viernes, 16 de julio de 2010

+ 16-07-10 + Cazador cazado

Hoy, después de repostar combustible en la única gasolinera que me he encontrado en el camino, he descubierto algo bastante interesante. Llevo varios días en los que no he encontrado signos de vida en mi camino, pero mientras extraía combustible del surtidor, he escuchado el ruido de un motor. El sonido era de una moto. Me he quedado atónito durante unos segundos, intentando averiguar la procedencia del sonido. Por más que he mirado en las carreteras colindantes no he visto el vehículo. No he perdido tiempo, he llenado el depósito a mitad, me he montado en la moto y he tomado rumbo a la autovía. Cuando he llegado a la siguiente salida, la cual llevaba a un pueblo llamado "Mont-Roig del Camp", me he desviado por esta carretera comarcal. El motivo es que el vehículo que oído no transitaba por la autovía, si no por una carretera próxima a la gasolinera y esta salida era la más cercana. He conducido por aquí durante unos minutos, esquivando a unos pocos merodeadores que me ido encontrando. Al final, he llegado a una rotonda. Mi sorpresa ha sido que la entrada a esta estaba parapetada con tierra y escombros. La entrada y todas las salidas de la rotonda. He dejado la moto con el caballete puesto, he apagado el motor y he bajado a inspeccionar. Era imposible que el vehículo que he escuchado haya transitado por aquí. Me he equivocado. Viendo el montón de tierra y escombros que bloqueaba la carretera me he dado cuenta de que se trataba de una barricada. De entre los cascotes y tierra también habían sacos amontonados. ¿Quién y con que fin había hecho esto? He bordeado la barricada y he inspeccionado los siguientes parapetos. Habían dos que hasta tenían alambre de espino. Esta claro que esto no lo han hecho para frenar a los merodeadores, ya que sería inútil porque estos no tienen problemas para bordearlo como yo he hecho saliendo de la carretera. Esto esta hecho para frenar a viajantes. Ha sido entonces cuando me he percatado de lo que había en el centro de la glorieta. Bajo una pequeña estatua ornamental de unos toros, había un cadáver, el cual parecía de un merodeador, atado en la base de mármol de la estatua. De su cuello colgaba un cartón que parecía escrito. Mientras me he ido acercando, he podido ir viendo más detalles. Atadas con finas cuerdas y colgando de todos los extremos y salientes de las dos estatuas, habían al menos una decena de cabeza cercenadas. Parecían de merodeador, pero esto es imposible saberlo. Era muy tétrico ver como se mecían con el viento. Me produjo escalofríos. Cuando llegué frente a la estatua, observe el cadáver del cartel. En este ponía: "Forasteros, no sois bienvenidos. Marcharos por donde habéis venido". El cadáver se reanimó momentos antes de que acabara de leer la frase. Este abrió los ojos, los cuales clavó en mi, y comenzó a gemir agonizantemente. Rápidamente lo encañone con mi arma, pero no disparé, ya que estaba bien atado y no podía soltarse de sus ataduras. Ahora, en frío, me alegro de no haber disparado, ya que estoy casi seguro de que en la casa de los ancianos me asaltó esa horda de merodeadores porque fueron atraídos por mis disparos. Di media vuelta y me dirigí hacía mi moto. Para mi sorpresa, había alguien junto a mi moto. Estaba agachado junto a esta y de espaldas. He empuñado el rifle y lo encañonado mientras avanzaba hacía él. Cuando he estado lo suficientemente cerca, le he gritado "¡Eh! ¡tú! ¡¿que haces en mi moto?!". Al oír mi grito, este individuo se ha girado. Y mi sorpresa ha sido el descubrir que ese individuo era un niño de apenas 12 años. Cuando me ha visto apuntándole a puesto una cara de pena que me ha conmovido el alma. Entonces he bajado el rifle y le he dicho que se tranquilizase, que no le iba a hacer daño. El niño, de pelo castaño y la cara sucia, me ha mirado a los ojos y ha transformado su cara de pena en una cara de diablillo, con una picara sonrisa en la boca. Ha abierto su mano derecha y me ha enseñado algo. En sus manos tenía una pequeña navaja y acto seguido ha dirigido la mirada a la parte baja de mi moto. Yo no entendía nada, entonces he mirado a donde él miraba y lo he comprendido todo. Las ruedas de mi moto estaban rajadas. El puto niño me acababa de pinchar las ruedas. Le he gritado "¡¡Niño de los cojones!! ¡¿Por qué has hecho eso?!". Este, soltando una sonora carcajada, ha echado a correr en dirección campo a través. Le he gritado que no corriera, que no le iba a hacer nada. Pero el niño me ha hecho caso omiso y ha seguido corriendo. Entonces he salido corriendo detrás de él.

