sábado, 23 de enero de 2010

+ 23-01-10 + Un error más

Después de nuestra frustrada y catastrófica incursión en el último pueblo, las cosas han ido a peor. Hemos arrastrado las consecuencias de una serie de errores fatales. En estos tiempos, un pequeño error, por ínfimo que sea, puede desencadenar una serie de acontecimientos que consiguen que las cosas vayan a peor. El día 16, Ricardo comenzó a quejarse de su herida, diciendo que esta le dolía horrores, le abrasaba. Esther le examinó la herida y le cambio el vendaje. Esther dijo "Esta herida tiene muy mala pinta. Esta infectada...". La verdad es que sí, dicha herida supuraba y lucía un feo color parduzco. A todo esto, Iván no paró de lanzarme miradas. No me decía nada, solo me miraba fijamente a los ojos. Podía leer lo que me decían sus ojos. Sabía que sus miradas se debían a la conversación que tuvimos el día anterior. Aún así, no me dijo nada.

Los días 17 y 18, Ricardo comenzó a mostrar un empeoramiento brutal y acelerado. Estos dos días los pasó con unas fiebres que volaba. Deliraba, balbuceaba cosas inconexas... Le hicimos un hueco al final del autobús, donde pusimos bastantes mantas. Allí lo tapamos y Esther lo vigilaba constantemente. Esta no era la única persona que permanecía a su lado. Iván estaba allí sentado, empuñando su arma y vigilando a Ricardo. Esto me sacaba de mis casillas. No paré de pensar "¿De que va el payaso este?". Creo que Iván se percató de mi hostilidad, pero no pareció importarle mucho, él siguió allí, sentado y vigilante. En esos momentos, seguía viendo imposible que una persona pudiera transformarse en una de esas cosas por el simple hecho de un mordisco. La fiebre la atribuía a una infección de caballo en la herida, nada más. Esto también lo decía Esther. Ella permanecía al lado de Ricardo, suministrándole algunos de los medicamentos que tenemos y empapandole la frente con trapos húmedos. Aun así, la fiebre no se rebajó.

El día 19, la herida tenía mucho peor aspecto, cambiando el tono parduzco por un color morado. Esther estaba confusa, ya que decía que no entendía como no se frenaba la infección. Al mediodía, Eduardo para el bus para comer algo. Fue entonces cuando Ricardo comenzó a vomitar. Ahí fue cuando Iván abrió la puerta del autobús y me hizo un gesto para que le siguiera. Cuando salí al exterior, comenzó a decirme: "Erik, te lo he dicho, Ricardo esta perdido. Esta infectado. Este estado es irreversible y por muchos medicamentos y trapos húmedos que le pongan en la cabeza, va a ir a peor. Esta por la antepenúltima fase. La siguiente son las convulsiones y la muerte. Cuando esto ocurra, se reanimara ¡Asúmelo, joder! O lo quitamos del medio o tendremos serios problemas. Estamos alargando su sufrimiento y poniéndonos nosotros en peligro...". Me disponía a replicar ante lo que me pareció una tremenda falta de humanidad, pero algo nos sobresaltó. Una de las chicas estaba gritando en el interior del bus. Empuñando las armas, entramos a toda prisa temiendo lo peor. Cuando entramos, vimos que quién gritaba era Elena. Estaba de pie, observando a Ricardo, el cual convulsionaba violentamente, tirando espuma por la boca. Alrededor de él, estaban todos. Ana y Esther intentaban sujetarlo y sacarle la lengua, ya que se la estaba tragando. Me quedé observando la situación sin saber que hacer. De repente, Iván paso por mi lado y se situó ante Ricardo, encañonandolo con la escopeta. Entonces dijo "¡Apartaos todos! ¡Esta infectado! ¡Si no lo quitamos del medio se transformara en cuestión de segundos!". Todos los presentes se horrorizaron y Fede se puso en pie, diciéndole que era un loco. Viendo que iba a apretar el gatillo, me abalancé rápidamente sobre él y lo derribe. Los dos caímos al suelo, pero consiguió zafarse de mi. Se incorporo rápidamente y me encañono, mientras que yo, desde el suelo, hice lo mismo. Le grité que bajara el arma, pero no me hizo caso. Me gritó "Erik, hay que hacerlo, ¡compréndelo!". En ese instante, Eduardo, desde su espalda, le situó la katana en el cuello y le ordenó que bajase el arma. Iván, sorprendido, dijo que no la iba a bajar. Transcurrieron unos segundos. Entonces Eduardo repitió la orden, pero esta vez alzando la voz y añadiendo una amenaza de lo que le haría si no lo obedecía. Ahí fue cuando poco a poco comencé a apretar ligeramente el gatillo de mi arma. Me disponía a abrir fuego, justo cuando algo llamó nuestra atención. Ricardo dejo de convulsionar. Esther le buscó las constantes vitales y dijo sorprendida "ha muerto". Iván corrigió la trayectoria de su arma y encañonó al cadáver de Ricardo. Yo hice lo mismo. Esther y Ana comenzaron a apartarse del cadáver, el cual seguía inmóvil. Pasaron unos largos segundos y comencé a pensar que no se reanimaría. Cuan equivocado estaban mis pensamiento. Sus ojos se abrieron de golpe y Ricardo se incorporó profiriendo un grito, mientras echaba espurramajos por la boca. No esperamos más y abrimos fuego. Las balas impactaron en el cuerpo de Ricardo, pero este no dejo de moverse hasta que una de las balas le impacto en la cabeza. No tengo palabras para describir la consternación que había en ese momento en el bus. Ana rompió a llorar y a gritar, mientras se agarraba al cadáver. A Fede se le caían las lágrimas. Elena también lloraba acurrucada en un rincón y Belén estaba con cara de shock. Iván estampó su escopeta contra el suelo y salió del vehículo a toda prisa.

