lunes, 12 de julio de 2010

+ 12-07-10 + Tras la pista

El día 5, tras acabar la entrada y comenzar mi viaje hacía la casa de los abuelos, el tiempo dio un cambio brusco. El cielo se encapotó de nubes en cuestión de minutos y comenzó a caer una lluvia torrencial que parecía un diluvio. Por una parte, esto me vino muy bien, ya que como siempre, los merodeadores se quedaron inactivos bajo la cortina de agua y deshice mi camino sin problemas, sin correr ningún peligro. En ese momento, el peligro residía en la calzada, la cual parecía una pista de patinaje cuando yo tocaba el freno de la moto. Para evitar riesgos innecesarios, moderé bastante la velocidad. Salvo porque yo me estaba empapando y parecía una sopa, no tenía ningún tipo de prisa. Recuerdo el paisaje. Era espectacular, digno de sacarle una fotografía. El cielo cubierto de nubes negras como el carbón, descargando cada diez segundos luminosos relámpagos que eran acompañados de rayos que surcaban el cielo envueltos en un atronador trueno. Y todo esto, rodeado de montañas y naturaleza. Impactante, creerme. También tenía un toque siniestro que me erizaba los pelos de la nuca cuando los cegadores relámpagos iluminaban la carretera y, con este aporte de luz extra, podía ver la inmensidad de autovía plagada con miles de cadáveres vivientes allí plantados, inmóviles bajo la lluvia.

Como iba diciendo, estos permanecieron como simples adornos del paisaje hasta que ceso de llover. Cuando cayó la última gota, todos los merodeadores comenzaron a reactivarse lentamente y a intentar atrapar a esa cosa comestible motorizada que era yo. Solo basto con arriesgarse sobre el suelo mojado y darle caña a la moto. Solo que tuve mala suerte cuando pasé junto a un grupo de seis andantes. Nada más pasar junto a estos, noté un fuerte golpe en la espalda. Al principio pensé que alguno consiguió tocarme cuando pase a toda velocidad junto a ellos, pero me comencé a preocupar cuando noté que me tiraban de la mochila. Por unos instantes, quité la mirada de la carretera y giré la cabeza para ver que ocurría a mi espalda. Mi sorpresa fue ver a un jodido merodeador, una vieja demacrada, huesuda y consumida por la putrefacción para ser exactos, agarrada a mi mochila con una mano y el resto del cuerpo ondeando en el aire como una bandera. Luchaba contra el viento, intentando acercarse para morderme, pero le era imposible. Alarmado por esta situación, en ese momento lo único que se me ocurrió hacer fue eses con la moto con la esperanza de que se soltara. Hice esto mirando una y otra vez hasta que conseguí que se desprendiera de mi espalda. Por uno de los retrovisores pude ver como la deje atrás y se hizo pedazos al chocar y rebotar contra el suelo. Ese fue el único percance del viaje y todo transcurrió dentro de la normalidad hasta que llegué a la casa de los viejos.