El niño me sacaba una distancia increíble y era rapidísimo y muy ágil. Saltaba los matojos y demás obstáculos con mucha facilidad, mientras que a mi me costaba una barbaridad. Mientras corría, tuve un traspiés que casi me hace caer al suelo, pero por suerte he podido mantener el equilibrio y seguir con la marcha. Este se interno en una pequeña arboleda. Me costó llegar aquí una eternidad. Como pude, atravesé todos los matojos y me libré de las ramas de un rosal que me han dejado los brazos y las piernas hechos un asco. Cuando crucé la arboleda, divisé al niño. Este estaba bastante lejos y se encontraba saltando un muro de hormigón. El muro que saltaba parecía que era de una fábrica. En menos de dos segundos se encaramó al muro y se perdió tras de él. Fatigado y exhausto, emprendí de nuevo la carrera. En realidad, no sé muy bien porque me he encabezonado tanto en perseguir a este niño. Esta claro que no iba a conseguir una explicación convincente de porque había hecho lo que ha hecho, pero quizás ha sido porque es un niño y he sentido compasión por él al mismo tiempo que también quería averiguar si estaba solo o acompañado. Cuando he llegado al muro, he trepado por él como he podido, costandome el triple de lo que le ha costado al niño. Una vez encaramado a este, he saltado al otro lado y he buscando la ruta que había podido seguir el niño. Me encontraba en un gran patio de una fábrica de neumáticos. Delante de mi se alzaban dos inmensas naves de trabajo. Seguí mi instinto y me dirigí hacía el edificio más grande. Cuando llegué y crucé la puerta, me encontré en una inmensa sala polvorienta, con maquinaria pesada. Anduve por la sala vigilando todos los rincones. Al fondo de la sala, sobre una cinta transportadora, vi al niño de marras. Estaba gateando y metiéndose en el interior de la gran máquina. Le grité que se detuviera, que podía ser peligroso y acudí rápidamente para impedirlo. Cuando llegué, el niño ya se había metido en el interior y, cautelosamente, me asomé por la abertura de la maquinaria. Allí dentro, acurrucado y con la navaja en la mano, estaba el crío. Le alenté a salir, pero este me contestó sacándome la lengua en tono burlón. Me dispusé a entrar a sacarlo cuando desde mi espalda, una voz infantil me chilló "¡Ni lo intentes, capullo!". Me giré y vi a dos niños. Uno de ellos me estaba apuntando con una escopeta que era casi más grande que él. El otro sostenía un gran palo macizo. El de la escopeta me ordenó que tirara el arma. Hice caso omiso e intenté negociar. Les dije que no quería hacerle nada malo a su amigo, que solo estaba de paso e intentaba ayudar. El niño de la escopeta, de unos 13 años, le ordenó al otro que me quitara el arma. Me sentí ridículo viendo como un crío de 11 años me desarmaba. Pero no me podía arriesgar a hacer nada, un niño con un arma es tan peligroso o más que un adulto. Otra voz sonó. Provenía del piso superior, de una pasarela flotante. Cuando miré, vi a dos niños más, ambos apuntándome, uno con un fusil automático y otro con un tirachinas. El del fusil parecía de unos 15 años, pero el otro, el canijo del tirachinas, no sobrepasaría los 11. El más pequeño dijo "Borja, mira esto" y acto seguido descargó su tirachinas. Pude ver como la piedra surcaba el espacio aéreo de la fábrica y me impactaba en el hombro. El dolor me recorrió la zona y me dejé caer al suelo con la mano en la zona del impacto. Mientras yo casi me retorcía de dolor, toda la turba de críos se reían a carcajadas, hasta el que hace un momento lo había estado persiguiendo, el cual ya había salido de su escondite. Dos proyectiles de tirachinas más me impactaron nuevamente, esta vez en el abdomen y cabeza. El impacto de la cabeza me hizo una brecha y no tardó en brotar la sangre y correr por mi cara. Pero lo niños siguieron riéndose. Ahora comprendo el dicho de que los niños pueden llegar a ser muy crueles. El niño del fusil gritó "¡Basta! ¡Rober, átalo de pies y manos!". Este saco de su bolsillo varias bridas y me las puso en las manos y en los pies. Mientras él hacía eso, yo intenté hacerles comprender a los niños que no era un enemigo, que me dejaran marchar. Solo conseguí que el niño del palo me "acariciara" con este. Por suerte, un niño de 11 años no tiene ni la fuerza ni la destreza con una palo que puede tener un adulto. Aun así, los golpes fueron dolorosos. Una vez inmovilizado, los niños de la pasarela superior bajaron y se reunieron con los demás. Entonces, comenzaron a preguntarme que hacía aquí, que quién era. Yo me expliqué, pero como niños que son, aunque jugasen a ser adultos, ni me comprendieron ni me prestaron atención. El niño de la navaja