Ahí permanecí durante unos minutos y luego salí a buscar a Iván. Lo encontré fuera, sentado sobre el capo de un coche abandonado que allí había. Cuando me situé a su lado, le dije "Te debo una disculpa. En serio. Estabas en lo cierto y yo equivocado. Por no haberte creído he puesto en peligro a todo el grupo. No quiero ni pensar que habría pasado si esto hubiese ocurrido a media noche... Quizás hoy lloraríamos dos muertes... o más. Pero quiero que comprendas que lo que tú proponías, matar a Ricardo sin que este estuviese reanimado, eso es intolerable y no te lo podía permitir. No tengo reparos en acabar con esos muertos reanimados, pero si los tengo en matar a una persona que todavía conserva la condición humana...". Iván me interrumpió en un tono grave, diciendo "No hace falta que sigas, tío. Te acepto la disculpa, ya esta, no le demos más vueltas al asunto. Ahora deberíamos preocuparnos en deshacernos del cadáver lo más dignamente posible". Después de esto, Iván volvió al bus y allí me quedé. He de reconocer que en ese momento derramé unas lágrimas por Ricardo...

En cuestión de poco tiempo preparamos el entierro más digno que podíamos darle a Ricardo. Buscamos todo tipo de materiales que combustionaran y los apilamos. Acto seguido, sobre la pirámide de maderas y telas, situamos el cuerpo de Ricardo y lo rociamos con gasolina que extrajimos de los vehículos que por allí habían. Eduardo fue quién le dio fuego a la improvisada pira funeraria. Ana y Fede lloraron como niños. Mientras el cuerpo se consumía entre las llamas, pude oír a Fede decir en voz baja "Ve con dios, hermano. Tú ya has conseguido escapar del infierno". Cierto, él ya ha escapado del infierno. Él ya no tiene que sufrir esta mierda. No tiene que torturarse pensando que nada volverá a ser igual, a vivir con el temor de que una horda de seres antropófagos nos devoren en un descuido. Su tormento ya ha acabado, él ya esta descansando.

Así es como hemos perdido a otro compañero. Buff...

En respecto a Iván, no se porque no le creí. Él me dijo que había visto casos de mordeduras que habían desencadenado con la transformación de los individuos, pero a pesar de eso, me empeñe en no creerlo. Desde que tuve conocimiento de lo que estaba ocurriendo, siempre pensé que las transformaciones se daban al morir el individuo, fuese de la forma que fuese. Creía que los personas que eran mordidas y morían, era por una complicación de la herida que era mal cuidada, pero ahora me doy cuenta que no. Una mordedura o contacto directo de fluidos con estas cosas, lo que consigue es matar al individuo y reanimarlo. ¿Por qué? No tengo ni la menor idea. Según me ha dicho hoy Iván, nunca había visto a un individuo tardar tanto en morir y reanimarse tras una mordedura. Según él, Ricardo ha tardado demasiado, ya que normalmente, la fase de muerte y reanimación se completa entre 10 y 24 horas. Aunque reconoce haber visto un caso de transformación que llevo dos días. En Ricardo ha llevado 3 días y poco. Como dice Iván, eso debe depender de cada organismo. Lo que si sabemos es que si alguno de nosotros somos atacados y nos muerden, estamos muertos...

- Erik -


viernes, 15 de enero de 2010

+ 15-01-10 + Muerte en las aulas

Han ocurrido novedades y no son nada buenas. Nunca pensé que me acostumbraría tan rápido a los malos acontecimientos. Ni a narrarlos ni a asimilarlos con tanta naturalidad. Ya os dije en una ocasión que es sorprendente como el ser humano se acostumbra tan fácil tanto a lo bueno como a lo malo. Lo que antes nos era impensable, de la noche a la mañana se puede convertir en algo tan natural que lo aceptas como el pan nuestro de cada día. Volviendo a lo ocurrido, deciros que no se como sigo aquí y no soy una de esas cosas que pululan por ahí afuera. Puedo decir que ayer salude a la muerte de muy cerca. Os cuento:

Hace unos días que hemos entrado en la provincia de Castellón. Antes de que el caos comenzara, llegar hasta este punto nos habría costado apenas una hora, pero ahora, sin poder utilizar autovías y tomando carreteras secundarias, despejando las carreteras de vehículos abandonados y equivocándonos de camino en multitud de ocasiones, nos ha costado esto, una barbaridad de días. No se cuantos kilómetros avanzamos por día, pero os aseguro que hacemos poquísimos. Bueno, ayer nos vimos obligados a pasar muy cerca de un pueblo. No sabría deciros el nombre de la población ahora mismo, ya que me lo dijo Eduardo y ahora no consigo recordar el nombre. Iván comentó que podíamos intentar realizar una pequeña incursión al pueblo. La idea se recibió con algo de esperanza, ya que siempre nos queda la duda de "¿Y si en esa zona no ha llegado todo esto?". Pero por otra parte, nos aparece otro pensamiento que dice "¿Y si esta igual como todo lo que hemos conocido hasta ahora?". Ante esas dos cuestiones, la balanza siempre se inclina por pasar de largo y no arriesgarse en adentrarse en un vivero de merodeadores, pero en el momento la comida y bebida comienza a escasear, la balanza da un vuelco y se inclina hacia el "arriesgarse". Es ahí cuando te ves obligado a hacer algo que no quieres y el miedo se apodera de tu cuerpo.