Cuando llegué a esta zona, comprobé que estaba tal cual como siempre: limpia de merodeadores. ¿Que narices tiene esta zona que parece que los repele? A pesar de esto, no me pareció prudente dejar la moto en el arcén de la autovía, ya que si iba a pasar la noche en la casa, la cual esta alejada de la autovía, prefería tener esta en la puerta de la casa por si tenía que salir de allí pitando. Como pude, baje la moto por el terraplén que hay entre el arcén y el campo, y una vez aquí, conduje muy despacio. Cuando por fin llegué hasta el porche de la casa, paré la moto y observé todo a mi alrededor. Me resultó muy extraño que Joaquin no saliese escopeta en mano alarmado por el rugir de la moto. Pensé que estaría en el granero, aunque estaba anocheciendo. Llamé a la puerta con tres sonoros golpes. Mientras esperaba que él o Mercedes me abriera la puerta, me percaté que a varios metros de la casa habían seis tumbas. Rápidamente comprendí de quienes se trataban. Eran de la familia reanimada que Joaquín y Mercedes guardaban con celo bajo llave en una habitación y por culpa de la imprudencia de Iván y Elena tuvimos que acabar con ellos. Volví a llamar a la puerta mientras intentaba recordar si matamos a todos o quedó alguno en la habitación. No estaba seguro, pero me sonaba que no matamos a todos. Si no fue así, ¿por qué son seis tumbas las que hay? ¿a caso Joaquin terminó el trabajo? Llamé una vez más y salí de mis pensamientos. Viendo que nadie me abría, empuñé mi arma y giré el pomo. La puerta se abrió y entré con cautela, temiendo lo peor. Pero vi el comedor intacto, tal cual estaba cuando nos fuimos, sin signos de lucha, tan solo los agujeros de bala que dejamos en las paredes. Pero la pareja de ancianos no estaban en el salón y tampoco en la cocina. Los llamé en voz alta por sus nombres, pero no obtuve respuesta. Solo silencio. Pensé que quizás, con todo lo que había ocurrido, decidieron marcharse al poco de irnos nosotros. Pero, ¿a donde se podían haber dirigido una pareja de ancianos, solos y con todo lo que había fuera? Lentamente, subí las escaleras dirección al piso superior. Mi primer destino fue la habitación de Joaquín y Mercedes. Al abrir esta, comprendí todo. Nada más abrir esta puerta, el fuerte olor casi me tumba. Si algo he aprendido es que siempre que mi nariz huele este hedor a muerte, tengo que apuntar mi arma y prepararme para lo peor. Pero en esta ocasión no hacía falta que me pusiese en guardia. Tendida sobre la cama, bocarriba y con un impacto de escopeta en la cabeza, estaba Mercedes. La anciana yacía sobre las sábanas empapadas de sangre seca y parecía que en el momento de la muerte, estaba durmiendo o, en su defecto, esperando el tiro en la posición más digna posible. El resto de la habitación estaba impoluto y sin ningún destrozo. Salí de la habitación preguntándome que había pasado aquí y donde estaba Joaquín. Lo busqué por todas las habitaciones y no dí con él hasta que no llegué a la última habitación del piso superior, la habitación donde ocurrió el pequeño incidente con la familia reanimada de los ancianos. Nada más abrir la puerta, vi que la sala estaba envuelta en penumbra, tan solo iluminada por unos rayos de sol del ocaso que se colaban por las rendijas de la persiana. Cuando mis ojos se acostumbraron a la oscuridad, pude vislumbrar en la oscuridad una silueta en una esquina de la habitación. Aun así, no distinguí más, así que busqué en mi mochila mi linterna y cuando la encontré, hice uso de ella. Nada más alumbrar la habitación, me pegué un tremendo susto. Esa silueta de la esquina era Joaquín. Más bien, lo que quedaba de él. Sentado en una esquina, tenía la escopeta enganchada de una mano y su rostro... el rostro del anciano era irreconocible. Se había suicidado pegándose un tiro en la cabeza y el impacto le había arrancado medio rostro. El lado izquierdo de su cabeza era un mejunje de sangre seca y trozos de hueso, con la mandíbula colgando tan solo por un trozo de carne. El olor era inaguantable. Habría salido de la habitación si no fuera porque junto a su cadáver había un folio de papel que me llamó la atención y el cual me acerque a inspeccionar. Cuando lo tuve en mis manos confirme mis sospechas. Era una nota escrita del puño y letra de Joaquin. La nota de reglones torcidos y temblorosa escritura, decía:

"No hay motivo para seguir viviendo. Satán vino con aquellos forasteros, ellos destrozaron nuestro pequeño santuario, ellos lo mancillaron, nos arrebataron a nuestra familia. Ya no hay motivo para seguir en este mundo y solo espero que Dios perdone lo que he hecho y voy a hacer. Mercedes no lo aprobaría, por eso he acabado con su sufrimiento mientras dormía. Para ella ya ha terminado esta agonía terrenal y se ha ganado la entrada al reino de los cielos, pero yo, con ese acto y el siguiente que voy a realizar, me he ganado el tormento eterno. Me voy a quitar la vida. Oh, Dios misericordioso, ten compasión de mi alma y perdona estos dos pecados"