se dedicó a hacerme burla y a hacer bailes absurdos mientras yo hablaba. Esto desvió la atención de todos y no me escucharon. Entonces comenzaron a hablar de que hacer conmigo. Esto me heló la sangre. El niño del palo dijo "Eh, eh, chicos, esto es mejor. Podíamos chafarle la cabeza con una piedra grande. ¿Nunca habéis visto lo que hay dentro de la cabeza? Yo sí, una vez, ¡y es asqueroso!". Otro dijo "No, no, mejor lo abrimos con la navaja de Charly. Yo podría hacerlo, lo he visto hacer a mi padre con los cerdos". Otro "Podíamos decírselo a los demás... (esto me dio una ligera esperanza, la cual se desvaneció con lo siguiente) O no, mejor, lo atamos a un palo y hacemos puntería con las armas, disparandole". Entonces el más mayor habló "No, yo decidiré lo que haremos. Traer un merodeador". Todos los niños menos este se alejaron corriendo entre risas. No podía ser que estuvieran planeando lo que me temía. En ese momento pensé que iba a morir de la misma forma que dejé morir a aquel caníbal que me capturó en Valencia. Le pregunté al niño que pretendían hacer con un merodeador y él me contestó "Divertirnos". Le rogué que no lo hicieran, que me soltaran. Hasta le pedí que si querían diversión, que me soltaran las ataduras para poder luchar con el merodeador, que de esta forma sería más divertido para ellos. Él me contestó "No, queremos que te coma. Si te defiendes no tiene gracia. Nuestros padres siempre nos han impedido que veamos como comen los 'lentos'. Ahora lo vamos a poder ver". Entonces le dije que si sus padres estaban vivos, que si había adultos con ellos. No me contestó. No tardó en oírse los gritos de los demás niños. Decían "¡Por aquí, 'lento' cara de culo!", "¡A que no me pillas, tonto!" y "¡Aquí tienes comida, feo!". Los niños entraron y pude ver como lanzaban piedras al exterior. Rápidamente, todos los niños incluyendo el que me custodiaba subieron escaleras arriba y tomaron posiciones en la barandilla para observar bien la escena. Por la puerta no tardó en entrar un merodeador. Este, de movimientos torpes y consumido por la putrefacción, comenzó a observar la sala. En seguida fijo sus ojos en mi. Yo, tendido en el suelo, me mantuve quieto como una piedra con la esperanza de que no me distinguiera. Pero de nada sirvió. Con un sonoro gemido y con un paso torpe hacía mi indicó que ya sabía donde ir. Por cada paso que daba, sus roídos ropajes de chaqueta y pantalón de vestir a cuadros le bailaban en su escuálido cuerpo. Yo empecé a chillarle a los niños que por favor lo evitaran, pero estos se reían y hasta animaban a gritos al merodeador. Era como quién ve una pelea de boxeo y anima a su favorito. Cada paso lento que daba comprendía que estaba condenado, pero aun así, seguí gritando e intentando soltarme de las bridas. Estaban muy fuertes y era imposible soltarse, pero yo seguí hasta que comencé a notar que me estaban haciendo sangre en las muñecas. Ya estaba a apenas dos metros de mi y los niños estaban más ansiosos, gritando vítores. El merodeador dejo caer sus rodillas al suelo y puso sus zarpas sobre mi espalda. Poco a poco, empezó a acercar su cabeza con la boca abierta hacia mi cuello. Por cada movimiento que hacia acercándose, podía oír todas las articulaciones de su cuerpo crujir violentamente. Yo intenté propinarle un rodillazo, pero me era imposible, las ataduras me tenían limitado. Intenté rodar por el suelo, pero el merodeador me tenía fuertemente agarrado. En ese instante ya podía oler su pútrido aliento. Tenía su boca a centímetros de mi cara. Era imposible escapar. Entonces fue cuando ocurrió el milagro. Una voz resonó diciendo "¡Me cago en dios!" y sonó un disparo. La bala impacto al merodeador en la cabeza y me salpicó toda la cara de mejunje sanguinolento. Este cayó desplomado encima mía. Reptando, me lo quité de encima y vi en la puerta a mi salvador. Un hombre adulto que empuñaba un rifle de caza. Acto seguido, este le gritó a los niños "¡Que cojones habéis hecho, hijos de puta!" y corrió por las escaleras en dirección a los críos. Estos empezaron a colarse por un agujero de una puerta, pero el hombre pudo atrapar a dos de ellos, entre los cuales estaba el mayor de todos. Les quitó las armas mientras estos decían "¡No hemos hecho nada! ¡Abuelo, no nos pegues!". El adulto se quitó la correa y comenzó a azotarlos. Mientras los niños lloraban e intentaban esquivar los correazos, a mi me invadió una risa nerviosa. No me podía creer que estuviera vivo. Si hubiese tardado unos segundos más, estaría muerto y vagando sin rumbo como un merodeador más. Cuando el hombre acabó de azotarlos, los cogió de la oreja y bajo hasta mi posición.