Visto que teníamos que salir y aparte de hacer un reconocimiento, teníamos que buscar víveres y todo lo necesario, procedimos a hacer unos rápidos preparativos. Por su experiencia en esta clase de incursiones, le cedimos el honor a los militares, en este caso a Ana y Ricardo, ya que Fede aún se encuentra convaleciente de sus heridas. Lo primero que hicieron fue escoger (sin preguntar, algo que no me gusta nada) a las personas que iban a participar. Formaron dos equipos, ya que según ellos, teníamos que estar lo suficiente separados como para que en la peor de las situaciones, no nos rodeasen, pero al mismo tiempo, lo suficientemente juntos como para echarnos un cable en situación de peligro inminente. El primer equipo estaba formado por Ricardo (el cual capitaneaba el grupo), Iván, Belén y yo. Cuando nombró a Belén, la cual todavía sigue arrastrando las secuelas de lo ocurrido, yo la mire y ella me devolvió la mirada. No tuve valor a oponerme, ya que esto sería cambiar el destino. En la última incursión, ella participo y pago un alto precio. Pero por otro lado, en la primera incursión que realizamos, en la cual fuimos a un centro comercial y en nuestra ausencia los saqueadores entraron a nuestra urbanización, Belén se salvo de ellos gracias a que decidió participar en la incursión. Visto que ambas posibilidades tienen la misma probabilidad de peligro, decidí dejar esto en manos del destino. El segundo equipo estaba formado por Ana (la cual capitaneaba este grupo), María, Luis y Elena. Esta última protesto a gritos en contra de la decisión de los militares de incluirla en la misión. Los gritos de Elena fueron silenciados por Fede, que desde el fondo del bús, le gritó colericamente "¡¡Tú vas a ir al igual que van tus compañeros!! ¡¡No eres una excepción en el grupo, así que si quieres obtener tu parte de los víveres que se obtengan, iras!!". Elena palideció ante esa respuesta, ya que no la esperaba, y yo sentí unas tremendas ganas de aplaudir, las cuales me tuve que contener. El único que pareció estar molesto ante esta respuesta, aparte de Elena, fue Iván, el cual miró desafiante a Fede, pero no pronuncio ni una sola palabra. Me da la impresión que Fede tiene algún tipo de cuestión personal con Elena, ya que le noto algo extraño en la mirada cuando se la dirige hacia ella. Volviendo al tema, una vez formados los equipos, Eduardo hizo un inciso. Preguntó porque él no entraba en el grupo y hasta dijo que el se ofrecía voluntario para cambiar el puesto a quién quisiera quedarse. La respuesta que dio Ricardo fue a parte de clara, razonable: "Eduardo, te necesitamos en el bús. Si por una de esas, tenemos que salir huyendo, necesitamos al conductor a los mandos, preparado para sacarnos de la zona lo más rápidamente. Así que tú, junto a Esther y Fede, el cual todavía no puede participar en las incursiones, os quedáis aquí, alerta y empuñando las armas...". Eduardo, demostrando una disciplina que cada vez me deja más frío, asintió con la cabeza y no rechisto. Admiro a ese hombre, os lo juro.

Una vez repartidas las armas, bajamos del vehículo y comenzamos a transitar por el campo, ambos grupos, separados a una distancia prudencial. El grupo más avanzado era el nuestro y Ricardo, que lo encabezaba, nos decía que fuésemos lo más sigilosos posibles. Desde nuestro camino, podíamos divisar la población, la cual se encontraba a 2 kilómetros aproximadamente. La marcha transcurrió en silencio y muy tranquila, sin ningún tipo de sobresalto inesperado. En menos tiempo del previsto, nos encontramos en unos arbustos, junto a una carretera del pueblo. Esta vía estaba desierta, pero el destrozo era notable: coches estrellados, cadáveres devorados por todas partes, signos de combate por todos lados... nuestras esperanzas de encontrar normalidad en este pueblo se desvanecieron en cuestión de segundos. Escondidos en nuestra posición, vi como Ricardo hacía gestos a Ana, que se encontraba a varios metros de nosotros con su grupo. Esta le devolvió los gestos y Ricardo nos dijo "Parece despejado, así que vamos a salir. Nosotros somos el grupo de vanguardia, ellos nos seguirán desde detrás". Dicho esto, Ricardo salió y nosotros le seguimos. Mientras salía de nuestra posición, mire al otro grupo y pude ver que Luis temblaba como un flan...

Avanzamos por la calle pegados a la pared hasta una esquina. Cuando llegamos a este punto, el segundo equipo salió de su posición y nos siguió. Ricardo asomó la cabeza por la esquina y rápidamente la escondió. Su mirada no era nada alentadora. Le pregunté en voz baja que ocurría, pero sin contestarme, realizó un gesto a Ana y ambos grupos comenzamos a caminar rápidamente hacía el lado opuesto de la calle. Llegamos a la otra esquina y Ana repitió lo mismo que había hecho Ricardo anteriormente. Asomó la cabeza y seguidamente realizó un gesto a Ricardo. Fue cuando entonces Ricardo nos dijo. "Despejado. Vamos, nosotros pasamos primero". Así lo hicimos. Esta nueva calle era similar a la anterior. Una larga avenida, toda desierta. Avanzamos por esta, buscando un supermercado o algo similar. Encontramos un pequeño ultramarinos, el cual tenía la puerta cerrada. Era de cristal e Iván hizo gesto de romperla, pero Ricardo le dijo que no, alegando "El ruido puede alertar a los merodeadores. Déjame a mi". A continuación, se puso a forzar la cerradura y un pequeño "CLAC" avisó de que la puerta estaba abierta. Entramos con total precaución y, para nuestra sorpresa, descubrimos que el comercio estaba sin saquear. No perdimos tiempo y comenzamos a llenar las mochilas. Parecíamos posesos que no habían comido en años. Cogíamos todo tipo de comida enlatada, hasta comida de perros. En esos momentos no la cogíamos pensando en Thor, os lo aseguro...

