaba el machete, comencé a pensar una historia más convincente. No sabía quienes eran, si realmente eran militares o no, por lo tanto, no iba a descubrir la ubicación de Belén y los demás ni la del refugio de Andrés. Mientras me cacheaba, pregunté "¿Y quienes sois vosotros y que queréis exactamente?". Su contestación fue esperanzadora "Somos soldados del ejercito de resistencia, campeón". El individuo que husmeaba mi coche salió diciendo "Solo lleva un rifle, todo lo demás, objetos sin importancia. No parece saqueador. José, agacha un poco el foco, que nos deslumbras". Ese tal José era un tercero que no había visto. Bajo el foco y entonces pude ver con más claridad a mis captores. Subido en un jeep militar y dirigiendo el foco, estaba el tercer individuo. Los tres llevaban atuendo militar. El que me había cacheado dijo "Mira, te vamos a dar la última oportunidad. Si nos cuentas la verdad de quién eres, te dejaremos marchar. Si nos mientes otra vez, te vamos a juzgar como saqueador y/o maleante, y eso esta penalizado con la muerte, así que te daremos un tiro en la cabeza en el borde de la carretera para que te coman los perros salvajes hasta que te reanimes. Tú decides". Parecían militares de verdad, así que decidí contarles la verdad. Comencé desde mi marcha de la Iglesia para buscar a Iván, pasando por mi estancia en el refugio, hasta el día de hoy. Los supuestos militares se miraron entre ellos y uno se pronunció: "Cuentas una historia bastante convincente y te vamos a creer. La verdad, no hemos encontrado nada en tu coche que te incrimine como saqueador o maleante, así que puedes estar tranquilo. A todo esto... ¿Como son esos individuos de ese tal Skull Korps?". Les di una descripción bastante detallada y se miraron entre ellos. Entonces, mientras dejaba sobre el capó del coche el machete y algunas pertenencias mías, dijo "Tenemos constancia de esos individuos. Llevamos un tiempo siguiendo sus pasos para conocer que traman. Se mueven por Tarragona y alrededores. También se han dejado ver por Salou y el parque de atracciones PortAventura. Cuando lleguemos a Reus informaremos a nuestros superiores de que son peligrosos y tomaremos medidas". Aproveché para preguntarles sobre Iván, les di una descripción detallada y les pregunté si lo habían visto. La respuesta fue negativa: "No. Al menos, no tenemos constancia sobre la persona que nos describes. De todas formas, nosotros no hemos realizado el seguimiento a ese grupo. Solo he leído los informes y por ello estamos al tanto. Aunque no lo creas, son muchos los grupos de individuos que merodean por los alrededores de Reus. Muchos de ellos merodean y se marchan, por lo tanto, los ignoramos. Pero los que intentan interferir en la paz de la ciudad o aquellos que tenemos constancia de que realizan actos delictivos, de esos tenemos orden de encargarnos y acabar con ellos. Daremos informe de lo que nos has relatado y si el superior da el visto bueno, una unidad se encargara de esos tipos". Asombrado por la organización que parece haber en Reus, les pedí que me informaran sobre la situación de la ciudad. Me contestaron sin ponerme trabas. "¿La situación? Hmm... Pues como siempre. Hace unos días que las tareas de limpieza y desinfección del perímetro oeste terminaron y ya ha sido habilitado para nuevos evacuados, pero el ensanchamiento de la ciudad continua. Las tareas de reparación de la valla norte siguen en proceso, la limpieza semanal de infectados en las vallas se han tenido que posponer... No sé que más quieres saber, esta todo prácticamente como siempre". Le hablé de nuestra intención de llegar a Reus y entrar a formar parte de la comunidad, a lo que me respondió "Claro que podéis. Pero la cosa no es tan simple. Si bien esta ciudad fue establecida para la evacuación de civiles, no todos pueden entrar. Eso ya lo conoceréis cuando lleguéis, pero tranquilos, son unos requisitos muy básicos y no tenéis nada que temer. Te informo que para llegar a Reus desde esta zona, solo es posible hacerlo desde la carretera de Tarragona. Alguien se entretuvo volando todos los accesos que llevan a la ciudad desde esta zona". La teoría que barajó Eusebio de que pudieron ser los militares de Reus los que volaron las carreteras que llevan a la ciudad se descarta después de esta revelación. Pero entonces, ¿quién puede haber hecho esto? Sigo sin entenderlo. Que clase de intereses pueden haber creados para realizar esto. Después de esto, los militares me explicaron que se encontraban por esa zona ya que venían de cierta misión de reconocimiento de la cual se negaron a darme más detalles. Me sorprendió que no se quitaran las máscaras antigas en ningún momento de la conversación. ¿Por qué llevaban estas? ¿Era un método para evitar el contagio de lo que coño sea que transforma a las personas en muertos andantes? Ni idea. Tampoco tuve tiempo de preguntárselo, ya que no tardaron en marcharse al poco de recibir un mensaje por los walkies. Diciéndome un "Nos tenemos que marchar. Ten cuidado, esta zona no es segura. Y esperamos que tú y los tuyos lleguéis sin problemas a Reus" se subieron al vehículo y se marcharon en la oscuridad. Ya solo y pensando en todo lo que me habían hablado, me metí al coche hasta que conseguí dormirme. Esto no me fue fácil.