Cuando llegó a mi lado, le expresé mi agradecimiento y le conté lo sucedido, lo que habían hecho los niños y lo que pretendían. Luego le pedí que me soltara de las ataduras. Él me contestó "Tranquilo, cada cosa a su debido tiempo. Sobre lo que han hecho estos niños, obtendrán su castigo. Y uno doble además por adentrarse a zona prohibida para ellos. Desde que les dejamos ir armados se creen vaqueros, así que tendremos que empezar a pensar si es buena idea que tengan armas o no. Bueno, a lo que íbamos, ¿quién eres, que haces aquí, que buscas...?". Le expliqué todo, desde a donde voy hasta de donde vengo. Este hombre de aspecto de pueblo me escuchó sentado en un cascote de piedra y me interrumpió innumerables veces para hacerme más preguntas. Cuando acabé, sacó una navaja de su bolsillo y me cortó las bridas. Entonces me comentó "Mira, vamos a hacer una cosa. Te voy a llevar a nuestro refugio. Obviamente, tu arma estará a mi recaudo y ahora mismo voy a inspeccionar todos tus enseres en busca de más armas. Cuando esté seguro de que no eres peligroso aparentemente, te vendaré los ojos y yo te guiaré hasta nuestro escondite. Por motivos de seguridad, no quiero que veas el camino. Cuando lleguemos, te prestaremos una habitación y te daremos de comer y beber. Cuando llegué la hora de dormir, dormirás bajo llave. Espero que comprendas porque hago esto así. Seguridad. Por el contrario, puedes marcharte por donde has venido. Eso sí, tu arma me la quedaré yo. Tú decides". Lo estudié lo más rápido que pude. Era una opción muy arriesgada, pero este hombre parecía de fiar. Ya estaba en sus manos, pero con los ojos vendados o encerrado en una habitación lo estaría más. Por el contrario, podía obtener mucha información valiosa de él. Además, mi moto estaba inservible y en varias horas caería la noche, así que accedí. Cuando registró mi mochila, encontró mi pistola, la cual se guardó en el pantalón. Después de asegurarse de que no llevaba más armas, sacó una venda y me vendó los ojos. Me llevó al exterior y, una vez allí, me dio varias vueltas para desorientarme. La verdad es que lo consiguió. Entonces, ordenó a los dos niños sádicos que me cogieran de la mano y me guiaran junto a él. Por el camino, comencé a formularle preguntas. La primera fue si habían visto a Iván, del cual le di una breve descripción. Su respuesta me asombró y me llenó de esperanza: "Vimos a un chico que entra en la descripción que dices. Grandote, con pañuelo en la cabeza, con una Harley... Sí. Hace poco menos de un mes. Lo vimos husmeando en una gasolinera que hay a unos pocos kilómetros de aquí. Él no nos vio. Nosotros íbamos a coger combustible cuando lo vimos. Repostó, rebuscó en el área de servicio y se marchó. Fue hacía el norte, en dirección a Tarragona. Por su bien espero que no vaya hacía allí. Es un hervidero de muertos". O sea, pasó por aquí y estuvo en la gasolinera que yo he estado hoy. ¡Voy en buen camino!. Después le pregunté que me contará como iban las cosas por los alrededores y por qué Reus había caído. Su respuesta me lleno más aun de esperanza y sorpresa a partes iguales: "Pues bien, como te dicho, Tarragona