Con las mochilas lo suficientemente llenas, salimos al exterior y Ana propuso volver al bús, pero Ricardo se opuso, alegando que necesitábamos mantas. Se enzarzaron en una pequeña y acalorada discusión, en la cual Ana alegaba que los alimentos si eran de vital importancia y por la cual teníamos que arriesgarnos en conseguir, pero no lo era conseguir mantas. Por su parte, Ricardo dijo que debíamos aprovechar nuestra incursión y conseguirlas. Ricardo le dijo que parase de hacer perder tiempo, que estábamos al descubierto y que necesitábamos actuar rápido antes de alertar a los merodeadores del pueblo. Acto seguido, le dijo que volviera si quería, pero que nosotros íbamos a conseguir las mantas. Ricardo nos dijo que nos pegáramos a él y comenzó a avanzar. Ana resopló de resignación y también nos siguió. Yo iba tras Ricardo, detrás mio iba Iván y al final iba Belén. Avanzamos hasta que vimos un edificio rodeado por un muro de piedra y un gran portón de hierro. Nos quedamos mirando unos largos segundos. En la puerta ponía "Colegio interno para disminuidos psíquicos Santa Marta". Entonces le pregunté a Ricardo "Crees que ahí...". No me dejo acabar, contestó "Sí, es un colegio interno, por lo cual, deben de haber mantas". Mi siguiente pregunta fue "¿Y si es un vivero de infectados?". La respuesta de Ricardo fue "Tendremos que extremar la precaución y retroceder si nos vemos desbordados". A continuación, se encaramo en el muro, observó el interior y nos dijo que estaba limpio. Después de dejo caer tras el muro. Nosotros lo imitamos y entramos en el interior. Fue difícil trepar con las armas, pero nos las apañamos. Una vez dentro, observé el lugar. Nos encontrábamos en un gigantesco patio. Habían columpios por todas partes y demás zonas de recreo. Nosotros estábamos sobre una parte llena de césped. Este, a falta de cuidado humano, había crecido desmesuradamente. Enfrente nuestra se encontraba el edificio. Era bastante largo y de dos plantas. Se notaba que el lugar era más que un colegio, que era un centro especial, ya que tenía más pinta de hospital que de otra cosa. Avanzamos cautelosamente. Noté como Belén aceleró el paso y se situó a mi lado. Estaba muy nerviosa. Yo le cogí la mano y me la acerqué a la boca, dándole un beso en esta. Belén me lanzó una forzada sonrisa. Seguimos andando hasta que llegamos a la puerta del centro. Esta estaba entreabierta y eso me dio mala espina. No fui el único, ya que Ricardo le hizo un gesto a Ana y esta, mediante señas, nos hizo recular y apuntar hacía la puerta. Ricardo avanzó y empujo la puerta. En ese momento esperé que una terrible horda se nos abalanzase, pero no fue así. Nadie salió por esa puerta. Ricardo asomó la cabeza por la puerta y atravesó esta. Todos fuimos tras él. Al entrar en el interior, un intenso olor a podrido inundo mis fosas nasales. Vi como mis compañeros se tapaban la nariz con cara de asco. A pesar de eso, Ricardo continuo la marcha por el pasillo. No tardamos en llegar a una extensa sala, en la cual ponía "Recepción". Habían butacas por todos los lados. Me llamó la atención un triciclo que había tirado en una esquina. A metro y medio por encima de este, colgado en la pared, había un gran tablón lleno de fotos, dibujos y demás manualidades. Me acerqué a este y observé detenidamente. Miré cada una de las fotos que allí había. En todas salían niños. Los habían de todas las edades. Un sentimiento de pena me invadió. Cuando me dí cuenta, Belén tiraba de mi para avisarme que los demás habían comenzado a adentrarse por un nuevo pasillo. Aceleramos el paso y nos situamos al lado de los demás. Al final del pasillo divisamos unas pequeñas escaleras que accedían al piso superior, junto a un cartel que decía "Habitaciones" con una flecha señalando al piso superior. Junto a las escaleras había una pequeña rampa, posiblemente para subir y bajar a personas en silla de ruedas. Enfrente de las escaleras, había una gran puerta cerrada. Arriba de esta ponía "Comedor". Me llamó la atención que en esta estancia las paredes estaban llenas de moscas. Obviando esto, me situé junto a Ricardo y Ana y les pregunté en voz baja "Para arriba, ¿verdad?". Me asintieron con la cabeza y comenzamos a subir. En ese momento, en ese maldito puto momento que estábamos subiendo, Elena, que estaba más rezagada, dijo "Mirar, esto da al comedor y seguramente a la cocina, así