Me desperté con las primeras luces del alba. Los cantos de los pájaros resonaban por todas partes y esto me trajo viejos recuerdos. Recuerdos de un pasado no muy lejano en el que se podía vivir más o menos tranquilo. Hacia tiempo que no me percataba de pequeños detalles como este. Arranqué el vehículo y me puse en marcha. Tardé tan solo un par de horas en llegar a mi destino. 'La iglesia del fin de los tiempos'. Conforme me iba acercando al vehículo, dentro de mi crecían las ansias de volver a abrazar a Belén. La zona esta tal cual la había dejado hace unos meses, sin ningún cambio significativo. Nada más llegar al aparcamiento del edificio, aparqué justo en frente de la puerta del edificio y paré el motor. Un par de personas que estaban en la puerta se me quedaron mirando y no tardaron en meterse en el edificio, cuchicheando. Cargué todas mis pertenencias y salí del coche prácticamente corriendo. Debía encontrar a Belén cuanto antes. Entré al edificio y ande rápidamente por los pasillos camino a la habitación. De repente, ha aparecido Esther, vestida con la estúpida túnica. Esta, al verme, ha reaccionado de manera que no podía haber imaginado. Mientras exclamaba mi nombre, a comenzado a correr hacía mi. Le iba a preguntar por Belén, pero no me ha dado tiempo, ya que ha dicho "¡Has vuelto! ¡No me lo puedo creer! ¡Tengo que hablar contigo sobre un asunto! Y ya de paso, quiero pedirte disculpas por todo lo ocurrido entre nosotros...". He tenido que interrumpirla, preguntándole sobre Belén. Ella me me ha contestado que se encontraba en la habitación. Sin perder tiempo, he dejado atrás a Esther y me he dirigido a la habitación. A mis espaldas escuchaba a Esther decir que luego la buscase sin falta. Cuando he llegado a la puerta de la habitación, he cogido el pomo y antes de girarlo, he respirado hondo. Belén iba a sufrir un shock en cuanto me viera. Conté hasta tres y giré el pomo, abriendo la puerta. La habitación estaba iluminada. Al fondo de esta, sentada en la cama, estaba Belén. Ella levantó la mirada y se quedó petrificada al verme. Parecía que estaba viendo a un fantasma. Entonces, de un salto se ha puesto en pie y ha exclamado "¡Dios mio! ¡Erik!". Corriendo hacia mi, se ha lanzado a mis brazos. Se ha puesto a llorar desconsoladamente, diciendo "Pensaba que estabas muerto... Lo pensaba... Dios... Había perdido toda esperanza...". Abrazándola fuerte le he dicho que ya estaba de vuelta, que no tenía que preocuparse por nada. Belén me ha mirado a los ojos y me ha soltado una bofetada. Sabía que lo haría. Entonces me ha dicho "No lo vuelvas a hacer. Jamás me vuelvas a abandonar. Por nada en el mundo" y me ha besado en los labios. Todo lo que ha ocurrido después, el reencuentro en más profundidad y demás, no se puede contar y queda entre Belén y yo, ya me entendéis... jeje.