es un hervidero. Al menos, la zona Este. Ya intentamos entrar para conseguir alimentos y nos fue imposible. Conforme te vas adentrando al interior de la ciudad, los infectados van doblándose en número. Allí cayó mi hijo hace meses" Aquí ha habido unos segundos de silencio. Le he dado mis condolencias pero él ha seguido hablando. "Sobre lo que dices de Reus, no se de donde te has sacado que ha caído. Sigue en pie y conservando a todos los refugiados". ¿Comprendéis porque digo que me he llenado de esperanza y sorpresa? Me muero por contárselo a Belén y los demás. Sabía que Miguel nos había mentido. Después de oír lo de Reus, exclamé un fuerte "¡¿Qué?! ¡No puede ser! ¡Nos dijeron que había caído!" a lo que respondió "Pues quién te lo ha dicho os ha mentido. No ha caído y sigue como el primer día. Si no me equivoco, con más terreno que cuando nosotros nos marchamos. Cuando nos fuimos, habían comenzado una expansión, limpiando calle por calle la zona no segura y ensanchando el perímetro seguro de las vallas...". Lo interrumpí diciendo "¿Como? A ver si he entendido bien... ¿Tú y los tuyos habéis estado en la ciudad segura de Reus? ¿Y que hacéis que no seguís viviendo allí?". Su respuesta fue contundente: "Pues mira, cosas que pasan. Yo he nacido en el pueblo de 'Mont-Roig'. Mi mujer e hijos también. Toda mi familia. Al principio de todo, con la confusión que había nos dejamos llevar por el pánico mediático y acudimos a Reus como miles de personas más. Nos enteramos de que estaban evacuando allí a la gente por un mensaje de radio. Entramos allí a la semana de que Reus se estableciera como zona segura y los militares tomarán el control total de la ciudad. Nos trataron muy bien. Nada más llegar, nos pusieron en cuarentena y nos hicieron pasar controles médicos para asegurarse de que no estábamos infectados. ¿Sabes? Allí no entra nadie sin pasar esos controles. Cuando se aseguraron de que estábamos limpios, nos hicieron firmar una pila de papeles y nos adjudicaron unos pisos. Allí todo funciona como funcionaba antes de todo esto. Hay leyes, oficios, comercios... todo supervisado por el ejercito. A parte, no he visto zona más segura que esa. Y ahora viene porque nos marchamos. ¿Sabes por qué? Porque somos gente de pueblo, no de ciudad. Siempre lo fuimos y siempre lo seremos. Añorábamos nuestro pueblo, el monte, todo. Y la vida de la ciudad nos estresaba. También tuvimos otras muchas discrepancias que nos llevaron a desertar de la ciudad, pero la principal fue esa, que no cambiábamos nuestra tierra y forma de vida por estar más seguros. Nosotros hemos sido cazadores toda la vida, así que no tenemos problemas en generarnos la seguridad nosotros mismos. Te aseguro que es más peligroso y difícil matar un jabalí que a un merodeador. Ya estamos llegando. En seguida te quito la venda".
Esto es algo que no he comprendido. Se van de la, posiblemente, única ciudad segura de España porque ¿les gusta vivir en el campo? ¿como se come eso? No lo entiendo. Absurdo totalmente. Y tampoco he entendido a que se refería con las discrepancias. No he podido hacerle más preguntas al respecto en ese momento.