que quizás haya comida para llevarnos...". Nos giramos para decirle que ni se le ocurriera abrir la puerta, pero vimos horrorizados que ya lo estaba haciéndolo. Solo pudimos darle un grito diciendo "¡Noo!", pero ya era demasiado tarde, la puerta ya había sido abierta. En décimas de segundo, vi como Belén, María, Iván y Luis giraban la cabeza para ver que ocurría, mientras de la puerta salía una espectacular horda de merodeadores. La mayoría eran niños, adolescentes y algún que otro adulto. Fue como si el corazón se me parase en el acto. No se como, pero Elena pudo esquivar a los primeros merodeadores que salieron entre gemidos y comenzó a correr entre gritos hacía la salida, desandando todos nuestros pasos. Los demás, que nos encontrábamos en las escaleras, no tuvimos tanta suerte, ya que los merodeadores nos cortaban el paso. Ricardo, Ana e Iván comenzaron a disparar. Eran muchos y sabía que de nada iba a servir enfrentarse, así que cogí del brazo a Belén y grité "¡¡Corred!!" mientras llevaba a Belén a rastras hacía el piso superior. Cuando ya estaba en este y los disparos seguían resonando en las escaleras, apareció María atrás nuestra. Los disparos cesaron y solo resonaron unos estremecedores gritos de dolor. Temí lo peor mientras los gritos resonaban. Me paré en seco y volví la vista atrás. En ese momento, aparecieron Ana, Iván y Ricardo, en ese orden, mientras volvían a disparar escaleras abajo. Pude ver como Ricardo se cogía el brazo, el cual le sangraba abundantemente. Los gritos seguían resonando y eso significaba una cosa, Luis había sido al que habían alcanzado. El miedo se apodero de mi cuerpo mientras Belén tiraba de mi entre sollozos. En ese momento reaccione y corrimos por el pasillo. Los demás iban tras de nosotros. Cuando giré la cabeza para ver por donde iban, vi como en el pasillo comenzaban a aparecer merodeadores. Iván corría y abría fuego al mismo tiempo. Doblamos una esquina y un merodeador nos sorprendió. Belén y yo nos frenamos en seco y por un acto reflejo, le propine una brutal patada en la cabeza al merodeador que no levantaba un metro y medio del suelo. Este salió despedido unos metros y cayó tendido en el suelo, sin volverse a levantar. Continuamos corriendo e Iván se situó a mi lado, diciéndome "¡Mierda! ¡Han cazado a Luis! ¡A este paso somos los siguientes!". Como si no supiera eso. Doblamos varias esquinas y acabamos en una gran aula, toda llena de pupitres. Ana e Iván cerraron la puerta y la amurallaron con un armario y varios pupitres. Me apoyé en la pizarra y me deje caer exhausto. Belén estaba a mi lado, cogiéndome y sollozando. Yo no tenía fuerzas ni para respirar. Ana se situó al lado de Ricardo, el cual se cogía el brazo ensangrentado y le chilló "¡¿Que hacemos?! ¡¡¿Que cojones hacemos?!! ¡¡¿Tú nos has metido en esto y tú tienes que sacarnos?!!". Ricardo, que tenía los ojos desorbitados y una cara con mezcla de dolor y pánico, le gritó "¡¡Yo no tengo culpa de que esa puta haya abierto la puerta!!". La respuesta de Ana fue un tortazo que resonó por toda el aula. Ricardo hizo algo que me sorprendió, y fue responderle con un puñetazo en toda la cara con el brazo bueno. Ana cayó al suelo y no se levantó, se quedó tumbada, llorando. Rápidamente me levanté y ayude a ponerse en pie a Ana, mientras dije "No os peléis, no sirve de nada, ¡joder! Ahora tenemos que pensar en como escapar de aquí...". No terminé la frase cuando unos golpes comenzaron a resonar en la puerta. Ya habían llegado y sabían que estábamos dentro. Comenzamos a mirar por toda la sala en busca de una salida. Nuestra única vía de escape eran las ventanas. Pero había un problema, estas estaban rejadas. No me lo pensé más, cogí una mesa de un pupitre y comencé a golpear con todas mis fuerzas la reja de una de las ventanas. Iván me imitó y con otra mesa comenzó a golpear la verja. Esta no era muy gruesa y debía de ceder, sino, estábamos perdidos. Tras de nosotros, los golpes de la puerta se habían convertido en embestidas. El armario temblaba tras cada embestida. María me interrumpió trayendo algo. Llevaba una cuerda, que la había cogido de una pared, la cual estaba adornada con motivos marineros. De nada servía la cuerda si no conseguíamos tirar la verja. Le propine un nuevo golpe y la mesa se partió. Mientras Iván seguía golpeando y yo cogía otra mesa, observé que la verja estaba cediendo.