Tumbados en la cama, le he relatado todo mi periplo. Desde mi estancia en la casa de los ancianos pasando por el refugio. Cada palabra mía era escuchada por Belén con mucha atención. Cuando he llegado a la parte de Reus, Belén se ha quedado muda. No daba crédito. Me pidió que se lo repitiera y así lo he hecho. Entonces, ha dicho "Es la mejor noticia que me has podido dar, cariño. La mejor. ¿Sabes lo que significa eso? ¡Que aun hay esperanzas de dejar todo esto atrás! Podemos construir una nueva vida...". Verla de nuevo con esa alegría ha sido una nueva inyección de ánimo. Hemos estado un buen rato hablando sobre ello y entonces le pregunté como había transcurrido todo en mi ausencia y si había vuelto Iván. La respuesta fue un mazazo. "Las cosas han transcurrido con normalidad, dentro de lo que cabe. La buena noticia es que desde que te marchaste, no han habido más ataques de merodeadores. Pero Iván... no ha vuelto. Y si me dices que no lo has encontrado, creo que los dos ya sabemos que quiere decir esto. No te tortures, Erik, has hecho lo que has podido. Más de lo que deberías. Ahora tenemos otro problema...". He mirado a Belén, temiendo lo peor. "...hace unos días que Eduardo salió a buscarte". El mundo se me ha caído a los pies al oír esto. "Me encontraba muy mal desde tu partida. Y con el paso del tiempo, al ver que no aparecías, fui a peor. Eduardo cuido mucho de mi, hizo todo lo posible para que no lo estuviera pasando tan mal. No paró de darme ánimos, diciéndome que seguro que estabas vivo, que solo habías sufrido un contratiempo y nada más... Todos me ayudaron, pero Eduardo fue el que más. Él tambien se sentía muy mal por tu ausencia y decidió salir a buscarte, igual que tú habías hecho por Iván. Yo le dí el visto bueno y le pedí por favor que te encontrara. Ahora que se que tenía razón y me siento tan culpable de haberle permitido marchar...". No he podido decir nada al respecto. Yo hice exactamente lo mismo. Ahora me siento terriblemente mal por todo lo que ha desencadenado el haberme marchado. Hice todo esto por encontrar a Iván, misión en la que he fracasado, y solo he conseguido que ahora sean dos amigos los que están desaparecidos. Se que Eduardo sabe cuidar muy bien de si mismo y se que no le va a ocurrir nada, pero no sé. Iván también sabe cuidar muy bien de si mismo y mirar, hace meses que no ha vuelto. No sé... Supongo que solo nos queda esperar. El inconveniente es que hasta que no aparezca Eduardo, no podemos marcharnos camino a Reus. Otro contratiempo más.

He permanecido en la habitación un buen rato hasta que hemos decidido levantarnos. Me picaba la curiosidad lo que me había dicho Esther y en ese momento he pensado en ir a buscarla. Se lo he comentado a Belén y me he ido a dar una vuelta a ver si veía a Esther. No he tardado en encontrarla. Estaba sentada en la escalinata de la entrada. Al verme, ha comenzado a mirar a todos los lados y se me ha acercado a toda prisa. Ni siquiera me ha dado tiempo a preguntarle que quería, ha comenzado a hablar a toda prisa: "Erik, gracias a Dios que has vuelto. Hay muchas cosas que debes saber. Y no son nada buenas. Estabas en lo cierto y comienzo a pensar que corremos peligro...". En ese momento, Esther se ha callado en seco y ha fijado su mirada a mi espalda. No entendía que pasaba y ella a continuado: "...ahora no te puedo contar nada. Me vigilan muy de cerca. Nos vigilan a todos. Tenemos que vernos de noche. Te dejaré una nota por bajo de la puerta de tu habitación, ahí te diré donde quedar para hablar. Y es importantisimo que no le digas nada a nadie de todo esto, sobretodo, no hables de nada con Juanca". Sin entender nada, le he dicho un "Pero..." que no ha escuchado, ya que ha dado media vuelta y se ha marchado. Entonces me he girado y he visto de quien se había