No hemos tardado en llegar a su famoso refugio. Los niños me han soltado y este hombre me ha quitado la venda mientras me decía "Por cierto, me llamo Eusebio. ¿Tú?". Le he contestado y me ha dicho que le siguiera. He observado a mi alrededor. Estábamos frente a un pequeño caserón rodeado de campo. A lo lejos he podido divisar un pueblo, el cual he podido suponer que era el famoso pueblo de 'Mont-Roig'. Cuando Eusebio me ha dado la espalda, uno de los críos, el más pequeño, me ha sacado la lengua y me ha dado una patada en la espinilla, después, ha salido corriendo. Os juro que si pudiera, a ese niño le iba a dar unos cuantos azotes. A ese y a los otros cuatro. He seguido a Eusebio hasta las proximidades de la casa. Entonces ha comenzado a apartar unos matojos del suelo y ha dejado al descubierto una portezuela metálica incrustada en el suelo. La ha abierto y a comenzado a descender por unas estrechas escalinatas. Le he seguido y le he preguntado que si esto era un sótano. Él me ha dicho "No. Es un antiguo refugio antiaéreo de la guerra civil. El último propietario de la casa lo reformó en los años 60-70 y lo hizo más habitable y confortable. Era un antiguo ex-legionario obsesionado con el tema de la guerra fría y un posible ataque nuclear contra España. Estaba loco. Quien se iba a molestar en tirar una bomba nuclear contra este poblacho... Al menos nos ha venido bien este sitio para refugiarnos. Sígueme". Caminamos por un angosto pasillo. Este estaba iluminado por bombillas que colgaban del techo de tierra. El pasillo se adentraba descendiendo ligeramente. Al final, llegamos a una pequeña sala iluminada con una tenue luz. El techo estaba apuntalado por grandes maderos. En el centro de la sala había una mesa y varias sillas. Al fondo de la habitación había una puerta metálica. Eusebio se acercó a esta y la abrió. Yo le seguí por otro largo y estrecho pasillo. Cuando llegamos al final de este, Eusebio dijo "Traigo visita". Me situé junto a él y observé donde me encontraba. Ante mi se extendía una gran sala de unos 10x10 metros, reforzada por varias vigas de obra metálicas. En la sala habían varios sillones y hasta un aparador. Sobre este había una radio. En el centro de la sala, frente a una gran mesa, habían cinco personas, las cuales tenían clavados sus ojos en mi. En un extremo de la mesa, una mujer mayor que estaba pelando patatas sobre un bol, a su lado, una mujer de unos 45 años. En el otro extremo, un chico de unos 30 años junto a una chica de edad similar. De pie junto a ellos, otro chico de la misma edad. Este último preguntó "¿Quién es?". Eusebio comenzó a explicar todo lo ocurrido, pero él no le dejo terminar. En un tono de voz elevado, comenzó a vociferar "¡Esto es una locura! ¡¿Ahora alojamos a forasteros?! ¡¿Entonces para que nos arriesgamos en montar toda la parafernalia de la rotonda?! (al oír esto, miré a Eusebio. Me sigue sorprendiendo que hayan sido ellos los que montaron todo eso en la rotonda) Con todos mis respetos, tío... ¡eres un maldito ignorante! ¡No me extraña que el primo muriese en Tarragona!". Después de esto, cogió su escopeta, que estaba en la mesa, y se marchó por un oscuro pasillo no sin antes lanzarme una mirada asesina. Eusebio me miró y después miró a todos los presentes. La mujer de unos 45 años se pronunció: "No es prudente lo que has hecho. Siento reconocer que en eso mi sobrino tiene razón. Pero lo hecho hecho esta. Que cené con nosotros y después llévalo al almacén. Allí hay un colchón donde podrá dormir. Enséñale el refugio mientras nosotras preparamos la cena". Eusebio me invitó a acompañarle. Le pude ver afectado después de todo lo que le había dicho ese individuo. Entonces le pregunté si habían sido ellos los que habían puesto todo aquello en la rotonda. Me contestó en tono apagado. "Sí. Lo hicimos entre mi sobrino, hijos y yo. El motivo fue para alejar a los forasteros de aquí. No nos fiamos de nadie. A ti también te incluyo en el bote, así que no te engañes por nuestra hospitalidad. Por cierto, espero que disculpes a mi sobrino Andrés. Tiene muy mala leche y no se corta ni un pelo. Dos de los niños que te han asaltado hoy son hijos suyos. Los otros dos son hijos de mi hijo, el que estaba en la sala. El más mayor, de mi hijo el que murió...". Eusebio me enseño todo el refugio. Este era laberíntico, lleno de pasillos, salas y pequeñas habitaciones improvisadas. Hasta hay una segunda salida. El lugar es muy oscuro, ya que no entra nada de luz del exterior. El sitio parece muy seguro y oculto. Me llamó la atención algo. Estaba hablando con él junto a una puerta de una habitación cuando esta se abrió y apareció Andrés. Este nos miró con desprecio y cerró la puerta. Mientras cerraba esta, me pude fijar en el interior. Era una pequeña habitación alumbrada por una tenue luz. Al fondo había un pequeño camastro donde me pareció ver a alguien tapado. No me dio tiempo a ver más. Andrés terminó de cerrar la puerta y se marchó. No pude resistir la curiosidad y le pregunté a Eusebio "¿Esto es otra habitación? ¿De quién es?". Él me miró y contestó: "Sí, pero no te la puedo enseñar. Esta mi nieta, la hija de Andrés. Esta bastante enferma... Es diabética y se nos ha acabado la insulina. Va a peor cada día... y no podemos darle su insulina porque no encontramos. Hasta hace unas semanas no teníamos problemas para conseguir, pero ahora, imposible. El tiempo corre en nuestra contra".