Nada más terminé de leer la nota, miré el cadáver de Joaquín. Me invadió la pena y el sentimiento de culpa en ese instante. Pero esté desapareció en cuanto el cadáver de Joaquín abrió su único ojo y lo clavó en mi. Me sobresalté y la linterna cayó de mis manos, rodando por el suelo. Reculé rápidamente mientras oía como se levantaba el cadáver de Joaquín. Descolgué el rifle de mi hombro y apunté hacía donde supuse que se encontraba Joaquín. El disparo ilumino la habitación. Ese destello me permitió ver la posición de este, pero no hizo falta un segundo disparo. Un golpe seco en el suelo me confirmo que había acertado en el blanco y se había desplomado en el suelo. Cogí la linterna y alumbré para ver que estaba en lo cierto. Tendido en el suelo yacía Joaquín. El disparo le había impactado en el cuello y prácticamente le había cercenado la cabeza. Aparté la mirada horrorizado. En ese instante, tuve mi segunda sorpresa. Unos pasos a mi espalda me alertaron de que no estaba solo. Me giré y descubrí que tras de mi estaba Mercedes, con los brazos extendidos hacía mi y la boca desencajada. De un rápido movimiento, le propiné un culatazo con el rifle en la cara y conseguí tumbarla. No le dí tiempo a levantarse y le disparé en la cabeza. La bala atravesó su frente y se clavó en el suelo de madera. Después de esto, salí a toda prisa de la habitación, cerré la puerta y me baje al salón. Allí me senté en un sillón y me quedé en silencio durante una hora. Me sentía fatal, fatal porque le arruinamos la vida a esa pareja de ancianos que vivía apaciblemente antes de nuestra llegada, fatal porque acababa de dispararles... Me sentí destrozado, pero de mis ojos no brotó ni una lágrima. Quizás es porque ya he derramado tantas desde que esto empezó que ya no me quedan. No se ni como ni cuando, pero me quedé profundamente dormido. Tampoco se cuanto dormí, 3 o 4 horas quizás, pero lo que si que sé es porque me desperté. El sonido de cientos de cristales rompiéndose me alarmaron. Por unos instantes, aturdido por el sopor, no supe donde me encontraba. Cuando me ubique, encendí la linterna, ya que ya había anochecido y estaba rodeado de oscuridad. Los ruidos de cristales seguían sonando y al primer lugar donde enfoqué fue a las ventanas. Lo primero que vi fueron varios brazos que habían atravesado el cristal de la ventana y se agitaban violentamente. Las otras dos ventanas de la izquierda estaban igual. El sonido de otro cristal rompiéndose me volvió a sobresaltar. Enfoqué a mi derecha y vi que en la ventana del fondo del salón asomaba la cabeza de un merodeador, junto a varios brazos más. De un rápido movimiento, este merodeador descolgó el cuerpo por la ventana y se dejó caer al interior del salón. Empuñe mi rifle y le disparé, impactándole el proyectil en el pecho. Solo conseguí frenarlo y ganar tiempo. Corrí en dirección a la puerta de la casa, pero tras ella pude oír como la estaban golpeando. Viendo que escapar por la única salida de la casa era imposible y que los merodeadores estaban comenzando a entrar en la casa por las ventanas, solo se me ocurrió correr en dirección a las escaleras y subir al piso superior. Una vez allí y escuchando los gemidos de los merodeadores, cogí un aparador y lo lancé escaleras abajo, con el fin de entorpecer y retrasar a los merodeadores que no tardarían en subir. Hice lo mismo con otro aparador de una de las habitaciones. Cuando alumbré hacia el piso inferior, descubrí que el salón estaba repleto de merodeadores que caminaban hacía las escaleras y por las ventanas no paraban de entrar más y más. De nada iba a servir que siguiera tirando muebles por las escaleras. Nada los iba a frenar. Ascendí al último piso y entré a la habitación donde estaban los cadáveres de Joaquín y Mercedes. Cerré la puerta y la bloqueé con un armario. Acto seguido, corrí al fondo de la habitación, tomé posición tras una cama y, fatigado, recargué el rifle. Permanecí apuntando hacía la puerta mientras la luz de la linterna enfocaba hacía esta. Iluso de mi, tuve esperanza de que cuando subieran y no me encontrarán, se marcharían. No fue así. No tardaron en comenzar a golpear la puerta. Primero, golpes que poco a poco fueron aumentando en número, hasta convertirse en terribles embestidas que hacían temblar el armario. Este, por cada embestida, se iba separando de la puerta y esta no tardó en abrirse, haciendo que el armario cayese volcado, chafando el cadáver de Mercedes. Disparé hasta agotar el limitado cargador. Abatí a unos cuantos, pero habían muchisimos. Solo me quedaba una escapatoria y la aproveché. Me levanté y corrí hacia la ventana, rompí el cristal, rompí la persiana y enfoqué la linterna al vació. Era una considerable caída, pero no tenía otra opción. Eso o ser devorado por los merodeadores. Enfoqué nuevamente a mi espalda y pude ver que todavía estaban al fondo de la habitación. Busqué en mi bolsillo el mechero y, lo más rápido que pude, prendí una de las cortinas. El fuego avanzó rápido por estas y, acto seguido, lancé mis pertenencias al vació y salté. No se ni como sobreviví a esa caída. Quizás, el suelo embarrado amortiguo mi caída. Fuese como fuese, tuve suerte y ni siquiera me rompí un hueso, solo me hice daño en los pies y en las costillas al rodar por el suelo. Nada más. Cogí mis cosas y me asusté al ver la gran cantidad de merodeadores que había agolpados en las ventanas de la casa. Pero estos estaban tan concentrados en entrar que no repararon en mi. Corriendo, busqué mi moto, monté, arranqué, y me marché campo a través. De camino hacía la autovía me encontré a varios merodeadores que iban rumbo hacía la casa. Como pude, los esquivé. Cuando llegué a la autovía, miré hacía la casa. En la oscuridad de la noche, se alzaban las anaranjadas llamas que estaban consumiendo la casa. Estas se habían propagado por parte del piso superior, pero no tardarían en consumir la casa entera. Permanecí durante unos minutos observando las llamas y me marché. Ese fuego alertaría a todo el que lo viese a kilómetros a la redonda y no era de extrañar que algún grupo de indeseables acudiese a husmear, en el cual incluyo al Skull Korps, así que me marché en seguida. Me marché con la pena de no poder dar un entierro digno a la pareja de ancianos. A ellos les habría gustado descansar junto a su familia, la cual descansa enterrada cerca del porche...