Seguimos golpeándola hasta que esta se desprendió de la ventana y cayó al exterior. Sin tiempo que perder, atamos la cuerda al marco de la ventana y la soltamos. La cuerda no era lo suficiente larga y estaba suspendida a dos metros del suelo. No teníamos una mejor opción, así que Ana fue la primera en descender por la cuerda. Una vez en el suelo, comenzó a disparar a algunos merodeadores que salían del centro. La siguiente en descender fue Belén. Soltó el arma por la ventana y comenzó a bajar por la cuerda. Le siguió María. Mientras esta descendía, me giré y vi a Iván, el cual apuntaba su arma hacia la puerta, la cual era embestida con una fuerza monstruosa, y decía "¡Venga, hijos de puta! ¡Pasar! ¡Pasar si tenéis cojones, podridos!". En su cara se dibujaba una sonrisa, como si estuviera disfrutando con tanta presión. En ese momento, la puerta se abrió y decenas de brazos asomaron. Esta siguió abriéndose mientras arrastraba el armario, el cual volcó hacía un lado. Ya no había nada que les impidiese entrar. Comenzaron a entrar los primeros e Iván comenzó a disparar mientras profería su grito de cowboy. Hice lo mismo mientras le gritaba a Ricardo que se diese prisa en bajar.Este tenía serios problemas para cogerse a la cuerda, ya que su brazo estaba malherido. Desde el exterior resonaban más disparos y oía a Belén gritar mi nombre. Seguían entrando más y más infectados, cuando el cargador de Iván se agotó. Este cogió el arma por el cañón y comenzó a golpear a los merodeadores con la culata. Por cada golpe caía un merodeador con la cabeza destrozada. Pero de nada servía, por cada uno que caía, entraban cinco más. Nos tenían arrinconados, cuando le grité a Iván que bajara. Este me contestó con una carcajada "¡Las señoras primero!". Yo le insistí "¡¡¡No me jodas!!! ¡¡¡Baja!!!". Con los merodeadores a un metro de nosotros y con sus manos a centímetros de nuestras caras, Iván me miró con su sonrisa de desquiciado y me dijo "¡Ni para ti ni para mi! ¡Saltamos a la vez!". Entonces me cogió del brazo y dio un salto por la ventana, arrastrándome. La caída era de más de tres metros y en ese momento nos encontrábamos volando hacía el suelo. Mientras íbamos cayendo, yo notaba que algo me agarraba de la pierna. Pero en ese momento, mi mayor preocupación era aterrizar bien, así que me prepare para caer de la mejor forma. Aterrizamos y yo amortigüe el golpe rodando por el suelo. Aún así, un dolor me atravesó los talones y subió por mis piernas. Una vez en el suelo, los demás nos ayudaron a ponernos en pie y vi sorprendido que junto a mi, había aterrizado un merodeador, un niño. Eso era lo que notaba durante la caída que tenía agarrado a la pierna. Este se intento levantar, pero Belén le pego un tiro en la cabeza con su pistola. Sin tiempo que perder y con el dolor aun en las piernas, corrimos por todo el patio exterior hacia la muralla. En nuestra huida, decenas de merodeadores que habían salido del centro nos intentaban cortar el paso. Los abatíamos y esquivábamos como podíamos. Cuando llegamos al muro, nos encaramamos y la visión fue más dantesca aún. En la calle se agolpaban cientos de merodeadores, posiblemente atraídos por los disparos. Seguimos subidos en el muro sin saber que hacer. A ambos lados del muro teníamos merodeadores que alzaban los brazos hacia nosotros para atraparnos. Cuando ya lo dábamos todo por perdido, una luz apareció en la penumbra de nuestra situación, y es que desde el fondo de la calle, apareció el bus con Eduardo al volante. Mientras Eduardo conducía el vehículo hasta nuestra posición, arrollando a los infectados que se ponían delante, yo solo podía dar gracias a dios. Condució el autobús hasta nuestra posición y de una rápida maniobra, lo apego totalmente al muro arrollando a los merodeadores que allí se agolpaban y abriendo las puertas. De un salto nos metimos dentro del vehículo y Eduardo cerró las puertas. Seguidamente, comenzó a conducir. En el fondo del bus se encontraba Fede sentado, con cara de asustado. A su lado estaba Esther y Thor estaba andando de un lado a otro. En un rincón estaba Elena, acurrucada con las manos en la cara y llorando. Ricardo ando hacía ella e hizo caso omiso a Esther, que se le acercó al verle la herida. Dijo dirigiéndose a Elena "¡¡Espero que estés contenta, pedazo de zorra!!". Belén salió corriendo hacia Elena, le levantó la cabeza y abofeteó su cara llena de lágrimas. Corrí hacía ella y la separé de Elena. A pesar de eso, Belén seguía intentando abofetearla más. Conseguí calmarla y la senté en un asiento. Esther comenzó a sacar vendas mientras le preguntabá a Ricardo "¿Como te lo has hecho?" a lo que este contestó "Me han mordido por culpa de esa puta barata".