La tarde pasó rápido. Esta la pasé junto a Eusebio y su otro hijo, ayudandoles a poner combustible al generador de electricidad del refugio. No me quitaron ojo ni me dieron la espalda en ningún momento. Cuando llegó la hora de cenar, nos sentamos en la mesa mientras la mujer de Eusebio y su suegra servían la mesa. Nos sirvieron un cocido de conejo con patatas, el cual estaba riquísimo. El momento de la cena ha sido muy incomodo. Salvó unas pocas preguntas que me ha hecho la mujer de Eusebio y el griterío de los niños, nadie más habló. Andrés ni siquiera apareció a cenar. Por lo visto, esta muy molesto con mi aparición y que haya decidido quedarme esta noche. No se fía de mi. Ni él ni nadie. Y no les culpo. Al terminar la cena, Eusebio me llevó hasta la que sería mi habitación. Cuando abrió esta y encendió la bombilla, pude ver como unas ratas corrieron a esconderse entre unos sacos de patatas. Era una sala grande, repleta de sacos, latas de comida, garrafas de agua y enseres varios. De detrás de los sacos sacó un sucio colchón con una manta y lo dejo caer en el suelo. Antes de irse me dijo: "Como te dije, voy a cerrarte con llave hasta mañana a las 8. Te agradecería que no comas nada de la comida que aquí hay. Tenemos los víveres racionados. Por el agua, no te preocupes. Bebe toda la que quieras. La de las garrafas esta limpia y ha sido hervida, así que puedes beber tranquilo. Y si necesitas hacer tus necesidades, haz uso de aquel cubo. Eso si, mañana a primera hora no olvides vaciarlo. Que descanses". Tras de él ha cerrado la puerta y he podido oír como ha echado los cerrojos exteriores. De esto hace unas horas y aquí estoy, sentado sobre un polvoriento colchón, con una mugrienta manta y viendo como las ratas corren de un lado a otro. He estado husmeando entre los trastos y he encontrado un pequeño cuchillo. Me lo he guardado en el pantalón. Ellos no son los únicos que no se fían. Yo tampoco me termino de fiar de ellos, así que mejor guardar una carta en la manga por si acaso. Parecen buena gente, pero los he conocido más hospitalarios que han resultado ser psicópatas.