Como me indicó Iván en su mensaje, me he dirigido hacia el norte. Estoy a varios kilómetros de donde se encuentra Belén y los demás, para ser más exactos, bastante cerca de Tarragona. He permanecido estos días buscando pistas que me ayuden a encontrar a Iván y he encontrado restos de actividad humana. Hace unos días, en el arcén de la carretera, encontré cenizas de una hoguera junto a unas latas de cerveza vacías y restos de comida. Al poco de esto, encontré en plena autovía varios casquillos de bala y dos merodeadores abatidos no hace mucho. Mi último hallazgo ha sido hoy. He encontrado las marcas de un frenazo de moto. El diámetro del neumático es el mismo que el de mi Harley, por lo cual, estoy casi seguro de que se trata de la moto de Iván.

Siento que estoy cada vez más cerca de él...


- Erik -



11 comentarios:

J-Zombie dijo...

Buena entrada. La explicacion acertada para que los viejos se reanimaran podria ser que en el momento del suicidio la bala no tocase el cerebro o en su defecto no tocase la parte del cerebro que los mueve o reanima.

DAG-SYSTEM dijo...

lo que sigo pensando es como era que los merodeadores no lleganban a esa casa....exelente entrada erik, ya te echaba de menos

seeyouinthenextlife dijo...

Joderrrr, le ha ido bien por los pelos. Es normal que hubiese tantos agolpados en la casa después del sonido de los 2 tiros.

Presiento que le esperan cosas peores.

Miembro de la resistencia dijo...

Buenas!

@DAG-SYSTEM: Eso es algo que nunca sabremos y queda a interpretación del lector. La explicación que dio Erik en su momento fue bastante razonable pero siempre quedará la duda.