asustado. Era Miguel. Venía hacía mi, sonriendo. Todavía sigo sin entender nada. ¡Esther era seguidor de Miguel! ¿A que se debe todo esto? Miguel ha llegado a mi posición y ha exclamado "¡Erik! ¡Hermano! ¡Estas de vuelta! No sabes cuanto me alegro de ello. Dios te ha traído sano y salvo. ¿Que tal tu periplo? ¿Encontraste lo que buscabas?". Ante mi respuesta negativa, ha continuado "Si no has encontrado lo que buscabas es porque el altísimo no ha querido. No te preocupes por ello, lo importante es que estas de vuelta en la comunidad. Hay muchas novedades desde que te fuiste. Deja que te las muestre". Me ha pedido que lo acompañara y lo he seguido hasta la capilla. Al entrar, he descubierto toda esta zona llena de sacos de obra, ladrillos y un gran agujero en el suelo. Miguel ha comenzado a decirme "Te preguntaras que es esto. Te explicó. Al poco de irte, Dios se puso de nuevo en contacto conmigo. De nuevo me hizo nuevas revelaciones. Te confieso que estaba muy preocupado por ello, ya que como bien sabes, Dios dejo de comunicarse conmigo. Y el motivo de esto era el que yo me temía. Estaba enfadado con nosotros. Por ello nos mandó a sus huestes para que nos atacaran. No estaba conforme con como estaban marchando las cosas aquí. Yo le he pedido perdón en mi nombre y en el de todos vosotros. Él a aceptado nuestro arrepentimiento y me ha pedido varias cosas. Una de esas cosas es esto. Quiere una gran remodelacion de la capilla. Quiere que en el centro de esta haya un pequeño foso, una pequeña estancia para que el gran día, SU gran día, demos una misa en su honor y allí dentro puedan asistir a la susodicha un gran número de sus huestes...". No se que cara ha visto en mi al decir eso, pero en seguida ha dicho "Tranquilo, hermano, tranquilo... Esto no debe de preocuparte. Solo debes comprender que ellos son también sus hijos. Solo quiere que estén presentes en el gran día. Yo estaré oficiando la gran misa y no tenéis nada que temer. Yo velaré por la seguridad de todos y ellos solo estarán allí dentro, sin poder salir. Dios lo quiere así, hermano, y debemos obedecer su palabra. Ahora, lo más importante es tener acabadas las obras para dicho día. Cuando este esté cerca, os lo comunicaré. Mientras tanto, puedes participar en las obras, hermano Erik. Nos serás de gran ayuda". ¡Y un cuerno voy a participar! ¿Que cojones es eso de construir un foso para llenarlo de merodeadores y dar una misa? Este hombre pierde la cordura a pasos agigantados. Solo espero que cuando llegué su gran día, nosotros ya estemos en Reus. Aunque no sé cuando será ese día, pero las obras del foso están prácticamente acabadas, al menos, a simple vista. Es un foso bastante grande, ubicado entre el altar de Miguel y los bancos de los fieles. No sabría deciros de cuentos metros es de largo ni de profundo, pero ocupa bastante. A simple ojo, ahí pueden caber más de cien merodeadores apelotonados. Que locura...

Ya ha llegado la noche y no paro de pensar en todas las novedades que me han asaltado nada más llegar. Hace unas horas que María, Hans, Elena y hasta Thor han venido a darme la bienvenida y apenas les he podido hacer caso, ya que permanezco ausente, sumergido en pensamientos. La noticia de que Eduardo se ha marchado a buscarme, las palabras y el rostro de miedo de Esther, la obra esquizofrénica de Miguel... No se que se ha trastocado el día que yo me marché de aquí, pero las cosas no están funcionando como siempre. Por ello, me arrepiento mucho de haberme marchado. Quizás, si no me hubiese marchado, ahora comprendería muchas de las cosas que están pasando y no llego a comprender. Solo nos queda esperar a que Eduardo llegué pronto, sano y salvo...

Cuanto antes nos vayamos y lleguemos a Reus, mejor para todos. Este no es nuestro sitio. Ni nunca lo fue.


- Erik -