Ahí fue cuando Eduardo me llamó y me dijo "Mira, todo era tan fácil como esto". No sabía a que se refería, pero cuando mire al frente, vi que conducía el bus hacía ¡un escaparate!. El bus chocó con este y partió el escaparate en mil pedazos. Seguidamente abrió las puertas, empuño la katana y bajo del vehículo. Le grité que cojones hacía, pero lo entendí cuando lo vi aparecer de dentro del comercio. Cargaba un puñado de mantas, las dejo en el bus y volvió al interior de nuevo. Ahí fue cuando vi que en la puerta del comercio ponía "Mantas, edredones y más accesorios de dormitorio". Hizo otro viaje trayendo más mantas, entró, cerró las puertas y grito a todos los presentes "¡Todo era así de fácil! ¡Así de jodidamente fácil, sin exponerse al peligro más de lo necesario! A partir de ahora, yo participo en todas las incursiones y no es negociable. Así me asegurare de que ningún patán lleve mal una operación tan simple, ¡joder!". Ricardo agachó la cabeza mientras Esther le curaba la herida. Después de esto, Eduardo se sentó y sacó el autobús de allí.

Eso ha sido todo lo que ocurrió ayer. Por culpa de Elena, hemos perdido a un compañero y Ricardo a sido herido. Anoche, cuando todos estaban dormidos y yo me encontraba sentado en un asiento, ya que con todo lo ocurrido no podía conciliar el sueño, vino Iván y me dijo algo que me quitó mas el sueño y todavía sigo pensando en ello. Comenzó hablándome en voz baja diciendo esto: "Erik, han mordido a Ricardo y por lo que veo parece que no sabes que significa esto..." Se dio cuenta de que no sabía a que se refería, entonces continuó "...mira, en mi estancia con el SkullKorp, cuando esto ocurría y un compañero era mordido, era puesto en cuarentena. Por si no lo sabes, no solo se reaniman las personas que mueren, sino también los que su sangre entra en contacto con cualquier fluido vital de un podrido de esos. No se cuanto tardara en convertirse, por lo que podido ver, esto depende del individuo. Pueden ser horas, días o semanas. Es un peligro tenerlo junto a nosotros así que deberíamos..." No le deje terminar la frase, sabía que iba a decir. Le dije "Me parece absurdo lo que me acabas de contar. Es la primera vez que oigo eso. He visto varías transformaciones y todas han sido porque el individuo en cuestión ha muerto. Debes de estar equivocado. Si no te importa, me apetece estar solo..." Iván se levantó, me miró y luego se me acercó diciendo en voz baja "Si te he dicho esto a ti es porque no quiero alarmar al grupo, pero que sepas que Ricardo ya esta muerto, es cuestión de tiempo que se convierta en una de esas cosas y cuando eso ocurra, estaremos bien jodidos, porque lo tenemos dentro de nuestro refugio. Haz lo que quieras, pero yo no lo voy a perder de vista y cuando eso ocurra, me veré obligado a matarlo. No te creas que me gusta hacer eso, pero sera mi obligación si quiero salvar el culo de todos, incluido el tuyo. Descansa, Erik" Después de esto, fue a la parte delantera del bus, se sentó sobre una manta y empuño su arma. Allí permaneció sentado hasta que me dormí.

Esta equivocado... o al menos, eso quiero pensar...


- Erik -



jueves, 7 de enero de 2010

+ 07-01-10 + Año nuevo... la misma agonía

Hace una semana que hemos entrado en un nuevo año. No nos habíamos dado cuenta hasta ahora. Si me he dado cuenta, ha sido gracias al calendario del PC. Nos vamos a tener que ir acostumbrando a mirar aquí para saber en que fecha vivimos, ya que no tenemos otra forma de saberlo. De todas formas, dudo mucho que esto sirva de algo en los días que corren. ¿De que me sirve ahora saber que día es fiesta nacional? Absurdo totalmente. Es la primera vez que las fechas navideñas pasan desapercibidas. No nos engañemos, en esta situación no estamos para festejos. Pero... no se, me resulta raro todo esto. No termino de acostumbrarme. Recuerdo que cuando se acercaban dichas fechas, las calles se vestían de adornos navideños, la gente iba arriba y abajo, de tienda en tienda alimentando a un sistema consumista. Yo he sido de los que siempre han odiado febrilmente las navidades. Siempre me han parecido una fiesta absurda, inventada por alguna multinacional con el fin de lucrarse con el materialismo de la gente. Odiaba las cenas familiares, los mensajes de móvil con el típico "Feliz navidad y próspero año nuevo!", las buenas caras de los que durante los demás días del año eran más malos que satanás... Para mi, todo esto era una falsedad pura y dura. ¿Por qué tenemos que esperar a que lleguen unas fechas señaladas para actuar de una forma, para ser buenos con los demás, para reunirse en familia? ¿Que los días normales no sirven? Cuantas nochebuenas habré pasado en soledad con la única compañía de una botella de JB. Vaya... y ahora, cuando se que todo eso son tiempos pasados que difícilmente volverán, digo: ¡Bendita falsedad! Ahora es cuando miro todo aquello con nostalgia y me doy cuenta de que hecho de menos todo eso. Ver las risas en las caras de la gente, a la sociedad esforzándose por ser buenas personas; aunque fuese solo en esas fechas, los niños ilusionados, mi familia... ay... todas las personas que vivían esas fechas con ilusión y optimismo, ahora mismo están muertas... Si hay un dios, ¿por qué a permitido esto? ¿tanto lo hemos cabreado para que nos castigue de esta forma?

Que hayamos entrado en un nuevo año no ha cambiado nada los ánimos del grupo. Todo lo contrario. Pasar unas fechas tan señaladas sumidos en toda esta basura es para desmoralizar al más pintado. Cuando he dado la noticia, todos han puesto caras de nostalgia. Eduardo, con un tono extraño, el cual creo que llevaba más ironía que otra cosa, ha dicho "Feliz año, chicos". Nadie ha contestado. Este año no es feliz para nadie.