@Seeyouinthenextlife: Has dado en el clavo, company. Aunque Erik no lo haya explicado, ese es el verdadero motivo por el cual los merodeadores fueron a la casa: los disparos los alertaron. Todos los merodeadores de los alrededores acudieron allí por la imprudencia de nuestro protagonista. Con buenos lectores como tú no hacen falta muchas aclaraciones! Estáis en todo! :D

Un saludo a todos!

DAG-SYSTEM dijo...

Tenía a uno casi encima y levanté mi cuchillo para asestarle una estocada, cuando la katana de Eduardo hizo aparición, decapitando al podrido. Eduardo me apartó de un empujón y fue a por el otro. De dos tajos lo dejo fuera de combate. En ese instante, sonaron dos disparos de escopeta que derribaron al niño merodeador que iba a por Fede. Eduardo eliminó al cuarto merodeador, que se estaba levantando.
te suena conocido???? haber genio, porque no llegaron mas merodeadores en ese momento si hicieron 2 disparon de escopeta...no hay que ser genio para saber el escandalo de una escopeta....
a esto me referia cuando dije que no entendia como habian llegado los merodeadores a la casa. un buen lector espera y analiza y nunca olvida lo que el escritor hiso, esto solo me hace pensar que tu no escribes toda la historia y que aun te falta por aprender.
esfuerzate, puedes hacerlo mejor soldado..

Miembro de la resistencia dijo...

GENIO, deberías saber que los factores de una situación a otra (horario, azar, clima, número de merodeadores en los alrededores, día/noche...) varían. Tú puedes salir corriendo delante un camión y este no atropellarte, pero al día siguiente, hacer lo mismo en circunstancias similares y pisarte. Ya se como suena una escopeta, como suena un rifle y como suena una pistola, y no lo sé por las películas como quizás lo sepas tú. El día que Fede disparó la escopeta, quizás no habían merodeadores en las proximidades, mientras que cuando Erik disparó su rifle en plena noche, había una gran cantidad dentro del radio del disparo.

Claro que me queda mucho que aprender, por supuesto, soldado. Pero que me quede mucho que aprender como escritor no quita que no sepa utilizar una ortografía correcta y sepa hacer uso de los tiempos al hablar/escribir, cosa que me parece que tú no manejas bien ambas cosas, así que aplícate el cuento, SOLDADO.

Me parece genial que descubras posibles fallos en la historia y me los hagas saber, pero me toca las narices por no decir los cojones, que tengas que utilizar ese tono de superioridad conmigo, así que antes de volver a escribir en tono de superioridad y despecto, ahórrate la molestia y vete a otro blog donde se te permita esto, porque aquí, desde luego que no te lo permito, SOLDADO.

DAG-SYSTEM dijo...

para tu informacion soldado yo soy sargento del cuerpo de infanteria de marina de colombia, asi que :

si tu empiesas catalogando atus lectores como buenos o malos es obvio que eres un genio de la escritura o aspiras serlo, si te hablo en este tono es porque tu empesaste hijo, respeta y te respetaran, esa es la gran verdad y creeme tu has disparado en precticas, pero nunca en una guerra de verdad, ten calma, si algun dia llegas a mi rango lo vas a entender.

Miembro de la resistencia dijo...

Me parece muy bien que seas coronel, sargento o cabo primero. Me es indiferente. Pero si quieres, te felicito por ello ;) Felicidades, coronel. A mi, ayer, un amigo me puso una chapa de coca cola en el pecho y me nombró sargento :D

Y sobre lo que dices que yo dije, que respete y demás, te pregunto: y que te dicho que te he faltado el respeto? Porque creo que esta bien claro que quién ha empezado con las malas formas y el tono hostil eres tú. Aunque que quizás no has leído bien, así que releéte mis mensajes y luego los tuyos, porque, o has leído muy rápido o te estas confundiendo de blog.

Un saludito

DAG-SYSTEM dijo...

a palabras necias, oidos sordos.

que facil pierdes la cordura erik.

Miembro de la resistencia dijo...

La cordura la has perdido tú con tu primer mensaje.

Yo te diría que a falta de razón, oídos sordos. Es muy diferente.

DAG-SYSTEM dijo...

mejor sigue escribiendo, lo que gastamos de energia discutiendo mas bien lo inviertes en creatividad para sacar a erik del problema en que esta metido