Todavía me duelen los golpes y heridas de esta tarde. Al menos, la brecha de mi cabeza ha cerrado bien, aunque también me duele. Putos niños...
Voy a intentar dormir. Si nada me lo impide, mañana retomaré mi marcha. Este descanso no me va a hacer daño, al contrario. Además, sabiendo que Reus sigue en pie, voy a dormir más feliz que nunca. Aunque ese sentimiento de felicidad es contrarrestado por el pensar que Miguel nos mintió y no sé con que fin. Eso me preocupa, ya que Belén y los demás siguen allí.

Buenas noches.


- Erik -


6 comentarios:

DAG-SYSTEM dijo...

wow, supervivientes, pero lo mejor es que reus esta intacta..eso solo significa que miguel debe ser un loco de esos lideres de sectas suicidas de fin de milenio..

seeyouinthenextlife dijo...

La leche!!!!, esto cada vez se pone más interesante y saber que Reus sigue en pie y tan "supuestamente" segura.

No puedo esperar a la próxima entrada.

Miembro de la resistencia dijo...

Parece ser que Reus sigue en pie y, como dice seeyouinthenextlife, tan "supuestamente" segura. Esto significa que Miguel ha mentido... y eso no es bueno para el grupo de Erik. En cuanto pueda colgaré la siguiente entrada! Un saludo!

seeyouinthenextlife dijo...

Esperamos la entrada, pero no nos dejes asi mucho tiempo...

Miguel deberá dar explicaciones del porque no quiere que se sepa que Reus está "viva".

Richzendy dijo...

Que pasó con esta historia? la he conocido como hace 15 días y ya me la he leído toda.

Este capitulo nos dejo sin saber el desenlace de la historia, no es justo :-/

Felicitaciones, es excelente el relato, me muero por saber que paso con Erick y que a hecho todo este tiempo Iván.

Miembro de la resistencia dijo...

Buenas Richzendy! Gracias por tu comentario y me alegro mucho de que te haya gustado la historia.

Pues mira, te comento. No sé si te habrás fijado, pero en el titulo de las entradas pone fechas de hace bastantes meses. Por eso no te preocupes, la historia sigue y cuando la ocasión lo requiera, habrá un salto temporal que ponga la historia al día.

Por lo demás, no te preocupes. La siguiente entrada la tengo ya prácticamente acabada, así que entre hoy y mañana, la tendréis colgada!

Un saludo y espero ver más posts tuyos!