No se que me pasa, pero llevo horas con unas terribles ganas de fumarme un pitillo. Nunca sufrí en mis propias carnes tanta necesidad. La verdad es que se pasa mal. Siento como el cuerpo me pide su ración de nicotina. Lo peor de todo es que no tenemos tabaco. Iván esta en la misma situación que yo, pero el lo lleva mucho peor. No para de maldecir a todo lo que le rodea. Hace unas horas, hemos hecho una parada en una gasolinera de carretera. Hemos bajado con todas las precauciones pertinentes, pero el camino estaba despejado. Hemos entrado al comercio de la gasolinera en busca de víveres, pero apenas hemos encontrado nada, ya que todo estaba saqueado. Lo primero que ha hecho Iván, antes de buscar alimentos y cosas útiles, ha sido buscar tabaco. Obviamente, aquí no había, ya que desde hace muchos años, dicho vicio dejo de suministrarse en comercios que no fuesen estancos. Cuando ha desistido en su búsqueda, ha cogido la caja registradora y la ha estampado contra el escaparate, partiendo este en mil trozos. El escándalo ha llamado la atención hasta a los que se han quedado en el autobús. Me disponía a decirle lo que pensaba de su actuación, pero no me ha dado tiempo, ya que a salido del comercio renegando. Mejor, ya que como ha dicho Ricardo "Ni se te ocurra decirle nada, no es el momento. Esta fuera de si...". Hemos revuelto el comercio mientras Eduardo intentaba llenar el deposito del autobús. No hemos encontrado nada útil, salvo alguna que otra lata de conserva, botellas de agua, paquetes de galletas y chucherías. Ya de paso, hemos cogido cosas no útiles como revistas, algún que otro libro, música y unos cuantos repuestos de vehículo. Cuando hemos salido del comercio y entrado en el vehículo, Eduardo estaba sentado en el asiento del conductor. Cuando le he dicho "Podemos continuar" ha contestado "No. Tenemos que esperar a Iván". Eso me ha extrañado. Cuando lo he visto salir a él y a Elena del baño público de la gasolinera, lo he comprendido. Esta clase de cosas son las que me tocan los cojones. Si quieren follar, que lo hagan en un momento que no entorpezca la marcha del grupo. Esta clase de situaciones innecesarias hay que evitarlas, ya que nos ponen en peligro a todos. Quién dice que por esa gracia no nos aparezca una horda y nos toque enfrentarnos por culpa de que la pareja a tenido un apretón. Cuando Iván ha subido al autobús y ha pasado por mi lado, me ha dicho en voz baja "Lo siento, tío, pero a falta de tabaco, un buen polvo esta bien". He preferido no contestar, ya que si lo llego a hacer, tenemos el lío. Y Elena... buf... ya se ha cepillado a medio grupo. Cuando ha subido al bus, Fede, que se encuentra tumbado en los asientos traseros del vehículo, ha mirado de mala manera a Elena.

La convivencia en el autobús comienza a ser pesada. Como ya dije, dormir aquí es una utopía. A parte del frió que hace por las noches y que no tenemos mantas con las cuales taparnos, ni para tan siquiera acolchar el duro suelo para dormir, se suma que somos 11 personas y un perro en tan pequeña estancia. Para combatir las bajas temperaturas, lo único que hacemos es dormir todos lo más juntos posibles. Luego hay que sumar el problema de la intimidad, la cual es nula. Para hacer nuestras necesidades, tenemos que hacer paradas en lugares seguros y escoltar a la persona en cuestión. Pero estar en este refugio con ruedas tiene otras cosas buenas que compensan. El mero hecho de estar dentro de este armatoste de puertas automáticas, nos brinda una seguridad acojonante. Podemos desplazarnos y al mismo tiempo, despreocuparnos de que la escoria andante no se nos meta dentro. En nuestro viaje, en más de una ocasión nos hemos visto rodeados de merodeadores y, hasta en una ocasión, de dos corredores. Estos golpearon el vehículo, pero nada, ni siquiera pudieron hacerle el más mínimo imperfecto. En el tema del combustible, no estamos teniendo problemas. Todas las paradas que hemos realizado en las gasolineras han sido fructíferas, ya que hemos podido repostar.

Cambiando de tema, parece que Belén esta recuperando los ánimos. A pesar de que sigue sin ser la misma y se viene abajo con mucha facilidad (cuando esto ocurre, estalla a llorar sin motivo aparente), empieza a ser ella de nuevo. Es más, hasta esta recuperando el humor, ya que hace un rato ha soltado una carcajada por un comentario que he hecho. En un mundo carente de ilusiones y alegrías, ver a Belén reír me ha llenado con un poquito de optimismo. Cosas tan pequeñas como esta, las cuales hace unos meses habrían pasado desapercibidas ante mi, ahora me dan fuerzas para seguir hacia delante. Son como un pequeño impulso que me hace reaccionar, como una luz al final de un túnel. En esos momentos, dentro de mi oigo una voz que me dice "Debes de continuar. Debes y puedes". Ahí es cuando le doy vueltas a todo y mis pensamientos sombríos desaparecen. Sigo consciente de que el mundo esta sumido en sombras, en muerte y que nada es igual, pero veo el lado bueno. Pienso en que podemos acostumbrarnos a todo esto y que no es imposible encontrar un lugar seguro. Solo es cuestión de resistir como lo hemos hecho hasta ahora y ser pacientes. Llegara el momento en el que recordaremos todo esto como una anécdota, una simple pesadilla, ya que nos encontraremos en un lugar alejado de tanta muerte, un lugar seguro donde empezar de nuevo. Ahí podremos vivir tranquilos y tener niños. Ellos crecerán sin conocer tan pútrido mundo, sin tener que huir constantemente, sin tener que dormir aferrados a un arma. Tampoco conocerán al falso y materialista mundo que antecedió a este otro. Ellos se criaran educados en verdaderos valores, puros y justos. Así es como veo nuestro futuro y por ello mantengo las fuerzas y sigo peleando. He perdido muchas cosas, pero ahora tengo otras que nunca tuve, entre ellas, esperanza. Solo hay que esperar ese nuevo amanecer, el cual algún día llegara. No me cabe duda. Tanto esfuerzo ha de tener su recompensa.